lunes, 21 de abril de 2025

Jan de Jager fue a Montevideo y dijo

El pasado 11 de abril, el escritor uruguayo Martín Bentancor publicó en el semanario Brecha, de su país, una entrevista con el poeta y traductor argentino Jan de Jager. En la bajada se lee: "El pasaje entre lenguas marca la obra y las inquietudes estéticas de Jan de Jager, nacido en Buenos Aires en 1959, pero residente durante décadas en los Países Bajos. Profesor de traductorado y de idiomas, estudioso de la literatura neerlandesa, es traductor de los Cantos (Sexto Piso, 2018) de Ezra Pound y de la Poesía completa de Cummings, de próxima aparición en la editorial Sexto Piso".

"Yo soy una traducción"

La obra de Jan de Jager se nutre de la traslación de textos al español, tal como muestran sus series Casa de Cambio –cuatro volúmenes– y Relámpagos –otros cuatro–, en las que su poesía convive con versiones y mutaciones de textos de autores «invitados».

—Empecemos con la cuestión del nombre, porque en tu caso el nombre cifró en cierta forma tu destino: te llamás Jan, pero fuiste anotado como Juan Alberto…
—Alguna vez dije como una boutade que yo soy una traducción. Las autoridades argentinas de aquella época no permitían nombres extranjeros, como tampoco permitían nombres de lenguas aborígenes, autóctonas. Siempre hubo un prurito, supongo que motivado por esa idea de crear una identidad nacional, de homogeneizar a las hordas de inmigrantes y castellanizar a los pueblos originarios. De ahí que sea Juan Alberto, aunque firmo mis trabajos como Jan, lo cual comercialmente no me conviene porque nadie sabe cómo pronunciarlo.

—¿Cómo se estableció tu vínculo inicial con la traducción?
—Te diría que es casi una cuestión de historia familiar. Una de mis hermanas es traductora pública, que es un rubro muy específico,
el de aquel que traduce documentos, estatutos, partidas de nacimiento. Ella es algo mayor que yo y ya en las conversaciones con mi padre, que también era bastante plurilingüe (si bien era químico, no lingüista), la traducción estaba siempre presente, era como una charla de sobremesa, como hablar de fútbol. Así empecé a traducir por la mía, casi como un ejercicio literario. Empecé a traducir a autores holandeses e ingleses, que eran las lenguas que circulaban en mi entorno, y también a ver qué habían hecho otros traductores, con cierto espíritu crítico, aunque en esa época era un adolescente. Me alentaba un motivo un tanto canalla, digamos, que era el de enmendarle la plana a lo que habían hecho otros traductores.

—Puede verse como una forma de autoaprendizaje…
—Claro, porque, como adolescente, ¿qué otra cosa vas a hacer que lo que hicieron previamente los adultos? Después comencé la carrera de Letras, en la época del mal llamado proceso, y por una cuestión de cambios en los planes de estudio había un énfasis enorme en las letras clásicas, lo cual no me apena, pero era algo muy diferente a lo que venía siendo la carrera de Letras en los años anteriores. Como todo el mundo, hice Latín I, II, III y IV y Griego I, II, III y IV… y todo lo demás. El método de enseñanza estaba basado en la traducción de textos, no en la comprensión. Esa era la metodología, con la que no estoy del todo de acuerdo, pero que me tuvo cinco años traduciendo del latín y del griego.

—Esas traducciones formativas del latín y del griego alimentaron, supongo, tu interés inicial por las traducciones del holandés y el inglés.
—Sí. Como se dice ahora, yo me autopercibo escritor, y un subgénero de la escritura es la traducción. Mis traducciones son una actividad de escritor y no de traductor como un género aparte, así como tampoco me siento periodista porque no logro mantener el ritmo de la escritura periodística. Puedo tener un texto flotando cinco años, lo que para un periodista es un anatema.

—Al sostener que la traducción parte de tu condición de escritor, ¿se asume que también es de tu autoría el texto que traducís?
—Son mis palabras. Se trata de los conceptos y los efectos del original volcados a mis palabras, a mi vocabulario. Y eso es una marca para el texto también.

El oficio
—¿Cuál fue el texto al que te enfrentaste por primera vez con las armas de un traductor?
—Los latines y los griegos eran tareas para el hogar, pero en esos tiempos, como las literaturas holandesa y belga (neerlandesa, como propiamente se debe decir) eran poco frecuentadas, empecé primero a elegir qué poemas de esa tradición me interesaba que se conocieran en el ámbito de habla castellana. O sea que ahí, coincidiendo con el trabajo de los hermanos [Augusto y Haroldo] de Campos, había un rol de antologista en la labor del traductor.

—Ya pensabas la traducción destinada a un público.
—Sí, para difundir a autores que yo conocía. En Róterdam ejercí como docente de neerlandés, mi lengua materna, y me importaba particularmente que algo de eso se conociera. Después, muchos de esos trabajos los fui incorporando en algunos libros míos que se llaman Casa de Cambio. Al decir míos quiero decir que, de repente, en la página 25, hay una traducción de un poema de Hugo Claus. Siempre se trata de poemas o cuentos cortos; una suerte de miscelánea mayoritariamente en verso en la que conviven en alegre amistad textos míos como escritor y textos míos como traductor. Algunas veces traduje novelas del neerlandés, pero ahí sí fueron a pedido.

—¿Y cómo alimenta ese sistema de traducción a tu propia poesía?
—Es que así se aprende tanto… Por ejemplo, el escritor Hugo Claus fue dos veces a la Argentina y yo fui su intérprete, algo maravilloso para mí porque es uno de mis héroes, una suerte de prócer, una vez que fue invitado a la Feria del Libro en Buenos Aires y les dio entrevistas sucesivas a varios medios de prensa, para los que yo oficiaba como su intérprete. Él estaba con mucha bronca porque se sentía poco reconocido, pensaba que era más famoso de lo que realmente era. Entonces, cuando llegó un periodista y le preguntó dónde había nacido, para mi desconcierto, Claus empezó a largar cualquier fruta. Dijo, por ejemplo, que había nacido en Florencia, de padres turcos. Yo traducía todo lo que decía. En la siguiente entrevista respondió cualquier otra cosa.

—¿Y tradujiste a Claus?
—Traduje su poema «Visio Tondalis» («La visión de Tántalo»), que aparece en mi Casa de cambio I, que, si mal no recuerdo, porque estoy citando de memoria, es una catábasis, un descenso a los infiernos anterior al de Dante, un texto medieval. Claus hizo este poema que es, en verdad, una écfrasis de El infierno del Bosco. Se trata de una pintura de palabras en la que él traduce las imágenes. Cuando yo lo traduje al castellano tomé el poema de Claus, pero también el testimonio visual del Bosco. Digamos que lo que hice fue una doble traducción, una éctasis triangulada como método de traducción.

—¿Lo consultaste a Claus en el proceso? ¿Qué opinó de tu traducción?
—Bueno, el vio esa traducción. Su castellano era bastante precario, pero lo comentamos en una conversación a nivel mesa de bar. Me preguntó para qué lo había traducido, lo que me dejó medio desconcertado. ¿Cómo «para qué»? ¿Para qué uno traduce? Todo eso forma parte del proceso de aprendizaje. Es como la trastienda de las técnicas poéticas.

Un poeta viral
—¿Cómo llegaste a la traducción de los Cantos de Ezra Pound?
—Los empecé a traducir por mi cuenta y mucho tiempo después, con la intervención de Jorge Fondebrider, que me conectó con la editorial Sexto Piso, acabó siendo lo que es: un ladrillo de 1.200 y pico de páginas. En el proceso pasaron diez años. Cuando llegó la editorial, el producto estaba prácticamente terminado. Los primeros 30 cantos los había publicado en Argentina, en una tirada de 100 ejemplares, por la editorial Eloísa Cartonera, en un volumen que si ahora lo abro se desarma.

—¿Por qué en tu versión de los Cantos, una obra que tiene millones de referencias internas y externas, optaste por no incluir notas al pie?
—Quise evitar lo que por ahí yo llamé lectura vertical: cuando hay un tropiezo en el sentido o en la simbolización, el ojo baja a buscar la mano amiga del anotador.

—Eso si la nota está al pie de la página, porque si están todas amontonadas al final, la interrupción es mayor.
—Claro. Pero mi hipótesis fue la siguiente: esto no es críptico porque está en inglés, por lo que la intención de Pound fue que eso quedara sin anotar. En todo el texto de los Cantos hay solo dos notas al pie del propio Pound, que son casi como una broma. Yo creo que hubo una intención por parte de Pound de ser críptico y desafiante e invitar a la investigación, a ir a sus fuentes, en procura de un lector activo. En ese sentido, mi traducción es totalmente contraria a la edición de Javier Coy [con traducción de José Vázquez Amaral], con todas esas notas. Yo creo que la lectura que propone mi traducción es la misma que proponen los Cantos en su idioma original: una primera lectura inocente, una segunda buscando y una tercera en la que uno ya lee con todo el bagaje aprendido en el camino.

