lunes, 30 de diciembre de 2024

Un resumen del año del Club de Traductores Literararios de Buenos Aires

Con Carlos Gamerro
Puestos a hacer un resumen del año, en 2024 retomamos nuestras sesiones presenciales después de un paréntesis de cuatro años. Las reuniones fueron en la librería El Jaúl, de Gascón 1355, C.A.B.A., propiedad de dos simpáticos y solidarios libreros costarricenses que hace algo más de un año se instalaron en la Argentina. Ellos se encargaron de grabar y filmar las sesiones y de subirlas a youtube y a la cuenta de la librería, mientras que nosotros lo hicimos en este mismo blog. Nuestros visitantes fueron los escritores y traductores Jan de Jager, Carlos Gamerro, Edgardo Scott, Matías Battistón y la directora teatral Irina Alonso e incluso hubo tiempo para rendir un merecido homenaje a José Luis Mangieri, poeta y editor de quien este año se celebró el centenario de su nacimiento. 

Hubo, a lo largo del año, dos temas de los cuales este blog se ocupó en permanencia. Por un lado, la crisis en el mundo del libro, motivada por las políticas gubernamentales que afectaron a editores, distribuidores y libreros, condicionando asimismo a los escritores y traductores. Resultado de políticas recesivas, fueron muchas las iniciativas sobre las que hemos hablado durante todos estos meses. 

El segundo tema, de alcances internacionales, ha sido la forma en que la Inteligencia Artificial ha ido afectando de manera creciente la labor de los traductores. Todo indica que el problema se ha instalado y que volveremos a él una y otra vez.

El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires cierra así su año dieciséis de existencia y todo indica que volveremos a vernos en febrero, como todos los años. Que tengan todos unas felices vacaciones. 


viernes, 27 de diciembre de 2024

"Si la gente ve que otros compran y leen es el mejor mensaje posible"

El pasado 22 de diciembre, en El País, de Madrid, salió una nota firmada por Barbara Celis, a propósito de un fenómeno que está ocurriendo en las librerías italianas. Según la bajada, "Reivindicar el poder de la lectura y apoyar económicamente a los libreros son los objetivos de una iniciativa ciudadana que se extiende por Italia comprando escaparates enteros de libros".

Una revolución de bibliófilos vacía los escaparates de las librerías italianas

Las utopías han contribuido a que el mundo avance y aunque todo a nuestro alrededor parece indicar que vivimos tiempos distópicos, hay quien aún cree que otro mundo es posible. En Italia algunos ciudadanos han decidido reivindicar un acto que parece ir en contra de las modas del presente: leer. El movimiento Vacía el Escaparate (en italiano Svuota la vitrina)comenzó en agosto con una chispa que va camino de provocar un incendio, pero no para demonizar libros como ocurrió en la Alemania nazi, sino todo lo contrario. “Cuando me enteré de que un comprador anónimo se había gastado 10.000 euros en adquirir todo el escaparate de la mítica librería milanesa Hoepli me emocioné. Y después pensé: yo también quiero hacerlo”. Daniela Nicoló, de 56 años, editora de libros de texto, conversadora entregada y sobre todo, lectora compulsiva, eligió una librería pequeña, I Baffi de Milán, con un escaparate a la medida de su bolsillo. “No me podía gastar una gran cantidad; pero lo importante era dar ese paso, reivindicar el poder de los libros”, explica por teléfono.

Nicoló, que vive sin televisión y nunca se había abierto una cuenta en redes sociales, animada por Celia Manzi, dueña de I Baffi, decidió sacarse una foto junto al escaparate y abrir una página en Instagram para contar lo que había hecho y por qué. A su página la llamó #Svuotalavitrina y desde ahí, se fue corriendo la voz entre lectores, que ya han asaltado los escaparates de 28 librerías, muchas en Milán pero también en Bari, Nápoles, Génova, Bolonia y pequeñas ciudades de provincia. En Italia hay 3.706 librerías —en España son 2.792—, de las cuales cerca del 60% pueden considerarse independientes. En total, emplean a 11.000 personas, según datos de la Asociación de Libreros Italianos.

