viernes, 18 de abril de 2014

El Salon du Livre de París 2014 (3)

Jorge Consiglio, poeta y narrador, fue uno de los integrantes de la delegación oficial enviada al Salon du Livre de París. Se le pidió una suerte de balance de la experiencia para este blog.

El Salón del libro tuvo aciertos 
y oportunidades de mejora

Empiezo por lo bueno: 1) Los integrantes de las mesas, por lo general, representaban estéticas diferentes, en muchos casos opuestas. Este hecho favoreció el contrapunto de opiniones y permitió abordajes poliédricos de los temas en cuestión. 2) La asistencia de público a las mesas fue masiva en todos los casos. El auditorio (en su mayoría franceses, pero también muchos argentinos residentes en Francia) se mostró activo y curioso. 3) Las traductoras simultáneas fueron muy efectivas. Ofrecieron al auditorio una síntesis precisa –y muy fidedigna− de las exposiciones de los panelistas. 4) El stand de Argentina (que tenía la forma de una síntesis de Moebius) fue muy funcional. Tenía dos zonas de cortesía, un gran salón de exposición con buena cantidad de libros y un salón auditorio de excelente capacidad y acústica para lo que es una feria. Es para destacar también el mural de Rep sobre Cortázar y las fotos de Sara Facio. Además, el stand ocupaba un lugar central en el salón y contó con muy buena circulación de público durante todo el evento.  

Las oportunidades de mejora: 1) En las mesas (fue mi experiencia), no hubo demasiado tiempo para el debate. Cada panelista exponía su punto de acuerdo a la pregunta disparadora, pero no había demasiado tiempo para el intercambio de opiniones. 2) Fue muy pobre el intercambio con los escritores franceses. Si bien estuvieron presentes en las mesas, creo que no hubo un verdadero cruce. 3) No hubo ninguna actividad dedicada al teatro. El foco estuvo puesto en la narrativa y muy lateralmente en la poesía. 4) Las actividades fueron muchas y, en algunos casos, se superpusieron. Hubiera sido interesante, tener algún tipo de reporte (a cargo de un periodista especializado) que relevara las charlas y ofreciera una síntesis de los hechos.


Por su parte, Miguel Petrecca, poeta, periodista y traductor argentino residente en París, prefirió destacar una actividad realizada en el stand de Gallimard, planteada por fuera de los intereses de la delegación oficial. En ella, participaron Marie-Claude Char y Marta Aguirre, respectivamente viudas de los poetas René Char y Raúl Gustavo Aguirre, quienes, conjuntamente con Magdalena Cámpora y Gustavo Guerrero (este último director del la sección de autores de lengua castellana de Gallimard) presentaron la correspondencia entre ambos poetas, recientemente publicada en Francia.

Una mesa de poetas
 Prefiero no hablar en general, porque tampoco vi tanto, sino destacar específicamente una actividad: la presentación de la correspondencia entre René Char y Raúl Gustavo Aguirre, recientemente editada por Gallimard. En la mesa estaban las viudas de ambos poetas (Marta Aguirre y Marie-Claude Char), Magadelana Cámpora (que fue quien propició el encuentro), una especialista en la revista Poesía Buenos Aires y Gustavo Guerrero de Gallimard. Fue muy lindo escuchar a Marta Aguirre recordar su primera visita a Europa junto con su marido, que venía carteándose con René Char desde hacía ya algunos años, sin que nadie lo supiera. Marta contó emocionada que había sido una de las mejores experiencias de su vida y recordó cómo René Char le regaló una rosa que sacó de su jardín (rosa que todavía conserva, según agregó). Después recitó de memoria un poema de su esposo. 


Finalmente, Inés Garland, otra de las invitadas al Salon du Livre,.brinda, a pedido de este blog sus impresiones de lo que vivió y de lo que vio durante esos días.

