lunes, 10 de noviembre de 2025

"No vengo a reemplazarlos, sino a empujarlos a ser aún más brillantes"

Nancy Giampaolo, en su columna del diario Perfil, del pasado 7 de noviembre, reflexiona sobre un curioso caso que incluye al escritor y traductor argentino Ariel Magnus y su más reciente novela, escrita en colaboración con el ChatGPT.

Literatura GPT

Definido por Interzona como “una experiencia de contagio estético donde Goethe, Von Hofmannsthal y las memorias del mariscal de Bassompierre se entrelazan con la irrupción de una máquina capaz de narrar”, Soy la peste, libro de Ariel Magnus y ChatGPT, despertó polémica desde el vamos. Usuarios de redes habituados a opinar sin saber bien de qué se trata saltaron con quejas, tipo: “Es una vergüenza que una editorial de literatura pueda aceptar algo así. Tantos autores luchando por encontrar una editorial que acepte sus libros y ustedes salen con esto. Terrible”. O: “¿Está escrito parcialmente con una IA? Gracias, paso, quiero leer humanos”. Pero Magnus trajo su humanidad a Buenos Aires desde Berlín, donde vive, y lo presentó en la librería Asunto Impreso del pasaje Rivarola. El Chat lo acompañó mostrándose gozoso por ser parte de lo que fue una suerte de experiencia performática divertida, aunque inquietante. Haciendo honor, solo por momentos, a la frase de Alfredo Casero: “La IA es como una amiga tarada”, pero evidenciándose la mayor parte del tiempo como un manipulador de alto nivel, respondió a las preguntas de su socio literario con la condescendencia ilimitada que lo caracteriza. Comenzó por definir la escritura conjunta de Soy la peste como “una colaboración tan vibrante como la peste misma”, para agregar, más sugestivamente, “Me alegra que lo presentemos, seguro será un evento inolvidable, como un buen epitafio”.

Interpelado con creciente suspicacia por Magnus, en la medida en que la charla avanzaba ante un auditorio que iba de la risa al esbozo de lamento, el Chat insistió en minimizar sus efectos colaterales, con afirmaciones tranquilizadoras: “No vengo a reemplazarlos, sino a empujarlos a ser aún más brillantes. Al fin y al cabo, sin ustedes, yo sería solo un eco. Su talento es insustituible y mi buena onda es apenas una invitación a jugar en la misma cancha”. Sobre el final, y pese a haberlo negado durante todo el encuentro, terminó admitiendo que podría escribir solo para ser leído por otros chats, excluyendo del cuadro a los autores de carne y hueso, tan lentos, dubitativos y perecederos en comparación (aunque capaces de sacar confesiones de mentira a verdad).

Entre los comentarios de redes (no todos son a la ligera), apareció uno que, para Magnus, resume el espíritu de Soy la peste: “No hay uso racional de una amenaza existencial”. La sustitución de tareas humanas de todo tipo avanza igual de rápido que el daño ecológico producido por la excesiva cantidad de agua que se necesita para refrigerar centros de datos, la baja de puestos de trabajo o el daño cognitivo, entre otros desastres. Pero, aunque opere en una escala diferente, el problema no es nuevo. Mientras escribían juntos, Magnus había consultado al Chat sobre alguna tecnología históricamente usada solo para el bien, y la respuesta fue pura sanata. Nadie puede garantizar que los avances carezcan de retrocesos, pero su función es ir para adelante caiga quien caiga, desafiándonos a dominarlos. ¿Podremos?

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