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martes, 10 de septiembre de 2024

¿Internet Archive, una biblioteca digital de emergencia?

"Cuatro importantes editoriales (Hachette Book Group, HarperCollins Publishers, John Wiley & Sons y Penguin Random House) demandaron a la biblioteca digital y un tribunal de apelaciones confirmó el fallo." Tal es la bajada de la nota publicada por InfoBAE, el pasado 6 de septiembre, con firma de Hillel Italie, levantada de Asociated Press.

La justicia de Estados Unidos determinó que Internet Archive violó la ley al escanear y compartir libros digitales sin permiso

Un tribunal de apelaciones confirmó un fallo anterior: Internet Archive violó la ley de derechos de autor al escanear y compartir libros digitales sin el permiso de los editores.

Cuatro importantes editoriales (Hachette Book Group, HarperCollins Publishers, John Wiley & Sons y Penguin Random House) demandaron al Internet Archive en 2020, alegando que había ofrecido ilegalmente copias gratuitas de más de 100 libros, entre ellas obras de ficción de Toni Morrison y JD Salinger. Internet Archive respondió que estaba protegido por la ley de uso legítimo.

En 2023, un juez del Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Manhattan falló a favor de los editores y les concedió una orden judicial permanente. El miércoles, el Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos para el Segundo Circuito coincidió y planteó la pregunta: ¿fue el programa de préstamos de Internet Archive, una “Biblioteca Nacional de Emergencia” lanzada a principios de la pandemia, un ejemplo de uso justo?

“Aplicando las disposiciones pertinentes de la Ley de Derechos de Autor, así como los precedentes vinculantes de la Corte Suprema y del Segundo Circuito, concluimos que la respuesta es no”, dictaminó el tribunal de apelaciones.

En una declaración del miércoles, la presidenta y directora ejecutiva de la Asociación de Editores Estadounidenses, Maria Pallante, calificó la decisión como una victoria para la comunidad editorial. “La decisión de apelación de hoy confirma los derechos de los autores y editores a obtener licencias y compensación por sus libros y otras obras creativas y nos recuerda en términos inequívocos que la infracción es costosa y antitética al interés público”, dijo.

El director de servicios bibliotecarios del Archivo, Chris Freeland, calificó el fallo de decepción. “Estamos revisando la opinión del tribunal y continuaremos defendiendo los derechos de las bibliotecas a poseer, prestar y preservar libros”, dijo en un comunicado.

martes, 2 de abril de 2024

Winston Manrique Sabogal te bate la justa

Mientras en países como la Argentina la preocupación de los autores, traductores y editores consiste fundamentalmente en sobrevivir a la crisis económica, en el hemisferio norte las preocupaciones son otras. Así, el 14 de enero de este año, Winston Manrique Sabogal, fundador y director de WMagazín, que se define como "revista literaria digital global, panhispánica e itinerante", publicó un artículo donde analiza lo que él supone van a ser las tendencias en la industria del libro durante este año.

Tendencias de la industria del libro y la literatura en 2024: de la inteligencia artificial al aumento de préstamos digitales en bibliotecas

Uno de los temas principales que definirá el destino del libro en 2024 y decidirá su futuro es la inteligencia artificial en sus diferentes ámbitos, que avanza en su colonización del universo del libro como industria y en los diversos ámbitos de la creación, a la vez que se busca cómo regularla.

Otros derroteros que marcarán el año es el fortalecimiento de TikTok y otras redes sociales para recomendar y promover la lectura, y el incremento de los préstamos de libros digitales en bibliotecas. En cuanto a la creación literaria, destaca la continuación de libros híbridos de géneros literarios, el regreso de las narraciones en la línea fronteriza entre la realidad, lo inexplicable y el aire mágico, y el aumento de temas relacionados con la maternidad/no maternidad, la crisis medio ambiental y las búsquedas de la serenidad y la felicidad para contrarrestar este mundo emboscado de incertidumbres.

WMagazín, como cada enero, trata de avistar las tendencias creativas y de negocio del mundo del libro. Unas optimistas, otras se observan con preocupación y algunas con preguntas. Las siguientes son las tendencias:

La inteligencia artificial sigue su colonización
La colonización de la inteligencia artificial en el mundo del libro, en todos sus espacios, es una realidad a organizar y regular. Si en 2022 y 2023 su irrupción generó polémicas y debates, que continúan y son necesarios, la clave ahora es cómo regular esa tecnología a partir de tres grandes frentes y preocupaciones: económico-social, es decir, que no quite puestos de empleo, como en todos los campos; creativo, es decir, que su uso por parte de los escritores no menoscabe la creatividad y honestidad a la hora de ofrecer la obra a los lectores; y ético, en el sentido de que las empresas de inteligencia artificial no tomen las creaciones y recursos de los autores sin su autorización para crear sus propias obras y contenidos, algo que ya ha generado algunas demandas de escritores.

Estos dos últimos apartados marcan ya la ruta de la literatura. Es una herramienta, con sus diferentes programas, que los autores pueden usar para la creación, porque ofrecen sacarlos de un posible bloqueo, o proporcionar ideas de cómo y por dónde continuar lo escrito. Aunque hay casos en que los autores usan un programa al que dan unas pautas y la IA hace el resto del trabajo, pero con la firma del autor y sin que este diga nada. Por ahora, estos programas no obran por su propia iniciativa, necesitan que alguien les dé las indicaciones y les suministre contenidos y coordenadas.

Los libros deberán tener ya no solo la fajita en la que alguien muy reconocido dice lo buenos que son y por qué hay que comprarlos-leerlos, sino que deberán tener una especie de marca y sello que indiquen si son obra de la IA o qué porcentaje de IA hay en ellos, como las advertencias de los alimentos con exceso de azúcares, sal, grasa, etc, o como se anuncian los productos orgánicos. Así, el lector decide qué clase de obra literaria quiere leer: natural, artificial o a medias.

En cuanto a los otros ámbitos del ecosistema de la industria del libro, los algoritmos de la IA pesan cada vez más en la toma de decisiones de las editoriales. Está el ya normalizado uso del big data para vender más ejemplares a través del conocimiento de los lectores, es decir que se sofisticará su papel como un editor capaz de determinar, incluso, dónde puede interesar más un tema u otro, o qué tipos de personajes gustan más a los lectores. Una especie de libros al gusto del lector, como ya se aplica en el cine y la televisión. La IA también ha incursionado en el mundo del audiolibro o el podcasting para mejorar su calidad y la experiencia del usuario (este punto tiene su propio apartado más abajo).
La IA, aliado reforzado del audiolibro y el podcasting

La inteligencia artificial se expande en el mundo del audiolibro y del podcast. Su tecnología permite desde usar voces artificiales propias, que suenan cada vez más naturales, hasta comprar los derechos de voces de personajes conocidos, lo que acorta la producción de audiolibros, ya que no se necesitará de horas y horas de grabación con un actor. El futuro apunta a la creación de un catálogo de voces para que el audiolector decida con cuál de ellas quiere escuchar el libro.

En cuanto al podcast, las posibilidades son varias para ofrecer una mejor experiencia al oyente, tanto en la calidad del sonido como en las herramientas que se incorporan para hacer más creativas las producciones, más inmersivas e interactivas, por ejemplo. Eso sin contar con que los autores y editoriales independientes tienen acceso a estos aliados para llegar a nuevos públicos. En ambos casos, algunos puestos de trabajo corren peligro, a la vez que surgen otros, pero siempre con menos personal.