—¿Y por qué no una edición bilingüe?
—Me lo llegó a proponer la editorial, pero me negué. Yo quería que fuera una lectura lo más parecida posible a la lectura del original. No es que la obra está llena de slang norteamericano, sino que hay referencias a la cultura china o italiana, por ejemplo. El lector imaginario de Pound se iba a encontrar con los mismos problemas que el lector de una traducción. Es igual de críptico en todos los idiomas. Por ejemplo, hay una sección en la que se habla de John Adams, con base en recortar y pegar fragmentos de sus diarios y cartas, que era igual de críptico para un lector norteamericano del siglo XX.

—Tu traducción de los Cantos incluye un «artista invitado», digamos, que se encargó de traducir los dos cantos originalmente escritos en italiano.
—Lo que pasó es que dentro de los Cantos hay largos pasajes en francés coloquial, por llamarlo de alguna manera, que los mantuve tal cual por el mismo criterio de que hablaba antes: que eran tan incomprensibles para un lector inglés que no sabe francés como para un lector español que no sabe francés. Con los dos cantos en italiano («LXXII» y «LXXIII»), la editorial insistió en la necesidad de que fueran traducidos, entonces partimos la diferencia y pusimos al final del cuerpo principal del texto dos versiones de esos cantos. Así que hablé con Jorge Aulicino, que los había traducido, para pedirle autorización.

—¿Y cómo se lee a Ezra Pound hoy en día, en el entendido de que siempre fue alguien muy controvertido que arrastra mucha mala prensa a raíz de algunas cosas que hizo y que dijo?
—Siempre fue un poeta para poetas. Es como la precuela de la poesía. Yo hablo con poetas jóvenes, con aspirantes a poetas, que de pronto están tan de la nuca con Pound como en los años cincuenta podía estarlo Allen Ginsberg. Es un poeta muy viral, así que muchos poetas han tenido su etapa Pound: esa cosa fragmentaria, discontinua, al punto de saltar de un sintagma de dos palabras sobre un tema de la Edad Media a otro sintagma de dos palabras chino o a un ideograma.

Minúsculas y mayúsculas
—Le entregaste a la editorial Sexto Piso tu traducción de la Poesía completa de E. E. Cummings, otro poeta peso pesado.
—Él publicó unos cuantos poemarios en vida, que no tienen aspiración de unidad. Además de esos poemarios, después de su muerte hubo una recopilación, que es el último volumen de sus Poemas completos y que se llama Etcétera. También está la compilación For the Record, que solo se publicó para uso académico. La traducción de la Poesía completa me la encargó Sexto Piso. Yo estaba con Safo en ese momento.

—Un poco lejos…
—Sí, claro. Pero todos esos años de latines y griegos algún provecho me tenían que dejar. Así que paré con Safo y evalué emprender Cummings, pero no estaba en mis planes pasar cuatro años con él. No es un poeta que me impacte tanto como Pound, aunque es superinteresante y planteó cosas en su momento que ningún otro poeta había planteado. También tuvo una enorme influencia en los hermanos De Campos. Augusto de Campos veía en Cummings a un precursor de la poesía concreta, por ejemplo. Y tengo para mí, como se dice por ahí, que va en paralelo el desarrollo estilístico de Cummings con la popularidad de los crucigramas. Hay algo de la estética de Cummings, de la definición, de cuál es la palabra correcta, que tiene que ver con la popularidad de los crucigramas en su tiempo. Yo creo que en un momento se dijo: «Si se toman tanto trabajo para descifrar ese juego, por qué no exigirles el mismo nivel de concentración para leer poesía». Y ese es el tipo de concentración que pide Cummings.

—Hay un elemento lúdico en el fondo, entonces.
—Una vez escribí un artículo sobre un poema de Cummings escrito en una especie de lunfardo de Nueva York, con una versión de cómo sonaba el lenguaje del hampa en la década del 20. El poema es como un precursor del cine noir, que además se presenta como un soneto encubierto. Les pedí a diferentes poetas que hicieran una versión con el equivalente de su ciudad: una traducción mexicana, otra peruana, otra de Islas Canarias y mi propia y provisoria versión. Además, le pedí a una colega historiadora de Nueva York que escribiera, para beneficio de todos los traductores involucrados, una versión, entre comillas, al inglés normal de ese poema.

—¿Hiciste una traducción cronológica de los poemas de Cummings?
—No. Yo normalmente llevo unas libretas en las que hago la primera traducción a pulso, digamos. Después, al pasarla por el teclado, ya hay un trabajo de revisión en el que voy dejando los claros, sin perder el aliento poético y determinando algunas resoluciones. Digamos que traducía de a dos poemas por día, un poco pautado por el tiempo y el estado de ánimo. Además, hay que tener en cuenta que para cada poema hay prácticamente un artículo académico que se ha publicado. Está, por ejemplo, la revista Spring, que se publicó durante decenios, dedicada a E. E. Cummings. Y lo otro es el uso de las minúsculas y las mayúsculas en Cummings, que es todo un tema en sí mismo. Hay un poema, por ejemplo, en el que habla del momento previo a la Segunda Guerra Mundial, de la que tanto Cummings como Pound consideraban que Estados Unidos debía abstenerse de participar por considerarla una guerra civil europea, en el que se burla de la demonización del fascismo y lo que él llama falsa democracia. A lo largo del poema aparecen solo tres mayúsculas: F, D y R, que para cualquier lector no deja de ser Franklin Delano Roosevelt.

viernes, 18 de abril de 2025

Los libros en Chile: censurar en los hechos la memoria histórica y social,


El siguiente artículo de opinión fue publicado el pasado 5 de abril, en
El Mostrador, de Santiago de Chile, con la firma de Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera, los dueños y directores de la editorial LOM, una de las más importantes de Latinoamérica.

Censuras y exclusiones en las bibliotecas públicas 

Con el mes de abril, volvemos a tener un mes entero para celebrar el libro y la lectura, y con él relevamos ese mágico objeto que nos ha acompañado por siglos y que ha contribuido con hacer más ancho y menos ajeno el mundo que nos toca vivir.

El libro fue y sigue siento un acervo vital de nuestra existencia individual y colectiva. Su contenido nos ha hecho más consciente de nuestro recorrido en el tiempo, de que hacemos parte de un todo y estamos indisolublemente ligados a la humanidad.

Sin embargo, en estos tiempos nos preguntamos, ¿qué ha pasado precisamente con “nuestra humanidad”? Múltiples factores podrían esgrimirse para intentar comprenderlo, entre ellos, necesariamente tenemos que volver al libro.

A nivel local, creemos que no es una casualidad que reine la indiferencia y el desconocimiento sobre la historia reciente de Chile, y con ello prolifere la insensibilidad y relativización respecto de la importancia de resguardar los derechos humanos de toda persona.

Tampoco es casual que el miedo, el estado de alerta, la sospecha, la desconfianza en los otros, se transformen en factor central del discurso político trastocando los sentidos básicos de comunidad. Los medios hegemónicos de comunicación como las redes sociales cultivan, y con ello favorecen los discursos de odio, de hacer del otro un posible enemigo.

Por el lado de lo público, particularmente en el ámbito educativo, en vez de contrarrestar tales prácticas con instrumentos que ensanchen la mirada, el conocimiento, la curiosidad y la reflexión, vemos cómo el libro también ha sufrido la marginación, por prácticas de censura o autocensura, facilitando que dichos discursos hostiles se instalen como sentido común.

Desde hace algún tiempo venimos constatando que en las bibliotecas escolares los libros que contribuyen a la reflexión crítica sobre los temas de nuestra sociedad, son marginados de la selección pública. Ya sean estos testimonios, ensayos o literatura, son títulos que no entran en los anaqueles públicos, impidiendo la circulación de la reflexión y creación de sus autores, al mismo tiempo que se niega a las nuevas generaciones la posibilidad de conocer y pasar por el corazón los dolores de la humanidad, los atropellos a la dignidad humana.

En la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, el 11 de septiembre 2023 en la Plaza de la Constitución, el presidente Gabriel Boric retomaba una vez más la promesa del Nunca más: “que nunca más la violencia sustituya nuestra convivencia al debate democrático”, destacando la importancia de la verdad, la justicia y la reparación para el presente y el futuro, “sólo asumiendo las deudas del pasado y sanando realmente esas heridas, cosa que no se puede decretar con una carta al diario o una interpelación a las víctimas, será posible una convivencia en armonía”.

Sin embargo, ese repetido compromiso que hemos venido escuchando de las autoridades durante toda la postdictadura parece nuevamente quedar sin sustento cuando vemos cómo los temas de la memoria y la justicia en torno a los crímenes de lesa humanidad cometidos en los años de la dictadura civil-militar, han sufrido un retroceso en el sentir ciudadano mayoritario, y más todavía en las nuevas generaciones.

Constatamos que estos temas son tratados como un asunto del pasado -un asunto casi privado- que concierne a los familiares y los más próximos de quienes resistieron a la brutal dictadura, y/o fueron sus víctimas. Y agrava la situación, el hecho que parte de las mismas instituciones del Estado responsables ayer de tales crímenes, hoy nuevamente pretenden gozar de impunidad ante las violaciones de derechos humanos cometidas durante la revuelta popular del 2019.

