Anthony Pym (nacido en Perth, Australia) se doctoró en sociología en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Se desempeña como profesor de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Ha trabajado sobre sociología de la traducción y sobre relaciones interculturales. Publicó Translation and Text Transfer (1992), Epistemological Problems in Translation and its Teaching (1993), Pour une ethique du traducteur (1997), Method in Translation History (1998) y Exploring Translation Theories( 2009), entre otros. Como editor ha publicado los volúmenes L'Internationalit litteraire (1988), Mites australians (1990) y Les formations en traduction et interpretation. Essai de recensement mondial (1995, con Monique Caminade). El siguiente texto fue publicado por El Trujamán el 16 de abril de 1999.
El traductor como extranjero profesional
Aceptamos que había mucha actividad traductora en la Hispania de los siglos XII y XIII. ¿Significa eso mayor grandeza internacional para lo hispánico?
Consideremos la procedencia de algunos de los traductores nombrados en los documentos: Adelardus de Bada (de Bath, Inglaterra), Hermannus Dalmata (de Carintia, formado en Chartres), Plato Tiburtinus (de Tívoli, Italia), Robertus Ketenensis (de Chester o Kent, Inglaterra), Rudolfus Brugensis (de Brujas, Flandes), Girardus Cremonensis (de Cremona, Italia), Hermannus Alemannus (de Alemania), Michael Scotus (de Escocia). Y los arzobispos toledanos iniciadores de muchas de las traducciones del s. XII eran franceses. Es más, la internacionalidad continuó en las actividades traductoras del s. XIII, como bien lo indica la dedicación del Libro de la Ochava esfera (1276) al rey Alfonso X, él mismo medio germano: ‘Et en los otros saberes hubo por ayuntadores a maestre Joan de Mesina, et a maetre Joan de Cremona, et a Yahuda [...] et a Samuel’. O sea, dos italianos y dos judíos.
Así era la cultura hispana.
Consideremos la procedencia de algunos de los traductores nombrados en los documentos: Adelardus de Bada (de Bath, Inglaterra), Hermannus Dalmata (de Carintia, formado en Chartres), Plato Tiburtinus (de Tívoli, Italia), Robertus Ketenensis (de Chester o Kent, Inglaterra), Rudolfus Brugensis (de Brujas, Flandes), Girardus Cremonensis (de Cremona, Italia), Hermannus Alemannus (de Alemania), Michael Scotus (de Escocia). Y los arzobispos toledanos iniciadores de muchas de las traducciones del s. XII eran franceses. Es más, la internacionalidad continuó en las actividades traductoras del s. XIII, como bien lo indica la dedicación del Libro de la Ochava esfera (1276) al rey Alfonso X, él mismo medio germano: ‘Et en los otros saberes hubo por ayuntadores a maestre Joan de Mesina, et a maetre Joan de Cremona, et a Yahuda [...] et a Samuel’. O sea, dos italianos y dos judíos.
Así era la cultura hispana.
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