domingo, 31 de mayo de 2009

Recuerdo de un traductor


Marietta Gargatagli publicó la siguiente noticia en El Trujamán –la sección diaria del Centro Virtual Cervantes dedicada a la traducción– el 20 de febrero de 2002. Tal vez por su objeto, valga la pena recordarla, volviéndola a publicar en este blog

Datos para una biografía: José Salas Subirat

Los traductores nunca tienen biografía. José Salas Subirat, primer traductor de Ulises al castellano, es un ejemplo de las fantasías del anonimato. Una primera versión sobre su vida, oída en Barcelona, indicaba que pertenecía a la ilustre diáspora catalana en Venezuela. Con el Ulises traducido bajo el brazo y atravesando los bosques tropicales habría llegado hasta Buenos Aires para depositar sobre el escritorio de un atónito Santiago Rueda los miles de folios de su versión castellana de Joyce. Una segunda versión cambiaba un solo detalle: Salas pertenecía a la ilustre colonia catalana del Río de la Plata y nunca había estado en Venezuela. La tercera versión, conocida gracias a William D. Ilgen, de la Universidad de Carolina del Norte, Jordi Arbonés, traductor catalán, y José Isaacson, escritor argentino, revela lo más parecido a la verdad.

José Salas Subirats nació en Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal, el 23 de noviembre de 1890. Murió en esa ciudad, el 29 de mayo de 1975. Como Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammett, trabajaba para La Continental, aunque en su caso era una compañía de seguros.

Escribió poemas (Las hélices del humo, 1942); obras de ficción (La ruta del miraje, 1924; Pasos en las sombras, 1926; Señalero, 1944); ensayos (Marinetti: un ensayo para los fósiles del futurismo, 1926 y 1928; Carta abierta sobre el existencialismo, 1954); textos que ahora llamaríamos de autoayuda (La lucha por el éxito, 1953; El secreto de la concentración, 1953) y libros sobre seguros porque era la actividad a la que se dedicaba.

Entre un viajero tropical y un sólido vendedor de seguros hay un abismo. También entre la excelente versión de Ulises y títulos como La lógica del seguro de vida, reeditado varias veces y considerado un clásico en la materia. Indagar ese abismo parece una tarea prometedora. El prólogo de Salas Subirats, que acompañaba aquella vieja edición de Joyce (Rueda, 1945), es muestra suficiente de su genio y de nuestro asombro.

Un nuevo encuentro en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires


El viernes 29 de mayo, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires tuvo el gusto de recibir a Mirta Rosenberg, poeta de larga trayectoria, quien, desde 1978, se dedica profesionalmente a la traducción del inglés y del francés. La reunión giró alrededor de la experiencia llevada a cabo en la Casa de la Poesía –hasta la última gestión del Gobierno de la Ciudad, ubicada en la Biblioteca Municipal "Evaristo Carriego"–, donde Mirta dirigió por cuatro años un taller de traducción de poesía. La charla y posterior discusión giró en torno de la metodología empleada y, aprovechando la presencia de otros poetas traductores, se discutió fundamentalmente sobre prosodia. Con todo, hubo tiempo para que la conversación abordara otros problemas específicos, como el de las distintas especies del castellano, la actitud de las editoriales españolas frente a las particularidades del castellano que se habla en Latinoamérica, los abusos que sufren los traductores latinoamericanos cuando su trabajo cae bajo las garras de los correctores de estilo peninsulares, etc.

Mirta Rosenberg publicó los libros de poesía Pasajes (1984), Madam (1988), Teoría sentimental (1994) y El arte de perder (1998), entre otros. Deteniéndonos solamente en su trabajo como traductora de poesía, ha traducido y publicado a Katherine Mansfield, William Blake, Walt Whitman, Emily Dickinson, Anne Sexton, Dereck Walcott, Marianne Moore, Hilda Doolittle, W.H.Auden, James Laughlin, Seamus Heaney y Anne Talvaz, entre muchos otros. Desde 1986, integra el Consejo de Dirección de la publicación trimestral Diario de Poesía. En 1990 fundó el sello editorial Bajo la Luna, de Rosario. Desde 1998 se encarga de la traducción del material extranjero (inglés, francés, italiano y portugués) de la revista dominical del diario argentino La Nación.

viernes, 29 de mayo de 2009

Sombreros "altos de forma"


Las señoras recientemente divorciadas y la traducción, según Umberto Eco


Unos meses después del artículo de Javier Marías, también en 2007, y sin que mediara relación alguna, Umberto Eco publicó en L’Espresso un artículo donde corrobora los mismos usos y costumbres a los que se refería Marías. El texto, traducido por Mirta Rosenberg, es el que se copia a continuación.


Acabo de regresar de Berlín, donde se realizó un encuentro (en realidad, la celebración de los primeros diez años de vida) del Fondo Alemán de Traductores (Deutscher Ubersetzerfonds), una organización que patrocina, asiste y defiende la labor de los traductores, además de promover encuentros y reuniones de alto nivel cultural, como éste al que he asistido. La importancia que dan los alemanes a esta organización se puso de relieve con la presencia del presidente de la República.

El hecho de que desde hace décadas se presta atención al fenómeno de la traducción se hace evidente a partir del nacimiento de centros universitarios y revistas dedicados a su estudio. Los motivos son muchos, pero el primordial es que, aunque se puede prever que algún día todos hablaremos solamente inglés, de hecho hoy diversas lenguas se ven obligadas a confrontarse, y basta pensar en el número de intérpretes simultáneos que se necesitan en las reuniones del Parlamento Europeo o en el hecho de que muchos ciudadanos estadounidenses son ahora bilingües, con caracterizaciones de diversa clase de español.
Una de las luchas de los traductores ha sido, desde hace años, la de hacer constar su nombre en la portada (no como coautor, pero, al menos, como mediador fundamental) y que no aparezca relegado en cuerpo pequeño en la página de créditos editoriales que ahora llamamos impropiamente colofón. Debo decir que es una batalla ganada, al menos en el caso de los principales sellos editoriales, pero el otro día alguien se lamentaba porque esa costumbre se ha generalizado en el caso de las traducciones literarias, pero no en las traducciones ensayísticas, como si traducir un ensayo filosófico no fuera más esforzado que traducir una novela de amor. Me parece que también en el caso del ensayo ha crecido el respeto por el traductor, pero si alguien se lamenta quiere decir que aún existen faltas de respeto.

