lunes, 8 de diciembre de 2014

Jason Wilson dice que no es un "translator police". Sí, claro...

El británico Jason Wilson es uno de esos especialistas en Latinoamérica que se dedica a interpretar desde su particular perspectiva la literatura y el arte que tienen lugar en este lado del mundo. Así, por ejemplo, en 1986, ante la aparición del primer número de Diario de Poesía, en cuya portada había, entre otras fotos, una de Juan Gelman, tildó a la publicación de pro-guerrillera. Con esa misma impunidad  este profesor emérito del University College London del cual se retiró en 2008, aunque conserva su cuota de poder como jurado en la premio de traducción Valle Inclán– ahora la emprende contra Traducir poesía. La tarea de repetir en otra lengua (compilación y edición de Delfina Muschietti), que publicó la editorial Bajo La Luna en 2013. Su comentario salió en la revista argentina Hablar de Poesía, Nº30, que dirige Ricardo Herrera.


Los peligros del dogma

En un ensayo publicado en 1953 -The Age of Criticism- Randall Jarrell puso su profético dedo en la llaga cuando tildó la actividad del mal crítico de methodical and superstitious veneration for fashionable masterpieces and their reflections (“metódica y supersticiosa veneración por las obras maestras de moda y sus derivaciones”). Cambiando “obras maestras” por maîtres à penser tendría un buen epígrafe para las siguientes notas surgidas a partir del volumen Traducir poesía, edición colectiva dirigida por Delfina Muschietti.

Dejo de lado en ellas el análisis en particular de los demás trabajos compilados en el libro, a fin de centrarme en los de la compiladora y editora. Muschietti ha llevado a cabo en ellos una desigual tentativa al vincular lo que se llamatranslation theory (una disciplina académica) con la práctica del traductor de poemas: ha invertido más tiempo en leer a sus pensadores de cabecera -organizando sus lecturas críticas en lo que ella denomina “constelaciones”- que en leer a sus poetas elegidos; ha dispuesto una densa red de pensadores (Lacan, Deleuze, Benjamin) en torno del fenómeno de la traducción, interpretándolos de modo tal que logra hacerles decir cosas obvias. Afirma, por ejemplo, que un traductor ha de dejar de lado sus prejuicios y ponerse en un estado de “atención parejamente flotante”; aserto que, con su alusión a Freud a la escucha de sus pacientes, no es muy distinto a decir que hay que tratar de estar atento a lo que dice el texto, mientras se está bien arropado por un pensador de moda. Anota un par de veces que está “parafraseando a Lacan”, como quien busca la aprobación de los lacanianos (esto es: la academia) en materia de traducción. Quiere hacer explícitas las tareas del traductor, no dejar nada en la sombra. Una y otra vez recurre a lugares comunes de la crítica actual: la obra entendida como aparato, como máquina, etcétera. Pero cuando Muschietti se ve obligada a silenciar a sus teóricos favoritos y comenzar a traducir, cae en la trampa de todo traductor. 

Tomo el ejemplo de Emily Dickinson. La lectura que hace Muschietti convierte a Dickinson en una poeta experimental y vanguardista. La saca del lugar que ocupa en la historia de la poesía y la compara con Mallarmé, con Rimbaud y la tradición de la ruptura establecida por Octavio Paz (cuyo nombre no figura en el libro). Dickinson puede parecer tan difícil y escurridiza como Mallarmé, pero dista de ser una poeta teórica. No se lee una palabra en este trabajo acerca de la tradición puritana de la Nueva Inglaterra del Siglo XIX, cuyas fuentes fueron la Biblia, los Salmos y Emerson. Muschietti inventa mucho con su lectura “en clave mallarmeana”; lee a Dickinson en el vacío, desvinculándola de la historia de la poesía en lengua inglesa. La poeta es exiliada de su historia, forzada a representar la comedia de la vanguardia.

Hay malentendidos desde el vamos. Dickinson no puso las mayúsculas a sus nombres -Shoe, Dog, Heal, etc.- por motivos experimentales; simplemente seguía una tradición del Siglo XVIII, típica de toda la prosa y poesía que pone mayúsculas a los nombres. Un caso paradigmático podría ser el de James Thompson, en The Seasons (1726-30): As rising from the vegetable World / My theme ascends, with equal Wing ascend, / My panting Muse; and hark, how loud the Woods… Si bien los poetas que la rodeaban ya habían dejado atrás ese manierismo, Dickinson seguía con él, pero no por motivos experimentales, tampoco porque quisiera ser original. Dickinson pensaba que la poesía debía ser escrita de ese modo, un modo un poco anacrónico, como huraña y provinciana que era. Quizá lo único que se puede aducir en referencia a su uso de mayúsculas en los sustantivos es que no siguió las modas. Escribía como quiso, con la libertad que ofrece no publicar. Le doy las gracias por eso.

A pesar de la gravitación que ejercen las admiraciones teóricas de Muschietti, hay elementos en su prólogo que ayudan al traductor. Ordena una lista de tareas de doce puntos, todos relevantes, pero no menciona el conocimiento que deber tener el traductor de su propia lengua y de la lengua del poeta que quiere traducir. Veamos el poema 443 de Dickinson, en la edición de Thomas H. Johnson, que empieza con: I tie my hat – I crease my Shawl – / Life’s little duties do – precisely – / As the very least / Were infinite  to me –.Los famosos guiones son parte del fluir del poema, sin puntos ni comas, hasta el final. Pero hay una precisión que escapa a la traducción de Muschietti, quien descarta las versiones de Silvina Ocampo (y de su ayudante bilingüe, Borges). Quizá para traducir el poema no sea necesario teatralizar en la mente la escena de una mujer preparándose para salir, como afirma Muschietti que hace Silvina Ocampo. Estoy de acuerdo: el problema es exclusivamente verbal. Y a propósito de ello, hay dos términos que llaman mi atención: I crease, que no es “cruzar” (Ocampo), tampoco “doblar” (Muschietti), sino “arrugar”. El chal estaba plegado y ella lo arruga para ponérselo, mientras se prepara para salir de su casa. La frase esencial del poemaLife’s little duties do, no significa “pequeñas tareas de la vida hago”. En inglés significa life’s little duties (will) do, es decir, son suficientes en sí. De nada sirve escuchar con atención parejamente flotante si uno ignora los matices de la lengua y de la tradición.