Para avanzar hacia un verdadero “Nunca más”, es básico que los dolores e historias de la tragedia que vivió Chile tras el golpe de Estado pasen por el corazón de las y los ciudadanos de nuestro país, y para ello es importante no dejar que domine la omisión o el silencio, y con ello la ignorancia, la tergiversación, la indiferencia, que finalmente transforma todo en una falta de humanidad ante el dolor, y lesiona gravemente la convivencia democrática.

Un verdadero “Nunca más” tampoco está acotado a las violencias y violación de derechos humanos del pasado, sino que de manera permanente debe interpelar el presente. Más aún, cuando ese Nunca más ha sido un compromiso de Estado, siendo los órganos de este los que deben velar de manera integral y permanente para que dicha frase se haga realidad y se sostenga en el tiempo.

Que las y los jóvenes puedan acceder a obras escritas, audiovisuales o representaciones de teatro en torno a esa memoria latente, y los conflictos de la sociedad actual, posibilitaría entender e integrar de otra manera el entorno y su propia historia, contribuiría a desarrollar una mínima empatía con las alegrías y el sufrimiento de los otros, impidiendo que la insensibilidad y la apatía ante el dolor del prójimo se instale, elementos centrales para hacerle frente a la no repetición de la historia.

En los 35 años de camino editorial, la historia, la memoria, la verdad y la justicia en torno a la dictadura ha estado al centro de nuestro quehacer editorial, y hemos visto la continua exclusión de esos libros de las adquisiciones para las bibliotecas de los Centro de Recurso para el Aprendizaje CRA de la Subsecretaría de Educación (MINEDUC), como también, ocurre frecuentemente con las Bibliotecas Públicas, espacios cada día más encapsulados en una tecnocracia de los rankings.

A través de solicitudes de acceso a la información de la Ley de Transparencia, logramos ver parte los discursos de la exclusión y la censura para los libros en torno a la memoria política y social, y una y otra vez se repite, con observaciones como: “no recomendado. El contenido del texto supera el nivel escolar de Ed. Media. Requiere mediación por tratamiento de temas sensibles y violencia, considerando que los libros para la biblioteca deben estar en estanterías abiertas a los usuarios.” O, “no recomendado. Presenta escenas crudas y violencia que requieren de mediación”.

No deja de ser irónicamente absurdo, en tiempos en que las y los jóvenes son expuestos cotidianamente a una exacerbada violencia en las redes y medios, que los evaluadores del CRA consideren que no pueden exponerse narrativas que hablen de violaciones a los derechos humanos.

Es como si en Europa prohibieran en bibliotecas escolares todo texto relacionado con el nazismo, por ser un temas sensible y violento.

Y cuando algunas obras logran pasar el cedazo de los evaluadores, y esos libros son recomendados, sucede que otros mecanismos “internos” los dejan finalmente fuera de la preselección que se entrega a las y los profesores para que escojan lo que definitivamente se adquiere para las bibliotecas.

Lo mismo ocurre con obras de lo que se considera hoy la narrativa social del Siglo XXI, la Novela Negra, o el género Neopolicial.

Durante el último periodo, las novelas de Ramón Díaz Eterovic, el más reconocido autor del género en nuestro país, se han visto enfrentadas al veredicto: “No recomendado / El contenido del texto no es recomendable para el nivel y la temática requiere de una mediación y diálogo considerando…”.

Así, ante la oportunidad de que a través la ficción se pueda incentivar una reflexión más profunda en torno a la criminalidad o la violencia delictual, potenciando sentidos en torno a la búsqueda de la verdad, la justicia, etc. el CRA decide clausurar la posibilidad de abrir otra entrada al tema y motivar el debate. Y, por defecto, se desentiende de tal responsabilidad, dejando que el discurso sobre la criminalidad y delincuencia de las redes, radio y TV sea el que se instale en las consciencias de las y los alumnos.

Triste pensar que instituciones como el Ministerio de Educación, bajo uno de los gobiernos más progresista, supuestamente, y en pleno siglo XXI, se transformen en guardianes de la “historia oficial”, censurando en los hechos nuestra memoria histórica y social, limitando el acceso a obras que podrían ayudar justamente a revertir la fragmentación de los discursos y sentidos colectivos, y a la construcción de una democracia más consistente.

La práctica de la censura a los libros en bibliotecas, por parte de organizaciones ultra conservadoras, es un fenómeno masivo en Estados Unidos, que se ha acentuado con el triunfo de Trump. Que aquí sean las mismas instituciones que aplican métodos similares para evitar toda polémica o por algún otro motivo, no deja de sorprendernos.

En el ya citado discurso del presidente, este recordaba que “aún en la noche más oscura hubo quienes valientemente lucharon para que no perdiéramos lo que con tanto esfuerzo habíamos avanzado, los que guardaron un pedacito de historia para contarla, los que grabaron un casete y lo pasaron de mano en mano, los que enterraron sus libros”.

Felizmente hoy en Chile no vivimos esa oscuridad a la que refiere el presidente, no obstante, la cultura en general y los libros en particular transitan a la deriva, y los que sugieren memoria incómoda o crítica, lisa y llanamente -con todos los certificados timbrados por la burocracia-, son en su gran mayoría erradicados de las bibliotecas escolares y públicas, silenciados para las nuevas generaciones.

Aun así, seguiremos celebrando la lectura, las lecturas, de esos pedacitos de historias reales y ficticias que nos traen los libros libres, y seguiremos haciendo los esfuerzos necesarios para pasarlos de mano en mano en busca de las y los lectores atentos, que confían en ese instrumento como soporte de diversidad, memoria, reflexión, debate, encuentro, democracia y una mejor humanidad.

jueves, 17 de abril de 2025

"¿Cómo colgar un libro hasta matarlo?"

"Desde 2021 hasta la fecha se han documentado casi 16 mil prohibiciones de libros en escuelas públicas de Estados Unidos, cifra nunca vista desde la era del miedo rojo de McCarthy en la década de 1950; la censura, impulsada por grupos conservadores, está dirigida principalmente a libros sobre raza, racismo o personas de color, así como a material sobre temas LGBTQ+. Un juez federal bloqueó la aplicación de la ley que propicia las prohibiciones, por considerarla inconstitucional."  Esto dice la bajada de la nota publicada el pasado 12 de abril, por Omar Genovese, en la sección de cultura del diario Perfil, de Buenos Aires.

Un fallo judicial revierte la censura de libros en Estados Unidos

En la última semana del mes pasado, el juez federal de los Estados Unidos Stephen Locher bloqueó, por segunda vez, la aplicación de una ley de Iowa (conocida como Expediente Senatorial 496) que requería la eliminación de libros que describen actos sexuales de las bibliotecas pertenecientes a las escuelas públicas.

El fallo de cuarenta páginas destaca que esta norma trasciende el precedente consolidado de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre obscenidad para menores. El juez Locher reconoce que no todos los libros con contenido sexual son apropiados para las edades y que decisiones previas de tribunales federales podrían justificar la restricción de material explícito para estudiantes más jóvenes. Hacia el final del fallo, luego de mencionar la prohibición de libros como 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley, destaca que la aplicación de la norma incluyó “clásicos históricos como Mientras agonizo de William Faulkner, Ulises de James Joyce, Matadero cinco de Kurt Vonnegut; Cantar de los Cantares de Fray Luis de León, La violación de Nanking: El Holocausto olvidado de la Segunda Guerra Mundial de Iris Chang (…) y libros de no ficción sobre salud y anatomía, como Infecciones del tracto urinario. La aplicación del Expediente Senatorial 496 a cada uno de estos libros es inconstitucional según el estándar Pico/Pratt porque no existe un interés gubernamental sustancial y razonable para la eliminación de ninguno de ellos”.

Y para que no queden dudas al respecto, también destaca que esta legislación sancionada en 2023 por la gobernadora de Iowa, Kim Reynolds, “no intenta evaluar el valor literario, político, artístico o científico de un libro antes de exigir su retirada de la biblioteca escolar y, por lo tanto, no se acerca en absoluto a la aplicación del criterio de obscenidad que suele emplearse para determinar la constitucionalidad de las restricciones estatales sobre libros. El resultado es la retirada forzosa de libros de las bibliotecas escolares que no son pornográficos ni obscenos”.

Pero la prohibición excede a Iowa y se extiende por todo Estados Unidos. Es tal la fiebre de censura que el capítulo americano del Pen Club Internacional confecciona una lista de libros prohibidos (pen.org/banned-books-list-2025) a la que precede el siguiente texto:

“PEN America ha documentado casi 16.000 prohibiciones de libros en escuelas públicas de todo el país desde 2021, una cifra nunca vista desde la era del miedo rojo de McCarthy en la década de 1950. Esta censura, impulsada por grupos conservadores, se ha extendido a casi todos los estados y se dirige principalmente a libros sobre raza, racismo o personas de color, así como a libros sobre temas LGBTQ+ y aquellos para lectores mayores que contienen referencias sexuales o abordan la violencia sexual. Durante el año escolar 2023-2024, PEN America detectó más de 10.000 prohibiciones de libros que afectaron a más de 4000 títulos únicos, de los cuales aproximadamente el 45% se produjeron en Florida y el 36% en Iowa”.