TikTok se consolida como vitrina de libros y lectura
La red social TikTok, con sus booktokers, se consolida como una de las mejores vitrinas para hablar de literatura, promocionar libros e informar de lo que sucede en el ecosistema literario. Y lo hace tanto con los llamados booktokers, primos hermanos de sus antecesores, bookstragamers y booktubers, como con acciones audiovisuales de toda clase por parte de publicaciones especializadas en el mundo del libro. Es la entrada definitiva del libro en una nueva dimensión diversificada.

Del temor inicial con el cual el sector editorial veía el mundo virtual se ha pasado a convertirlo en un gran aliado y pieza esencial. Los booksinfluencers son ayudantes cruciales para editores, escritores y campañas de fomento y divulgación de la lectura.

Estos prescriptores hablan de lecturas, de libros impresos que enseñan como objetos y fuentes de saber y ocio. De un reencuentro con los cinco sentidos y el placer de pasar páginas y vivir una experiencia única y proactiva. Y lo hacen a través de la escenificación del comentario que va del histrionismo a recomendaciones más sosegadas, pero siempre informales, sin pontificar.

El libro vive una nueva época de optimismo gracias a la “transhumancia virtual” debido a los nuevos formatos de los prescriptores de canales de internet, redes sociales y revistas literarias digitales.

Esta revolución ha ocurrido en la última década. Todo empezó en la primera gran crisis económica de este siglo XXI cuando, hacia 2009 y 2010, surgieron vídeos donde empezaron a hablar de libros en sus canales de YouTube. Dos años atrás, en 2007, el libro electrónico reclamaba una nueva oportunidad con el Kindle y las alarmas saltaron con las profecías de que acabaría con el libro tradicional.

Libros híbridos, regresa la magia y best sellers a novela gráfica
La creación literaria está en continuas búsquedas, recuperaciones, ampliaciones y exploraciones de rutas conocidas, rescates de obras… En 2024 algunas de las tendencias destacadas son:

Seguirá la ruptura de etiquetas literarias con la mezcla o mestizaje de voces y géneros literarios. El resultado son libros híbridos, aquellos en los que conviven desde el narrador omnisciente hasta la autoficción, desde el monólogo hasta el ensayo, desde la novela hasta los diarios, desde las cartas hasta las fotografías, desde los poemas hasta las viñetas…

Vuelven con fuerza las historias que recurren a la fabulación o toques de lo mágico o lo sobrenatural para contar y/o comprender el mundo y una realidad que nos desborda y que requiere de elementos menos racionales para su explicación y comprensión.

Aumentará su brillo la época dorada de los long sellers y best sellers en sus versiones de cómics y novelas gráficas. Las editoriales han creado, desde hace pocos años, departamentos encargados del área cómic en los que expanden el universo de sus éxitos de ventas, una manera de llegar a las nuevas generaciones. De paso, muchos de esos lectores se interesen por las obras originales. El cómic es el nuevo cine para la literatura. Reportaje sobre las adaptaciones de libros superventas a novela gráfica, en WMagazín.

El buen momento que vive la industria editorial hace que las editoriales aprovechen para rescatar a algunos autores que en su momento no funcionaron bien o no tuvieron el número de lectores que consideran que merecían y los vuelven a editar.

A los temas del amor y la familia, recuperados con fuerza para observar sus nuevas transformaciones en los últimos años, hay que recordar otros que cada vez tienen más protagonismo:

-La maternidad en sus nuevas dimensiones / No maternidad.

-Crisis medio ambiental / Reencuentro con la naturaleza.

-La actualización de la sexualidad / El espectro y fluidez de sensibilidades sentimentales y sexuales.

-La búsqueda de la serenidad y la felicidad / Luchar contra la depresión.
Prohibición de libros, corrección política

Todo indica que la cultura woke, de la corrección política, seguirá tratando de coartar la libertad de creación y de acceso a las obras. Ya no solo se trata de que políticos, asociaciones y mandatarios locales o regionales prohíban el acceso a ciertos libros o películas en sus centros educativos, desde los más pequeños hasta los universitarios, sino que quieran crear nuevas versiones retroactivas de obras importantes con un lenguaje, en todos los sentidos, acorde a estos tiempos. A ello se suma la censura o prohibición de piezas de teatro, exposiciones, obras de arte y demás manifestaciones artísticas. Una estrategia que atenta contra la libertad, en lugar de promover la educación de las personas desde la infancia y proporcionarles los elementos para que entienden de qué trata cada obra y el contexto en que fue creada. Las expresiones artísticas, desde un libro hasta una performance exponen la realidad y la condición humana.

Bibliotecas y préstamos de libros digitales
Una de las pocas cosas buenas que dejó la pandemia covid-19, en el año 2020, fue el descubrimiento o reencuentro de muchas personas con la lectura. Ya entonces los préstamos de libros digitales en las bibliotecas tuvieron un incremento, a la vez que se crearon más clubs de lectura virtuales. Pues bien, esa tendencia se ha mantenido en todo el mundo. OverDrive, una plataforma de contenido digital para más de noventa mil bibliotecas y escuelas en 115 países, informó que, en 2023, los lectores de todo el mundo pidieron prestados 662 millones de libros digitales, audiolibros y revistas digitales, un aumento del 19% con respecto a 2022.

Los datos por áreas son:370 millones de libros digitales prestados (un 12% más que en 2022), 235 millones de audiolibros prestados (23% de crecimiento), 56 millones de revistas (+75%), y 37 millones de cómics y novelas gráficas prestadas (un 14% más). A esto hay que añadir que los ebooks y audiolibros retenidos o en lista de espera fueron de 253 millones (+19%).

La oferta de libros exitosos, las nuevas funciones de la app de lectura Libby y nuevos modelos de acceso rentables han facilitado que la gente acuda más a este sistema de lectura virtual.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Una entrevista con Roger Chartier por su nuevo libro, publicado por Ampersand

El pasado 10 de septiembre, Carlos Daniel Aletto publicó, en el sitio de la agencia TELAM, una entrevista con Roger Chartier, a propósito de la aparición de El pequeño Chartier ilustrado, volumen publicado por la editorial Ampersand.



“Es un error creer que un libro se reduce a su contenido semántico”

El pequeño Chartier ilustrado es, como lo señala su subtítulo, un “Breve diccionario del libro, la lectura y la cultura escrita” que nace de la oralidad y la memoria del reconocido historiador francés Roger Chartier durante su estadía en la ciudad chilena de Valdivia en 2016 y aborda la “cultura escrita” desde múltiples entradas propuestas por el investigador que van desde “Apropiación”, “Biblioteca” y “Borges” hasta “Xilografía”, “Yo (literaturas de)” y “Zoología”, tejiendo un apasionante léxico que dialoga con imágenes.

El libro, publicado por la editorial Ampersand, cuenta con una cuidada edición que resalta la travesura lingüística de incluir nuevamente la letra Ch de “Chile” y de “Chartier”. Las imágenes que aparecen desde los primeros momentos de la escritura a los actuales emoticones de nuestras comunicaciones dialogan durante el recorrido de las entradas del diccionario.

Chartier, en charla con Télam, señala que los emoticones de nuestro mundo digital “son una forma contemporánea de la búsqueda de lenguajes no verbales capaces de expresar sentimientos, afectos o ideas” y explica, con su capacidad de recuperar la historia de la escritura, que “en el siglo XVIII, fue el caso con la lengua de los sordos y mudos o con el 'ballet d'action' de Noverre. En 1672 un libro intitulado Leer sin libro publicado por Diego Enríquez de Villegas, proponía una lectura simbólica de los árboles y plantas. Las 'primeras representaciones gráficas' tal como los jeroglíficos son diferentes porque no eran solo pictográficas sino también fonéticas”.