A muchos les podrá parecer inverosímil, pero les aseguro que la absoluta mayoría de los lectores, aunque estén leyendo un libro de un extranjero, no se dan cuenta de que está traducido. Se trata de un fenómeno psicológico bastante complejo, pero me ocurrió, al encontrarme en un país extranjero en el que se había traducido un libro mío, que se me acercaban personas que me hablaban en su propia lengua y que quedaban atónitas por que yo no las entendía. Se quedaban atónitas porque me habían leído en esa lengua y por lo tanto creían que era yo el que hablaba de ese modo.

Es duro y paradójico el esfuerzo del traductor, que debe hacer lo máximo para volverse invisible, como si estableciera un diálogo directo entre los lectores y los autores originales, y que sin embargo querría (con justicia) que esa invisibilidad fuera premiada con una cierta visibilidad. No obstante, el éxito del traductor es precisamente el logro de la invisibilidad: sólo en los libros mal traducidos se advierte que en la lengua de llegada hay forzamientos, giros y expresiones fatigosas, cuando no directamente inverosímiles. El lector ingenuo encuentra ese libro difícil de leer y el lector advertido, en cambio, sospecha inmediatamente algún error de traducción, y a partir de ese error es capaz de adivinar lo que decía en el texto original.

Recientemente, en un ensayo que no nombraré (traducido del francés), leí que un fulano llevaba un sombrero alto di forma (alto de forma). En italiano, esta expresión, además de ser insólita, no dice nada: ¿qué es un sombrero alto di forma? ¿Un cono como el del mago Merlín, un turbante de un eunuco del serrallo, un chambergo al estilo del capitán Fracassa, con penacho incorporado? En realidad, en francés, un sombrero haut-de-forme es un sombrero de copa. Como un sombrero alto di forma no quiere decir nada en italiano, el traductor debería haber albergado alguna sospecha, y le hubiera bastado abrir un diccionario (por ejemplo, en el mío, Boch Zanichelli, haut-de-forme tiene una entrada propia). ¿Por qué no lo hizo (y he advertido en el mismo libro otras amenidades por el estilo)? Porque estaba apurado, o porque era el profesor deshonesto de siempre que había hecho trabajar gratis al estudiante más estúpido (estúpido porque traduce mal y estúpido porque se deja explotar). Y he aquí otro tema central en cada encuentro de traductores: el pago.

Hay países en los que el traductor recibe un porcentaje de los derechos (y, por lo tanto, está personalmente interesado en el éxito del libro) o, en todo caso, recibe un pago que le permite dedicarle dos o tres años a una traducción. Y hay otros países en los que el pago es miserable y el traductor debe traducir varios libros al año y, por lo tanto, es obvio que lo hará a los apurones. Muchas veces, como el pago es escaso, se les da el trabajo a personas que lo hacen para pasar un período difícil. Por haber trabajado en editoriales durante muchos años, sé que suelen proponerse como traductoras muchísimas señoras recientemente divorciadas. Pero sobresalen de la multitud los traductores por amor, que harían el trabajo aunque fuera gratis. Porque también los hay. Pero sería mucho pretender que para ser bueno en un oficio haya que contar con una familia rica.

La justa indignación de Javier Marías


El 28 de enero de 2007, el escritor y traductor español Javier Marías escribió una columna en el diario El País, de Madrid, donde señalaba la indignación que le producían las condiciones de trabajo a las que las principales editoriales de su país sometían a los traductores literarios. La situación actual en el mercado español es todavía peor. Ahora bien, si en España es así, ¿qué nos queda esperar en Latinoamérica?

El comino de nuestra lengua

Pocas veces he sentido más indignación que al leer el reportaje que sacó este diario hace dos semanas, de Virginia Collera y Enrique Murillo, sobre la actual situación de los traductores en España. No se me escapa que empezar así resulta un tanto hueco y retórico, dado que, como ustedes saben y padecen, me indigno aquí a menudo. Pero la cantidad de indignaciones no merma la calidad de cada una, y esta ha sido de primera. Hace mucho que no traduzco, con alguna excepción para mi editorial, Reino de Redonda, para la cual lo hago gratis, claro está. Pero en los años setenta y ochenta fue una de mis maneras de ganarme –mal– la vida. Se trata, desde siempre, de una tarea tan importante como mal retribuida y considerada, y a lo largo de decenios los traductores han esperado que al mundo de la edición llegase gente que supiese ser justa con ella: que se dignase poner el nombre del traductor, sin falta, y como se hace en Francia, en la cubierta de los libros; que no fuese indiferente a su calidad; que pagase como es debido algo extremadamente difícil –a veces milagroso– y esencial; que no viese esa actividad como un trámite, o un inevitable engorro, sino como lo que más hay que cuidar a la hora de publicar una obra escrita originalmente en lengua extranjera.