“Vivimos un momento muy crítico donde hay quien reivindica la ignorancia como un valor y no lo es. Una sociedad en la que los ciudadanos no leen es una sociedad expuesta a todos los peligros, al control. La lectura contribuye a construir el espíritu crítico del ciudadano y por eso hay que reivindicar el poder del libro y las librerías”, explica Nicoló. Ella preferiría que ese trabajo lo hiciera el gobierno, prestándole atención y recursos a la educación y al fomento de la lectura: “Gracias a eso, mi generación, los nacidos en los sesenta, crecimos valorando la cultura y creyendo en la capacidad del libro para cambiar la vida de las personas”.

Nicoló no confía en que sea precisamente el gobierno de Georgia Meloni el que vaya a darle la vuelta a las estadísticas oficiales, que dicen que en 2023 solo el 40% de la población italiana leyó al menos un libro. “Sin embargo, sí creo en el poder de la comunidad. Hasta hoy se han vaciado 24 escaparates y estoy desbordada por las propuestas de gente que quiere unirse, cuando en realidad yo no soy nadie, solo les digo que si vacían una vitrina se saquen una foto para ponerla en la página y seguirle dando voz a los libros. Estoy agotada aunque feliz de ver cumplido el sueño de haber contribuido a construir este movimiento”, cuenta.

Es emocionante escuchar cómo esta iniciativa está dándole a los libros todo tipo de significados. Manuela Maspero, de la librería Libooks de Cantú, una pequeña ciudad de 40.000 personas en el norte de Italia, cuenta su experiencia. “El 20 de septiembre mi librería cumplía nueve años. Entró un desconocido y me dijo que como regalo de cumpleaños adquiriría todos los libros de la vitrina de novedades. En total, 54. Pero no quiso llevárselos. Me dijo que los regalara esa noche durante un evento que había organizado para festejar la efeméride. Vinieron exactamente 55 personas. Todas se llevaron su libro. Claro, no pude evitar llorar”, cuenta al teléfono. El cliente no quiso dar su nombre, pero dejó claro que quería contribuir al movimiento Svuota la vitrina. En un buen día, Maspero asegura vender más o menos 50 libros.

Varios profesores de toda la geografía italiana se han unido a esta iniciativa, que también se ha combinado con la campaña Io leggo perché… (yo leo porque…), promovida todos los años por la Asociación Italiana de Editores. Así se han vaciado los escaparates de la librería La Piccola Ghianda en Guidonia, cerca de Roma, o los de Libro Piú. Esta librería independiente está en el extrarradio de Génova, un lugar donde apenas hay actividades culturales. “Pero Libro Piú organiza eventos, trae cultura a un barrio muy abandonado y hay que apoyarlo porque no es fácil ser una librería independiente”, explica la profesora Enrica Roncallo, que junto a un grupo de profesores del Instituto Comprensivo Ponte Decimo, vaciaron recientemente su escaparate y se llevaron más de 70 libros, invirtiendo dinero de su bolsillo, no de la escuela. “Leer libros te abre la mente, te ayuda a defenderte, a no dejarte engañar y a luchar contra la mentira”, afirma. Curiosamente, el pasado 2 de diciembre otro grupo de amigos vació por segunda vez el mismo escaparate. “Es una ayuda grandísima. Se llevaron unos 60 libros, el doble de lo que vendemos en un día”, explica Paolo Parodi, uno de los tres dueños de este espacio, que sueña con que todas las librerías de Italia vivan un vaciado. “Italia atraviesa una ola de conservadurismo. El Gobierno acaba de recortar las ayudas para que las bibliotecas puedan adquirir libros. Si la gente ve que otros compran y leen es el mejor mensaje posible. Hace falta estimular el pensamiento y la lectura es el mejor camino”, añade. Para la pareja Alessandro Consonni y Antonello Lauriola acudir a la librería Antígone de Milán fue un acto de militancia. “Frecuentamos otras librerías, pero ya que la iniciativa nos pareció que transmitía un mensaje importante sobre cómo los libros pueden contribuir a favorecer la tolerancia, decidimos vaciar el escaparate de la única librería de temática LGBTIQ+ de Milán”, explican por videoconferencia. En un país donde el catolicismo pesa tanto como para que las parejas gays no puedan aún obtener un certificado de matrimonio (solo se admiten uniones civiles), esa militancia parece necesaria. La pareja se llevó 25 libros. “En otras circunstancias seguramente no habríamos comprado, pero al llevarte la vitrina no puedes escoger y así descubrimos libros muy apetecibles. Por eso vaciar un escaparate es tan interesante”, afirman. Algunos se los han quedado, otros los han regalado y con el resto están organizando un grupo de intercambio en su edificio.

