Que, a esta altura de los acontecimientos, a ninguna editorial se le haya ocurrido reunir los textos que el poeta y traductor Jorge Aulicino viene escribiendo a modo de explicación –o problemas– de la Divina Comedia es poco menos que escandaloso: los viene escribiendo prácticamente desde que tradujo ese libro, publicado por la editorial chilena LOM, y muchos de ellos fueron presentados en charlas o están disponibles en su Facebook. La circunstancia revela, tal vez, el desinterés y la poca cultura de la mayoría de los editores argentinos, siempre pendientes de la última novelita suburbana. Para muestra, este breve texto que Aulicino nos ha hecho llegar.
Guarda que son griegos
Hay en el canto 26 del Infierno un episodio que me llamó la atención, no porque sea maravilloso o propiamente dantesco sino porque parece encubrir un problema vinculado con la traducción. En principio, y al imaginarlo como una conversación común en argentino contemporáneo, me hizo reír a solas. Dante y Virgilio ven que una misma llama envuelve a Odiseo –llamado por su nombre en latín, Ulises, por Dante– y Diomedes. Virgilio le explica por qué están ellos envueltos en ese fuego y le dice: “Dejame hablar a mí. A lo mejor no quieren hablar con vos, porque son griegos”. Parecería que esto alude a una soberbia por parte de los personajes. Virgilio parece creer que a él lo escucharán porque es el autor de la Eneida que, aunque fue escrita en latín, cuenta la caída de Troya. Sin embargo, creo que hay también un problema con la lengua, sin que esto quite la soberbia que Virgilio parece presumir en Ulises y Diomedes.
Cuando mencioné que quizá hubo cierta inquina de Dante por Ulises, en la publicación del primer libro de la Comedia por la editorial Gog y Magog, basándome en que Dante no nombra entre los ilustres visitantes del Infierno al notorio Ulises, José Burucúa, de paso por la redacción de la revista Ñ, me dijo: “Atenti que Dante no leía en griego, y no conocía toda la Odisea”. Esto me dejó pensando. Las fuentes de Dante respecto de la mitología y la épica griegas eran, en efecto, dispersas: Ovidio; la Tebaida, de Estacio, y desde luego el propio Virgilio. Después de la muerte de Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco Petrarca hicieron traducir la Ilíada y la Odisea completas por primera vez al latín. Se la encargaron al monje calabrés Leoncio Pilato, que se hacía pasar por griego, y fue –pese a su impostura– gran promotor de la traducción de obras literarias griegas. Así pues es posible que Dante no supiese que en la Odisea el protagonista baja al Hades. Pero siendo un episodio tan comentado y atrayente de la obra, me parece difícil que nunca hubiese escuchado sobre él, o leído algo al pasar. De manera que, aún con la advertencia de Burucúa, siento un ausencia resonante cuando Dante le explica a Virgilio sus dudas para iniciar la catábasis, en el canto 2:
Pero yo, ¿por qué iré? ¿Quién lo concede?
Yo no soy Eneas, y Pablo no soy.
Tenemos esto, y que en el canto 26 aparece el omitido.
Y no solo que Virgilio cree oportuno ser él quien les hable a Ulises y Diomedes, sino que la respuesta de Ulises es el relato abreviado de su viaje, tan abreviado que figura en él Circe, pero no el Hades. Y este relato terminará con su muerte, sin regreso a Itaca, aunque Dante sabía de Penélope, a quien menciona. Todo esto, ¿es fruto de la ignorancia de Dante sobre el texto entero de la Odisea? Esto es, ¿provenía de su desconocimiento del griego, idioma en el que –de haberlo comprendido– podría haber leído el libro en los conventos franciscano y dominico en los que forjó su erudición? ¿Es producto de la misma desinformación el hecho de que pudiera ver el viaje de Ulises como pecado de soberbia, en este caso bajo la forma de voluntad de conocimiento, por encima del permitido por Dios? Ulises, en la Comedia, muere, arrebatado por una ola gigantesca, en las costas de una isla del Atlántico, más allá del Ecuador, luego de haber incitado a sus hombres a viajar pues “no fueron hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y sapiencia”. Es decir, en un mar ignoto para entonces. ¿Rechazaba Dante en Ulises a aquellos que desafían a los dioses? ¿Era Ulises, para él, otra versión del soberbio Capaneo, unos de los sitiadores de Tebas, al que puso en el Infierno por haber dicho que “ni Zeus” impediría que trepara esas murallas?
Estoy haciendo conjeturas sobre una imagen arquetípica de la Comedia, teniendo en cuenta datos externos al texto. La ambigüedad de los sentimientos de Dante por Ulises está, me parece, en la letra. Es una figura simbólica que Dante admira y rechaza, como al feroz Capaneo. Su propia ambigüedad frente al “pecado de conocimiento” quizá está puesta allí. Pero que los griegos pudieran serle “esquivos” (schivi), como presume Virgilio, forma parte también –creo– de una carencia en su propio bagaje cultural, que tal vez no se perdonaba.
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