Las condiciones, sin embargo, no sólo no han ido a mejor, sino que han empeorado vergonzosamente. Si por las traducciones literarias se pagaba poco, ahora menos. Si antes se retribuía por folio, ahora la avaricia y tacañería de muchos editores los lleva a descontar cuanto no contenga texto –los diálogos, los puntos y aparte, los versos, los finales de capítulo, los sangrados–, como si las pausas no formaran parte de los textos y como si éstos se escribieran en un rollo de papel higiénico ancho, todo seguido. (Esto hace que los traductores ingresen un 20% menos … de lo que ya era una miseria.) Por último, cuentan Collera y Murillo, hay ya unas cuantas editoriales, algunas riquísimas –Planeta, Random House Mondadori, Gredos, Urano–, que llevan a cabo una de las prácticas más vejatorias, explotadoras e insensatas que se pueden concebir: “subastas a la baja”, consistentes en que el editor ofrece un libro a tres o cuatro traductores, y el que esté dispuesto a vertérselo al castellano por una tarifa más baja, se llevará el gato al agua. Esto equivale a premiar al que tiene en menos su tarea, al que –en consonancia con el ridículo precio acordado– se tomará las molestias mínimas y entregará una chapuza, al que no se sentirá obligado ni a consultar el diccionario en caso de duda, ni tendrá reparo en cambiar o suprimir los pasajes que no entienda bien. En suma, al que tradicionalmente se llamaba “intruso” o “revientaprecios”. Es justamente lo contrario de lo que se hace en Francia, donde, si un traductor se ofrece a trabajar por una tarifa inferior a la habitual, el editor desconfiará de él, dudará de su competencia y de la estima que su propia labor le merece, y, ya sólo por eso, no le entregará la obra. Aquí, el mundo al revés. Cuanto más barato sea alguien, más trabajo se le dará. Claro que también se puede ser barato por desesperación o por bisoñez, porque hay que sacar dinero de donde sea o porque se está empezando y es lo único que se quiere, empezar. Pero lo más frecuente es que se sea barato por mediocridad, aprovechamiento o haraganería.
Más de una vez he hablado del lamentable estado de nuestra lengua y de nuestras traducciones en particular, de las cuales nos nutrimos tanto o más que de lo escrito en español (¿o es que no son traducción innumerables noticias de prensa y televisión, o los subtítulos de las películas y las series?). Pero es que el círculo vicioso ya está creado, gracias en buena medida a los editores iletrados y avaros: éstos dan el trabajo al más pringado, éste aplica la ley de la jeta y no se molesta en mejorar, los críticos casi nunca enjuician las traducciones, para bien ni para mal, de modo que esos editores a los que se les debería caer la cara de vergüenza por ofrecer productos defectuosos cuando no infames, jamás son reprendidos por nadie ni ven disminuir sus beneficios, como merecerían; y a los lectores, por último, parece darles todo igual, o ya no saben distinguir. Hoy hay muchos que creen estar al día y haber leído a los mejores autores extranjeros, cuando lo único que han leído es un burdo simulacro, patoso y lleno de infidelidades y errores, de lo que originalmente escribieron. Así como uno no compra la leche Tal o los embutidos Cual, la nevera X o el ordenador Z porque sabe que son una porquería, a estas alturas deberíamos ya saber que de la editorial H o V uno jamás debe adquirir un libro traducido. Yo mismo podría darles aquí una pequeña lista, pero esa no es mi misión. Lo sería de los críticos, en primer lugar, y de los propios lectores a continuación. Y sólo así, al cabo del tiempo, podría acabarse con lo que expresaba un veterano traductor en el reportaje mencionado: “Hasta que podamos demostrar que las traducciones, las buenas y las malas, afectan a las ventas, a las editoriales les importarán un comino”. Las traducciones también conforman –cada vez más– nuestra lengua, y ésta, francamente, jamás debería importarnos un comino a ninguno de los que la hablamos.

jueves, 28 de mayo de 2009

Una estrategia de trabajo: Anuvela®

Gracias a Juan Gabriel López Guix, quien tuvo la amabilidad de acercárnoslo, se publica a continuación el texto que las traductoras españolas Verónica Canales, Laura Manero y Ana Alcaina, miembros del colectivo Anuvela® (www.anuvela.com), invitadas por el Comité de Traducción Literaria de la F.I.T., leyeron en la la Lesezelt de la Feria del Libro de Frankfurt 2007, con el título de Translating Barcelona: Rebel Translators — How to survive as a literary translator in the Catalan publishing industry: the experience of Anuvela®, posteriormente publicado posteriormente en el número 38, invierno 2007-2008, de la revista Vasos Comunicantes, de ACE Traductores.

Intervención de Verónica Canales:
Panorama general

Con objeto de explicar el nacimiento de Anuvela®, empezaremos por describir a grandes rasgos el contexto de la traducción literaria en Barcelona, ciudad en la que trabajamos.
Hablando en términos generales, Barcelona es, con mucho, la capital de la publicación literaria en España, ya que produce un 35,8% del total de publicaciones nacionales. Por tanto, también se trata de un importante centro para la traducción literaria. La principal lengua traducida al español es el inglés (con un 49,9% de libros traducidos), aunque no podemos olvidar la creciente presencia del francés (10,99%), el alemán (6,41%) o el italiano (4,53%). Además, según un estudio de la UNESCO, España es el segundo país europeo donde más traducciones se publican (194.965) después de Alemania (229.756).

Por lo que a la lengua catalana se refiere, sin duda alguna, Barcelona es el centro principal de literatura traducida a este idioma: un 9,16% de traducciones publicadas en España (los libros en español son los más traducidos al catalán, un 48,58%, en comparación con los libros que se traducen del inglés al catalán). En Cataluña la principal lengua de llegada es el español, seguida muy de cerca por el catalán. Este panorama podría llevarnos a pensar que Barcelona es el Paraíso para el traductor literario, pero no podemos pasar por alto las condiciones de esta ocupación en España. La realidad habla por sí sola:

-La gran mayoría de editoriales no han revisado sus tarifas de traducción en diez
años. De hecho, algunas editoriales sí lo han hecho, pero sólo para reducirlas. Dicha reducción ha representado al menos un 20% de pérdidas en las ganancias de los traductores literarios en los últimos años.

-Aunque la Ley del Libro española equipara el trabajo del traductor al del autor, el
traductor a menudo se considera un «colaborador externo»; es el ser invisible del proceso creativo y sus derechos de autoría no siempre se respetan.

-Las tarifas bajas y la reducción de las ya establecidas, los plazos de entrega demasiado cortos y los contratos inadecuados (e incluso la ausencia total de contrato en algunas ocasiones) supone que la acumulación de experiencia profesional no equivalga a una mejora en la remuneración ni a un aumento del prestigio del traductor literario.

-Otros estudios señalan que el número de traductores que viven de forma exclusiva de la traducción es inferior al del resto de Europa. Ésta es una consecuencia directa de las condiciones mencionadas con anterioridad. Todo ello ocurre «en una economía en la que el coste de la vida ha aumentado significativamente debido a la creciente integración de España en el sistema económico mundial». Y en Barcelona, una de las ciudades más caras del país.

Teniendo en cuenta este panorama tan descorazonador, ¿por qué iba a querer nadie convertirse en traductor literario y aspirar a sobrevivir con esta profesión creativa? Un traductor literario es un profesional movido por la vocación, que no inicia su andadura profesional (ni la sigue) con la meta de hacerse rico.


