João Varella (foto), fundador de la editorial Lote 42 despliega uno de los poemas del escritor brasileño Augusto de Campos que cuenta con la coautoría de Julio Plaza. La obra Poemóbiles contiene en una caja blanca 12 poemas-objeto de la figura central de la poesía concreta que tuvo inicio a mitad de la década del 50 en San Pablo, hechos a partir de cortes, pliegues y colores primarios. Cada uno de los 12 cuadernillos esconde un pop-up que cobra vida al abrirlo, con un poema que se transforma y adquiere nuevos sentidos según el modo en que el lector lo lea y se apropie de cada poema. “Producir este libro fue un gran desafio técnico porque cada poema exigió un montaje complejo y manual ”, explica. La edición actual recupera no sólo un clásico de la poesía concreta, sino que reafirma la propuesta de la editorial de exploración del libro como objeto, combinando artes gráficas, ingeniería de papel y diseño contemporáneo. Esta joya de la literatura moderna brasileña estuvo presente en la 49° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Entre sus casi 60 libros-obras dialoga con historias, dibujos y escritores. Otra de las obras, Quisiera haberme quedado más, reúne 12 crónicas de escritoras y periodistas que relatan sus experiencias en ciudades como Buenos Aires o Tokio. “Cada una de ellas está impresa en hojas dobladas y guardadas en sobres ilustrados con acuarelas de Eva Uviedo, ilustradora argentina que vive en Brasil desde su infancia”, agrega Cecilia Arbolave quien también dirige la editorial.
La Lote 42 es la primera editorial latinoamericana en recibir el Premio Victor Otto Stomps 2024 que distingue en Alemania a los proyectos editoriales independientes por su originalidad, compromiso y creatividad además de celebrar el espíritu innovador de quienes reinventan el libro como objeto cultural.
–¿Qué significa para ustedes haber ganado el premio Otto Stomps y qué representa eso no sólo para Brasil sino para la región de América Latina?
–Ganar el Victor Otto Stomps-Preis supone para Lote 42 un reconocimiento mundial a la calidad y compromiso de las editoriales independientes de pequeño porte, avalando el impulso al libro como objeto y fortaleciendo la proyección internacional de la editorial. Este galardón trae visibilidad a los sellos latinoamericanos, inspirando nuevas alianzas que va más allá de la simple traducción. Veo posibilidades de coedición y proyectos de formación editorial conjunta. La ceremonia del Victor Otto Stomps-Preis tiene lugar en el Gutenberg-Museum de Mainz, lo que añade un importante factor simbólico.
–¿Cómo fue el proceso de producción de Poemóbiles?
–Poemóbiles se produjo en coedición con el Sello Demônio Negro, así que además de Cecilia Arbolave, yo y el equipo de Lote 42, estuvimos al lado de Vanderley Mendonça, poeta y un gran conocedor de producción gráfica. Fue un importante desafío gráfico. No se puede cambiar la tipografía o el color, pues los “poetas concretos” pensaban en eso, usaban la materialidad del libro como un medio de expresión. O sea, a diferencia de la mayoría de los libros, mantener la fidelidad al proyecto original de Julio Plaza y Augusto de Campos era clave. Estudiamos, por ejemplo, cuál era el efecto del apilamiento de los ejemplares en cada tipo de papel disponible. Poemóbiles fue creado hace más de 50 años y, aun así, pocas editoriales se animan a reproducirlo.
–¿Qué observaron del perfil del público en la 49 Feria Internacional del libro de Buenos Aires y en qué se podría diferenciar, por ejemplo de la Bienal del Libro de Rio de Janeiro o de San Pablo?
–La Feria de Buenos Aires congrega un público masivo y diverso –familias, profesionales del libro y lectores de todas las edades– atraído por su amplia programación cultural y su tradición literaria. Las Bienales de Río y San Pablo se orientan con más fuerza hacia un público joven, incorporando cada vez más “experiencias instagramables” y toda suerte de atracciones de feria. En Río 2025 la gran novedad será una rueda-gigante dentro del evento. Se privilegia el espectáculo y la interacción visual sobre la exposición de libros.
–¿Cómo se ve el mercado argentino desde la óptica de las editoriales brasileñas pequeñas? ¿Es un potencial comprador y consumidor en relación al Brasil y otras experiencias que tengan en la región?
–Las pequeñas editoriales brasileñas ven al mercado argentino como un destino culturalmente afín y como potencial comprador, gracias a la proximidad lingüística. Además de los libros de la propia editora Cecilia Arbolave, nosotros publicamos María Luque (La mano del pintor) y Kioskerman (Puertas del Edén). Gabriela Cabezón Cámara salió por editorial Moinhos, Sara Gallardo por Relicário, etc. El mercado brasileño se caracteriza por una apertura masiva a las traducciones –la mayor parte de las listas de más vendidos están dominadas por obras internacionales. Los autores brasileños rara vez figuran en editoriales de Argentina o de cualquier parte del mundo. Exportamos celulosa, importamos contenido. Es una herencia de nuestra colonización, todavía muy presente en lo cultural.
