jueves, 25 de marzo de 2021

Los rigores de la vida silvestre

El 12 de febrero pasado, Roberto Rueda Monreal, traductor literario, politólogo y escritor mexicano, publicó en El sol del México, la siguiente entrevista con Claudia Cabrera, traductora de Bambi, una vida en el bosque, del autor austríaco Felix Salten, libro para adultos sobre el que se inspiró Walt Disney para la película Bambi.


Bambi, entre el bosque y él

Aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. De acuerdo con su traductora, Felix Salten describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque.

El tema salió en un desayuno entre traductores literarios, en pleno trajín gremial, a propósito de las primeras películas que uno vio en la vida, por no decir la primera.

Se mencionaron varias que Disney habría sacado hace mil años. Y fue en ese momento cuando se me vino a la mente de manera muy natural. Estaba por completo en el olvido, pero lo recordé como si hubiese ocurrido un día antes de ese desayuno. Mi hermano Polo había juntado un dinerito y, sin más, se dispuso a llevarme por primera vez al cine, sorprendiéndome. ¿La película? ¡Bambi! (Disney, 1942).

La identificación con el personaje fue brutal. Para mi niño de entonces, de tan sólo seis años de edad, ver a un crío de venado, un cervatillo, siendo arrojado al mundo cruel y salvaje luego de que desalmados cazadores le han dado muerte a su protectora madre, fue de un impacto tremendo. Una identificación brutal, ya les decía.

Lo recuerdo muy bien. Por muchos y larguísimos días entendí el contexto crudo y violento en el que vivía a través de Bambi, la película, sólo que, en mi caso, ni en mi casa, ni en mi calle, ni en mi colonia hubo ningún venado Príncipe del Bosque que me hiciera más placentera la transición hacia la madurez. Pero esa es otra historia.

Regresando a la reunión en el mencionado desayuno, antes bien, me sorprendió agradablemente saber que la vicepresidenta de Ametli (Asociación Mexicana de Traductores Literarios), Claudia Cabrera, es la traductora literaria de Bambi, una vida en el bosque, la historia original, la del austriaco Felix Salten (que, a su vez, no es en absoluto la de la versión cinematográfica norteamericana, con cuya trama, que no se desarrolla en ningún bosque europeo sino en uno de Virginia, yo crecí).

Así las cosas, me entusiasmó de inmediato la idea de una entrevista, a la cual amablemente accede al Premio Bellas Artes de Traducción Literaria “Margarita Michelena”.

Le cuento una anécdota –introductoria sobre la película, y he ahí que comienzo con cuestiones.

–¿De verdad es muy diferente la historia de la película a la del libro de Felix Salten?
–De entrada, quiero decir que me entusiasmó la posibilidad de traducir un cuento que tan buena acogida tuvo como película en nuestro país, que era ya un clásico. Además, me abrió las puertas a la traducción de literatura infantil y juvenil, en la que nunca había incursionado. Sin embargo, conforme fui avanzando en la lectura, me di cuenta de que el libro, escrito en 1923 por el austriaco Felix Salten, poco tenía que ver con la película, y que no necesariamente podía considerársele como un libro infantil. Para empezar, es mucho más sanguinario y cruel que la filmación de Disney. También mucho más filosófico y reflexivo.

–¿A qué te refieres?
–A que Bambi, aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. En su relato, Salten, cazador apasionado, nos describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque. Aunque el libro empieza en verano, cuando la naturaleza está en plenitud y la vida y el alimento abundan, conforme va pasando el tiempo y llega el invierno, la comida escasea y los animales empiezan a pasar hambre y miseria: "La gran penuria, que parecía no tener fin, propagaba una gran amargura y brutalidad. Contravenía la práctica, socavaba la conciencia, aniquilaba las buenas costumbres y los buenos modales y destruía la confianza. Ya no había clemencia, ni paz ni consideración". Así se nos narra sin ambages cómo las cornejas matan "de la manera más cruel" al hijo del conejo, cómo la ardilla es herida de muerte por la marta y rematada por las urracas y cómo el zorro despedaza al faisán. También somos testigos de la destrucción propagada por Él, nombre genérico que los animales le dan al hombre.

–Sin embargo, hay algo peculiar con este Él en realidad, ¿cierto?
–Así es. Él rige como un dios todopoderoso por encima de los animales, los caza sin piedad –también a la madre de Bambi–, es dueño de su vida y de su muerte, y ellos sienten por Él un terror reverencial, puesto que no comprenden de dónde vienen su fuerza aniquiladora y su poder. En largas disquisiciones de talante casi religioso los animales tratan de explicárselo, sin obtener ninguna respuesta. El único que sabe que Él no es omnipotente es el Viejo, el padre de Bambi. Entre todas las enseñanzas que le deja a su hijo, ésta será la lección de vida más importante.

Para ser un cuento sobre "el bosque, los animalitos y las plantitas", Bambi, una vida en el bosque aborda pasajes harto filosóficos y profundos.
–¡Absolutamente! En otro pasaje, por ejemplo, el que anuncia la llegada del invierno, somos testigos del tristísimo diálogo entre dos hojas a punto de caer de un árbol. En una charla gentil y conmovedora las hojas se lamentan de su muerte inminente y se preguntan qué hay "allá abajo", la incierta dirección en la que han ido desapareciendo poco a poco todas sus hermanas. Sin mencionar ni una sola vez a la muerte, este pequeño capítulo constituye una hermosa metáfora sobre nuestro destino ineludible.

La muerte sin ser nunca pronunciada. ¡Qué duro y qué hermoso al mismo tiempo!

A pesar de la crudeza con que está escrito y de los duros temas que trata, Bambi, una vida en el bosque es uno de los textos más hermosos que he traducido. Está escrito en una bellísima prosa lírica, de una riqueza léxica enorme y gozosa, que produce un gran placer tanto al leerlo como al traducirlo.

–¿Preparaste un proyecto de traducción? Es decir, ¿cómo llega este reto literario a tus manos?
–Fue un encargo que me llegó por parte de Gimena Romero, artista textil mexicana, quien estuvo un tiempo viviendo en Barcelona y había estado trabajando con la editorial española Thule. El editor José Díaz le pidió que ilustrara la versión del libro en español y ella, quien sabe que yo soy traductora de alemán, sugirió que la traducción la hiciera yo.

Los proyectos de este tipo suelen implicar todo un reto, una serie de observaciones previas o de ciertas restricciones editoriales, a veces muy desligadas del trabajo profesional de la traducción. ¿Te sucedió algo así con este?

Como bien dices, fue todo un reto, sí. Esto representó un reto particular para la traducción puesto que, al ser un libro cuyo mercado principal iba a ser España, tenía que estar escrito en español castellano y no en la variante mexicana, que es la mía. Normalmente no accedo al pedido de las editoriales mexicanas que me solicitan que escriba mis traducciones en español "neutro", eufemismo usado para decir que el traductor debe prescindir de toda marca regional o que las escriba en el español de España, para que los libros se vendan mejor en ese país. Me niego porque me parece que, igual que todo autor hispanoparlante escribe por descontado en su propia variante, sea cual sea su país de origen, también todo traductor debe poder hacer lo mismo.

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