Miguel Ángel Martínez-Cabeza acaba de
traducir y publicar los ensayos incluidos en Atardecer en Sussex y otros
escritos,
que reúne trabajos inéditos en castellano de Virginia Woolf. Publicados por
Abada Editores, de España, el 6 de agosto pasado, Juan Carlos Talavera dio cuenta de la obra en Excelsior, de México, y conversó con el traductor.
La faceta más íntima y compacta de Virginia Woolf
CIUDAD
DE MÉXICO, 6 de agosto.- Traducen y publican, por primera vez al español, 15
artículos y ensayos de la narradora inglesa Virginia Woolf (1882-1941) en el
libro Atardecer en Sussex y otros escritos, donde aborda
temas como la pintura y algunos viajes por España y Estados Unidos.
El
volumen, publicado por Abada Editores, recién llega a México y, en entrevista
con Excélsior, el traductor Miguel Ángel Martínez-Cabeza
explica que éste ofrece un recorrido por la faceta más íntima de la narradora y
ensayista, en la que se pueden apreciar los ejercicios de escritura más
compacta que Woolf realizó a lo largo de su vida.
Atardecer en Sussex y otros escritos incluye 15 textos más, que habían
permanecido dispersos, en los que Woolf escribe sobre música y sus viajes por
Europa. “Aunque lo más importante es cómo Virginia Woolf mantiene su esencia
como narradora y muestra la capacidad que tiene para trascender el momento; y
es posible apreciar cómo la autora se aleja de la perspectiva académica para
acercarse más al lector”, explica.
Vía
telefónica desde España, el traductor considera que se debe resaltar que en
estos textos existe una visión literaria, pero no evocadora de la autora, pues
ella misma criticaba esa especie de “viajera sentimental”, pues aseguraba que
es muy fácil tomar un elemento del paisaje, darle vueltas y hacerlo atractivo
al lector. “Lo cierto es que ella no se detuvo a hacer eso”.
Sobre
la idea de cómo nació este libro, Martínez-Cabeza comenta que el objetivo era
compilar los 15 inéditos en español y reunirlos con otros 15 textos ya
publicados, pero muy difíciles de encontrar, para así reunir esos otros temas
de Woolf, como la pintura, la música y los lugares.
De
los inéditos destaca “Prefacio a Pinturas recientes
de Vanessa Bell”, quien
era su hermana, “Exposición conmemorativa
de Roger Fry”, “Norteamérica”,
donde nunca ha estado, “El momento: una noche
de verano” (póstumo);
y otros que podrían ser ubicados entre los mejores que escribió, como “La Royal Academy ”, “Dibujos y
retratos”, “Extranjeros en Londres”, “El château y la vida en el campo”, “La
casa de Lyme” y “Reflexiones de una puesta de Sol”.
Lo
cierto es que a lo largo de esta compilación de escritos, que se ubican entre
1904 y 1947, se mantiene la esencia literaria de la escritora, “al mostrar un
elemento común muy marcado: su posición cercana frente al lector. Recordemos
que ella no tuvo formación universitaria, aunque no hizo otra cosa en su vida
que leer y escribir”.
Así
que la autora inglesa adoptó una perspectiva poco académica y esa idea la llevó
a sus escritos sobre música y pintura. Y
ella, que escribió con tanta fuerza, sensibilidad y con esa vena literaria,
recrea en estos escritos imágenes muy interesantes, como en la Royal Academy , donde
inventa una escena de teatro en la que participan los personajes de las
pinturas, explica.
Una de las curiosidades del volumen es el pequeño artículo “A España”, donde se ve claramente que era muy poco viajera,
pues sólo le gustaba montarse en tren por Inglaterra y pasear en la costa de
Cornwall, donde vivió de niña. Entonces,
al llegar a España… lo pasó fatal, desde su llegada en barco a Lisboa y el
terrible viaje en tren, añade.
Otro
elemento interesante en estos escritos de Woolf, señala Miguel Ángel Martínez,
es que enfatiza lo que ella no quiere hacer en su escritura, y lo que no quiere
era hacer ensayos de viaje donde utilizara el modelo que utilizaba Henry James,
quien era amigo de la familia. Incluso hay otro texto, La viajera sentimental, donde Woolf dice que es muy
fácil tomar un elemento del paisaje, darle vuelta y hacerlo atractivo al
lector.