Ante esto corresponden preguntas como: ¿retrocedieron en el tiempo y consideran que estudiar el sistema urinario con un libro es un acto pornográfico? ¿Viven en un mundo paralelo donde rige la Inquisición contra Fray Luis de León? Tal vez algunas respuestas se encuentren en el pasado colonial norteamericano, más precisamente en el artículo del doctor en Historia Russell Moul, titulado “¿Cuál fue el primer libro que se prohibió en Estados Unidos?”, publicado en IFLScience.

Se trata del libro New English Canaan –publicado en Amsterdam– del abogado, escritor y reformador social originario de Devon, Inglaterra, Thomas Morton. El libro fue prohibido por ley en el territorio colonial de Nueva Inglaterra hacia 1637. Más allá del juicio que Morton sufrió por parte de la comunidad puritana, con fallo de exilio en una isla de la que escapó, en el libro no se privó de nada. Según el profesor Moul, “arremetió contra los puritanos, presentándolos como fanáticos religiosos intolerantes, crueles e hipócritas. Contrastó su teocracia con lo que él consideraba el estilo de vida armonioso y libre de los pueblos indígenas y con sus propias ideas sobre el funcionamiento de la colonia. También se burló de las creencias religiosas y el gobierno de los puritanos, los calificó de incompetentes y los acusó de apropiarse ilegalmente de tierras indígenas.

"Las autoridades de la Bahía de Massachusetts reprimieron rápidamente la publicación, prohibiendo su circulación en la colonia. Temían que socavara su autoridad y fomentara la oposición a su estricto gobierno teocrático”.

La Colonia de la Bahía de Massachusetts contaba con una sociedad estrictamente controlada que se adhería a creencias rígidas sobre la vida y el culto puritano. A mujeres y niños se les enseñaba a leer, pero solo para que aprendan de la Biblia. Decir “malas palabras” estaba prohibido y era punible por ley, así como todo entretenimiento que no estuviera relacionado con los servicios religiosos estaba prohibido. En contraste, Morton, a quien el gobernador de la Colonia de Plymouth, William Bradford, se refirió como el señor del desorden, promovía un estilo de vida más libre y hedonista. Es decir, el libro y su autor encarnaban un estilo diferente al de la comunidad.

Tal ambiente precedió en 55 años a los juicios de brujas ocurridos en Salem, también Massachusetts, que produjeron 19 ejecutados en la horca y uno más aplastado hasta morir a través del uso de peine forte et dure. Este proceso inspiró Las brujas de Salem, obra teatral de Arthur Miller. Tal vez por todo esto los libros sean objetos embrujados, entonces, ¿cómo colgar un libro hasta matarlo?

miércoles, 16 de abril de 2025

La reflexión sobre un libro del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (foto), traducido por la mexicana Elsa Cecilia Frostllevó a Damián Tabarovsky a publicar la siguiente columna, en el diario Perfil, de Buenos Aires. Lo hizo el pasado 13 de abril.

Último en la meta 

Como no podía ser de otra manera, Aforismos, cultura y valor, de Wittgenstein (Espasa Calpe, colección Austral, Madrid, 1995, traducción de Elsa Cecilia Frost, con agregados y prólogo de Javier Sábada) es un libro extraordinario. En un aforismo de 1931, Wittgenstein escribe: “Con frecuencia, los filósofos son como niños pequeños, que empiezan por hacer rayas caprichosas con su lápiz sobre un papel y después preguntan a los adultos: ‘¿Qué es?’. Lo que sucedió fue esto: el adulto le había dibujado muchas veces algo al niño y le había dicho: ‘Esto es un hombre’, ‘esto es una casa’, etc. Y ahora el niño pinta también a rayas y pregunta: ‘¿Qué es esto?’”. Creo que podríamos reemplazar perfectamente “filósofos” por “escritores”, y estaríamos en el mismo horizonte. La literatura, o al menos la literatura que me interesa, se parece a eso: a hacer rayitas y luego preguntar: “¿Qué es?”. Hay algo en esa literatura del orden de la incerteza, del juego, de lo abierto, del sentido que se amplía. Pero no se trata de pensar a la literatura como un infantilismo, como un juego de niños; ni tampoco de fetichizar la infancia, como si la niñez fuera una forma acabada de pensamiento complejo. No, no es eso. Se trata de la literatura cuando no se deja atrapar. Buena parte de la narrativa contemporánea se ha vuelto temática. El texto (pero también el contexto: las declaraciones de las escritoras y escritores, sus intervenciones en redes sociales, el marketing editorial, etc.) funciona al revés: primero, y sobre todo, dice: “Esta novela se ocupa de estos temas”, y luego el resto no tiene la menor importancia. La literatura ya no es el arte de hacer rayitas caprichosas, sino que se vuelve cuadrados perfectamente delimitados.

Wittgenstein se mete luego con la lectura: “El libro debe llevar a cabo automáticamente la separación entre los que lo entienden y los que no lo entienden”. Y en otro aforismo, continúa: “Cuando digo que mi libro está destinado solo a un reducido círculo de personas (…) no quiero decir con ello que, según mi opinión, dicho círculo es la elite de la humanidad. Se trata, más bien, de las personas a las que me dirijo (no porque sean mejores o peores que las otras sino) porque son mi medio cultural, la gente de mi pueblo, por así decirlo, en contraposición a los otros, que me son extraños”. No conozco una definición mejor de lo que se entiende por recepción e incluso circulación de un libro, de la escritura, de la literatura. La idea de salirme de mi pueblo (pueblo como metáfora de tantas cosas) me es absolutamente ajena. Pocas cosas me parecen más tristes que los escritores, que la literatura que se sale de su pueblo. Podría decir que el éxito (entendido como suceso de ventas) me produce una inmensa tristeza. Y todo lo que lo rodea (nuevamente redes, marketing, premios, la figura del escritor o la escritora exitosos) no hace más que profundizar esa tristeza. Mi pueblo, además, está habitado por nadie. Escribo entonces para un pueblo desierto, para un pueblo vacío. O para el pueblo por venir, para el pueblo que todavía no existe. Escribo para inventar un pueblo, o una esquina, un barcito con tres parroquianos apoyados en la barra.

Finalmente, Wittgenstein da en la tecla sobre la filosofía, o sobre la literatura: “En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio. O aquel que alcanza último la meta”.

martes, 15 de abril de 2025

"Símbolo del mazazo a la cultura argentina es el cierre de no menos de una decena de librerías en los últimos tiempos"

La bajada de la nota que publicó Ricardo Gotta en Tiempo Argentino, el pasado 12 de abril, dice: "Durante los últimos tiempos bajaron sus cortinas varias de las librerías tradicionales. Alquileres, servicios, costos del papel y de los libros, conjugados con la crisis económica y los cambios de hábitos. Historias con mucho de nostalgia".

Cierre masivo de librerías: símbolo del mazazo a la cultura argentina

Hace tan sólo 16 meses, la Argentina volvía a destacarse como el país del continente con la mayor y más diversa red de librerías. El dato surgía de un trabajo realizado por la Universidad de San Martín. El mundo de la cultura celebraba el dato positivo, estar a la vanguardia de la región. Aun cuando ya venía golpeado en los últimos lustros. Hace tan sólo 16 meses la Argentina iniciaba el pesado tránsito del actual régimen libertario.

Sólo 16 meses después se desploma el consumo literario, a la par de la seria crisis económica que padecen las clases sociales más proclives a la adquisición de libros, lo que se verifica dramáticamente en las librerías y, signo palpable de la gravedad, también en las ferias de usados.

En 2024 la caída de ventas de libros respecto del año anterior fue de aproximadamente un 13% para las dos editoriales que captan buena parte del mercado (Planeta y Penguin Random), en tanto, en las demás, el descenso que sufrieron llegó en algunos casos al 40 por ciento. Según el informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en el 2023, las ventas ya habían caído un 5% respecto de 2022 y la producción, más allá del 20 por ciento.

A su vez, las grandes cadenas de librerías acusan un aumento interanual estimado del 120% en los precios de tapa. Aún no hay cifras oficiales para lo que va este año, pero se estima que la caída ya devoró casi la quinta parte del mercado, que, además, exhibe muchos menos títulos (en algún caso, apenas un 10% de años anteriores), con ediciones que en su mayoría no superan el millar, una cifra realmente muy menor de lo habitual.

Una de las consecuencias, símbolo del mazazo a la cultura argentina, es el cierre de no menos de una decena de librerías emblemáticas que se produjeron en los últimos tiempos.

Ya el año pasado había bajado definitivamente sus cortinas, entre otras, la Gauderio Libros, en Ayacucho 704, con casi dos décadas de antigüedad: “El ajuste brutal ha significado la caída total de las ventas de libros”, argumentaba Valeria Satas, su dueña. Horas antes del 21 de julio, una cuadra y media de cola se intentaba rescatar los retazos que liquidaba la Antigua Fray Mocho (Vive Leyendo ), que abriera 1945 y que desde 1969 funcionaba en Sarmiento 1832, Apenas una semana después cerraba el último local donde funcionó la tradicional Scotti Libros, en 48 entre 5 y 6 de la ciudad de La Plata.