Las vidrieras de las librerías decoradas con libros  Argentinos

¿Quién más, en el avión esperaba preguntas difíciles en las entrevistas que habría en París? Las semanas previas hacían pensar en la necesidad de tomar posturas o inventar discursos evasivos, inteligentes –porque no es cuestión de ir al Salón de París a  hacer papelones, y en la imaginación los jueces son implacables. La circulación por los pasillos del avión no daba la sensación de conflicto, pero los diarios habían dicho, ¿no habían dicho los diarios? No sé si habrá habido tensiones, posiciones, cuchicheos en las mesas de desayuno del Hotel Bedford o en los pasillos de la feria. Yo lo que sí sé es que París tenía las vidrieras de las librerías decoradas con libros argentinos, títulos en francés con los nombres de mis vecinos en vidrieras míticas del otro lado del océano. Y que en un mismo espacio andábamos nosotros con Victor Hugo, Dumas y Proust por nombrar algunos de los monstruos sagrados. La editora de L’École des Loisirs (la editorial que publicó Pierre contre Cisseaux, o sea Piedra, papel o tijera, o sea mi novela) fabricó una foto: Proust, Victor Hugo, Dumas, Garland en el mismo estante. Ya sé que podría haberla armado yo en una librería en Buenos Aires, pero convengamos en que no es lo mismo. No fue así nomás para mí estar en la vidriera de L’Écume de Pages, trae ecos de importancia. Está bien cada tanto sentirse importante. El cachetazo de la mortalidad y esas otras vivencias llega igual, y soñar un rato por estar caminando las mismas calles que la legión romana y todos los que vinieron después no es para nada despreciable. También está la experiencia de comer en el As de Falafel, recomendación de Fondebrider que me toma examen a ver si hice los deberes, si caminé los recorridos minuciosos que me dictó, si miré las vidrieras de las librerías que me recomendó y, sí, fui al museo de Cluny a visitar a  la dama del  Unicornio y estuve frente a la ruina medieval y me senté en las sillitas alrededor de la fuente con Claudia Piñeyro y Eduardo Saccheri y tomé té de menta en la mezquita de París con Liliana Bodoc y otra vez Claudia, los gorriones volaban  bajo el techo abovedado. Y dejé que se me fugara la vista por las perspectivas larguísimas, por el Sena con las barcazas. También fui a la Biblioteca Nacional de París, la nueva que parece haber llegado desde el futuro con sus explanadas de madera y sus esquinas de edificios que imitan cuatro libros abiertos.

En la Feria nos topábamos los unos con los otros por los pasillos. En el stand argentino estaba el mural de Rep con su homenaje a Cortázar, y Rep andaba subido a escaleras con los pinceles pintándole los ojos de celeste a Julio que él dibujó con esos ojos celestes, separados, enormes; Cortázar atado al cordón umbilical de su madre flotando por primera vez en el espacio del mundo, de guayabera y sandalias en Cuba, fumando de traje, las fechas, los hitos de su vida que inspiraron los dibujos. Bajo el mural nos agolpamos para saludar a la presidenta, bajo el mural hubo entrevistas varias de a ratos y de a ratos gente que se cansaba de caminar y se sentaba en el living blanco a descansar. Mucha gente en el Salón, mucha gente en las charlas en el stand Argentino y en los otros espacios dedicados a las mesas redondas.

Nunca se vendieron tantos libros de un país visitante, dijo la FNAC. Toda esa gente que visitaba el Salón parecía muy consciente de que la Argentina era el país invitado. Más consciente que los que de este lado del océano se quedaron con la sensación de conflicto que se instaló en los primeros tiempos. ¿O seré yo? Estuvimos en L’Express, en las radios, en las vidrieras, como dije. Era para alegrarse. Yo me alegré.

París es ella y las imágenes de ella misma, los ojos que la miraron antes, las palabras que la describieron, los cuadros que la pintaron, los artistas de todos los tiempos que la vivieron, la sufrieron, la amaron. Es imposible sustraerse de ese vértigo de asociaciones. En París podemos ser generosos y acercarnos los unos a los otros, los escritores salidos de sus cuevas para jugar. Debe haber habido varios Paris entre nosotros. Había ¿o me pareció a mí? una tregua en las cosas  para disfrutar del regalo de estar ahí.

En París la primavera recién empezaba. Los cerezos en flor y los brotes nuevos brillaban al sol. En París, una ciudad habitualmente gris, esa semana hubo cielo azul. Si me pongo muy Argentina, capaz que me creo que fuimos nosotros los que les llevamos a los franceses el cielo de nuestro país.  Le quedaba muy lindo nuestro sol a París.

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