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Un héroe cotidiano
José Luis Mangieri es un hombre franco, sencillo, dueño del estilo bondadoso de ciertos porteños no petulantes que lo hace querible; hablar con él es sentirlo un amigo de siempre. Mangieri ha dedicado los últimos treinta y cinco años a editar poesía y este hecho insólito lo convierte casi en un héroe civil.
–Eso de héroecivil es exagerado; la verdad es que me dediqué a publicar poesía de los otros un poco por impotencia creativa personal en el género. En general, los editores de poesía somos poetas frustrados. En 1962 yo formaba parte de un grupo de poetas jóvenes (siempre hay poetas jóvenes) que decidimos editar La rosa blindada, de Raúl González Tuñón, y luego nació la editorial que llevó ese nombre como una forma de homenaje al poeta.
–Empezaste con otras personas, pero después seguiste solo con la editorial.
–Sí, me ayudó un poco Gelman, de quien editamos toda la obra; Javier Villafañe, y un montón de gente pero, la verdad, trabajo solo. Por razones obvias, dejamos de salir en 1976, y después retomé con Libros de Tierra Firme. La Rosa Blindada fue una utopía.
–En los años sesenta estaba de moda.
–Sí. En cambio Libros de Tierra Firme me pareció un título más concreto; se inició con Todos bailan, también un título de Raúl. Ya tenemos más de doscientos libros.
–¿Y cuántos habías sacado en La Rosa Blindada?
–Más o menos unos trescientos, así que, en total, serán entre quinientos y seiscientos.
–¿Solventás todos los gastos de esos libros?
–Algunos los paga directamente la editorial.
–Me imagino que son los que te gusan mucho, como los de Gelman, de quien publicaste toda la obra. Gelman te ha sido bastante fiel.
–Sí, tan fiel que, cuando Planeta quiso editarlo, me vino a pedir permiso y yo casi lo mato. Le expliqué que él ya necesitaba una editorial más importante.
–No seas tan modesto. Gelman fue conocido gracias a tus publicaciones. ¿Cómo hacen los autores cuando la editorial no les paga los libros?
–Algunos sacan créditos en el Fondo Nacional de las Artes. Y hay que destacar la labor de esta institución; sin ella, muchos jóvenes no habrían podido publicar.
–También editaste casi toda la obra de González Tuñón.
–Sí, rescaté su poesía lírica. Cuando uno habla de Tuñón piensa en los poemas de los cañones.
–Sin embargo, parecería que perdura más la poesía lírica.
–Y sí. Fijate, siempre se menciona la poesía española de 1927, de los poetas que después fueron a la Guerra Civil española y realmente creo que el más grande todos no fue ni Miguel Hernández ni Lorca, sino Cernuda.
–¿Tenés una gran ortuna para solventar la editorial?
–No, para nada. Vivo en la casita de mis viejos, como dice el tango. Quien me ayuda muchyo es mi mujer, Lea Fletcher, que también tiene su editorial...
–Lea es una investigadora norteamericana que ha rescatado mucho material de escritoras argentinas en su libro Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX.
–Sí, hace muchísimas cosas; es que trabaja mu ybien. Pero volviendo al asunto de la poesía, antes, en la década de los sesenta, a las editoriales pequeñas nos llamaban contestatarias y ahora, en los años noventa, alternativas. Y uno se pregunta: alternativa de qué; contestaria por qué. Hay que diferenciar las grandes editoriales...
–Que son empresas.
–Grandes empresas que producen mercadería y que debe dar rápida ganancia y, en general, se trata de libros descartables, como los envases coyunturales... Pero ahora, creo que hay una vuelta. Siempre se dice que la poesía se lee poco y yo digo que los libros de poesía se prestan, no se compran. De tal manera que si hacés una edición de quinientos ejemplares, no son quinientos lectores sino mil, dos mil, muchos más. Además hay que contar que las editoriales de poesía nunca tienen el aparato de prensa de las otras, que también cuentan con el apoyo de la publicidad: entonces, las publiaciones de los diarios, suplementos, revistas y demás renquean bastante en el comentario de libros de poesía, incluso de autores de libros importantes; no son noticia. Pero mirá, de los doscientos volúmenes editados por Libros de Tierra Firme, más de la mitad están agotados. Bien, es cierto que se trata de ediciones de quinietos, de mil ejemplares, pero a muchos los he reeditado. Pienso que la poesía es un género resistente. Es más, creo que la poesía es un género que nos ayuda a resistir.
–Bueno, la poesía es, junto con el cuento, un género tan antiguo como los hombres. Los juglares que iban por los caminos improvisaban, recitaban sus poemas. La poesía ha resistido el paso del tiempo y de los malos poetas y ahora, entre nosotros, resiste ayudada por editoriales como la tuya, porque hay varias, pero me parece que la tuya, con treintay cinco años es la más antigua.
–A veces me parece que le tienen miedo a la poesía porque cuestiona, desde las épocas de Francois Villon, a quien casi ahorcaron por molestar al poder. El poeta no es dócil ni agacha fácilmente la cabeza. Y, sin embargo, a veces me pregunto, ¿qué pasa en este país con los lectores? ¿Por qué se venden miles de ejemplares de Mario Benedetti, y poetas como Juan L. Ortiz, Giannuzzi, o Madariaga, o Bayley, o Armani son conocidos por tan pocos? Pero, en fin, será cuestión de esperar.
–¿Hay algo que te importe tanto como la poesía?
–Sí, el cambio social. Me importa que tengamos un país un poco mejor.
* http://mujerdeolebajoelbrazo.blogspot.com/2009/08/la-memoria-de-jose-luis-mangieri.html)
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