Ese precisamente es el aspecto de Vacía el Escaparate que más le interesa a Chiara Faggiolani, presidenta del Forum del Libro y directora del máster de Edición de la Universidad de La Sapienza, en Roma. “Desde hace años analizo cómo los libros son capaces de crear comunidad. Están los grupos de lectura unidos a librerías o grupos de amigos, las bibliotecas que se montan entre vecinos, y otros ejemplos, pero este caso es significativo porque un lector, vaciando un escaparate, se convierte en mecenas tanto para la librería como para otros lectores, ya que en muchos casos esos libros se están regalando. Es un gesto con un gran valor simbólico, una reivindicación de sabor militante: mostrar la importancia de la lectura y de las librerías”, explica. Faggiolani está trabajando con Nicoló para ver si es posible que Vacía el Escaparate pueda evolucionar hacia algo sólido y permanente.

En octubre, una persona anónima adquirió 155 libros en la librería infantil y juvenil Punta alla Luna de Milán. No ha querido dar su nombre, aunque explicó por correo electrónico por qué lo hizo: “Quería ayudar porque son los independientes quienes pueden darle un impulso a la cultura, estando al lado de sus clientes, sacrificando tiempo y energía y ayudando a entender lo importante que es la lectura. Porque de ella viene la libertad de pensamiento. Y porque un chaval que lee sabe razonar y será más difícil que se meta en problemas”. Los libros se han donado a bibliotecas infantiles y juveniles.

Hay quien ha acusado a Nicoló de esnobismo porque… ¿quién querría comprarse libros sin conocer a los autores o los títulos pudiendo comprarse algo que realmente quiere? “Las polémicas que he descubierto online me parecen tristes y no pierdo el tiempo con ellas. Comprar libros es una aventura, es abrirte a un mundo de conocimiento. Por eso los libreros, que montan sus escaparates, son tan importantes y debemos confiar en ellos y apoyarles. Y si no te interesa un libro lo regalas. ¿Hay algo malo en regalar cultura?”.

jueves, 26 de diciembre de 2024

Ciencia ficción y traducción

El traductólogo francés Nicolas Froeliger nos envía el dato de ResFuturae, una revista dedicada al estudio de la ciencia ficción, que dedica su número 24, de 2024, a "Ciencia ficción y traducción". En su presentación, se lee: "Los estudios sobre ciencia ficción destacan cuestiones específicas de traducción, particularmente en términos de conocimiento compartido y xenoenciclopédico, o palabras de ficción. Este archivo 'Ciencia ficción y traducción' explora algunas de estas cuestiones tanto en la literatura como en otros medios y a partir de diferentes idiomas.

Los distintos artículos de la publicación están en francés. Quienes deseen enterarse del contenido pueden hacerlo en https://journals.openedition.org/resf/13628

martes, 24 de diciembre de 2024

Una entrevista con Lil Sclavo, traductora uruguaya


LatidoBeat es una publicación virtual uruguaya. Allí escribe Sofía Durand Fernández que entrevistó a la traductora de la novela Taormina. En la bajada se lee: "Lil Sclavo, traductora de la novela escrita por Yves Ravey, conversa sobre lo que la cautivó para emprender la tarea".

Taormina: sobre los desafíos de traducir la tensión y los silencios

“Lil es difícil”, suele decir Francisco Álvez Francese, de editorial Forastera. Lil Sclavo recibía los originales que Álvez le mandaba desde París, pero ninguno parecía gustarle. “Podían tener valor literario, pero a mí no me movilizaban para traducirlo”, explica Sclavo.  

Para ella, el acto de traducir está profundamente relacionado con una pulsión de deseo. Algo del texto tiene que movilizarla. Así ocurrió con la traducción de Estupor y temblores (1999), de Amélie Nothomb: “A las 3 de la mañana me desperté y decidí trabajar con el libro. No pude parar, lo mandé en 20 días”, recuerda. 

