sábado, 5 de marzo de 2011

Una política sobre la traducción que resultó feliz

Con firma de Marcela Mazzei, Ñ digital del 1 de marzo pasado publica la siguiente noticia, referida al programa de traducciones de autores argentinos de la Cancillería.

Programa Sur, segunda vuelta

Con 800.000 dólares en subsidios para la traducción de 291 títulos de 237 escritores nacionales a 33 idiomas en 38 países, el Programa Sur de apoyo a las traducciones resultó la política "más importante de la historia editorial de nuestro país", aseguró Magdalena Faillace, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería y a cargo del Comité organizador de Frankfurt 2010. “La cultura es una embajadora de buena voluntad de lujo –remarcó. Y no puede haber acuerdos políticos ni comerciales que sobrevivan las tormentas de la globalización si no se fundan en un conocimiento de los pueblos, la cultura de los otros. Intercambiar”.

Así, el programa que nació con la intención de preparar el desembarco de la producción literaria local en la feria a la que Argentina llegó como país invitado de honor, tendrá continuidad en 2011 con publicación de otros 150 títulos a pedido de las editoriales extranjeras, según informó Faillace en conferencia de prensa, ante la presencia de escritores e intelectuales. El programa tendrá su sede en la Cancillería y contará con un comité de selección de títulos integrado por Mario Golobof, Noé Jitrik, Horacio González, Silvia Hopenhayn y Carlos Pazos, en el lugar que la Fundación el Libro había dejado vacante por falta de autoridades.

“Haber ido a Frankfurt es súper interesante, pero lo que perdura es el Programa Sur”, definió Claudia Piñeiro, una de las autoras más traducidas con 6 títulos –la misma cantidad que Bioy Casares, Piglia, Walsh y De Santis, aunque la mayor cantidad de títulos traducidos corresponde a Jorge Luis Borges, seguido por Cortázar–. “Que nuestros libros se lean en otros idiomas puede tener que ver con el ego de los escritores, pero también con algo que nos cuesta reconocer que es nuestro salario”, agregó.

Como editor de larga trayectoria y “asistencia perfecta a la Feria de Frankfurt”, Daniel Divinsky fue uno de los asesores principales del programa e invitado a la conferencia: “La presentación de la Argentina en Frankfurt me suministró en mi ya extensa existencia uno de los pocos motivos de estar muy orgulloso de ser argentino de la forma en que estuvimos representados. Esto lo digo desde el punto de vista del editor y del ciudadano”.

A modo de balance, se presentó el libro Memoria de la presentación argentina en la Feria de Frankfurt 2010, que incluye un capítulo dedicado al Programa Sur con fotografías de las portadas de los libros traducidos que –según anticipó Faillace– formarán parte de una exhibición en el stand que la Cancillería tendrá en la próxima Feria del Libro de Buenos Aires.

Piñeiro, otra de las oradoras de la conferencia, reflexionó: “Siento que en la traducción y en las ganas que tienen otros pueblos de leer lo que nosotros escribimos –y nosotros de leer lo que escriben otros– hay una reserva de la tolerancia que va más allá de la anécdota del libro que se tradujo a cada idioma. Porque hay alguien que quiere entender. Y muchas veces dos hablando el mismo idioma en el mismo país parecen necesitar un traductor porque no se entienden. Cuando alguien quiere traducir hay dos voluntades: uno que quiere que otro lo entienda y alguien quiere entender a esa persona”.

Entre los datos destacados, el programa tradujo 162 novelas, 25 libros de poesía, 23 de cuentos, 7 antologías, 7 obras de teatro, 7 historietas, 7 ensayos histórico políticos, 5 novelas infarto juveniles y 5 obras de literatura infantil, además de autobiografías, crónicas de viajes, libros de gastronomía y de economía, etc., de a uno.
Antes de la proyección de un video con imágenes del pabellón, así como algunos de los autores que viajaron, también con el apoyo de la Cancillería, Daniel Divinsky destacó: “Cuando se habló por primera vez de hacer un programa de subsidios, la comisión creía que lo que tenía que hacer el país era proponer qué autores querían que se tradujeran. Pronto se aclaró el malentendido: de lo que se trataba era de que los editores extranjeros se interesaban en nuestros autores y ellos pidieran el apoyo para las traducciones. Las cosas se hicieron como se deberían hacer muchas otras”.

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