–¿La aparición de imágenes en diálogo con la semiótica de la palabra en la escritura actual genera mayor ambigüedad en la decodificación?
–No lo pienso así. La relación entre las imágenes y los textos se desplazó desde la concepción de los siglos XVI y XVII, que las consideraba como equivalentes para establecer comunicación, conocimiento y memoria, hasta la concepción que piensa la imagen como un suplemento del discurso escrito. En la primera perspectiva, que es la de Cervantes, las imágenes pueden narrar y los textos pueden pintar: “pintor o escritor, todo es uno” (Don Quijote, Segunda Parte, Capítulo LXXI). En la segunda, las imágenes pueden mostrar lo que el discurso no puede, por ejemplo, la simultaneidad entre diferentes acciones u operaciones. Cuando las imágenes son investidas con un suplemento de sentido ausente en que ilustran o que las inspiró, puede establecerse el diálogo entra ambas formas de expresión. Es lo que se debe enseñar a los usuarios del mundo digital.

–¿Cuál es el mayor cambio en el soporte de lectura desde las arcillas de los sumerios a los e-books?
–El mundo digital instaura más que un “cambio”. Por primera vez en la historia de la cultura escrita el soporte de la inscripción y transmisión de lo escrito (o de las imágenes) no se encuentra asociado con un contenido particular: una obra o una serie de textos. La pantalla no es un libro, la pantalla no es una página sino un muro o nuestra mirada cambiante de un muro (como escribió Antonio Rodríguez de las Heras), y el universo digital es mucho más que una colección de e-books. Es un error creer que un libro se reduce a su contenido semántico. En el libro definido como objeto y como discurso, la materialidad del texto (el formato, la disposición, la encuadernación) son elementos no verbales que contribuyen a la construcción del sentido y hacen visible el libro como una arquitectura textual en la cual cada elemento (una parte, un párrafo, una sentencia) ocupa un lugar propio y desempeña un papel articulador en la narración o la demostración. La forma digital borra estos dispositivos. Favorece la autonomía del fragmento, somete los libros como discurso a las prácticas de lectura plasmadas por las redes sociales e ignora la estructura material del libro impreso que da cuerpo a las obras y puede abarcar en una misma unidad material varios libros.

–¿Y cuál es la diferencia central entre e libro y el e-book?
–La diferencia entre el libro y el e-book ilustra la diferencia fundamental entre lógica digital, que es una lógica temática, jerárquica, algorítmica y que permite encontrar rápidamente lo que se busca, y la lógica de lo impreso, que es una lógica de los lugares y del viaje y que permite encontrar lo inesperado, lo desconocido. Los lectores de libros perciben consciente o inconscientemente esta diferencia, ya que prefieren todavía comprar y leer libros impresos: en todos los países del mundo salvo Estados Unidos los libros electrónicos representan menos de 10% del comercio del libro. Pero, en el mundo digital, la mayoría de los lectores no son lectores de libros…

–¿La escritura digital de alguna forma condiciona a la lectura de distintas lenguas?
–Las formas gráficas propias de tal o tal lengua (acentos, tildes, etc.) son partes de su identidad y en el mundo de la escritura digital muchas veces se ignoran o borran. Los teclados y escritos sin acentos o tildes son la primera manifestación del imperialismo lingüístico que caracteriza el mundo globalizado.

–¿Qué característica le imprimió la exclusividad durante siglos de la Iglesia Católica a la escritura de Occidente?
– “Exclusividad” es una palabra demasiada fuerte. Si es verdad que duraderamente la Iglesia controló la enseñanza, desde las universidades hasta las escuelas primarias, y que una parte importante de la producción impresa se dedicó a la publicación de escritos religiosos, es verdad también que desde la Edad Media la escritura fue también política, administrativa, notarial, literaria y cotidiana. Es lo que muestran a claras los historiadores de la cultura escrita tal como Armando Petrucci o Michael Clanchy. Es lo que indica también el desplazamiento de la noción de repertorio canónico desde su primera definición religiosa, aplicada a los libros de la Biblia y a los Padres o Doctores de la Iglesia, hasta la constitución de listas de obras expresando las literaturas nacionales o recopilando los materiales escolares.

–¿Es por lo antes dicho que el objeto libro tiene un prestigio per se, sin importar el contenido?
–Tal vez porque en su definición tradicional el libro no es solamente un discurso sino también un objeto material, un opus mechanicum como decía Kant, que identifica un texto cuyo estatuto es diferente de los textos desprovisto de la misma importancia, dignidad o poder. Es lo que explica también el uso mágico. Este poder se lee en el texto bíblico, con la doble mención del libro comido, como aparece en Ezequiel III, 3, “Y el Señor me dijo: Hijo del Hombre, tu vientre se alimentará de este libro que te doy, y tus entrañas serán colmadas. Yo me comí ese libro, se volvió dulce en mi boca como la miel”. Y se repite en el Apocalipsis de san Juan, X, 10: “Tomé el libro de la mano del ángel y lo devoré, y estaba dulce en mi boca como la miel; pero apenas lo engullí, me supo amargo”.
El Libro dado por Dios es a la vez amargo, como lo es el conocimiento del pecado, y dulce porque es promesa de redención. La Biblia, que contiene este “Libro de la Revelación”, es ella misma un libro poderoso, que protege y conjura, aparta las desgracias y aleja los maleficios. En toda la cristiandad, el libro sagrado ha sido objeto de usos propiciatorios y protectores, que no suponían necesariamente la lectura de su texto, sino su presencia material en la cabecera del enfermo o de la mujer que está pariendo. En toda la cristiandad, igualmente, el libro de magia se encuentra investido por esta carga de sacralidad, que otorga saber y poder a quien lo lee.

–¿Hay alguna posibilidad en la que el receptor no haga una “apropiación” del mensaje emitido? ¿Existe la decodificación perfecta?
–Por definición, la lectura es una practica inventiva, creadora, que se apodera del texto leído para producir nuevos textos, sea en la mente y la imaginación del lector o bien en la escritura de nuevos textos. Una “descodificación perfecta”, sin ninguna diferencia entre la intención del autor y la recepción del lector me parece imposible y, tal vez, empobrecedora.

–¿Es decir por lo tanto que la capacidad creativa del lector es ilimitada?
–Este debate tiene sus raíces en el libro de Michel de Certeau La Invención de lo cotidiano, y concretamente en el capítulo donde se refiere a la lectura como caza furtiva. En ese libro, Michel de Certeau no se interesa por perspectivas históricas o sociológicas, lo que enfatiza –en contraposición a la idea de la supuesta alienación que producen los medios de comunicación masivos– es la capacidad que tiene cada lector de cazar furtivamente en el territorio del otro, de construir para sí mismo un significado que difiere de las intenciones del texto. Su análisis permitió “sacar” al lector del texto y reivindicar (en contraposición a los modelos y enfoques estrictamente semióticos, estructuralistas y lingüísticos) que el significado no solo lo crea una maquinaria textual, sino más bien la relación entre esta maquinaria y las capacidades y habilidades de los lectores. Las apropiaciones singulares de los lectores deben estar siempre situadas en el conjunto de normas, intereses y prácticas que caracterizan las distintas maneras de leer, las distintas formas de relacionarse con la cultura escrita, las distintas percepciones y representaciones del mundo social que comparten individuos quienes tuvieron las mismas trayectorias y experiencias y que constituyen una misma comunidad de lectura. Esta perspectiva no diluye el significado de los textos o géneros en un sinnúmero de respuestas individuales carente de principio organizativo. Al contrario, intenta ubicar las preferencias y gestos de la lectura dentro de los códigos y costumbres que ha impuesto una identidad social. También intenta inscribir la construcción del significado en las limitaciones que se derivan de las formas materiales y textuales de la palabra escrita. En este sentido la lectura está ubicada en la tensión entre libertades restringidas y coacciones transgredidas.