Un sentimiento similar al que tuvo cuando decidió estudiar francés, cuando era muy pequeña y por “tozuda”, ya que proviene de una familia que esperaba que estudiara italiano. Empezó con el francés en el liceo, que por ese entonces era obligatorio. Luego en la Alianza Francesa, en Tacuarembó y después en Montevideo. Continuó en México con la especialización en Traducción Literaria, carrera que todavía no existía en Uruguay. Y cuando se abrió el posgrado de Traducción Literaria en la Udelar, Lil lo sabía: “Esta es la mía”.  

De pronto, un pequeño libro de un autor que todavía no había sido traducido al español, pareció cautivarla. Una pareja de clase alta al borde de la crisis decide irse de viaje a Sicilia. La tensión va aumentando de manera paulatina y las sombras de Melvill y Luisa, los protagonistas, van tomando un lugar mayor en la historia.  

Por su lado “masoquista y estoico”, a Lil la cautivaron los desafíos de traducir Taormina, de Yves Ravey. Sobre estos conversó con LatidoBEAT.  

Imagino que traducir no es simplemente transferir las palabras de un idioma al otro. 

Ese es el concepto que hay que dinamitar, el concepto de trasvasar. Yo no trasvaso nada, tengo que internalizar una obra, nunca empiezo a traducir una obra hasta que no me resuena dentro. Yo tengo que leer ese texto mil veces hasta que algo dice: “Este es el momento". No traducimos palabras solamente, traducimos sentidos, sonidos, discursos. Y traducimos silencios también. Hay muchas cosas en un texto para trasvasar, entonces no es que yo saco de este recipiente y pongo acá y queda todo igual. No, hay pérdidas y hay ganancias, porque las lenguas no se recortan de la misma manera. Entonces, de repente, yo siento que en francés es tan claro lo que está diciendo, pero no es igual de claro cuando lo voy a volcar al español, al castellano o al rioplatense. Entonces tengo que buscar la manera más parecida, respetando el sentido de la frase, porque no puedo cambiar el sentido, pero que provoque un efecto similar al que está buscando el autor en su propia lengua. Y Taormina es especialmente difícil, a pesar de que es chiquito, por muchas cosas. 

Muchas cosas no se transmiten con el diálogo, sino que a través de lo que le ocurre a Melvil y lo que él percibe de Luisa. ¿Esto no representó una dificultad para vos?  

Una gran dificultad que tiene esta novela es el estilo. Él usa el estilo indirecto libre, qué es eso que acabas de decir, cuando ves que el narrador se impregna del discurso de los personajes, entonces habla como ellos y el texto queda con interferencias, con hibridaciones, porque son discursos que provienen del personaje y lo invaden al narrador. Es muy difícil volcarlo al castellano sin caer en errores sintácticos, léxicos y semánticos, porque podés caer muy fácilmente. Fue muy curioso, porque después de leerla sentí esa primera dificultad. Y otra cosa muy difícil es el ambiente. Él crea un clima, la historia en sí es simple, lo importante es el ambiente que él va creando, que ya desde que aterrizan, desde que salen del aeropuerto, algo te empieza a decir “esto termina mal”, y ahí está, para mí, la genialidad del autor, él me fue metiendo en una película. El otro día, escuchando una entrevista que le hicieron en la radio, dijo que mientras la escribía sentía que iba sentado en el asiento de atrás, que él presenciaba todo eso. Entonces ese ambiente, ese clima envolvente que va desarrollando a lo largo de la novela, no es fácil, porque eso no lo decís solo con la palabra, tenés que manejar otra cosa como es la puntuación, por ejemplo. Hay un efecto deliberado que busca el autor de entrecortar la frase, está como sin aliento, a medida que el peligro se va acercando la situación se va volviendo más densa y el ritmo se entrecorta cada vez más. Y si bien el francés, en general, abusa de las comas y está bien, en castellano no son tan aceptadas, son problemas tremendos que tenemos siempre con los editores.  Este autor busca un efecto deliberado en marcar esa respiración jadeante. Están jadeando los personajes porque es ahí donde estoy transmitiendo el clima. Si el editor me saca esas comas, ya ese elemento lo pierdo. Por supuesto que no fue el caso acá, porque los editores son una maravilla y nos entendimos perfectamente, lo trabajamos juntos y estábamos totalmente de acuerdo. Se trabajó con total respeto y sintonía, eso es muy importante, no se da siempre. El narrador casi no adjetiva, no toma posturas, él muestra a través de un vidrio, lo cual vuelve todo mucho más impactante, porque no hay emoción. Nadie se emociona, a estos no los mueve nadie, ellos quieren pasar las buenas vacaciones. Y el personaje de ella, que por momentos intenta tener un poquitito de conciencia y quiere reparar en parte algo, no dura nada, son chispazos que le vienen, pero después ella quiere visitar, quiere sacarse la foto. Entonces son dos cretinos, pero el escritor no se pone en juez, él lo dice clarito en las entrevistas que no busca hacer una novela moral, no hace un juicio moral, que cada uno saque las conclusiones. Esas eran dificultades nada menores que presentaba esta novelita chiquita, pero interesante. 