Mucho más cerca en el tiempo, la crisis se posó en la históricamente literaria Avenida de Mayo. Exactamente entre el 1110 al 1114, prácticamente frente a uno de los ingresos a la estación Lima del subte B. Cambiaron los propietarios de varios locales cercanos a la esquina de Lima, por caso los de las librerías Punto de Encuentro y La Cueva. Los alquileres subieron exponencialmente y ambos tradicionales ámbitos literarios finalmente cerraron hace unos días. “Se pierde mucha cultura y el acceso a la información”, aseguró Diego Alonso, el dueño de La Cueva que, al menos, decidió trasladar su comercio a la bonaerense Santa Teresita.
El largo adiós a las librerías

Por su parte, Punto de Encuentro cerró su local de venta, pero no la editorial y la distribuidora. Había llegado a la Avenida de Mayo hace casi tres lustros. Allí, en el mismo inmueble que ya añora con nostalgia, la mística de los anaqueles desbordantes de libros que vivió en buena parte del último siglo.

Desde que abrió Libros de Anarres, conocida como “la librería de los anarquistas”. Luego de que falleciera su dueño, un anarquista español de apellido Torres, fue vendida por sus descendientes. Pero no cambió de rumbo. Desde entonces, 2012, la manejó Carlos Benítez Gibbons, quien ahora lamenta el cierre. “Lo nuestro fue una cosa puntual.

Por un lado, el final de contrato. La gente que compró toda la esquina no quiso renovar. Cuando salimos a buscar otro lugar, vimos que era imposible solventar los gastos de alquileres, los servicios, los empleados. Por eso, vendimos lo que pudimos, y luego guardamos hasta los muebles”.

Admite que “la crisis no es de hoy. A partir de la pandemia, un 20 o 30% del público que no podía salir, se acostumbró a comprar por internet, adoptó la forma online. Fue un salvavidas para muchos comercios. Hoy, todas las librerías y las editoriales, grandes y pequeñas, tenemos venta online”.

Ofrece además un ejemplo: “Un historiador que trabaja mucho en el Conicet, que para investigar se pasaba horas en la librería buscando libros, me dijo: ‘Ahora me meto en la web y en 2 minutos lo encuentro y lo compro’”.

Pero que el factor económico es fundamental. “El costo de los libros, abismal, marca la poca accesibilidad de la clase media, que cae cada vez más. El precio lo imponen las grandes cadenas, la concentración entre Planeta y Random, y las de librerías, Cúspide y un poco más atrás Yenny. A ellos no les interesa vender libros barato. Por supuesto que influye el costo del papel, que creció muchísimo. Hoy hacer un libro es caro y se refleja en el precio alto. Lo es hasta para los turistas”.

A la vez, suma otro aspecto importante, el cambio de hábito. “Hay poco apego a la lectura. Antes, los buenos lectores se la pasaban los sábados a la noche recorriendo Corrientes hasta el Obelisco. Hoy no. Quedaron poquitas librerías allí, como en avenida de Mayo. Algunas se mudaron a los barrios: Palermo, Colegiales, Chacarita… Además, hoy las librerías no tienen sentido si no están respaldados con otras cosas, como un barcito”. Y concluye: “No dan los números y eso va en detrimento de la diversidad. Todo se lo quedan las cadenas multinacionales. Y venden los libros que a ellos les interesan”.

No obstante, Benítez opina que la tecnología, el libro electrónico, aún no influye en la caída. “Conviven, todavía es un porcentaje chico el que lo consume. En general, quien viaja mucho. En Punto de Encuentro ya tenemos la plataforma de e-book. No hay hábito todavía. El diario papel ha perdido mucho más en ese sentido”.

-¿Cuánto influye la ausencia del Estado en la crisis?
-Ya el hecho que te ignoren es una política. Que no te den bola, que no te pregunten ni cómo andás. Por otro lado, teníamos históricamente la compra de las Bibliotecas Populares (Conabip), mediante la Secretaría de Educación, por ejemplo, en la Feria del Libro. A las bibliotecas del interior, sobre todo, les cuesta mucho acceder. Pero el año pasado ya no hubo y este año habrá menos… O las compras del Ministerio de Educación daban un respiro enorme. Hablar de libros hoy en el Estado es una mala palabra.

-Todo gira en derredor de la crisis económica.
-Las tres mejores épocas de los libros fueron durante gobiernos peronistas. Los dos de Perón y el del kirchenrismo. Los tres en los que más libros se vendieron. ¡Qué casualidad! La nuestra, una editorial más chica que mediana en el 2013-2014 llegamos a editar 40 títulos, y este año, con suerte, vamos a editar cinco… No sólo el Estado, era la economía en general que funcionaba. Por ejemplo, con el Ahora 12, venían historiadores, docentes, estudiantes, compraban un montón de libros y pagaban por mes. Hoy no sabés si al otro día vas a tener laburo. La cultura, sobre todo, está en el “subsuelo de la patria sublevada”, como decía Scalabrini. Lo primero que uno prescinde es lo recreativo, ir al cine, al teatro, al fútbol. O comprar un libro. No vas a dejar de comer por comprar un libro.

lunes, 14 de abril de 2025

El SPET calienta los motores para 2025

En su primera actividad del año, el Seminario Permanente de Estudios de Traducción (SPET) propone una jornada, con la traductora Micaela van Muylem, dedicada a "Literatura multilingüe, traducción y activismo".

La sesión se llevará a cabo el miércoles 23 de abril a las 18.30, en el aula Lapacó (ex 400) del IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”, Carlos Pellegrini 1515. También se podrá participar por videoconferencia, en el siguiente link: https://meet.google.com/xwx-qidp-wvg. Les agradecemos que confirmen asistencia.

Micaela van Muylem
es Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y se ha especializado en traducción literaria en Alemania, Bélgica y los Países Bajos. Traduce poesía, teatro, narrativa y literatura infantil y juvenil del neerlandés y del alemán para editoriales y compañías teatrales argentinas y extranjeras. Es profesora titular de las cátedras de Literatura de Habla Alemana y de Traducción Literaria en la Facultad de Lenguas, UNC. Su investigación se centra en poesía y teatro contemporáneos y su traducción, actualmente dirige el proyecto de investigación “Texto, imagen y traducción: literatura de habla alemana y neerlandesa del siglo XXI” (FL UNC).

Lecturas sugeridas

Torres, Marie-Hélène Catherine (2017). “Por que e como pesquisar a tradução comentada?”. En: de Freitas, Luana Ferreira / Marie-Hélène Catherine Torres / Walter Carlos Costa (orgs.). Literatura Traduzida. Tradução comentada e comentários de tradução. Volume dois. Fortaleza: Substânsia, p. 15-35. Disponible en: http://repositorio.ufc.br/handle/riufc/40930.

Wolf, Uljana (2024). “Bring your own Blendling (o “Traete tu propio blending”)”. Trad. de Micaela van Muylem, con la colaboración de Camila Fernández. Revisión de Natalia Lobo. En: van Muylem, Micaela / Natalia Lobo (comp.). Alzar la voz. Reflexiones sobre traducción literaria. Córdoba: Ed. de la Facultad de Lenguas, UNC, pp. 99-135. Disponible en: https://editoriales.facultades.unc.edu.ar/index.php/edfl/catalog/book/83.

viernes, 11 de abril de 2025

Miguel Montezanti presenta dos libros de sonetos del Renacimiento inglés en la librería El Jaúl

 

Quienes siguen el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, saben que Miguel Montezanti, a lo largo de los años, ha sido una presencia permanente, ya sea con sus dos traducciones de los sonetos de William Shakespeare (al castellano y al castellano rioplatense), su antología de baladas anglo-escocesas de los siglos XIV a XVI y también los Cuatro cuartetos, de T. S. EliotVisitas hospitalarias, una antología de Philip LarkinExtraño encuentro, la poesía completa de Wilfred Owen. A todo ello hoy se suman sendos volúmenes de sonetos del Renacimiento inglés: el primero, Sonetos amorosos del Renacimiento inglés, que reúne Idea, de Michael Drayton, y Fidessa, de Bartholomew Griffin, y el segundo  Sonetos amorosos del Renacimiento inglés II,  que reúne traducciones de  Henry Constable (1562-1613) Samuel Daniel (1562-1619). Por este motivo, el próximo martes 15 de abril, a las 19 hs., Montezanti presentará estos dos últimos títulso en la librería El Jaúl, de Gascón 1355 (entre Honduras y Gorriti, C.A.B.A.). La reunión es con entrada libre y gratuita. Los esperamos.

jueves, 10 de abril de 2025

Una nueva versión de César Vallejo en inglés

En El Correo, de Lima, con firma de Beethoven Medina, el pasado 6 de abril se publicó una nota a propósito de la versión al inglés de Joseph Mulligan (foto) de la obra reunida de César Vallejo.