En España existen distintas vías para llegar a ser traductor literario, aunque, recientemente, el camino más común es el del título universitario en Traducción (hace treinta años dicha titulación no existía y la gran mayoría de profesionales procedían de carreras de Humanidades). Con todo, el factor suerte (estar en el lugar adecuado en el momento adecuado) tiene mucho que ver con el logro del «primer libro». En pos de ese objetivo, los aspirantes a traductor envían miríadas de currículos a cuanta editorial puedan localizar. Los futuros traductores aceptan diversos encargos que les servirán como experiencia profesional y para ir «haciendo currículum»: subtitulación de películas, localización de software, traducción de tesis doctorales, páginas web, etc…
Y un día llega por fin el tan anhelado manuscrito: el buen traductor se entrega en cuerpo y alma a la labor translatoria al margen de cuál sea el título o su autor. Esta actitud le garantizará, en la mayoría de los casos, un nuevo encargo y otro y otro…

En esta cadena de trabajos literarios existe un elemento fundamental, un elemento que a menudo se idealiza y que fue esencial para la creación de Anuvela®: la soledad del traductor literario. ¿Cuáles son las consecuencias de esta soledad y cómo pueden paliarse? Sobre todo a través de asociaciones profesionales y asociaciones informales (o, en el caso de Anuvela®, la amistad). En España no existe un único organismo global de traductores, sino diversas asociaciones. Sin embargo, no todas ellas cuentan con un gran número de miembros. El traductor literario necesita relacionarse con sus colegas y por ello se afilia a asociaciones profesionales, no obstante (y siempre según el Libro Blanco de la traducción) son muchos los traductores que no se sienten adecuadamente representados por algunas de estas asociaciones (que no comparten un único criterio que las haga fuertes frente a las editoriales y que impide que defiendan «reivindicaciones comunes»). Debido a esta situación, hay traductores que se sienten «solos» desde un punto de vista profesional.

Por otro lado, debe tenerse en cuenta la soledad del traductor literario a la hora de traducir estrictamente hablando (pues la gran mayoría trabaja desde casa). Las nuevas tecnologías (Internet, chats especializados, foros de traducción) pueden ayudarnos a paliar nuestra soledad durante la labor creativa. Sin embargo, para algunos de nosotros, y éste es el caso de todos y cada uno de los miembros de Anuvela®, el contacto directo con los colegas es fundamental, así como un imperativo profesional para el buen desarrollo de nuestra creatividad.
La asociación informal, la amistad en nuestro caso, puede dar como fruto una nueva visión de la creación en equipo. Se trata de un fenómeno que no es en absoluto novedoso en el mundo de la traducción literaria, pero Anuvela® lo enfoca de una forma muy diferente y original, como ahora explicará Laura.

Intervención de Laura Manero:
Un despacho compartido por traductores

Para combatir la soledad de la que acaba de hablar Verónica y trabajar en un entorno menos aislado, hará unos cinco años, siete de nosotros alquilamos un despacho. Una vez empezamos a trabajar en un espacio común, tuvimos la insólita oportunidad de ser testigos de la práctica profesional de nuestros compañeros, lo cual resultó ser una experiencia muy enriquecedora en más de un sentido:

-En cuanto a la forma de trabajar el texto en sí: el mero hecho de compartir un espacio común crea per se un foro en el que discutir cualquier duda que pueda plantear una traducción, y el despacho se convierte entonces en un lugar en el que intercambiar opiniones, metodología, y debatir posibles soluciones.

-Y en cuanto a la vertiente más prosaica del trato con la editorial, se tiene ocasión de comparar de una forma más directa las condiciones laborales de una u otra empresa, tarifas, diferencias en cuanto a contratos, cambios inesperados de plazos de entrega y reacciones o propuestas ante ellos, etc. De esta forma se tiene una perspectiva más global de la relación entre traductor y editor.

En nuestro caso, este intercambio de experiencias desembocó en un proyecto conjunto que iba más allá de la sola confluencia espacial. Inevitablemente, nuestra peculiar reunión trascendió a las mesas de nuestros empleadores, que empezaron a interesarse en lo que nosotros siempre llamábamos «el despacho». Más adelante, cuando alguno de nosotros no estaba en disposición de aceptar un encargo, preguntaban si alguno de nuestros compañeros podría hacerse cargo de él, y al final terminaron por ofrecernos abiertamente compartir encargos de traducción. Fue entonces cuando comprendimos que teníamos algo interesante que ofrecer.

La división de libros entre varios traductores no es una práctica desacostumbrada en las editoriales. Los avances tecnológicos han acelerado los procesos productivos del sector editorial, pero el tiempo necesario para la parte artesanal del trabajo sigue siendo el mismo; no somos más rápidos traduciendo por tener un ordenador más potente. Así pues, si bien no es su primera opción, en numerosas ocasiones los editores se ven obligados a dividir un libro entre dos o más de sus colaboradores habituales por cuestiones de calendario. Esto repercute directamente en la labor del traductor, que trabaja entonces con una parte mutilada del texto completo, no suele conocer a los demás «negros» y, por tanto, no pueden debatir puntos oscuros ni trazar unas directrices generales. Después, es labor del corrector o del redactor de mesa remendar ese particular Frankenstein literario. Nosotros, por el contrario, en todo momento estábamos en contacto y podíamos, así, salvar las dificultades generadas por la división del trabajo. Estaba aún por ver cuál sería el resultado.

Nuestro primer proyecto resultó ser una recopilación de mitos eróticos del mundo. Por primera vez pusimos en práctica un sistema de trabajo en equipo y creamos mecanismos de comprobación que nos permitirían producir textos cohesionados y unificados, tanto tipográfica como estilísticamente. Trabajar con relatos nos resultó de ayuda en esa ocasión, pues la antología se prestaba a la promiscuidad de ser traducida por muchas manos y podía repartirse sin demasiados miramientos; cada cuento procedía de una tradición cultural diferente y, por tanto, cada traductor podía y debía imprimir su propio estilo sin que la totalidad de la obra se resintiera por ello.

Entregado ese primer trabajo, pasó poco tiempo antes de que la editorial volviera a recurrir a nosotros para encargarnos una traducción colectiva. Empezamos a darnos cuenta de varias cosas:

1. Estábamos perfeccionando una práctica que venía realizándose desde hacía años, pero con un resultado mucho más satisfactorio a causa de nuestras estrategias de coordinación y de trabajar en contacto.

2. El hecho de que varias personas traduzcan un mismo texto implica que también son muchos más los ojos que leen y reparan en los puntos conflictivos de un libro,
de manera que es como si la traducción se revisara repetidamente durante todo el proceso. Las decisiones de traducción también están mucho más reflexionadas, puesto que son resultado del debate de varios puntos de vista opinantes.

3. En lo tocante a las condiciones laborales, el hecho de que el editor acuda a nosotros, como grupo, en busca de un buen resultado profesional cuando se encuentra con un apuro de tiempo, nos da la posibilidad de negociar desde una posición algo más aventajada que la habitual en un traductor literario.