–Antes para buscar un dato, había que ir a una biblioteca, buscar en ficheros, luego dentro del libro, hoy solo se hace con un metabuscador ¿La facilidad de la búsqueda en libros y en bibliotecas completas digitales en que condiciona la lectura?
–Encontrar rápidamente lo que se busca es una de las posibilidades nuevas del mundo digital. Lo que se pierde es el viaje. La lógica de lo impreso es una lógica de los lugares. Permite encontrar lo inesperado, lo desconocido. Es esta lógica la que rige los espacios de la librería, las estanterías de la biblioteca, las partes que componen la arquitectura del libro, los diferentes artículos o crónicas impresas sobre la misma página del diario. La percepción de esta diferencia fundamental puede o debe inspirar nuestras prácticas, que no pueden reducirse a la lectura frente a las pantallas, y nuestros comportamientos, que deben preservar el viaje en contra del algoritmo, la librería en contra de Amazon, la biblioteca en contra de la red, el objeto escrito en contra de su reproducción digital.
En una entrevista dada en 2019, Antonio de las Heras expresaba su preocupación por “la crisis de los lugares” suscitada por el nuevo mundo digital. El “encapsulamiento” de los individuos en el espacio digital hace correr el riesgo que se borren los cuerpos. Un año antes de la pandemia, hacia hincapié, de manera premonitoria, en la necesidad de recuperar los lugares y los objetos que encarnan la corporalidad, que hacen que los cuerpos puedan compartir en el mismo tiempo un mismo lugar. El reto era transformar la alfabetización digital, que se ha vuelto casi universal, en una verdadera cultura digital capaz de establecer una relación crítica con el ruido y la confusión producidos por una “sobreinformación” indomable, excesiva, incontrolable. Paradójicamente, la repuesta formulada por este sabio cuya imaginación en cuánto a las extraordinarias posibilidades del mundo digital fue sin límite, era enfatizar la necesidad de la presencia, de los cuerpos en nuestro mundo cada día más virtual. Como lo quería el léxico del Siglo de Oro, el libro impreso es uno de estos “cuerpos” que desaparecen en la reproductibilidad digital.

–La B del diccionario Chartier tiene a Borges, ¿cómo ve usted su figura en el universo de la cultura escrita?
–Borges escribe en un prólogo a Macbeth: “Art happens (el arte ocurre), declaró Whistler, pero la conciencia de que no acabaremos nunca de descifrar el misterio estético no se opone al examen de los hechos que lo hicieron posible”. Si Borges tiene razón, cada uno puede y debe participar en el examen de estos “hechos” que dan a ciertos textos, y no a todos, la fuerza del encantamiento. Sus ficciones han acompañado, en cada una de sus etapas, mi trabajo dedicado a la historia de la cultura escrita y, en particular, una de ellas: “El espejo y la máscara”.
Como en una modelización implacable, pero inspirada por la gracia, Borges hace variar aquí todos los elementos que rigen la escritura y la recepción de un mismo texto. Tres veces el poeta Ollan regresa ante su rey victorioso para ofrecerle una oda de alabanza. Y tres veces cambian la composición del auditorio (el pueblo, los doctos, el soberano solo), el modo de publicación del poema (leído en voz alta, recitado, salmodiado), la estética de su creación (imitación, invención, inspiración) y la relación entre las palabras y las cosas, entre los versos del poeta y las hazañas del rey, inscripta sucesivamente en el régimen de la representación, de la ekphrasis y de lo sagrado. Con el tercer poema, que consiste en un único verso, murmurado y misterioso, el poeta y su rey conocen la belleza. Deben expiar este favor prohibido a los hombres. El poeta había recibido un espejo por su primera oda, que reflejaba toda la literatura de Irlanda; luego una máscara para la segunda, que tenía la fuerza de la ilusión teatral. Con la daga, que es el último presente de su rey, se da muerte. En cuanto al soberano, éste se condena a errar por las tierras que antaño fueron las de su reino. Al invertir los papeles, Borges es el ciego que nos hace ver, en el fulgor poético de la fábula, que siempre las magias de la ficción dependen de las normas y de las prácticas de lo escrito que las habitan, se apoderan de ellas y las transmiten.

miércoles, 27 de abril de 2022

De cómo EE.UU ahora es un país bananero


Nueva York, decididamente, es un país y los Estados Unidos, otro. Por eso, según comenta la agencia TELAM, habrá una campaña para acceder a los libros que otros estados prohíben. De acuerdo con la bajada del artículo sin firma, publicado el pasado 23 de abril, “Será a través de una aplicación gratuita, donde los lectores podrán acceder a textos electrónicos que no están permitidos especialmente en los estados gobernados por el Partido Republicano. Florida, por ejemplo, prohibió el 41% de los textos escolares de matemáticas alegando que promueven la ideología de género y el concepto de que Estados Unidos es una sociedad racista”.

Nueva York lanza una campaña para que los ciudadanos accedan a libros prohibidos en otros estados

La alarmante prohibición de libros en escuelas y bibliotecas de Estados Unidos llevó a la Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL) a lanzar la campaña nacional ”Libros para todos” para que los ciudadanos puedan acceder a los textos impugnados, especialmente en los estados gobernados por el Partido Republicano, como Florida, lo que afectó el acceso a obras que abordan temas de género, segregación racial, religión e historia.

Entre los volúmenes prohibidos se encuentran, por ejemplo, los best-seller El dios de las pequeñas cosas, de la escritora india Arundhati Roy y El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, además de la novela Beloved, de la Nobel de Literatura Toni Morrison o el cuento infantil “And Tango Makes Three” (“Y Tango los transforma en tres”), que aborda la historia sobre dos pingüinos macho que adoptan a un bebé, basada en hechos reales, ya que los pingüinos macho del zoo del Central Park neoyorkino son famosos en Estados Unidos desde que en 2004 se descubrió que practican la homosexualidad.

Florida, por ejemplo, prohibió el 41% de los textos escolares de matemáticas alegando que promueven la ideología de género y el concepto de que Estados Unidos es una sociedad racista.

El número de títulos prohibidos llega a 729 de más de 1.500 libros en 2021, casi el doble que en 2019, lo que configura el mayor número de intentos de prohibición de libros en 20 años, según la Asociación Americana de Bibliotecas.

Con esta iniciativa de la NYPL, los lectores de todo el país podrán acceder a los libros comúnmente prohibidos tomándolos prestados a través de una aplicación gratuita de lectura de libros electrónicos, que puede utilizarse en cualquier dispositivo o Android.

“Estos recientes casos de censura y prohibición de libros son extremadamente preocupantes y equivalen a un ataque total a los cimientos de nuestra democracia”, dijo Anthony W. Marx, presidente de la NYPL, consignó el periódico Daily News.

“El conocimiento es poder; la ignorancia es peligrosa y engendra odio y división. Desde su creación, las bibliotecas públicas han trabajado para combatir estas fuerzas simplemente haciendo que todas las perspectivas e ideas sean accesibles a todos, independientemente de su origen o circunstancia”, agregó Marx.