Obras de Vallejo traducidas al inglés

Joseph Mulligan, doctor en Romance Studies por la Duke University (EE.UU.), es traductor al inglés de César Vallejo e investigador de la poesía moderna de España y Latinoamérica, del liberalismo y la educación popular en el mundo hispano, así como de las expresiones vernaculares en la cultura de los siglos XIX y XX. De César Vallejo ha traducido Contra el secreto profesional (Nueva York: Roof Books, 2011, 100 pp.), Escritos selectos de César Vallejo (Middletown: Wesleyan University Press, 2015, 601 pp.) y Escalas melografiadas por César Vallejo (Middletown: Wesleyan UP. 2017, 197 pp.), libro que recibimos de sus manos en el “Encuentro Internacional Vallejiano Espergesia 2024. UCV.”

Si bien es cierto la obra vallejiana ya se lee en los principales idiomas del mundo, el libro Escritos seleccionados de César Vallejo, editado por Joseph Mulligan en inglés, permite al lector evaluar la extraordinaria amplitud de la diversa obra de César Vallejo, que, además de poesía, incluye artículos de revistas y periódicos, crónicas, informes políticos, ficciones, obras de teatro, cartas y cuadernos. Es decir, Vallejo integral. Es plausible que el académico y traductor Joseph Mulligan haya seguido a César Abraham por los abismales caminos, desde Santiago de Chuco hasta las ciudades de Trujillo y Lima, y ​​de ahí a París, Madrid, Moscú y Leningrado.

Mulligan es un reconocido investigador y docente de literatura de culturas modernas de Latinoamérica. Su investigación está entre las coordenadas de la historia intelectual, la filosofía, el análisis literario y los estudios traducidos. Su enfoque académico es interdisciplinario y en línea de tiempo explora el cosmopolitismo, lo autóctono, el eje cultural y los movimientos sociales. Escritos Selectos es un tributo literario, un extraordinario homenaje en inglés a la obra multifacética de Vallejo. Además, como editor, Muligan, con criterio democrático y con esclarecedora lucidez, considera las traducciones de Clayton Eshleman, Pierre Joris, Suzanne Jill Levine, Nicole Peyrafitte, Michael Lee Rattigan, William Rowe, Eliot Weinberger y Jason Weiss.

Libro uno: 1915-1919
Escritos selectos de César Vallejo contiene nómina de traductores y se subdivide en tres libros. El primero contiene: Del Romanticismo en la poesía castellana; Introducción; Crítica del Romanticismo. De Los heraldos negros: La araña; El poeta a su amada; Heces; La copa negra; Nostalgias imperiales; Hojas de ébano; Terceto autóctono; Huaco; Idilio muerto; Ágape; La voz en el espejo; Nuestro pan; La cena miserable; Los dados eternos; Pasos lejanos y A mi hermano Miguel, entre otros poemas. Innova, además, la apreciación con artículos y crónicas de Vallejo en relación a Manuel González Prada y José María Eguren; cartas a Óscar Imaña, 29 de enero de 1918; a Óscar Imaña, 2 de agosto de 1918; a Manuel Natividad Vallejo, 2 de diciembre de 1918; Dedicatoria de un ejemplar de Los Heraldos Negros a amigos de Trujillo, julio de 1919; entre otros textos.

Libro dos: 1920-1923
De Trilce seleccionó: I. “Quién hace tanta bulla”; II. “Tiempo, tiempo”; IV. “Rechinan dos carretas contra los martillos”; VI. “El traje que vestí mañana”; XIII. “Pienso en tu sexo”; XVIII. “Oh, las cuatro paredes de la celda”; XX. “Al ras de batiente nata blindada”; XXIII. “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos”; XXV. “Alfan alfiles a adherirse”; XXVIII. “He almorzado solo ahora”; XXX. “Quemadura del segundo”; XXXI. “Esperanza plañe entre algodones”; XXXVI. “Pugnamos ensartamos por un ojo de aguja”; XXXVIII. “Este cristal aguarda ser sorbido”; XLII. “Esperaos. Ya os voy a narrar”; XLIV. “Este piano viaja hacia dentro”; XLV. “Me desvinculo del mar”; XLIX. “Murmurando en inquietud, cruzo”, LXI. “Esta noche desciendo del caballo”; LXIII. “Amanece lloviendo. Bien peinada”; LXV. “Madre, me voy mañana a Santiago”. De Escalas considera a Muro Noroeste, Muro Antártico, Muro Este; Muro de Doble Ancho; Alféizar; Más allá de la Vida y la Muerte; La Liberación; Cera. De Fabla salvaje: Capítulos 1; 2; 3; 4; Letras: a Óscar Imaña, 26 de octubre de 1920; a Gastón Roger, diciembre de 1920; a Antenor Orrego, 1922; a Manuel Natividad Vallejo, 16 de junio de 1923; a Carlos C. Godoy, Esq., 16 de junio de 1923; a Víctor Clemente Vallejo, 14 de julio de 1923; Artículos y Crónicas; El pájaro azul; La Rotonda. Finalmente, considera el libro tres: 1924-1928 que incluye textos poéticos y artículos, creados y difundidos en ese periodo, entre otro material bibliográfico.

Al leer Escalas y Escritos selectos de C.V. en versión de Mulligan, no solo valoramos la traducción, si no el conocimiento, comprensión y difusión de la vida de Vallejo en el plano textual, por cuanto el vate escribió prolíficamente en diversos géneros y creó un espacio poético en modos extraliterarios. Esta investigación académica sintetiza y fortalece el corpus literario con audaz traducción que corresponde al espíritu idiosincrásico del autor de Escalas, Fabla Salvaje, Trilce, entre otros libros póstumos. Es una traducción e interpretación fundamental para la comunicación en inglés y suma a la integración de todas las culturas del mundo.

miércoles, 9 de abril de 2025

"Lo alejado del centro"

Damián Tabarovsky, el domingo 6 de abril, publicó una muy interesante columna en el diario Perfil, de Buenos Aires, donde, atando cabos, desanda un camino de supuestas "verdades", generalmente no cuestionadas, para dar en el clavo sobre la relación entre los países latinoamericanos y España.

Accidentes geográficos

Leí Aforismos cultura y valor, de Wittgenstein (Espasa Calpe, colección Austral, Madrid, 1995, traducción Elsa Cecilia Frost). Tiene un prólogo muy interesante de Javier Sádaba, de quien, hace muchos años, había leído el aún más interesante Religión, magia o metafísica. El otro Wittgenstein (Madrid, Libertarias, 1984), más algunos artículos sueltos sobre temas afines, siempre en el mismo registro de interés. La edición de Espasa Calpe retoma la traducción de Elsa Cecilia Frost (excelente traductora mexicana, muerta hace unos diez años, a quien le debemos, entre otras, traducciones de Werner Jaeger, y también un buen libro propio: El arte de la traición o los problemas de la traducción) que publicó originalmente Siglo XXI en México. Cuando se refiere a ese punto, Sádaba escribe: “la primera traducción al español, por cierto, se hizo en 1981, lo que quiere decir que la editorial sudamericana se dio prisa por ofrecer al lector de habla castellana las páginas de Wittgenstein”. Pero, ¿Siglo XXI de México es una editorial sudamericana? ¿México queda en Sudamérica? Repitan tras de mí: “Al sur de Panamá comienza Sudamérica. Entre Panamá y hasta México es América Central. Y desde México hacia el norte es América del Norte”. Podría decirse que la desorientación geográfica de Sádaba es un error menor, y de hecho lo es. Pero es un error significativo que nos permite pensar varios temas, en especial uno: el carácter lateral, periférico, anómalo, de América Latina. En España, para generar sensación de unidad de la lengua, se usa la expresión “Hispanoamérica”, término absurdo que jamás se usa de este lado del océano. Ni siquiera “Latinoamérica” nos expresa con exactitud, porque nuestros territorios están hechos de una diversidad, por momentos, insalvable. Me gusta, entonces, pensar a Latinoamérica bajo la figura de la excentricidad. Pero no excentricidad como un rasgo de carácter (como sinónimo de raro), ni como un modo de la personalidad (como semejante de extravagancia), ni mucho menos como un prejuicio moral (como una tara), sino simplemente excentricidad como un punto en la topografía: como lo alejado del centro. Y entonces, ahí sí, como lo alejado del centro, del poder, y de los mandatos hegemónicos la literatura (porque de eso estaba hablando, de literatura) se vuelve rara, excéntrica y extravagante. Es esa la mejor tradición latinoamericana. Tradición que, es evidente, se encuentra amenazada ante el llamado de las luces del centro. Cada vez más la literatura que se escribe en esos lares fue perdiendo rareza para convertirse en literatura temática for export. Las grandes multinacionales nos explican que hay un “gótico andino” (y supongo que también habrá otro rioplatense), “narrativas ecofeministas”, y decenas y decenas de nichos más para ocupar en el mercado global. Recordemos algo: Borges fue traducido profusamente recién en la década del 60, cuando ya tenía 60 años: la mejor literatura latinoamericana es indiferente al mercado. O lo era: hoy vemos a los escritores publicar un primer librito y salir corriendo a buscar a un agente, festejar que les lleven sus libros al cine o al teatro (situación que tiene mucho más de horror que de alegría) y etc., etc. La figura del emprendedor neoliberal se encarna en muchos de los escritores (y escritoras) progresistas de la Latinoamérica de hoy.

martes, 8 de abril de 2025

"Una ferretería de literaturas"



"Se trata de la persona que creó Mil Gotas, la primera librería en español en China. 'Vine por gusto, por curiosidad', cuenta sobre su llegada en 2008 al gigante asiático." Eso dice la nota publicada por Pablo Coppari, en el diario Tiempo Argentino, del pasado 3 de abril. Allí presenta y entrevista al escritor, editor y librero argentino Guillermo Bravo.

