Este blog no ha publicado hasta la fecha traducciones literarias. Hoy, sin embargo, va a hacer una excepción. Sucede que el poema del ruso Viacheslav Ivanov (en el grabado; 1866-1949), aquí ofrecido en versión del traductor colombiano Jorge Bustamante García, amerita romper la regla hasta ahora observada.
Al traductor
Ya sea que encuentres la alondra de Virgilio
O el albatros de Baudelaire, o el ruiseñor de Verlaine,
Tu conquista en la otra lengua
Es no dejarte seducir por estos pájaros libres,
Es ser dueño de ti mismo sin violencias.
Mi querido pajarero, es claro que sin esfuerzo
Y sin traiciones no obtendrás nada, poeta,
Aunque hayas sido otro botánico del mal,
Otro pastor de idilio entre las piedras sagradas.
Porque el verso ajeno es resbaladizo como el dios Proteo:
Es imposible abarcarlo temerariamente.
Tienes al pez por la cola, pero él se desliza
Húmedo y escapa de la red endeble.
Con Proteo hay que ser Proteo, el equivalente
De una máscara, es una máscara!
Traductor, eres un ocioso que entretiene con su cuento a la gente.
Viacheslav Ivánovich Ivanov (Moscú, 1866 - Roma, 1949): Escritor, filósofo y filólogo ruso. Hijo de un modesto empleado y sujeto ya desde niño a crisis de tipo religioso, ahogó sus tendencias rebeldes sometiéndose a severos estudios que maduraron su acusada capacidad para las disciplinas histórico-filosóficas. Estudió en Berlín junto a Mommsen, y empezó a preparar lo que había de ser su disertación doctoral, De societatibus vectigalium publicorum populi Romani, no publicada, sin embargo, hasta 1911.
La permanencia en el extranjero resultó decisiva para el futuro poeta: llevóle al conocimiento de las ideas de Nietzsche, cuya influencia se dejó sentir en todo el desarrollo de su vida espiritual. Tras una estancia en París marchó en 1892 a Roma, donde prosiguió la preparación de su trabajo en el Instituto Germánico. En esta última ciudad encontró en 1894 a la poetisa Lidja Zinoveva Annibal. La relación con ella le indujo a divorciarse de su esposa, Daria Dmitrievskaia, compañera suya durante varios años y que contribuyó a relacionarle con el filósofo Vladimir Solov'ev, quien alabó sus facultades de poeta-pensador e influyó luego en él junto con Nietzsche. Permaneció hasta 1905 en el extranjero, y estuvo incluso en Jerusalén.
Vuelto a Rusia, publicadas ya la versión inicial de su libro sobre la religión de Dionisos (1903-04) y su primera colección de versos, Los astros pilotos, se estableció con Lidja en San Petersburgo, donde su hogar, instalado en el sexto piso de una especie de torre, convirtióse en el centro más apreciado de la vida intelectual contemporánea. Durante un bienio, hasta 1907, su existencia transcurrió felizmente, dicha que acabó de mejorar el nacimiento de una hija. El citado año, empero, falleció la madre en el curso de una epidemia de escarlatina; ello fue una grave adversidad para el poeta, que, sin embargo, durante varios años siguió manteniendo viva la tradición de los "miércoles de la torre". En 1911 se unió con la hija del primer matrimonio de la difunta, Vera; ésta, empero, murió pronto, en 1920, luego de haberle dado un hijo.
Ivanov resolvió entonces abandonar de nuevo Rusia por espacio de algún tiempo; vuelto a la patria prefirió, para residencia, Moscú a San Petersburgo. Su fama se hallaba ya afianzada. Nuestro autor permanece en la historia de la literatura rusa como principal teórico del simbolismo, e, igualmente, en calidad de poeta, aunque sus tomos de versos (Cor andens, Translucidez, Eros, Dulce misterio), sus tragedias, Tántalo y Prometeo, y sus ensayos de crítica (Vigilia de las estrellas, Surcos y límites, Cosas patrias y universales) sean sólo conocidos de una minoría iniciada.
La revolución de 1917 no entusiasmó a Ivanov como la de 1905, cuyo fracaso le decepcionó. El nuevo ambiente le inspiró una de sus obras poéticas más bellas, Los sonetos invernales, y una de las producciones modernas del pensamiento más originales, Correspondencia de un rincón a otro, esta última escrita en colaboración con un compañero de aposento, el filósofo M. O. Gershenzon. En 1921 fue nombrado profesor de griego de la Universidad de Bakú, donde por espacio de tres años dio a los jóvenes tártaros lecciones sobre Homero y Esquilo.
Obtenido el permiso necesario para trasladarse al extranjero, fijó su residencia en Italia, primeramente en Pavía, donde actuó como profesor en el Colegio Borromeo, y luego en Roma; allí prosiguió su labor de poeta y erudito, colaboró sobre todo en revistas suizas, y dirigió nuevas ediciones de varias obras suyas, entre ellas el ensayo acerca de Dostoievski y el referente a la religión de Dionisos.
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