El anuncio hecho el miércoles por la Biblioteca Pública de Nueva York se produjo un día después de que la Biblioteca Pública de Brooklyn (BPL) lanzó su propio proyecto, “Books UnBanned”, diseñado para “ayudar a los adolescentes a combatir el impacto negativo del aumento de la censura y la prohibición de libros en las bibliotecas de todo el país”, dijo un vocero de la BPL.

Esa institución ofrece, durante un tiempo limitado, a jóvenes de entre 13 y 21 años de todo el país acceso a la amplia colección de su biblioteca, que incluye unos 350.000 libros electrónicos, 200.000 audiolibros y más de 100 bases de datos.

“La Biblioteca Pública de Brooklyn está firmemente en contra de la censura y a favor de los principios de la libertad intelectual: el derecho de toda persona a buscar y recibir información de todos los puntos de vista sin restricciones”, dijo Nick Higgins, bibliotecario jefe de la BPL.

lunes, 25 de abril de 2022

¿Qué pasa con la industria editorial colombiana?


El pasado 21 de abril, sin firma, el diario El Tiempo, de Bogotá, publicó una nota a propósito de la recuperación de la industria editorial colombiana. La reproducimos a continuación.

FILBo: primera carta de recuperación que se juega la industria editorial

Podría decirse que dos hechos sirvieron de ‘salvavidas’ para la industria editorial colombiana y, en general, para toda la cadena del libro durante la interminable crisis de la pandemia: su capacidad de resiliencia y sobre todo la lectura, ese refugio maravilloso con el que miles de personas paliaron las eternas cuarentenas.

Este extraño momento de la humanidad obligó a muchos negocios a echar mano de toda su creatividad para sobrevivir. Y como dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga”. Por ejemplo, muchas librerías independientes debieron dar el salto obligado al mundo digital.

El caso de la librería Tanta Tinta, ubicada en El Retiro, una pequeña población del oriente antioqueño, a 40 minutos de Medellín, que se ha convertido en un colorido destino turístico, resulta ejemplar. Su librera, Catalina Pérez, cuenta que cuando llegó el encierro, la decisión era “o cambiamos o nos morimos”. O aprendían a vender a través de otros medios o les tocaba cerrar. A duras penas sabían usar el WhatsApp y, en ese momento, apenas algunas librerías habían abierto tímidamente sus cuentas en Instagram.

A pesar de que entrar en el mundo del e-commerce era como “abrir un negocio paralelo”, Pérez destaca que la mayor ventaja que dejó esta experiencia, que contó con el apoyo de la Cámara Colombiana del Libro (CCL) y del Ministerio de Cultura, entre otras entidades, fue la unión del sector.

“Más allá de la ayuda económica, el apoyo más importante es que unieron al sector de las librerías. Pudimos trabajar con los inventarios de todas, para entregar libros. Fue un asunto de solidaridad y casi que fue el aprendizaje mayúsculo que dejó la pandemia. Algunas editoriales también nos capacitaron en e-commerce con cursos virtuales. Pero lo más bonito fue que por primera vez estuvimos unidos. Nos quedó un gran grupo de WhatsApp por el que incluso se han creado clubes de lectura para libreros”, comenta Pérez.

“Durante el confinamiento, y luego con las restricciones de movilidad, estimamos que hubo un incremento de la lectura y sobre todo de libros impresos”, complementa el economista Emiro Aristizábal, presidente Ejecutivo de la CCL. De todas maneras, esta tendencia solo la podrán ratificar los estudios sobre lectura que se planean realizar en los próximos meses, como el Estudio Nacional de Lectura y Escritura (Enlec), que realiza el Dane.

Pero lo más probable es que sí haya habido un incremento de estos indicadores, a juzgar por fenómenos como el de la librería digital Buscalibre.com, uno de los jugadores fuertes en este canal de ventas.

“La pandemia tuvo una influencia muy importante dentro del proceso de compra y lectura de los colombianos. Pudimos apreciar que las personas enfocaron su necesidad de entretenimiento en los libros y el canal que prevaleció para adquirir los libros fue el canal online. En Buscalibre pasamos de vender 270.000 ejemplares en 2019 a más de 800.000 en 2020, lo que representó un crecimiento cercano al 200 %”, comenta Juan José Daza, director Regional de Buscalibre para Latinoamérica. Pero el de ellos fue uno de los pocos casos que se vio beneficiado con el encierro.

Mercado golpeado

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron por ‘sobreaguar’ este periodo de crisis, Aristizábal comenta que el sector sufrió los efectos del encierro, que se reflejó en una caída de sus ventas en 2020.

“El estudio sobre el comportamiento del libro en el país, que realiza anualmente la CCL, indica que esta reducción en las ventas fue de 16,1 %. Para el año 2021, donde aún estamos en el proceso de recolección de información para elaborar el respectivo estudio, se indica que inicialmente se presentó una recuperación de las ventas de libros, que se ha mantenido en los primeros meses del 2022, de acuerdo con sondeos que hemos realizado”, anota el directivo.

De allí que una de las cartas más importantes que se juega el sector por estos días, en su proceso de recuperación, sea la presencialidad en Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), que reúne en Corferias a más del 90 % de la industria, después de dos ediciones virtuales.

En términos generales, el sector editorial ha venido mostrando un crecimiento interesante, con el surgimiento de nuevos participantes en el mercado. Según la CCL, en Colombia hay alrededor de 300 editoriales activas, en su gran mayoría pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales entraron en operación en los últimos años.

“El crecimiento es bueno en la medida en que se amplía la oferta editorial, brinda nuevas posibilidades de publicaciones a los autores nacionales y también puede ampliar la exportación de la edición nacional”, comenta el directivo.

Sin embargo, este es uno de los canales de ingresos que sigue muy golpeado por crisis reciente. Aristizábal anota que las exportaciones en el año 2020, “el último del que disponemos estadísticas, fueron de 27.662 millones de pesos, equivalente al 4,17 % de la facturación total del sector. Para ese año, se presentó una reducción de 43 % frente a 2019, debido principalmente a la reducción de las exportaciones por la pandemia”.)

 Lenta recuperación

Además de las ventas, otro de los indicadores que puede arrojar indicios de la tímida recuperación es el número de nuevos títulos publicados en Colombia, que se mide a través del registro de ISBN (International Standard Book Number). Estos son los dígitos que se le asigna a todo libro impreso que se va a publicar.

Para el año 2021 se asignaron 20.365 registros. Eso quiere decir que en el país se entregó esa cantidad de ISBN para la publicación de nuevos libros. Los números asignados registran un crecimiento del 0,1 % con respecto a 2020 y 2,6 % en comparación con 2019”, comenta Aristizábal.

En el caso de los libros digitales, se expidieron un total de 7.857 ISBN, en el 2021, representando un aumento de 304 títulos más frente a los registrados en 2020. Esto representa el 38,5 % del total de los registros asignados. “Lo anterior no quiere decir que este es el comportamiento de las ventas de los libros el año anterior, pero sí indica un crecimiento de la edición digital en los últimos años”, aclara el directivo del gremio.

Hay otros dos factores que afectan el lento despegar de esta industria. La dura crisis mundial de las materias primas, en especial el costo del papel, y la apuesta estatal por la compra de libros escolares, que representa un porcentaje importante de las ventas del sector.

