El pasado 23 de septiembre, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, la noticia de la muerte del escritor, traductor y editor Christian Kupchik, con la oleada de manifestaciones de tristeza y cariño consiguientes.
A los 68 años murió el escritor, traductor y “editor de raza” Christian Kupchik
Gran congoja causó en el ambiente cultural la noticia de la muerte del escritor, editor y traductor Christian Kupchik (Buenos Aires, 1954). Falleció ayer a la madrugada, a los 68 años; tenía cáncer. En 2022, había sido homenajeado a sala llena en la Feria de Editores, donde se le entregó el premio a la trayectoria editorial. “Escritores y editores vivimos envueltos en un laberinto de palabras, buscando como si fuéramos alquimistas la eterna juventud”, dijo en esa ocasión.
“Fue un maestro y un ejemplo”, sintetizó el editor Víctor Malumian ayer a la tarde. Después de la muerte de Luis Chitarroni, en mayo, la Argentina pierde a otro inigualable hacedor de cultura. Este sábado, de 10 a 13, será despedido por familiares, amigos y colegas en Casa Córdoba (avenida Córdoba 3677).
Kupchik vivió en París, Barcelona, Montevideo y Estocolmo, donde cursó estudios de Filología Nórdica y se desempeñó como editor en Bonniers Förlag entre 1987 y 1992. Hacía poco había viajado a Suecia, donde viven dos de sus hijos.
En la Argentina, cofundó el sello Paradiso, dirigió colecciones en Paidós y creó con su amigo, el escritor Jorge Consiglio, la refinada y excéntrica editorial Leteo, donde se publicaron libros de Fernando Pessoa, Raymond Queneau y Hjalmar Söderberg, y de autores argentinos como Valeria Tentoni, Mariana Docampo, Camila Sadi, Pedro B. Rey, Natalia Gelós y Lucas Margarit. Tradujo al español a Honoré de Balzac, August Strindberg, Henrik Ibsen, Georges Perec, el Nobel de Literatura 2011 Tomas Tranströmer y Tove Jansson. Era un editor riguroso, que controlaba desde la calidad de las traducciones hasta los últimos detalles gráficos.
“Cuando nació Leteo, la premisa de Christian Kupchick era generar una editorial-río que proteja de la raíz de lo efímero; donde los libros aporten una memoria nueva del presente y el porvenir -escribió Consiglio en su página de Facebook-. Gracias Christian por ser el maestro que fuiste. Te vamos a extrañar, te vamos a recordar en cada uno de los libros que editaste, tradujiste y escribiste”.
Rindió tributo a su experiencia nómade al fundar la revista cultural Siwa, especializada en “literatura geográfica”, con Salvador Gargiulo y Héctor Roque Pitt. “Tratamos de disipar o hacer más laxo el límite entre lo ensayístico y lo ficcional, entre lo real y lo imaginario -dijo a La Nación-. En este sentido, definimos la idea de ‘literatura geográfica’ como el más adecuado a nuestros propósitos: la literatura aporta su dosis de ficción y la geografía, su dosis ensayística. En esa coyuntura, Siwa busca un territorio propio”. Fundó la editorial Club Burton, dedicada a la literatura de viajes.
Publicó varios libros de poesía, el volumen de relatos Fuera de lugar y el prólogo y las notas de Arquitectura del cielo, de Emanuel Swedenborg. Seleccionó y prologó, además, los textos de los libros de viaje El camino de las damas. Escritoras viajeras. De la mística a la pasión, La ruta argentina. El país contado por viajeros y escritores, En busca de Cathay. Travesías por los enigmas de la ruta de la seda y Las huellas del río. Historias, misterios y aventuras en las grandes vías fluviales. Integró el equipo de la revista literaria V de Vian y colaboró en varios medios gráficos.
En Todos estos años de gente. Encuentros con escritores notables, la editorial Modesto Rimba reunió trece entrevistas de Kupchik a reconocidos escritores (de John Updike a Nélida Piñón, y de Susan Sontag a Jorge Luis Borges), producto de su trabajo como periodista. En 2017, Buenos Aires Poetry publicó el poemario Los colores de la vigilia; en 2022, la editorial Omashu lanzó el relato El Señor de los Faros, y Dualidad, los relatos de Pranzalanz.
“Mi casa está sembrada con los libros que Christian Kupchik nos aconsejaba, porque era un lector fenomenal; también con los que traducía, porque fue un gran traductor -dice el escritor y sociólogo Pablo Alabarces a La Nación-. Pero también con los que editaba, porque fue un editor formidable, tan cuidadoso como creativo: los libros de Leteo son objetos tan deliciosos como textos tan sorpresivos. Y con los que escribía, porque nada de la literatura le era ajeno: narrador original, poeta amoroso, periodista cultural de los que descubren, más que de los que celebran. Pero, además, era un tipo indescriptible, amante y cultor de las cosas bellas de la vida: su familia, el buen beber y el mejor comer, la conversación, la música, el fútbol, los viajes. Nuestra charla pasaba de la política a la poesía y de allí a Chacarita, sin suturas. Cosechó una unanimidad escasa: absolutamente todo el mundo lo amaba. Fue mi editor, mi amigo y mi hermano, y estaría muy enojado de que el dolor no me deje escribir una línea. Por donde pasaba, sembraba amor y admiración, y por eso estamos todos atravesados por una tristeza infinita”.
“Pertenecía a una generación de editores de raza, con una formación cultísima, literaria, con otro tipo de trabajo del que se hace actualmente -dice la editora y cantante Gaby Comte-. Era una joya rara, no tenía nada de ego, con una sabiduría y un sentido del humor increíbles; es tremendo porque no ha dejado herencia”. Kupchik dejó varios proyectos en marcha, que sus amigos y compañeros -¿no es este el mejor homenaje?- llevarán a buen puerto.
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