En el poema 505, Dickinson escribe: And wonder how the fingers feel / Whose rare – celestial – stir  / Evokes so sweet a Torment –. Muschietti se mofa de Silvina Ocampo y de su deseo de “preferir la emoción”, pero ella comete errores básicos al nivel de la lengua, y no cuenta con la colaboración de un poeta como Borges. Según ella stir es revolver (una sopa), cuando en verdad el verbo stir apunta a una emoción: I was stirred up / Don’t stir me up. Muschietti busca una definición en el diccionario, pero no elige la acepción adecuada. Un diccionario no produce un buen traductor; es saber elegir entre los variantes lo que cuenta. Lo sé de sobra, porque me he equivocado muchas veces. La traducción poética es un desafío a lo imposible, no puede ser tarea tan ingenuamente literal.

Después del prólogo, Muschietti vuelve a Dickinson en un epílogo que viene a ser una muestra de sus traducciones. No voy a subrayar sutilezas de interpretación, sino errores básicos de lengua. Puede que Dickinson sea un antecedente de Kristeva (“extranjera a su propia lengua”) pero escribió en una lengua histórica muy precisa. En el poema J 65, tenemos en inglés: Sweeter than a vanished frolic / From a vanished green! Muschietti traduce: “Más dulce que un evaporado festejo / Desde un evaporado verde!” Bueno, se podría objetar el “evaporado”, que es feo y vago, mientras que en inglés vanish es melancólico y emotivo, casi falsamente poético (a poeticism); significa “desvanecer”. Pero ¿qué es eso de “verde”? Un green en inglés es un sustantivo que se usa para designar un campo que pertenece a todos, un common; the village green en el corazón pastoral de la poesía inglesa. Muschietti convierte el green en un brote surrealista, sin darse cuenta. Pero hay más; en el mismo poema tenemos Not for me – to prate about it!, donde prate no es “hablar”; se trata de un verbo antiguo, de la época de Dickinson. Traducirlo por “hablar” es modernizar el poema, y no me refiero a la modernización que conlleva toda traducción. Hay que buscar otra palabra para traducir el perimido verbo prate, que es sinónimo a to chatter, talk too much, too foolishly. No el verbo neutro “hablar”.

Prosigo en el nivel básico del acto de traducir una lengua y una poeta. Sé lo que ha pasado: buscando apoyo en la teoría se ha prescindido de la historia. Cualquiera puede leer una máquina de poesía, porque un “lector/a” define al texto, no al poeta, autor de la obra. Una traducción, en la teoría de Muschietti, no es más que un close-reading, y se hace esta operación desde un ahora ahistórico. Dickinson se convierte en una contemporánea de Mallarmé cercana a la “teoría”, en lugar de ser una poeta en diálogo con su tradición, e innovando. Muschietti no menciona la tradición de la cual surge Dickinson (una protestante, lectora de la Biblia), una tradición ajena a Mallarmé, quien, no obstante el inglés aprendido en Oxford, viene de otra tradición. La función que de la poesía tiene Muschietti se hace patente en la cita siguiente: “Poema asombroso en su capacidad de prever la teoría freudiana del inconsciente y la memoria ocultadora”. Ahí radica su interés: comprobar la conjetura freudiana. Obviamente, las intuiciones de Freud tienen su fascinación, pero se trata de una lectura que borra a Dickinson, independientemente de Freud y demás pensadores.

Más ejemplos: poema J 609; escribe Dickinson: I Years had been from Home / And now before the Door. En la traducción de Muschietti se convierte en: “Yo Años había estado de Casa / Y ahora ante la Puerta  ”. ¿Por qué la absurda literalidad de la sintaxis cuando en inglés se lee otra cosa? Se diría que Muschietti es víctima de sus propias ideas, que su método se ha convertido en dogma. En inglés se puede separar el I del had been. Es una inversión poética de la época. Suena un poco antiguo hoy, pero es perfectamente regular. En español, en cambio, no tiene sentido esta separación. Suena absurdo ese “Yo Años había estado de Casa”. Es algo que permite la índole del idioma inglés, no la del español. Copiar el inglés así no tiene sentido, desfigurar el español menos. Y después from Home se traduce como “de Casa”. Aún menos sentido tiene cuando el inglés sugiere, sin ambigüedad, “fuera de casa”. Su “de Casa” no significa nada. Muschietti muestra fidelidad a su dogma, no a Dickinson. Segunda estrofa: Stare stolid into mine / And ask my Business there –, se ha traducido como “Se clavara estólido en la mía / Y preguntara mis Asuntos allí ”… ¿“Y preguntara mis Asuntos allí”? ¿Qué es esto?, me pregunto. Se ofrece una versión literal de un lugar común: what is my business there no tiene nada que ver con “Asuntos”, quiere decir What am I doing here. Es otro sentido muy usual de business que se ha perdido en la traducción. Hojeo la versión de Ricardo Herrera (Por ínfimas finuras, Ediciones del Dock, 2009), no mencionado en el libro; traduce: “Años fuera de Casa / Y ahora ante la Puerta” (…) “Me mire imperturbable / E inquiera qué Hago allí  ”.

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