¿Cómo llega a vos Taormina y por qué decidís aceptar traducirla?  

La pregunta del millón me estás haciendo, porque eso tiene que ver con la pulsión, con el deseo, y el deseo es tan difícil de explicar, es muy inconsciente. Yo recuerdo que Francisco me mandaba de París cantidad de originales y quedó como un chiste el "Lil es difícil", porque no me gustaba ninguno. Podrían tener valor literario, pero a mí no me movilizaban para traducirlo. Viene esta, muy chiquita, que yo no tenía ni idea. Había leído una única novela de Yves Ravey hace mucho tiempo porque no es un autor que esté traducido, es un autor totalmente desconocido acá. Y esa me movilizó, ¿por qué? Debe ser por ese lado masoquista y estoico que tenemos los traductores. Estoico porque es una labor muy ingrata, es agónica por momentos, peleás con las dificultades, además de que no es un trabajo muy bien remunerado en el mundo. Y si me preguntas qué fue, creo que todo esto que te acabo de decir, esas dificultades que aparecían, esos desafíos que dije: “Bueno, esto puede salir mal, pero si sale bien, qué bueno, porque son desafíos grandes”. En definitiva, el trabajo del traductor es eso, enfrentarse a desafíos y tomar decisiones permanentemente, que también es un tema muy complejo. Por eso es bueno después poder leerla con el editor o con alguien que te inspire mucha confianza. Yo soy neurótica obsesiva, entonces siempre pregunto cuándo es el momento de entregar el cuadro, cuándo es el momento de entregar la partitura, porque puede ser interminable y hay que saber parar. Por eso es bueno leerlo con otro, porque si no empezás a sobretraducir. Y Ravey no fue traducido en el Río de la Plata, eso también fue un desafío. Cuando tú introduces a un autor a un canon, corrés un riesgo muy grande, si la traducción falla, a ese autor nunca más lo editan en el Río de la Plata, queda como con un manto negro. Si la traducción pasa, puede ser que alguien más se interese y se vuelve a editar. Es muy importante, porque la introducción de un nuevo autor puede cambiar el canon, es alguien que no se conocía, si la presentación es mala, no voy a seguir comprando. Entonces la responsabilidad del traductor es muy grande cuando traduce por primera vez un autor, es muy delicado. 

Como lector, cuando uno se pone frente a un libro traducido también se enfrenta a un riesgo.  

La traducción siempre se consideró como una escritura menor, nunca se supo quién traducía. Aún hoy en día empiezo a hacer búsquedas de libros que han sido editados en español y figura la editorial, el año, pero no figura el nombre del traductor y le das 80 vueltas y no aparece. Aún sigue estando esa mala costumbre, ahora cada vez menos. Hemos logrado, después de siglos de batallar, que esa pluma fantasma tenga nombre y apellido, ciudadanía y a veces hasta sabemos que se dedica a otras cosas.  Mi deseo de empezar a traducir fue cuando leía Proust en francés. Yo leía Proust en francés y andaba como una enajenada por la calle, “¿esta persona lo habrá leído? ¿Sabrá quién es? Yo quisiera que lo leyera”. Entonces yo digo que es la más democrática de las profesiones. Pero es un tema, ¿qué es una buena y una mala traducción? Los criterios ahí son muy sutiles. Porque buena y mala sobre la base de qué. Ese es un problema que a veces podemos tener con los críticos. Si el crítico no maneja el idioma que yo estoy traduciendo, desconoce al autor que yo estoy traduciendo, desconoce el universo en el que se mueve la obra y lo vemos muchas veces: “Pésima traducción, mala traducción”. Bueno, habría que ver.

Además del idioma, también está la cultura. En el caso de Taormina, estamos hablando de un francés que escribe sobre un viaje a italia y tú lo traducís a un español rioplatense.  