–Yendo al mercado editorial brasileño, de acuerdo a informes de Nielsen y la Cámara Brasileña del Libro, las editoriales registraron una disminución del 0,8 % en las ventas realizadas en el mercado y por otro lado el sector redujo el número de ejemplares vendidos al mercado en un 8%. ¿A qué atribuís esa reducción desde tu experiencia de editor?
–Lo que observamos en términos monetarios, es que los estudios dividen a las ventas del sector brasileño en dos: mercado y gobierno –entendido como federal, estadual ó a nivel municipal–. Mientras que el sector del mercado muestra una facturación de más de R$ 4 mil millones de reales brasileños en el flujo del mercado de libros, el Gobierno, a través de sus compras con fines de programas educativos y sociales, ocupa como si te dijera un tercio, unos 2,2 mil millones de reales brasileños. Y en términos de ejemplares, es muy importante observar que mientras el movimiento en el mercado fue de 172 millones de ejemplares, a través del gobierno hubo una circulación de 155 millones. ¿Qué sucede? El Gobierno compra la misma cantidad de ejemplares, pero paga con un descuento relevante por las cantidades adquiridas.
–¿Y en términos de producción de nuevos títulos qué se observa?
–Los libros llamados de trade book, libros de librería, se observa un aumento de 3,5% en la cantidad de títulos si se compara el año 2022 con el año 2023, o sea, un total de 21.607 títulos. No obstante, hay una disminución en la cantidad de los ejemplares producidos (del -5% entre los años 2023 y 2022). ¿Qué significa esto en términos prácticos? El tiraje medio de los libros en Brasil está cayendo. Aumenta la cantidad de títulos y baja la cantidad de ejemplares: existe una disminución de la tirada promedio. Esto sucede por un nuevo contexto editorial, surgido principalmente por la impresión digital. Por otro lado, y en términos de facturación, debido a la inflación venimos observando una caída de cerca del 6,8% en ventas en librerías. Entonces, lo que podemos concluir es que el crecimiento del mercado brasileño de libros está sosteniéndose gracias a las ventas que se realizan a los diferentes gobiernos con fines educativos, de capacitación y formación –si dependiéramos de la venta en librerías o eventos estaríamos con números dignos de una fuerte crisis. Por último, si observamos las ventas totales, cuando se suma mercado y gobierno se observa entre 2022 y 2023 un leve aumento de 0,4%. Es esperado que en el mes de mayo saldrán nuevos informes y actualizados al año 2024.
–¿O sea que existen una suerte de despreocupación y hasta de riesgo del mercado editorial brasileño? ¿Qué imaginás que pasará en los próximos años?
–Hay un elemento fundamental a tener en cuenta y es cómo se comporta el mercado brasileño de libros que no cuenta con una ley de protección al libro que sí tiene la Argentina. La ley de Defensa de la Actividad Librera 25.542 establece único precio de libros, sin diferencias. Lo que en Brasil llamamos el precio de tapa y que aquí en Argentina se llama PVP. Esto es fantástico porque una librería no puede vender más barato un título. Existe un precio único, algo que no funciona así en Brasil. Las cámaras y gremios del libro de Brasil subestimaron la llegada de Amazon. Ahora son todos rehenes de Jeff Bezos, si él decide parar de vender más libros matará a decenas de editoriales brasileñas al día siguiente.
–¿Las librerías en Brasil marcan los precios mediante qué criterio? ¿Cómo funciona sin una ley?
–En Brasil no existe una ley que fije el precio de los libros: el "precio de tapa" es una convención editorial, no una obligación legal. Esta ausencia normativa origina una “guerra de descuentos”, donde grandes cadenas y plataformas en línea aplican rebajas inviables a los negocios chicos, erosionando márgenes y provocando el cierre de puntos de venta independientes. Para hacer eso, las editoriales pasan a considerar el descuento de los más grandes a la hora de decidir el PVP. El resultado es un libro más caro para todos. Como reacción a ese contexto difuso, muchas editoriales desarrollan canales de venta directa y estructuras comerciales propias para sostener su catálogo – después de las ventas a librerías online, librerías físicas y distribuidoras, la venta directa ya es el canal de venta más importante de una editorial.
–De acuerdo a los informes, se observa un mayor flujo de venta de libros en Brasil mediante la plataforma Amazon, como el principal canal de venta. ¿Qué sucede entonces con las librerías físicas y las editoras?