Con el tiempo, hemos ido modificando y perfeccionando esos mecanismos de trabajo en equipo, y eso nos ha permitido embarcarnos con éxito en la división no sólo de recopilaciones de relatos, sino también de obras de narrativa. Esto es, no de cualquier obra de narrativa, sino únicamente aquellas en las que el papel principal lo ostenta la trama, y no
tanto la voz autoral. Esto ha sido posible gracias a que hemos aprendido paulatinamente a coordinar diversos aspectos de nuestras traducciones colectivas trabajando en diferentes tipos de libro: relatos, en primer lugar; después, la biografía de un famoso futbolista; una enciclopedia de mitología; y, por último, novelas.

Cada uno de nuestros proyectos ha sido estudiado siempre individualmente y no se ha aceptado hasta considerar que contábamos con las condiciones óptimas para poder llevarlo a cabo con un resultado satisfactorio; es decir, no somos una agencia de traducción en la que se aceptan todas las ofertas, sino que tan sólo aceptamos proyectos que consideramos viables y nos interesan, lo cual es muy diferente, pues seguimos siendo, ante todo, traductores literarios.
De ahí —de nuestra condición de traductores literarios— que siempre especifiquemos en el contrato qué tanto por ciento de la traducción pertenece a cada uno, pues con nuestro trabajo en equipo no renunciamos a la autoría, sino que reivindicamos una traducción realizada por un colectivo cuyos miembros son en todo momento conocidos y reconocidos como autores de la traducción. Nos gusta pensar que, en este sentido, somos también una especie de blanqueadores del «negro» de la traducción, por así decir, ya que nuestra propuesta pone fin a la división de proyectos bajo mano, cuando el plazo es demasiado apretado, con otros compañeros que nunca serán conocidos por la editorial, o por los lectores, o por los organismos reguladores de los derechos de autor.

Con esta fórmula creemos haber encontrado un hueco profesional que estaba aún por ocupar. En un mundo literario en el que la colaboración de varios traductores no siempre está muy bien vista y en el que las editoriales suelen ser reticentes a expresar en los créditos que un libro ha sido traducido por dos o más profesionales, sostenemos que hay una forma de hacer bien algo que durantes años venía haciéndose a hurtadillas... siempre que las condiciones permitan que pongamos en práctica una metodología que consideramos imprescindible y que Ana desarrollará a continuación.

Intervención de Ana Alcaina:
Metodología y dinámica de trabajo

Cuando la propuesta de traducción llega a la mesa de Anuvela®, nos reunimos y
discutimos todos los aspectos prácticos y teóricos del encargo y, en función de factores tales como la disponibilidad, el plazo de entrega, la tarifa y el interés que despierte entre nosotros el libro en cuestión, decidimos quiénes participarán en el proyecto. La mayoría de las veces, renegociamos con la editorial la tarifa de traducción, puesto que otros aspectos como el plazo de entrega y la posibilidad de una mayor participación en los derechos de autor del libro suelen ser, en nuestra experiencia, innegociables. Cuando la editorial acepta renegociar en términos satisfactorios las condiciones de trabajo, aceptamos el encargo y nos ponemos manos a la obra (por regla general, inmediatamente, en algunos casos aparcando o postergando otros encargos que nos ocupan en esos momentos). Por término medio, han sido escasas las ocasiones en las que hemos participado todos los miembros de Anuvela® al completo en una misma obra, (y de hecho, no tienen por qué participar todos) lo cual da una idea de la confianza que cada uno de nosotros tiene depositada en la capacidad profesional de los demás miembros, puesto que siempre insistimos (cuando no exigimos) firmar todos nuestros trabajos colectivos con el nombre de Anuvela®, sean quienes sean los que participen finalmente en el proyecto. Esto también se debe a la dificultad de coordinar la disponibilidad y el grado de participación de cada uno de nosotros en el proyecto, puesto que es cada uno quien decide, de manera individual, si le interesa o no, por las razones que sean, participar en la traducción de determinado libro.

A continuación, y siempre que las condiciones de trabajo así lo permitan o establezcan, designamos un coordinador del libro en cuestión, cuya función, además de participar activamente en la traducción de una parte de él, consiste en hacer de puente entre el grupo de trabajo y la editorial, coordinar las entregas, leer y unificar la traducción y, en última instancia, realizar una corrección de estilo del libro antes de la entrega. En nuestro primer proyecto en común, dedicamos mucho tiempo a que todos y cada uno de los miembros del grupo leyesen la traducción que habían realizado los demás, escuchando en voz alta incluso el trabajo de los demás traductores, pero los encargos posteriores pusieron de manifiesto la imposibilidad de llevar a cabo esta «corrección coral», por llamarla de algún modo, en todos los encargos, básicamente por falta de tiempo. Vimos también que resultaba mucho más factible confiar la labor de coordinación y corrección a una sola persona encargada de realizar el seguimiento absoluto de todo el libro, labor que, por otra parte, nunca recae en la misma persona.

Tras designar al coordinador, y a medida que se va avanzando en la traducción y que van surgiendo las dudas y la necesidad de establecer criterios de traducción unificados para ese libro en concreto, son muchas las sesiones de auténtico brainstorming que tienen lugar en la sede de Anuvela®, a veces tensas por la pasión con que el traductor (individualista por naturaleza) defiende su opción, su idea, su creación, ante las opciones, las ideas y las creaciones de los demás traductores con respecto a una misma duda o problema, y otras veces, para qué negarlo, son sesiones verdaderamente hilarantes, pero siempre absolutamente enriquecedoras, tanto para nosotros como para la calidad final de la obra traducida.

También sacamos un provecho infinito de las nuevas tecnologías abriendo un documentode uso compartido, colgado en Internet y cuyo acceso está restringido a los participantes en la traducción. En el documento se exponen a grandes rasgos las dificultades del texto concreto y las soluciones acordadas y se elabora una especie de glosario «a medida» a fin de facilitar la labor de unificación. En dicho documento cabe, además, la posibilidad de abrir un debate en línea paralelo al texto, es decir, si alguno de nosotros no se encuentra físicamente en la sede de Anuvela®, existe la posibilidad de hablar en tiempo real en una pantalla estilo Messenger y discutir así aspectos relacionados con la traducción con mucha más inmediatez que usando el correo electrónico e incluso el teléfono, aunque desde luego, nada supera al lujo que supone poder traducir físicamente en un mismo espacio, aunque las interrupciones para discutir alguna idea vayan a veces en detrimento de la capacidad de concentración del equipo en general. Para solucionar esto último, a veces interrumpimos nuestro trabajo en un momento dado para poder abrir una sesión de debate y luego continuamos traduciendo. Una vez finalizado el proceso de traducción, entregamos el trabajo y seguimos con nuestros encargos anteriores, a la espera del feedback de la editorial y de los lectores.