Guillermo Bravo: el cartógrafo de mundos entre Córdoba y Beijing

Desde las sierras de Córdoba hasta los hutongs de Beijing, Guillermo Bravo ha trazado un mapa invisible entre dos culturas que se miran con fascinación y distancia. Profesor, editor y gestor cultural, su vida es un tejido de libros, aulas y proyectos que desafían las fronteras. Esta es la historia de un argentino que, entre la curiosidad y el azar, decidió construir un proyecto llamado Mil Gotas, la primera librería en español de China.

Guillermo Bravo es un hombre de dos mundos. Nacido en Pilar, un pueblo cordobés donde las sierras se funden con el cielo, su vida ha sido un viaje constante entre lo familiar y lo desconocido. En 2008, casi como si obedeciera a un mandato invisible, partió hacia China. «Vine por gusto, por curiosidad», dice con esa voz tranquila de quien sabe que el destino a veces se disfraza de casualidad. Lo que comenzó como una aventura de cuatro meses se convirtió en una vida dedicada a tender puentes entre dos culturas que, aunque distantes, se miran con fascinación mutua.

Bravo recuerda sus raíces. «Soy de Pilar, Córdoba, un lugar pequeño pero lleno de esa energía que te empuja a querer más», cuenta. Esa energía lo llevó primero a Francia y después a China, donde en 2012 recibió una invitación para enseñar en la Universidad de Beijing. «Vine con la idea de quedarme un año y volverme a Francia, pero algo me atrapó y me quedé», confiesa. Así comenzó su doble vida como profesor y editor, uniendo su pasión por la literatura con el arte de producir libros.

Bravo describe su editorial como una «ferretería de la literatura». «Mi abuelo tenía un corralón en Córdoba, y yo crecí entre clavos y martillos. Me parece que la literatura y la ferretería, juntas, forman una editorial», dice, sonriendo. Su empresa, que publica literatura china traducida al español y argentina al chino, ópera en tres ciudades: Beijing, Shanghai y Chongqing. «Es un ejercicio constante de equilibrismo», admite, refiriéndose a los desafíos de gestionar proyectos culturales en un país tan complejo como China.

Uno de los descubrimientos más fascinantes de Bravo fue entender qué buscan los lectores chinos en la literatura latinoamericana. «Buscan lo extraordinario, lo fantasioso, un escape», explica. Aunque reconoce que no siempre se cumple esta expectativa, especialmente con la literatura argentina, que tiende a ser más reflexiva. «Si uno va a la literatura argentina, es muy francesa en ese sentido», comenta con ironía. Y ahí entra Córdoba, con su cuota de magia y tradición. «En China, el mate les llama la atención, pero no les termina de convencer», dice entre risas.

Uno de los proyectos más ambiciosos de Bravo es la residencia para artistas en un pueblo cerca de Beijing. «Al principio surgió como una idea para traer artistas latinoamericanos, pero luego se abrió a todo el mundo», cuenta. Este espacio no solo permite a los artistas trabajar en un contexto nuevo, sino que también enriquece la comunidad local. «Es un experimento», dice Bravo, «ver qué pasa cuando sacás a un artista de su contexto y lo ponés en otro». Y ahí, de nuevo, aparece Córdoba: «En el pueblo donde está la residencia, hay algo de esa tranquilidad que se respira en las sierras, pero con el ritmo frenético de China».

Bravo se imagina en China por lo menos cinco años más. Recientemente, la universidad le ofreció un contrato estable, lo que le permite planificar a largo plazo. «Ahora ya me podría jubilar en la universidad si quisiera», dice. Aunque su vida académica es estable, su pasión por la edición y la gestión cultural sigue siendo el motor de su día a día. «Me gusta esa parte más de agitador», confiesa.

Al ser consultado por el avance de la IA, Bravo respondió: «La inteligencia artificial es una herramienta, como un martillo para un carpintero», dice. Sin embargo, enfatiza que el arte y la literatura requieren una mirada única, algo que no puede ser reemplazado por máquinas. «Detrás de cada obra hay muchísimo trabajo», reflexiona. «No es lo mismo alguien que está pensando 24 horas en lo que significa una curva dentro de un cuadro que alguien que no».

Guillermo Bravo es un hombre que se perdió en la inmensidad de Beijing y decidió jugar con los tiempos y los espacios para crear algo nuevo. Su historia es un testimonio de que, con determinación y creatividad, es posible construir conexiones que trascienden fronteras. Como él mismo dice: «Cada uno pone su granito de arena, y nosotros ponemos el nuestro».
En la actualidad, Guillermo continúa trabajando en su próximo libro, que será publicado en Buenos Aires, mientras sigue enseñando, editando y gestionando proyectos culturales que unen a Argentina y China.

lunes, 7 de abril de 2025

A pesar de que digan que "la libertad avanza", esto es pura y llanamente rapiña de aprovechados


El pasado 4 de abril, Daniel Gigena publicó en La Nación, de Buenos Aires, un artículo a propósito de las masivas denuncias de editoriales, escritores y traductores contra Meta, por la utilización ilegal de sus textos en el entrenamiento de la IA. Según la bajada, "
Editores y escritores de Francia y el Reino Unido reclamaron el uso de literatura de autores en inglés y en español, entre ellos, Borges, Cortázar, Claudia Piñeiro y Guillermo Martínez".

Denuncian a Meta por usar sin permiso millones de libros para entrenar su inteligencia artificial


Luego de que se comprobara que Meta -con la aparente aprobación de Mark Zuckerberg, según documentos internos de la empresa- había utilizado sin permiso millones de libros y artículos de la plataforma Library Genesis (Biblioteca Génesis, LibGen) para entrenar su modelo de inteligencia artificial generativa (Llama 3), la revista estadounidense The Atlantic creó un buscador que permite identificar los libros de la “biblioteca pirata”, en varios idiomas. Hay títulos, en inglés y en español, de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Leopoldo Brizuela, Claudia Piñeiro y Guillermo Martínez, entre otros autores argentinos.

Meta no compensó económicamente a ninguno de los escritores y editores afectados: en LibGen se contabilizan siete millones y medio de libros y más ochenta millones de artículos académicos. Las industrias creativas empiezan a rechazar los métodos de rapiña de las empresas tecnológicas.

Con la sanción en 2024 de la ley de inteligencia artificial de la Unión Europea (UE), que rige para los veintisiete países, editores y autores franceses anunciaron la semana pasada que demandarán a Meta por haber usado sus obras para entrenar su modelo de IA sin pedir permiso. La acción legal por el “uso masivo de obras con derechos de autor sin autorización” para entrenar el modelo de IA generativa de Meta fue promovida por tres agrupaciones.

La mayor parte de esa norma -pionera a nivel mundial- se aplicará a partir de 2026, aunque varias disposiciones entraron en vigencia en febrero, entre otras, la que ordena especificar si un texto, una canción o una fotografía se generaron a través de la IA, además de garantizar que los datos que se emplearon para entrenar los modelos respetan los derechos de autor. La ley brinda una opción para aquellos que no quieran que sus materiales sean usados para entrenar modelos de IA.

La Unión Nacional de Editores de Francia señaló en un comunicado que “numerosas obras” de sus socios aparecen en la base de datos de Meta; según afirmó Vincent Montagne, presidente del organismo, Meta “incumplió con los derechos de autor”. También la Unión Nacional de Autores y Compositores, que representa a cientos de escritores, dramaturgos y compositores en Francia, dijo que la demanda era necesaria para proteger a los creadores del “saqueo” que hace la IA de sus obras. Además, expresó su preocupación por la proliferación de “libros falsos” (hechos con IA) que “compiten con los libros reales”.

Por último, la Sociedad de Gente de Letras, que representa a los autores, confirmó que demandará a Meta. Todos exigen la “eliminación total” de las bases de datos que Meta creó sin autorización para entrenar su modelo de IA.

Según la ley de inteligencia artificial de la Unión Europea, los sistemas de IA generativa deben cumplir con la legislación de derechos de autor del bloque de veintisiete naciones y ser transparentes sobre el material que utilizaron para el entrenamiento.