–Sí, de hecho, el 55% de los consumidores de libros en Brasil prefieren comprar libros online que en las librerías físicas. Pero es de notar algo curioso que se resalta. Los entrevistados, consumidores de libros afirman en una encuesta que si los libros costasen lo mismo online que en librerías virtuales, preferirían ir a las librerías físicas. Entonces, esto indica que la gente en Brasil compra libros online porque son más baratos, porque no hay ley del precio fijo. Y así Amazon pone al mercado editorial brasileño de rodillas.
–Existe algún proyecto de ley en Brasil sobre el precio de los libros? ¿Para protegerlo y reglamentarlo?
–Existe un proyecto de ley presentado por la ex senadora Fátima Bezerra, hoy gobernadora del estado de Rio Grande do Norte, que lleva más de diez años en trámite en Brasil. Me parece muy interesante comparar Argentina y Brasil, porque mientras Argentina tiene la Ley de Defensa de la Actividad Librera, Brasil intenta avanzar con su propia legislación. La llamada “Ley del Libro” brasileña, del 2003, busca establecer qué se considera un libro a los ojos del Estado: una publicación con ISBN, con ficha catalográfica. Es una especie de definición oficial acompañada de una serie de intenciones –casi como una carta de buenas intenciones– que incluye, por ejemplo, la promesa que el gobierno va a estimular la lectura. En resumen, en Brasil, un proyecto de ley sobre el libro lleva más de una década sin avanzar, en contraste con el impulso que tiene la Ley de Defensa de la Actividad Librera en Argentina. Mientras tanto, la propuesta brasileña busca definir formalmente qué es un libro para el Estado, pero se queda, por ahora, en una serie de intenciones. Los datos muestran una caída en la participación de las librerías tradicionales que pasaron del 30,3% al 27,1% en solo un año, mientras Amazon continúa ampliando su dominio y ya duplica a las librerías en volumen. Entonces, Brasil probablemente camina a transformarse en un país sin librerías. Amazon corroe el mercado brasileño. Ese es un contexto importante a tener en cuenta al observar el mercado editorial en Brasil. Y es más, en Brasil, Amazon funciona también como una gran vidriera: el lector cree que está comprando en Amazon, pero en realidad lo hace a través de terceros, como librerías o distribuidoras que aparecen de forma muy discreta en la ficha del producto.
–En este contexto de retroceso sostenido, ¿cómo imaginás estrategias viables para las librerías independientes en Brasil?
–En un escenario de “farwest”, con el ecosistema desprolijo , las estrategias más viables pasan por fortalecer el vínculo con los lectores. Conversé con Ezequiel Martínez –director general de la Fundación El Libro– sobre este desafío y fue contundente: la clave está en cuidar a los lectores.
–¿Qué diferencias observás en el panorama de las librerías en Buenos Aires, especialmente en términos de los movimientos y las presencias de distribuidoras?
–Algo muy notable en Buenos Aires es la fuerza del crecimiento de las distribuidoras, algo que se percibe claramente en esta feria. Creo que eso se debe, en gran parte, al hecho de que las distribuidoras pagan a largo plazo. En un país con una inflación anual de más del 55%, si se paga a los 100 o 120 días, ya se obtiene un margen de ganancia sólo por el efecto inflacionario. Dividiendo esa inflación anual por 12, se observa un 4 o 5% mensual, por lo que pagar a los 90 días implica “ganar” alrededor del 12%. Hay muchas distribuidoras nuevas surgiendo, y creo que se benefician de este contexto: hay muchas librerías que necesitan ser abastecidas y, además, la lógica de pagos diferidos en un escenario de alta inflación termina favoreciendo las transacciones. En cambio, en Brasil, si uno paga a 90 días, la ganancia inflacionaria es de apenas un 1%. Para obtener un 16%, sólo con inversiones de riesgo.
–En relación al trabajo de las pequeñas editoras, ¿qué aspectos del cooperativismo de las editoras argentinas planean llevar a la Bienal de Río de Janeiro como una novedad para el mercado brasileño?
–Espero que hagamos algo inédito en la Bienal de Río. Río se ha convertido en la capital mundial del libro, ¿verdad? Lo ha hecho. Vamos a montar un stand colectivo con 20 editoras, algo que para ustedes es muy común. Para Argentina, esto es lo más usual, lo hacen con naturalidad. En Brasil no es tan común. Entonces, vamos a tener un stand de 200 metros cuadrados con 20 editoras independientes, por primera vez en la Bienal de Río. Y muchas de las cosas que estoy viendo en Buenos Aires, las voy a llevar al grupo en Brasil. Ustedes protestan como si fuera una fiesta y hacen fiesta como si fuera protesta, ¿no? Es impresionante la facilidad para unirse. Ese es el resultado que veo. Y es muy bueno que ocurra y estoy llevando muchas de las cosas que escuché aquí para la Bienal de Río y para mi vida editorial. Creo que la situación de las librerías y bibliotecas aquí, que compran, que tienen un horario específico en el evento y jornadas profesionales es un estímulo que debemos llevar a Brasil.