viernes, 30 de marzo de 2012

Amélie Nothomb y las perogrulladas que critica

La escritora belga Amélie Nothomb es parejamente detestada por los intelectuales y escritores franceses, y fetejada por los lectores latinoamericanos. Es probable que haya algún punto intermedio entre ambas posiciones, pero mientras lo buscamos, ella sigue facturando. De hecho, es columnista en el suplemento de libros del diario francés Le Monde, donde el 2 de marzo pasado se publicó la siguiene columna, aquí ofrecida en traducción de J.F.

Ricas traducciones de Job

Siempre me fascinó leer en las reseñas literarias consagradas a las novelas extranjeras este tipo de afirmación: "El libro ha sido notablemente traducido por..." o "En una admirable traducción de...". Que haya que elogiar a los traductores resulta evidente: la tarea es ardua, está mal considerada,  mal pagada, etc. De ahí a alegrarse por la calidad de la traducción... Esa admiración sólo tiene sentido si, previamente, uno ha leído el texto en su lengua de origen, lo que, admitámoslo, es rarísimo.

Este mes había dedicido reseñar la retraducción publicada por Seuil de una novela de 1930, Job, de Joseph Roth, porque el libro me había perturbado. Apenas la había pedido cuando me enviaron otra redición simultánea, en otra traducción, publicada esta vez por Panoptikum.

Mi primera reacción fue malhumorada: "Si creen que voy a leer dos veces este libro por conciencia profesional...". Pero hete aquí que la obra de Panoptikum estaba entre mis manos, y una mezcla de inercia y de curiosidad me llevó a abrirla, a empezarla y, san darme cuenta, a leer enteramente esa otra versión. Precisemos que un fenómeno semejante es posible únicamente cuando se trata de un libro excelente. Perro lo que había motivado mi relectura fascinada de una novela leída el día anterior era, sobre todo, las diferencias de la traducción. Y no me animaba, sin embargo, ninguna preocupación filológica: la versión me atrapó a pesar de mí misma.

La traducción de Seuil, obra de Stéphane Pesnel, es fluida. Pesnel logró realmente transformar el alemán en francés. La de Panoptikum, obra de Jean-Pierre Boyer y Silke Hass, me pareció contrastante, rugosa. En ningún momento me fue posible olvidarme de que se trataba de una traducción. Tal consideración podría ser vista como una crítica negativa: al contrario. El texto de Joseph Roth me pareció incluso más fuerte en esta versión mucho más literal, que conservaba, por ejemplo, los gerundios, que el francés prohibe, pero cuyo efecfto inexorable refuerza la impresión de maldición divina, que uno supone importa en una novlea así titulada.

Job, entonces: a diferencia del Job de la Biblia, el Mendel Singer de Joseph Roth no es rico ni tiene nada de particular. Es un judío pobre que mantiene penosamente a su familia en un pueblito ruso cercano a la frontera polaca, a principios del siglo XX. Se le presenta la ocasión de emigarar a Nueva York justo antes del comienzo de la Primera Guerra mundial. Él la aprovecha y allí conocerá primero la opulencia antes de subrir los golpes del destino que lo llevarán a rebelarse contra Dios. Una puede preguntarse si lo que Mendel Singer llama Dios no es sencillamente esa América que vuelve posibles los logros fulgurantes a los que siguen fracaso tan veloces como inmerecidos.

Cuando se publicó en 1930, Stephan Zweig había consagrado a esta novela con una crítica ditirámbica. Es comsprensible. Hay pasajes vertiginosos, como esa noche en que Mendel y su esposa dejan de desearse después de diez años de casamiento y nos damos cuenta de que, al fin y al cabo, esa noche duró diez años de más. Como en la Biblia, el tiempo conoce aceleraciones tan absurdas como bruscos momentos de quietud.

Jamás me había imaginado que también yo iba a incurrir en cursilerías del tipo: "En una admirable traducción de...". Sin embargo, no leí la novela de Joseph Roth en su lengua original, pero descubro este caso que autoriza, creo, a esta apreciación: la doble traducción simultánea.

Con más de sesenta y ocho traducciones simultáneas de Job, obtendríamos una versión canónica de esa novela, digna de la Biblia.

2 comentarios:

  1. Que mal escrita está la nota!

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  2. Tom:
    quiza no es que la nota esté mal escrita sino que JF haya hecho una traducción "rugosa" en lugar de una "fluída".
    De hecho, la leo (emigarar, subrir, comsprensible, me había decidido reseñar, fracaso(s), etc., etc.) y me parece escuchar a alguna vecina judía o alemana ofreciéndome jrein o kasrtsofer a través de la ventana...
    Lo que no deja de aportarle su música y sabor original.

    Más allá, queda la escritura de Joseph Roth, al que recién estoy llegando, pero que es de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Conmovedor, te tiene en un hilo y con la garganta apretada.
    Se consigue en mesas de saldo La rebelión, Ed. Sudamericana con traducción de Feliú Formosa, que sin porder contrastar con el original alemán, imagino muy buena.

    Y este blog sigue estando entre los mejores y los imprescindibles.

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