Por último, y a modo de conclusión, nos gustaría hacer hincapié en el hecho de que nuestra máxima aspiración profesional es poder vivir de nuestro trabajo, ni más ni menos. A pesar de lo mucho que podamos llegar a disfrutar con lo que hacemos, nuestro trabajo no es ningún hobby, sino la forma que tenemos de ganarnos la vida. En este sentido, el traductor se parece mucho al editor, quien, además de disfrutar enormemente con su trabajo, tiene como uno de sus principales objetivos sacar adelante su editorial, y aunque entendemos que para ello muchas veces ofrece al traductor, al menos en España, tarifas «competitivas» (para él) y a menudo irrisorias (para nosotros), también el editor debe entender que el traductor, puesto que debe sacar adelante su vida, tiene que tratar de negociar la tarifa a su favor o, en última instancia, y siempre que esto es posible, rechazar la tarifa o el libro que se le ofrece. En este sentido es necesario trazar una línea divisoria entre el traductor profesional, que trabaja para ganarse la vida, y el traductor ocasional, cuya actividad principal no es la traducción sino que ésta es complementaria a otro trabajo. La aceptación de tarifas bajas por parte de ambos, aunque sea por razones distintas, constituye uno de los aspectos de la actual coyuntura de la traducción literaria en España: tarifas que, tal como decía Verónica al principio, no sólo no han subido en los últimos diez años, sino que en algunas editoriales han bajado y siguen bajando. Otras razones importantes que explican esta situación son la industrialización progresiva del sector editorial, que suele minimizar los costes en los procesos de preimpresión para obtener mayores beneficios, y también a causa del monopolio de la distribución, que se queda con un alto porcentaje del precio de venta total del libro. Todo ello a pesar de la constante aparición de nuevas editoriales, hecho que hace suponer que, como negocio, la industria editorial sigue siendo atractiva (y rentable) para el empresario/editor. Se da la circunstancia de que los proyectos realizados en común, bajo el emblema de Anuvela®, son los más gratificantes económicamente, hecho que nos permite compaginar este tipo de traducciones con otras no tan «alimenticias» para el bolsillo pero sí para el intelecto, o incluso disfrutar de la vida que hay más allá de la pantalla del ordenador, es decir, trabajar para vivir y no vivir para trabajar.

Fuentes de referencia:
-La literatura catalana i la traducció en un món globalitzat, Carme Arenas y Simona Škrabec, Institut Ramon Llull, Institució de les Lletres Catalanes, Barcelona, 2006.
-«Panorámica de la edición española de Libros», Subdirección General de Promoción del Libro,
Ministerio de Cultura, 2007.
-Libro Blanco de la traducción en España, ACE Traductores, Madrid 1997.
-«Traducciones crecientes, dinero menguante», Virginia Collera, El País, 6 de enero de 2007.
-De te fabula narratur: los sistemas de cómputo y el rendimiento del trabajo de traducción en el sector editorial, Carlos Milla Soler; Marta Pino Moreno, Vasos Comunicantes, n.º34, Madrid, 2006.
-Base de Datos del Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios.
- (http://www.ceatl.org/)
- Index Traslationum http://portal.unesco.org/culture/en/ev.php-
URL_ID=22244&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.htm

What made the Greeks laugh?


Por cortesía del poeta irlandés Peter Sirr, un reciente artículo de Mary Beard en The Times, colgado en el blog Texts and Translations (cfr. la columna de la derecha, de Revistas de traducción):

"In the third century BC, when Roman ambassadors were negotiating with the Greek city of Tarentum, an ill-judged laugh put paid to any hope of peace. Ancient writers disagree about the exact cause of the mirth, but they agree that Greek laughter was the final straw in driving the Romans to war". (ver más en http://entertainment.timesonline.co.uk/tol/arts_and_entertainment/the_tls/article5759723.ece?&EMC-Bltn=9EJE8A)

miércoles, 27 de mayo de 2009

¿Será útil la teoría de la traducción para los traductores?

Un artículo de Lawrence Venuti

Autor de Our Halcyon Dayes: English Prerevolutionary Texts and Postmodern Culture (1989), The Translator's Invisibility: A History of Translation (1995) y The Scandals of Translation: Towards an Ethics of Difference (1998) y editor de las antologías Rethinking Translation: Discourse, Subjectivity, Ideology (1992 y The Translation Studies Reader (2da. ed. 2004), una recorrida de la cuestión desde la antigüedad hasta el presente, Lawrence Venuti es profesor de literatura contemporánea en lengua inglesa y traductor de Dino Buzzati, Juan Rodolfo Wilcock, Antonia Pozzi entre otros. El artículo por él escrito que se propone a continuación fue publicado en Vasos Comunicantes nº16, con traducción de Juan Gabriel López Guix, y puede consultarse siguiendo el link. (http://www.acett.org/ficha_vasos.asp?numero=16&punto=1)

Ficción y traducción


Un artículo pionero


La argentina Marietta Gargatagli y el español Juan Gabriel López Guix, teóricos y traductores de reconocida trayectoria, vienen trabajando desde hace muchos años en las relaciones entre Borges y la traducción. Tal vez entonces valga la pena recordar un viejo trabajo que publicaron en Livivs nº1, en 1992, que puede leerse en http://www.histal.umontreal.ca/espanol/documentos/ficciones_y_teorias_en_la_traduccion.htm

martes, 26 de mayo de 2009

El traductor como intérprete


El español Miguel Sáenz es célebre por sus traducciones de Bertold Brecht, Alfred Döblin, Franz Kafka, Gunther Grass y, fundamentalmente, Thomas Bernhard, entre otros muchos autores de lengua alemana. "El castellano bien templado", que liga la traducción a la música, fue publicado en Entreculturas, nº 1, 27-3-2009 y puede consultarse en http://www.entreculturas.uma.es/n1pdf/articulo02.pdf

"Una realidad inexplicable"


Entrevista con Nick Caistor


Traductor de Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Ildefonso Falcones y Juan Carlos Onetti, entre otros muchos autores de lengua castellana, Nick Caistor es un especialista británico en literatura argentina. A su paso por Buenos Aires en 2008, invitado por la fundación TYPA para su “Semana del editor”, conversó con Jorge Fondebrider sobre los gajes de su oficio.

–¿Por qué se interesó por la literatura argentina?
–Porque viví dos años aquí. La familia que me hospedaba me sometió a un tratamiento intensivo: Borges, Arlt, Cortázar... Tuve la suerte de poder conectar lo que estaba leyendo con lo que pasaba a mi alrededor. Así que, al volver a Inglaterra, empecé a traducir literatura en castellano, conservando siempre un espacio especial para la literatura de este país.