Por otra parte, la Asociación de Editores del Reino Unido y de Cambridge University Press también condenaron el uso de contenido protegido por derechos de autor por parte de Meta para entrenar la IA y afirmaron que la empresa “debería pagar por el contenido que ha robado”. Este jueves, escritores protestaron en Londres ante las oficinas de Meta tras descubrir que sus libros, pirateados en LibGen, habían sido usados para entrenar la IA de Meta. Reconocidos autores como el Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro, Tom Stoppard, Richard Osman, Sarah Waters, Kate Mosse y Val McDermid firmaron recientemente una carta de la Sociedad de Autores dirigida a la secretaria de Cultura británica, Lisa Nandy, en la que se solicita que se defiendan los “medios de vida” de los autores y que los ejecutivos de Meta declaren ante el parlamento británico. La declaración se publicó en la plataforma Change y cosechó hasta hoy más de dieciséis mil firmas.

“No cabe duda de que el scraping [método para extraer datos] de las obras de los autores para el entrenamiento generativo de IA es ilegal en el Reino Unido -se lee en la petición-. Sin embargo, gigantes tecnológicos como Meta operan en el país sin que se investiguen adecuadamente sus prácticas ni las de sus empresas matrices. Los autores se encuentran prácticamente indefensos dado el enorme coste y la complejidad de litigar contra demandados corporativos con tantos recursos. Instamos a usted y al Gobierno del Reino Unido a que tomen todas las medidas posibles para garantizar la protección adecuada de los derechos, intereses y medios de vida de los autores. Si no se actúa sin demora, el impacto será catastrófico e irreversible para todos los autores del Reino Unido, dado que, desde el desarrollo hasta la producción, los derechos de los creadores se ignoran sistemática y reiteradamente”.

En la última edición de la Feria del Libro de Londres, la presidenta y directora ejecutiva de la Asociación de Editores Estadounidenses (AAP), Maria A. Pallante, y el director ejecutivo de la Asociación de Editores del Reino Unido, Dan Conway, indicaron que en la industria editorial mundial se está tomando conciencia de los efectos de la IA generativa en las políticas de los derechos de autor.

Las editoriales y otras industrias creativas indicaron en varias ocasiones que las grandes empresas tecnológicas pueden pagar el contenido que utilizan y deberían hacerlo, “al igual que pagan por la electricidad que consumen en el curso normal de sus operaciones”, graficaron desde la AAP.

“Es desalentador saber que Meta recurrió a la piratería para recopilar contenido para su desarrollo de inteligencia artificial, incluidos libros y revistas de autores de Cambridge -reza un comunicado de Cambridge University Press-. Meta debería pagar por el contenido que ha robado. Es fundamental que los gobiernos y las autoridades no permitan que las grandes tecnológicas se salgan con la suya al apropiarse del trabajo de los autores sin permiso. Esto refuerza los riesgos de una regulación y legislación inadecuadas en torno a la IA y los derechos de autor, como el sistema de exclusión voluntaria propuesto en el Reino Unido”.

“La tecnología es el camino que hace posible esa extraña sociedad futura, mientras avanzamos hacia ella, los escritores y las editoriales están siendo víctimas de un enorme saqueo, al que se llamaba piratería, pero pareciera que no está mal cuando la ejercen las grandes tecnológicas”, reflexiona en su blog el editor Guillermo Schavelzon.

La Argentina carece de regulaciones específicas al respecto, si bien la ley 11.723 de propiedad intelectual no contempla excepciones o limitaciones al derecho de autor.

En mayo de 2024, el presidente Javier Milei, que declaró que quiere convertir la Argentina en un centro de innovación tecnológica, y la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, visitaron a Zuckerberg en California. Y en noviembre del año pasado, en ocasión del “Meta Day”, Zuckerberg envió un videomensaje de acento libertario al Presidente: “Hola Argentina y presidente Milei, gracias por acompañarnos hoy. Nos entusiasma traer Llama 3 a más personas en la Argentina. Al hacer que esta tecnología sea de código abierto estamos derribando barreras para que una comunidad más amplia de desarrolladores y organizaciones puedan acceder al poder de la IA, construir soluciones innovadoras e impulsar el progreso”.

viernes, 4 de abril de 2025

"Una escritura precisa y pulcra"

"Anagrama publica una antología del ensayista neoyorkino, seleccionada por él mismo, que ofrece una generosa muestra de su obra en traducción de Aurelio Major." Eso dice la bajada de la reseña publicada al último libro publicado por Eliot Weinberger, firmada por Ignacio F. Garmendia, el pasado 30 de marzo, en El Diario de Sevilla, de España.

El espejo de Weinberger

En el ámbito del ensayismo contemporáneo, el nombre de Eliot Weinberger es sinónimo de una renovación que se distingue por la singularidad de su enfoque panorámico y por su voluntad de asimilar el género, sin merma de la sustancia narrativa, a una suerte de poesía en prosa –y a veces también en verso– donde el vuelo lírico rehúye las expansiones sentimentales. A primera vista, puede parecer que el autor se limita a ejercer de compilador o comentarista, pero conforme nos familiarizamos con su escritura se va advirtiendo la intención y el sentido de su método acumulativo, de modo que la voz aparentemente invisible se trasluce a través de una mirada peculiar que imprime a su obra un tono característico. Reputado traductor de Borges, Huidobro y Octavio Paz, con quien mantuvo una larga relación que se inició cuando Weinberger era un joven hippie, formado al margen del mundo académico en la contracultura de esos años, el ensayista neoyorkino no forma parte del mainstream de los autores de referencia en Estados Unidos, pero ha sido leído con atención en Europa donde su estilo –que algo recoge de los tres latinoamericanos mencionados: la erudición festiva, el afán experimental y el conocimiento de las tradiciones orientales– goza de elevada consideración entre muchos lectores devotos.

Articulada en cinco secciones de las que las dos primeras y las dos últimas contienen catorce piezas, con la tercera como vórtice del conjunto, esta selección de Ensayos elementales, realizada por él mismo y traducida para Anagrama por el editor y poeta Aurelio Major, a quien debemos entre otros títulos de Weinberger las versiones españolas de Rastros kármicos (Emecé, 2002), Algo elemental (Atalanta, 2010) o Las cataratas (Duomo, 2012), ofrece una generosa selección de textos ya publicados a la que se allegan otros hasta ahora inéditos. La estructura, afirma el autor, que recomienda “abrir el libro al azar”, reproduce en su remedo circular la de un “mandala simplificado” que incitaría igualmente a la meditación, aunque por fortuna carece de propósito adoctrinador y se diría inspirada, como el resto de su producción no política, por una concepción a la vez crítica y hedónica de la historia de la cultura. Los ensayos se remontan a su primera entrega, Invenciones de papel, cuya versión española apareció en las prensas mexicanas de Vuelta, la emblemática revista de Paz, y llegan hasta el reciente Dos escenas americanas, traducido por el propio Major para Kriller71 Ediciones, donde el poema aquí incluido ("Un viaje por el río Colorado") comparte protagonismo con otro de Lydia Davis.

La sorprendente variedad temática de los ensayos remite a la tradición del enciclopedismo, pero no es la mirada racional y típicamente ilustrada la que guía un empeño que no se agota en la descripción ni se acerca con fastidiosa condescendencia a las culturas ajenas. Tienen también algo las prosas de Weinberger de gabinetes de maravillas, sólo que los tesoros recogidos no se muestran, por así decirlo, ordenados en vitrinas, sino insertos en un discurso que fluye de manera libérrima y adopta por lo mismo un rumbo impredecible. El viento, los sueños en distintos pueblos y épocas, la primavera, la música del desierto, los tigres, el martirio de una cristiana de Cartago, las visiones de la India antes del descubrimiento de las Indias Occidentales, el taoísmo, los lacandones de la selva de Chiapas, el verano, la legendaria vida de Mahoma, los nombres y formas del azul, los espectros de los pájaros, el otoño, los libros zoroástricos perdidos, el rinoceronte, las variaciones sobre la piedra en diferentes culturas, Empédocles, el invierno, la historia de Adán y Eva, el hielo de Groenlandia, las montañas o las estrellas, son sólo algunos de los motivos tratados. Uno de los capítulos, ya célebre, el titulado El Sáhara, consta de una sola frase: “Las patas de los camellos dejan en la arena huellas de hoja de loto”.

Usando de una escritura precisa y pulcra que no recurre a los adornos para seducir, ágil en lo formal y densa en el contenido, Weinberger guía al lector a través de tiempos sucesivos o superpuestos que lo transportan a los vastos dominios de Occidente y Oriente, la India, China o el Japón, pero también a las culturas no euroasiáticas, abordadas en textos rítmicos y fragmentarios que transmiten un exotismo incisivo, exento de complacencia. Sus heterodoxos informes son los de un sabio que derrocha inteligencia y sensibilidad, además de una finísima ironía que es, junto a la desnudez antirretórica, otra de las marcas de su sello. Erraría quien pensara que sus estimulantes recorridos apuntan a una sofisticada forma de arqueología literaria. Hablando de realidades tan distintas y a menudo tan distantes, el objeto de sus inquisiciones no es otro que la experiencia humana en su diversidad casi infinita, expresada a través de una red de conexiones y analogías en la que podemos mirarnos como en un espejo.