 Para cualquiera que haya ido a una librería en los últimos meses, no deja de sorprenderle que algunos libros han alcanzado precios que los convierten en verdaderos artículos de lujo, superando incluso el costo de una botella de vino de alta gama. En especial las novedades importadas. Hay libros que superan los 120.000 pesos; incluso un libro impreso en Colombia, con un papel de baja calidad, puede llegar a los 65.000 pesos.

“Los libros en Colombia tienen los niveles de precios internacionales. No obstante, en los últimos meses se han visto afectados por un gran aumento de los precios internacionales del papel y buena parte de los insumos importados para la impresión, debido a los efectos pospandemia en la producción y transporte del papel. Además por la devaluación del peso frente a otras monedas de transacción internacional”, explica Aristizábal.

Para enfrentar esta crisis del papel, las editoriales han acudido a varias estrategias. Algunas han tenido que subir precios, otras han optado por disminuir el gramaje del papel o racionalizar sus tirajes. Incluso, se ha llegado a la decisión de posponer lanzamientos de novedades de gran tiraje.

A esto se suma el pobre desempeño del rubro de libros escolares, uno de los subsectores más importantes de la industria editorial colombiana. “El sector público ha dejado de comprar textos y otros materiales educativos para cerca de ocho millones de estudiantes de la educación oficial”, agrega. En este punto, el directivo anota que entre los 200 mejores colegios de Colombia, según las pruebas Saber 2021, solo hay dos instituciones públicas. Sobre este punto, EL TIEMPO contactó al Ministerio de Educación para saber las cifras de compra de libros, pero al cierre de este informe no se recibió respuesta de esa cartera.

“A pesar de lo anterior, y soportado básicamente en los colegios privados, el sector de texto escolar participó con el 37,5 % de las ventas de la industria editorial de 2020, con un decrecimiento del 6 % con respecto a 2019, pero menor a la reducción que tuvo la industria del libro en 2020 con motivo de la pandemia”, explica Aristizábal.


De todas maneras, se muestra esperanzado de que en el futuro el Gobierno haga una apuesta importante por la gratuidad del texto escolar para los ocho millones de jóvenes de educación pública primaria y secundaria, el que considera “un derecho de los estudiantes”.

“Esperemos que el próximo gobierno, atendiendo a los programas que todos los candidatos presidenciales dicen tener para mejorar la calidad de la educación pública en Colombia, vean que los textos escolares son un medio muy importante para lograr cerrar la brecha que hoy existe en la calidad de la educación en el país”, comenta.

En esta apuesta por la calidad educativa y la mejor comprensión y capacidad lectora de los niños y jóvenes, otro de los factores claves en la cadena del libro son las bibliotecas. Para él, las más de 1.550 bibliotecas públicas de Colombia “hay que protegerlas como un gran activo cultural”, manteniendo sus colecciones bibliográficas actualizadas.

“Para lo anterior e habían destinado unos recursos del impuesto a la telefonía celular, pero en una reciente reforma tributaria estos recursos se redujeron sustancialmente hasta el punto que las colecciones de la red de bibliotecas públicas no se actualizan en la medida de las necesidades”, explica Aristizábal.

Los otros jugadores importantes de la cadena editorial son las cerca de 200 librerías del país. “La CCL, en unión del Ministerio de Cultura e Idartes, estableció un programa para la dotación de páginas web y comercio electrónico de 56 librerías. Y podemos afirmar con satisfacción que por motivo de la pandemia no se cerró ninguna librería en Colombia”, concluye.

martes, 29 de junio de 2021

José María Espinasa: "No hay en existencia"

 

El 23 de enero de este año, en su columna de La Jornada Semanal, de México, el poeta, ensayista y editor José María Espinasa reflexiona sobre el futuro del libro en tiempo de virtualidades.

El libro en la cultura virtual de lo efímero y lo inexistente

Cuando los lanzamientos públicos de los libros se hacían de forma presencial –con el autor y tres amigos que lo elogiaban– había poco público, pero al acabar el editor podía vender unos diez libros, y alguno de los textos se publicaba, se cumplía con un rito y, si el editor tenía recursos, ofrecía un brindis. Ahora, con la pandemia, las presentaciones son virtuales y me cuentan que hay más público, pero no se venden libros ni los textos aparecen publicados en algún suplemento, ni tiene prácticamente eco alguno ni se sedimenta en la cultura como una apuesta a futuro. Por definición, lo virtual es efímero y coyuntural. Pero su condición efímera no tiene el sentido, que algunos han querido darle, de una nueva oralidad. Lo efímero equivale a algo peor: la inexistencia, justificada por su existencia –es un decir– virtual. La idea de lo publicado se revierte y lo devuelve a la condición de lo inédito.

Veamos algunos hechos: cada vez es más frecuente que un lector llegue a una librería en busca de un título y el librero busque en la computadora. Lejos ha quedado el librero que reconocía el libro y sabía dónde estaba, e incluso te recomendaba otros títulos de ese autor o de temática parecida y, a veces, si se establecía una cierta relación, te avisaba de cosas que llegaban con pocos ejemplares y sabía que te interesarían. Ahora, pone el nombre en la computadora y suele aparecer la ficha, con autor, editorial, isbn y precio, pero sin existencias para la venta. El librero, sin embargo, se suele sentir ufano de encontrar esos datos, aunque no haya libros que se correspondan con ellos, y si el ingenuo lector le pregunta si se lo pueden conseguir la mirada es de absoluto desprecio: habiendo tantos libros aquí para qué quiere ése.

De allí se pueden encontrar mil variantes: el sistema indica que hay un ejemplar, lo buscan los dependientes durante media hora y no lo encuentran. Tal vez cuando algún día se haga un inventario terminará apareciendo en un sitio insospechado, o, si se lo robaron, como sigue estando en el sistema nunca pedirán reposición al editor. Se alega que no hay un banco de datos en México en el que se pueda saber qué libros aparecieron, quién es el editor y en qué librería están a la venta. Hace unos años se impulsó Prolibro; el editor estaba obligado a subir la información a ese portal (la entonces Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Cultura obligaba a sus coeditores a hacerlo). Un buen día, después de acumular mucho trabajo de muchos editores, Prolibro simplemente desapareció de la red. Y el encargado de compras o gerente de la librería te dice impávido: es que no lo han dado de alta en el sistema. Esa cadena de ventas del libro, que va del autor al lector, se interrumpe con frecuencia en las librerías, incapaces de resolver los problemas tecnológicos pero, a la vez, volviéndolos un requisito sin el cual no hay realidad, ni siquiera realidad virtual.

La venta vía la red provoca una enorme desconfianza en una mercancía tan extraña y poco comercial como el libro. La solución, se dijo, sería Amazon, y ésa, “la librería más grande del mundo”, es ahora sobre todo un sistema de ventas y paquetería donde el libro es una parte mínima del negocio, y que hace de la competencia desleal la razón de su éxito, desde evadir impuestos e ignorar las leyes locales, hasta simplemente el fraude y el robo. Y no pocas veces la extorsión: el precio de un libro en la lista del editor se multiplica por diez en la venta virtual de esa trasnacional. Eso sí, cotiza en la bolsa.

El futuro de la música en salas de conciertos, el teatro y el cine es muy oscuro, pero el del libro es peor. En cierta manera, la historia le ha dado la razón a Marcuse: dejamos atrás la cultura del libro –la galaxia Gutenberg– pero no para ir hacia la era del cine –la galaxia Lumière– sino al simulacro de lo virtual –la galaxia Gates. Tal vez asistimos al fin de una época cultural, pero no estamos seguros de asistir a la formación de una nueva.