Así
que éste es un volumen muy variado, que al mismo tiempo tiene ese elemento
común, y esa visión de la viajera a quien no le gustaba hablar del viaje, indica. No olvides que Woolf fue una
viajera con muy poca simpatía por el tema. Pero al mismo tiempo fue capaz de
abordarlo con esa faceta literaria y totalmente contundente que se percibe en
toda su literatura, agrega.
Otro
texto muy evocador es el que da nombre al volumen “Atardecer en Sussex”...,
donde se puede apreciar el desdoblamiento que ella hace de sí misma. “Así
que ella viaja en el coche y al mismo tiempo sucede un diálogo entre tres
Virginia Woolf, donde aparece ella, ella misma y la otra Virginia, con esa
visión de la perspectiva del que observa, asegura.
Es
interesante que ese texto dé título al volumen. Primero por lo inglés y luego
porque no crea una expectativa, que desde mi punto de vista sería confusa, el
de presentar a la Virginia
viajera, concluye.
EXTRANJEROS EN LONDRES
(Fragmento
del ensayo que habla sobre los distintos tipos de viajeros)
Todo
aquel que escribe algo, por poco que sea, escribe un diario de impresiones
cuando viaja al extranjero. La escena es tan nueva, tan original, y está
dispuesta con tanto encanto, como a propósito para ser contemplada y puesta por
escrito, que los dedos se curvan alrededor de una pluma imaginaria y los labios
pronuncian las palabras instintivamente. Sería agradable pensar que esta
costumbre no es del todo banal; y la buena disposición con que leemos las
impresiones sobre nosotros escritas por extranjeros da buenos motivos para la
esperanza. No hace falta ser profundo, comparar situaciones ni predecir
el futuro para resultar interesante; todo lo que se requiere de uno es que mire
de verdad y que describa tan cuidadosamente como sea posible. El don está casi
obsoleto entre los nacionales de una edad respetable por la misma razón que
raras veces encontramos a alguien de mediana edad capaz de describir la forma
del cubo del carbón. Oxford Street, Kensington Gardens, Piccadilly —los meros
nombres de estos lugares provocan tantos ecos, su vista se confunde tanto con
una multitud de otras vistas, que un londinense que se sentara a describirlos
podría terminar con un ensayo sobre el gobierno de los partidos o una
disertación sobre la inmortalidad del alma—. Las impresiones de Huard y Rutari
constituyen una lectura excelente porque tienen cierto distanciamiento; vemos
nuestra superficie como si fuera en un espejo improvisado, y sin embargo la imagen
refleja los colores de una serie de idiosincracias individuales y nacionales
que la llenan en otro sentido de sugerencias para nosotros. La base de la
representación es la misma en ambos casos. Todos los viajeros profieren
exclamaciones por la extensión de Londres, su bullicio, sus multitudes, sus
contradicciones. Al escucharlos uno podría pensar que París es un pueblecito
pulcro o Berlín un centro de cultura provincial, como Leeds. Todos recorren sus
calles perplejos y entusiasmados ante los incontables tipos de personas que
fluyen a raudales por los estrechos canales, siempre en movimiento, siempre
cambiantes y creando un alboroto continuado. Todos se maravillan con la
destreza de los chicos de los periódicos y con la majestuosidad de los
policías. Visitan la City ,
la Torre ,
Greenwich y se muestran sensibles, como sólo pueden hacer los extranjeros, a
los encarcelamientos y ejecuciones que tuvieron lugar allí. «Êtes-vous bien sûr», le preguntó Huard al guardia
de la Torre ,
«qu’aucun fantôme n’erre ici la nuit, traînant ses chaînes et murmurant ses
plaintes?». «Completamente seguro, señor», le contestó el buen hombre; y
la mayoría estaríamos de acuerdo con él. Citan los ensayos de Lamb que han
leído y los artículos del Spectator, recuerdan lo que el doctor Johnson decía
sobre Charing Cross, e imaginan cuántos personajes distinguidos han caminado
por donde pasamos ahora.
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