Hay cosas que las tuvimos que adaptar. Por ejemplo, en un momento están en la estación de servicio, él está aburrido y empieza a buscar cosas de limpieza para limpiar el auto, nombra productos muy específicos que acá no existen, productos para limpiar el auto cuando los mosquitos o las moscas dejan marcas, que acá no existen. Para esas cosas no hay traducción, lo englobás como un detergente o un insecticida.  Lo de que traducimos no solo palabras, sino que también ambientes y silencios, es totalmente cierto y muy pocas veces los críticos literarios lo tienen en cuenta. No traducimos solamente discursos, traducimos culturas. Los discursos no salen de la nada, están enraizados en una cultura y acá vemos en esta pareja muy especial todos los berretines que tienen: él, que es un perdedor y un vago porque no ha hecho nunca nada, vive de ella; ella, que es una científica que trabaja en el centro más prestigioso de Francia con su padre. Ellos son muy de esos títulos, y las precisiones que hacen, el saco de lino, los mocasines, así es la cultura francesa, esos detalles para ellos son muy importantes. Creo que, además, acá hay una intención deliberada del autor de mostrar la estrechez mental de esta gente, de hacer alarde de todas esas cosas cuando faltan otras. Pero hay que tener mucho cuidado con eso, tengo que estar recreando un texto. Eso se pone mucho más de manifiesto cuando me toca traducir teatro, que a mí me encanta, pero tenés que adaptar y recrear porque no podés y es imposible, si traducís tal cual una obra escrita en Francia y la traes a Río de la Plata, va a haber muchas cosas que las vas a tener que cambiar porque si no la cultura no lo entiende. 

El español, además, tiene muchas variaciones según el lugar. Está el español de España, pero en Sudamérica hay muchas variedades del idioma. ¿Cómo englobás todas esas formas para que el entendimiento sea general?  

Bueno, yo te cambio la pregunta: ¿Cómo leíste a los rusos traducidos por España? Horrible, porque venían por el lado del francés, ahí hay doble traducción. Los traductores agarraban las hojas que estaban traducidas del ruso al francés, muchas manos en un plato hacen mucho garabato. Grave error de los editores, que nunca ponen “esta obra ha sido retraducida de tal idioma”. Ahora sí lo hacen un poco más, antes no. Nosotros aprendimos a leer traducciones venidas, la gran mayoría, de España y nos bancamos “gilipollas”, nos bancamos los “rollos”, nos bancamos las “aceras”. Nos bancamos todo y entendíamos. Entonces, España tiene una posición de que la lengua la inventaron ellos y es la única válida, pero resulta que el 90% de los que hablan español son hispanos, los hispanohablantes son muchos más que los españoles. Además, ¿cuál es la lengua española? ¿La vasca, la de Valencia, la catalana? Ellos mismos tienen una infinidad de lenguas. Es todo un tema y por eso nosotros no podemos entrar al mercado español. La distribución de nuestros libros del Río de la Plata en España es mínima comparado con la avalancha de libros que vienen de España y que nosotros leemos. 

En el proceso de traducción de Taormina, pudiste hablar con los editores. ¿También tuviste la oportunidad de hablar con el autor?  

No, nunca hablé con él. Son muy pocas las veces que tenés contacto con los autores. A veces hay autores que acceden. 

¿Cuánto tiempo te tomó traducir Taormina

Taormina me llevó unos tres o cuatro meses, más o menos, pero también estaba con otra en la vuelta. Con la traducción pasa lo mismo que le pasa a cualquier creador, no es que te levantás, bajaron las musas y estás inspirado. Hay días en los que te levantás y empezás: “¿Cómo digo esto? ¿Cómo no lo digo? Con los años aprendí que ahí se apaga, afuera y a otra cosa, mente en blanco. Me dedico a otra cosa y cuando me vuelvo a sentar fluye. De repente estas durante días con una palabra que es clave, que es icónica, no es una palabra cualquiera porque las palabras se pueden traducir, pero en toda traducción y en todo texto, hay zonas muy icónicas, muy marcadas, que no se pueden perder, que hay que rescatarlas. A veces encontrar esa palabra exacta, o ese giro más que la palabra, el giro que tenés que dar para decir lo mismo y que suene como un juego de palabras te puede llegar de repente, te despertás de madrugada y te salió.