¿Demasiado pesimismo? Tal vez. El comportamiento suicida de muchas personas, asistiendo a fiestas clandestinas, a bares en horarios ilegales, a concentraciones masivas en medio de la pandemia, llama la atención sobre una sociedad que hace cincuenta años Guy Debord llamó “del espectáculo”, basada en lo gregario, que no puede ver en el libro y la lectura sino a un enemigo. El espacio privado ha sido casi borrado por la televisión, la computadora, el teléfono móvil y la amenaza de una sociedad virtual, pero no se ha buscado proteger ese espacio sino encontrar otro sentido en el espacio, no social ni público, sino en el gregario. Mala elección. Salir a caminar a un parque o darse una vuelta por la plaza parece ahora un gesto tan arcaico como leer un libro.

Me puedo imaginar a un editor que ha caído en manos de la locura y llena la red de anuncios de libros que no existen y nadie se daría cuenta, pues su existencia no aspira a otra cosa que a su virtualidad, y si alguien los pidiera, un robot contestaría que “no hay en existencia”.

lunes, 19 de abril de 2021

Para la CAL, todo tiempo pasado fue mejor

El pasado 14 de abril, Daniel Gigena publicó el siguiente artículo a propósito del informe de la Cámara Argentina del Libro y los desalentadores resultados obtenidos en la industria editorial en 2020. 

Caída sin freno: en 2020 se publicaron 4 millones de libros menos que en 2019

Los números del sector editorial siguen siendo desalentadores. En el informe anual de la Cámara Argentina del Libro (CAL) referido a 2020, se destaca que en el país se produjeron cuatro millones de libros menos que en 2019. Y si se tiene en cuenta el total de publicaciones que hubo en el primer año de la pandemia -es decir, no solo las de editoriales comerciales sino también las de instituciones públicas y privadas, y las que los autores hacen por su propia cuenta- la caída es mayor aún: de 35 millones de libros registrados se pasó a 26 millones de ejemplares, sin contar las reimpresiones.


También hubo un desplome notable en la cantidad de publicaciones en papel: de 6814 en 2019 se redujo a 5128 en 2020. Por la pandemia y la cuarentena, que paralizó la actividad del sector en dos meses clave (abril y mayo de 2020), las editoriales achicaron sus planes editoriales y produjeron menos libros en formato físico. Para poder vender en tiendas virtuales, las editoriales digitalizaron sus catálogos, aunque hubo pocos lanzamientos de novedades en ebook. El único segmento que creció en 2020 es el de la autoedición, a cargo de los propios autores o de empresas que brindan servicios editoriales. Sin embargo, las tiradas de estos libros, de cien a trescientos ejemplares, no mueven el amperímetro.


“El sector salió debilitado tras el primer año de la pandemia -dijo el presidente de la CAL, Martín Gremmelspacher, a La Nación-. Esperamos que este año haya una reactivación, que ya se está viendo en la venta de libros de texto, y que si hay cierres preventivos de comercios, estos no afecten a las librerías. Creemos que, en principio, el Gobierno va a seguir defendiendo al libro y la cultura. Hay cierta esperanza entre los editores”. Desde 2016, las cifras de producción y ventas del sector no dejan de empeorar.


Se registró además una disminución en las tiradas de las primeras ediciones de libros. Si se las compara con las cifras de 2016, cuando la tirada promedio era de 2208 ejemplares, en 2020 se redujo en más de mil ejemplares por cada novedad; la tirada promedio del año pasado fue de 1117 unidades. En 2016, se estimaba un 0,63 de ejemplar por habitante del país; en 2020, un aún más exiguo 0,26.


En el informe, la CAL adjunta los resultados de una encuesta que realizó entre sus socios, editores de sellos medianos y pequeños. Un 70% de los consultados sostuvo que su facturación había caído entre el 1% y más del 50% respecto de 2019. De ese grupo, un 24% informó una caída del 1% al 25%; un 31%, una caída del 26% al 50%, y un 15% de los encuestados dijo que la caída había superado el 50%.


Por otra parte, consta en el informe que un 63% de los consultados accedió durante el año pasado al programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP). Ese programa se “discontinuó” en noviembre de 2020, pese a las críticas de la CAL y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP). Desde las cámaras, destacaron que el Banco Nación lanzó, a cambio, una programa de “créditos blandos”, con un año de gracia para los solicitantes y tasas muy inferiores a las del mercado.


Un 73% de los consultados reforzó sus canales de venta digital para reducir costos de distribución y un 83% adoptó o reforzó sus canales de venta por redes sociales. Al ser interrogados acerca de su percepción y sentimientos sobre 2020, la palabra más usada por los encuestados fue “incertidumbre”.

viernes, 5 de febrero de 2021

Una nota que permite nuevamente desconfiar del diario El País, de Madrid

"Parecía un oficio polvoriento al que la pandemia iba a rematar. Sin embargo, el negocio editorial llega a 2021 convertido en un mundo apasionante lleno de fusiones, récords y polémicas. Indagamos en los acontecimientos que lo han hecho posible". Tal es la bajada de la nota publicada en el diario El País, de Madrid, el pasado 16 de enero, con firma de Peio H. Riaño. La información, entonces, desmentiría las muchas quejas desplegadas por los editores españoles a lo largo de 2020, sus invocaciones a la inminencia del Apocalipsis y las funestas predicciones de los agoreros, lo cual da qué pensar. ¿En qué? En la existencia de algo así como la verdad, que, sabemos, es un bien devaluado, como demuestra el periodista que firma, al tomar abierto partido por la última premio Nobel de literatura, sin considerar las razones de su editor español, que, señalemoslo una vez más, lleva 40 años publicando libros de calidad, raramente comentados en la prensa peninsular.

El milagro de los libros: ¿cómo consiguió la industria editorial salir reforzada del año más negro? 


Hace un año lo único que le preocupaba a la industria del libro era resistir a las plataformas audiovisuales, que en 2019 habían disparado por encima del 30% el número de usuarios que contrataban contenidos en streaming. Amazon mordía las ventas de las librerías y Netflix se quedaba con la atención de los lectores. “Teníamos una visión muy cerrada de nuestro oficio”, reconoce Álvaro Manso, portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL). Pero lo que llegó en 2020 no estaba en ningún plan. Esto fue lo que ocurrió.

Un confinamiento para leer

Las pérdidas previstas al inicio de la pandemia superaban el 40%, con las librerías cerradas casi tres meses, sin día del libro, sin Sant Jordi y sin Feria en el Retiro. Pero nadie vaticinó que la familia lectora crecería con la crisis del coronavirus. Según una encuesta de Conecta Research & Consulting, un 4% de españoles descubrió en los libros un placer. Antes del confinamiento los lectores frecuentes eran un 50%, y ascendió hasta el 54% con la reclusión. Frente a los 47 minutos de media en la antigua normalidad, en el confinamiento se dedicaron a la lectura 71 diarios. La media semanal llegó a las ocho horas y 20 minutos. La lectura digital creció en diez puntos (casi la mitad de los libros que se leyeron fue en este soporte) y la brecha de género se amplió más todavía: el 66% de las mujeres se reconocieron lectoras, frente al 48% de hombres.