–¿Por qué?
–Por la melancolía, que es tan característica de esta ciudad. A diferencia del realismo mágico de otras partes de Latinoamérica, acá hay una visión bastante ácida y melancólica de la realidad que se traduce muy bien al espíritu inglés.

–¿A qué lo atribuye?
–A que Buenos Aires está muy lejos de todo y a que Gran Bretaña es una isla, lo cual es también una forma de estar lejos. El espíritu es similar. Pero esta respuesta es personal. Fíjese que lo que funciona, lo que le fue asignado a Latinoamérica, no es eso, sino el realismo mágico: Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Laura Restrepo, Angeles Mastretta... Es una lástima, pero da la impresión de que ahora, para el mercado, cada continente tiene su espacio reducido. A Latinoamérica le tocó una realidad inexplicable, donde las cosas carecen de lógica. Así que resulta muy difícil salir de eso y proponerles a los editores otro tipo de libro. Para traducir argentinos verdaderamente tengo que luchar. Considere, por último, que los escritores que son importantes en un país no necesariamente lo son en otros. Es el caso de Juan José Saer o de Ricardo Piglia. Para la Argentina son importantes, pero para otros públicos tal vez sean demasiado locales.

–Cuando uno viaja a Inglaterra y visita sus librerías, a diferencia de Francia o de Alemania, el volumen de libros traducidos no es muy grande... Por caso, autores como Pessoa, Montale o Benjamin son relativamente recientes en inglés.
–Es que la producción en lengua inglesa es abrumadora. Tenemos todo lo que se produce en Gran Bretaña e Irlanda. También, lo que se produce en los Estados Unidos, en Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, la India, el Caribe... Vale decir, el mundo entero desfila por la literatura en inglés y eso crea una ilusión de autosuficiencia.

–¿Y acaso un francés o un español no podrían pensar lo mismo?
–Vuelvo a decirle que Gran Bretaña es una isla y a los británicos eso nos sirve de justificación. Mire, le voy a dar un ejemplo, hace unos días estaba escuchando una audición de radio especializada en literatura. En un momento dado, la presentadora –una mujer aparentemente informada e influyente– le preguntó a la persona que entrevistaba quién era ese José Saramago al que mencionaba. Bueno, aparentemente podemos vivir con esos baches terribles.

–Con ese panorama, ¿qué repercusión tuvieron las traducciones de autores argentinos que realizó?
–Acabo de recibir la liquidación de mis derechos de traducción y el panorama es más bien negro. Un libro como El pasado, de Alan Pauls, que tuvo mucho éxito en Brasil y una repercusión moderada en Francia, en Inglaterra tuvo tres o cuatro reseñas, pero casi nadie lo leyó. Digamos que la clase media culta, que antes compraba libros, casi ha desaparecido. Somos más de 70 millones y el promedio de ventas de una novela ronda los mil ejemplares.

–¿Cómo determina qué libros va a traducir?
–Bueno, se imaginará que lo primero es comer. Entonces alterno un libro que me parece interesante desde el punto de vista literario con otro más alimenticio. En estos momentos tengo la suerte de estar traduciendo Segundos afuera, de Martín Kohan. De todos modos, para mí es claro que cada vez más el trabajo del traductor consiste en mucho más que traducir. Hay que llevar los autores a las editoriales, convencer a los editores, traducir, editar y después corregir porque ya nadie edita ni corrige. Después hay que buscar las reseñas porque las editoriales tampoco se ocupan. En mi caso particular, siendo británico, tengo que luchar contra los prejuicios de los editores estadounidenses porque las diferencias de nuestro inglés con el de los Estados Unidos son casi más grandes que las de ustedes con el castellano de España. A veces, incluso, tengo que tolerar que un corrector de estilo modifique mi inglés para que se adapta al gusto norteamericano...

–¿Trabaja alguna vez con los autores?
–Mi trabajo es con el texto y con mi propio idioma, no con el autor ni con su lengua. De todos modos, vuelvo a Buenos Aires todos los años para mantenerme al día. Cada traducción es cuestión de imaginación, de leer el original hasta captar la voz y la respiración del autor. Yo percibo a los autores como si fueran un personaje más de su obra y así trato de entenderlos, de seguir el camino que ellos siguieron. En un libro como Los Pichiciegos, de Fogwill, en vez de recurrir a diccionarios, preferí imaginarme cómo podría funcionar ese discurso en inglés. Cuando traduje El rufián moldavo, de Edgardo Cozarinsky, tenía muchas referencias personales que me ayudaron a imaginar la época en que transcurre y la lengua más adecuada. Con un autor como Alan Pauls busqué en mi biblioteca qué podía aproximarse a su narrativa en inglés y lo encontré cercano a Martin Amis y a otros autores de los años ochenta y noventa.

–Imagino que algunos de los autores que tradujo leen inglés. ¿Qué piensan de sus traducciones?
–En general, son amables. A veces, no obstante, piensan que saben más inglés que yo y me hacen observaciones.

–¿Fogwill, por ejemplo?

–Es una persona muy especial.

lunes, 25 de mayo de 2009

Subsidios para Frankfurt 2010


Se transcribe el documento elaborado por la comisión a cargo de los subsidios a la traducción que se otorgarán con motivo de la Feria de Frankfurt 2010.

Reglamento para el programa Sur
de apoyo a las traducciones


Artículo 1°.- Con el objetivo de difundir y promocionar la literatura y la cultura argentina el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina ofrece un programa de apoyo económico a la traducción de obras de autores argentinos para su posterior publicación por editoriales extranjeras.


Artículo 2°.- Los siguientes términos se utilizarán conforme el significado indicado:
Ministerio: El Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina.
Comité: El “Comité Organizador para la participación argentina en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt 2010” creado por Decreto 1316/08 e integrado por otros organismos de la Administración Pública Nacional e instituciones del Sector Privado.
COFRA: “Comité Organizador”, unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina.
PROSUR: Programa Sur de Apoyo a las Traducciones del Ministerio.
Subcomité: El Subcomité de Traducciones.
Editor: Empresa extranjera, institución u organización sin fines de lucro del exterior cuya actividad principal sea la edición de libros a la que se le proporcionará un subsidio para la traducción de un libro de autor argentino, que deberá estar publicado antes del 30 de septiembre de 2010.
Subsidio: Monto en divisa extranjera que se pagará en apoyo a la traducción del libro de autor/a argentino/a.