El bum del préstamo digital

La pandemia ha provocado una profunda reflexión sobre objetivos y valores prioritarios. Así fue como la ciudadanía reforzó el préstamo bibliotecario, a pesar de que las bibliotecas estaban cerradas. La lectura derribó los muros de estos centros y llegó a los hogares durante el confinamiento. EBiblio –la biblioteca digital pública, bajo control del Ministerio de Cultura en colaboración con los servicios de bibliotecas de las Comunidades Autónomas– creció casi un 140% en los préstamos y un 120% en usuarios. Las administraciones invirtieron en compra de licencias para poner más títulos a disposición de los lectores. En Madrid, el incremento fue de un 152% respecto al año anterior, con una media de más de 4.000 peticiones de préstamo diarias. En Cataluña, el préstamo creció un 336%.

Y de repente, Amazon

El encierro fue bueno para los índices de lectura, pero sobre todo para Amazon, que no dejó de vender y entregar ni un solo día mientras las librerías cerraron casi tres meses. Esto creó el primer cisma en el mercado español entre los editores y los libreros. Los gremios de los editores han dado un paso adelante en defensa de Amazon, y han agradecido a la multinacional haber colocado sus productos a pesar de la pandemia. Dicen que gracias a su actividad se ha frenado el tortazo que preveían. La facturación solo será un 7% menor que en 2019.

Librerías, más cerca

Las librerías se han expandido a través de una vía no explorada en su reconversión como centros culturales, iniciada hace una década. La tienda era su único referente y el Sancta Sanctorum de los libros. Los libreros habían hecho de sus tiendas su único argumento para ser reconocidas como un bien de interés general. Hasta que tuvieron que cerrar. Entonces quedó en evidencia que su valor está más allá de sus paredes, que su importancia es su criterio, que los lectores necesitan sus recomendaciones. “Las librerías somos más cuidadas en los barrios y nos hemos expandido más allá de ellos gracias a nuestra llegada a las redes sociales”, explica Álvaro Manso. Invirtieron el flujo tradicional y se desplazaron a los hogares. No solo distribuyen contenido, lo generan y difunden. La culminación de este año ha sido el lanzamiento de Todostuslibros.com, la plataforma de las librerías independientes para servir libros en casa.

Plataformas de ida y vuelta

Un informe europeo indica que España es líder en Europa en pago por contenidos en Internet, gracias a la mejora de la calidad de la oferta digital. En la pelea por la captación del tiempo de los consumidores, la nueva industria del entretenimiento ha iniciado la descapitalización de la vieja industria, alimentando su éxito con sus historias y sus lectores. En la guerra del contenido es difícil determinar quién marca la agenda: el negocio editorial es garantista y poco arriesgado y sigue la estela de los hallazgos de Netflix (Tras el éxito de la serie Gambito de dama, Alfaguara anunció en diciembre la compra de los derechos de esa novela de 1983 de Walter Tevis). A su vez, Netflix recurre a los catálogos editoriales en busca de taquillazos.

Muchas redes, poca poesía

En España algo más del 51% de la población se declara no lectora. No hay suficientes nichos de consumidores que hagan sostenibles los balances editoriales anuales y saquen a los creadores de la precariedad. Espasa buscó en las redes sociales la veta dorada que sacara a la poesía de pobre y concedió su galardón a Rafael Cabaliere, ingeniero venezolano con cerca de un millón de seguidores. La idea era transformar en poesía unos textos de autoayuda muy aplaudidos. Pero el movimiento comercial no salió como se esperaba y se llegó a dudar, incluso, de la existencia del propio autor. El jurado del premio tampoco comulgó con la operación y terminó por airear las deliberaciones interesadas en publicar un título con más seguidores que lírica.

La precariedad de un Nobel

El día en que concedieron el Premio Nobel de literatura a la poeta estadounidense Louise Glück nadie en España esperaba que el galardón fuera a dejar al descubierto un modelo editorial tan asentado en la precariedad. Los creadores son mero relleno de catálogos cuyo único objetivo es no dejar de publicar novedades. Su editor en España, Pre-Textos, vendió más libros de Glück en horas que los que había colocado en años. Días más tarde, el agente de la escritora plantó a la editorial. Pre-Textos no pagaba los derechos desde hacía varios libros. La polémica desveló, además, anticipos de 300 euros por poemarios que no se reimprimen ni generan más beneficios a sus autores.

Más datos, menos riesgo

El crecimiento de la compra y la lectura digital durante el confinamiento ha dado la oportunidad a las editoriales de recolectar datos que hasta el momento no se habían investigado. En una industria cada vez más polarizada, los riesgos de inversión tratan de reducirse al máximo. Para saber si sus apuestas se convertirán en éxito, Penguin Random House ha acometido la operación de gestión de datos y marketing sobre consumidores más sofisticada de la historia de la industria. Rastrean 100.000 compradores de libros en los EE UU al momento, y han logrado una visión muy precisa sobre cómo respiran sus apetencias y cómo cambian sus demandas. En la pandemia pudieron comprobar en directo la venta de libros para hacer pan en casa o de historia que relacionaran el momento presente con el pasado. Esto les permite reaccionar al instante y abastecer sin riesgo a devoluciones de libros.

Al borde del monopolio

Una crisis también es una oportunidad para el más poderoso. Un año después de que Bertelsmann, el mayor conglomerado internacional de medios, comprara por 606 millones de euros Penguin Random House, el hasta entonces el mayor grupo editorial del mundo, con cerca de 320 editoriales, más de 600 millones de libros vendidos al año y sede en Nueva York, ha vuelto a mover ficha. ViacomCBS venderá a Penguin Random House la editorial Simon & Schuster por más de 1.600 millones de euros. Simon & Schuster es la tercera editorial más grande de EE UU, y publica a Stephen King o Don DeLillo. Cuenta con un fondo de más de 30.000 títulos. Si las autoridades antimonopolio no frenan la operación, estamos ante el nacimiento del primer megaeditor mundial.

El récord de los Obama

Las memorias del carismático expresidente de EE UU y de Michelle Obama le costaron en 2017 a Penguin Random House 55 millones de euros, un anticipo récord que se va a cubrir sobradamente. Los Clinton recibieron menos de la mitad por las suyas, en 2004, cuando Hard Choices pagó 12 millones de dólares de anticipo a Bill. A Hillary le entregaron 9,5 millones de euros por las suyas. Las memorias de Barack acaban de publicarse y el expresidente ha encendido el rodillo de la promoción de Una tierra prometida, que reconstruye su vida entre 2009 y 2017, a lo largo de casi 800 páginas. Va a convertirse en el libro más vendido de las Navidades, con una tirada que ha colapsado las imprentas: tres millones de ejemplares solo en EE UU. El día de su lanzamiento vendió 900.000 en 24 horas, y superó el récord de Mi historia, de Michelle, con 725.000 copias, que era desde noviembre de 2018 el libro de memorias más vendido de la historia, con 10 millones de ejemplares.

Así acabó 2020 y así se inaugura 2021: los editores brindan porque la caída no va a ser de más del 30%, sino de un 5%. Sin embargo, en la caída del comercio exterior del libro han acertado de pleno con una pérdida del 80% y unos 200 millones de euros respecto a 2019. “La gente ha descubierto en el confinamiento que las series no dan para más y han vuelto a los libros, el producto cultural más diverso y plural”, sostiene Antonio María Ávila, secretario de la Federación de Gremios de Editores de España, en plena negociación para lograr que el Estado recupere las partidas de compra de libros para sus bibliotecas. Los lectores han salido a salvar las librerías en cuanto han sido liberados de sus casas y estos comercios han descubierto un movimiento complementario, en parte digital, en parte ligado al activismo cultural de proximidad que seguirá desarrollándose en 2021.