Artículo 3°.- El Ministerio otorgará subsidios para la traducción a cualquier idioma extranjero de obras de ficción en sus diferentes modalidades (novela, cuento, poesía, infantil/juvenil, etc.) y no ficción.

Artículo 4°.- Las obras a traducir deberán haber sido escritas por autores/as argentinos/as en castellano y previamente editadas.

Artículo 5°.- Será responsabilidad del Subcomité de Traducciones evaluar las solicitudes de subsidio, recomendar la aceptación de las que considere más pertinentes y determinar el monto del subsidio hasta una suma máxima equivalente a U$3.200.- (DOLARES ESTADOUNIDENSES TRES MIL DOSCIENTOS) para cada una de las obras presentadas y según las características de las mismas. El Ministerio no efectuará ningún otro pago al Editor por el mismo proyecto.

Artículo 6.- El Subcomité podrá desestimar aquellas solicitudes que a su juicio no contribuyan al logro de los objetivos del PROSUR.

Artículo 7.- El Subcomité se integrará con los siguientes miembros:
- La Presidenta del Comité
- El Director de la Biblioteca Nacional
- Dos académicos especialistas en Literatura Argentina, con reconocida trayectoria universitaria
- Un crítico literario de reconocida trayectoria
- Un representante de la Fundación El Libro

Artículo 8.- El Subcomité deberá reunirse con mayoría de sus miembros. En caso de igualdad de votos el voto del Presidente del Comité desempatará la elección. Se llevarán actas de las reuniones y se tratarán todas las obras cuyos formularios y documentación hayan sido presentados en forma completa. Las decisiones tomadas figurarán en el acta, que será firmada por todos los miembros integrantes del Subcomité.

Artículo 9.- El Subcomité procurará seleccionar las solicitudes por consenso, y sólo en caso de necesidad por votación. La decisión del Subcomité se informará por escrito al Editor en un término de 15 días posterior a la misma. La secretaría del Subcomité se llevará a cabo por COFRA.

Artículo 10°.- El Editor estará obligado a completar el proyecto con fecha límite 30 de septiembre de 2010. El plazo para completar el proyecto comenzará en la fecha en que el Editor suscriba el compromiso entre las partes y finalizará con la publicación de la obra.

Artículo 11°: El Ministerio podrá solicitar al Editor que provea información adicional o documentación sobre la situación del proyecto y el Editor deberá cumplimentar el pedido en el plazo de 30 días.

Artículo 12°.- Las obras editadas en el marco del PROSUR deberán llevar impresa la leyenda: “Obra editada en el marco del Programa “Sur” de Apoyo a las Traducciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina” en la portada interior o la contraportada según corresponda.

Artículo 13°: El Editor seleccionado deberá entregar cinco copias del libro publicado a COFRA en un plazo de 30 días desde su publicación. El Editor deberá garantizar que no entregará el proyecto a otro Editor o que no cambiará el traductor sin el previo consentimiento de COFRA. En el caso de que se produjeran cambios que pudieran afectar los términos en que se obliga el Editor, los mismos deberán ser notificados a COFRA dentro del plazo de 30 días de producidos.

Artículo 14°: El formulario de la solicitud de apoyo a la traducción se podrá obtener de la página web del Comité y en las Representaciones Diplomáticas y Consulares de la República Argentina. El Editor podrá presentar la solicitud de apoyo a la traducción y la documentación requerida en la Mesa de Entradas del Ministerio y las Representaciones Diplomáticas y Consulares o bien por carta certificada:
PROGRAMA SUR
COFRA - Comité Fráncfort 2010
Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina
Esmeralda 1212
CP 1007
Ciudad de Buenos Aires
República Argentina

Artículo 15.- En caso de ausencia total o parcial de la documentación requerida el Editor estará obligado a proveerla en un plazo de 15 días desde el momento de la notificación de la falta. Si el Editor no lograra proporcionar los documentos o la información en tiempo y forma, la solicitud no será tenida en cuenta para su evaluación.

Artículo 16.- Un editor argentino, los autores de las obras involucradas o los agentes literarios que detenten los derechos de autor respectivos podrán actuar en nombre y representación del editor extranjero que lo hubiere acreditado mediante autorización expresa y fehaciente.

Artículo 17.- Las solicitudes se evaluarán en las reuniones del Subcomité, las que se llevarán a cabo periódicamente. Las fechas de las reuniones se anunciarán en la página web del Comité. Las solicitudes se podrán entregar a lo largo de todo el año 2009 y hasta el 30 de abril de 2010.

Artículo 18.- Las solicitudes deberán contener:
1. Formulario de solicitud de apoyo a la traducción;
2. Carta de compromiso de publicación de la obra dentro del plazo previsto;
3. Documentación que acredite la personería jurídica del Editor;
4. Documentación que acredite fehacientemente la cesión de los derechos de autor al Editor para la publicación de la obra objeto de la solicitud;
5. Dos copias del trabajo original a traducir;
6. Muestras de los recientes catálogos o de los catálogos electrónicos del Editor;
7. Copia del contrato o acuerdo suscripto con el traductor.

Artículo 19.- La documentación presentada no será devuelta.

Un artículo de The Independent sobre traducción

Boyd Tonkin: Songs of praise for books across borders

The Week In Books
Friday, 20 March 2009

A couple of weeks ago, in these pages, I introduced the long-list for this year's Independent Foreign Fiction Prize. The judges are now re-reading our 16 candidates in preparation for the meeting, at the end of March, that has the task of carving out from this multi-talentedfield a shortlist of six. Check the contenders – and please read a few – at press.artscouncil.org.uk . At the time, however, I failed to specify where I wrote that article – because, frankly, it would have sounded like such a preposterous distraction from the job in hand. (ver el artículo entero)

Comienzo de actividades

La primera cita del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, pautada para el viernes 15 de mayo de 2009, tuvo como expositora a Gabriela Adamo, quien realizó una breve presentación sobre el estado de la traducción de autores argentinos en el exterior, incluyendo numerosas estadísticas sobre lo que se traduce, los lugares dónde se publica y quiénes son los principales beneficiarios del dinero que generan las traducciones.



Gabriela Adamo es Licenciada en Periodismo y trabaja desde hace más de quince años en el área editorial. Cursó estudios de postgrado en Literatura Comparada y Edición en los Estados Unidos. Fue invitada a programas profesionales en Frankfurt, Berlín y París. Fue editora en Sudamericana y Paidós y, en paralelo, trabajó como traductora del alemán y del inglés.