Mariana Windingland nació en Pergamino, pero vive en el pueblo de Mendiolaza, situada en el departamento Colón, de la provincia de Córdoba, a 23 km de distancia de la capital provincial. Su padre topógrafo era noruego, pero, según ella admite, no le enseñó la lengua. Su madre fue bibliotecaria y le inculcó el amor a los libros. Según recuerda en una entrevista realizada por Stefanía Cañete para la revista La Unión, “Comencé con el inglés en plena pubertad, y en la adolescencia recibí una beca para estudiar en Suecia, y allí aprendí sueco y perfeccioné el inglés que había empezado a adquirir. Más tarde me vine a estudiar traducción de inglés a Córdoba, pero luego me fui a EE.UU. para dar clases de español. Luego estuve en Canadá un semestre y comencé mis estudios en francés. Volví a Buenos Aires y empecé a trabajar en el subtitulado, mi ingreso a este mundo de las lenguas y mi primer trabajo interesante. Mientras tanto tenía como sueño aprender noruego y tenerlo como meta profesional, asi que cambié mi vida por tercera o cuarta vez y me fui a Oslo, donde estuve radicada unos años”.
Dada la singularidad de su trabajo, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires la entrevistó con el objeto de dar a conocer su labor a los lectores de este blog y, asimismo, para enterarnos de las muchas tareas pendientes a propósito de una parte sustantiva de la literatura escandinava.
–¿Por qué te hiciste traductora literaria?
–Hace algunos años recibí una propuesta de traducción de EDUVIM, la editorial de la Universidad Nacional de Villa María. El director editorial descubre la obra de Arne Lygre en la feria de Frankfurt y supo que, a pesar de estar traducido a una quincena de lenguas, el dramaturgo era todavía inédito en español. Allá por 2013-2014 la editorial produjo una colección de teatro europeo contemporáneo en ediciones bilingües y cuyos traductores estaban radicados en Córdoba. Yo había regresado de Oslo hacía poco tiempo y trabajaba ya en el sector editorial donde me desempeñaba en inglés y español para una empresa radicada en el exterior. Después de dialogar con el editor y de leer ambas obras, acepté gustosa la oferta. En mis años en Oslo había trabajado como intérprete en un teatro oficial y en la corporación de radiodifusión estatal, y tenía algunos años de experiencia como subtituladora, lo que de alguna manera me dio la suficiente seguridad que necesitaba para encarar el proyecto de traducción de estas dos obras dramáticas contemporáneas.
–¿Cuáles son los principales problemas de la traducción del noruego al castellano?
–Creo que el mayor desafío lo representan los referentes culturales y los elementos intertextuales, aunque esto no es particular a este par de lenguas, sino que son las típicas dificultades que se pueden encontrar al traducir. Los términos referidos al clima y la naturaleza, que están muy presentes en la literatura noruega, frecuentemente no tienen traducción al español. En lo que refiere a la traducción de LIJ, el problema central es reflejar en cierto modo la sonoridad de la obra, teniendo en cuenta que un cuento o una poesía infantil se conciben para ser leídos en voz alta. En estos casos la musicalidad es muy difícil de trasladar a la lengua meta.
–¿Cuánta es la literatura noruega traducida hasta el momento? ¿Cuáles son los autores que vos misma tradujiste?
–Casi la totalidad de las traducciones se realizan en España. Según registros de NORLA (Norwegian Literature Abroad), la agencia de gobierno que difunde la literatura noruega en el exterior, en los últimos quince años se tradujeron unos doscientos títulos al español, de los cuales apenas un diez por ciento corresponde a América Latina. Entre los autores de más renombre traducidos a nuestra lengua están Anne Holt, Karl Ove Knausgård, Unni Lindell, Jo Nesbø, Jan Erik Vold, y Herbjørg Wassmo, solo por mencionar algunos. Gracias a una de las diversas líneas de subsidios a la traducción, he podido traducir y publicar a Arne Lygre, a Mari Kanstad-Johnsen y a Kari Tinnen.
–¿Estás en contacto con otros traductores del noruego al castellano? ¿Quiénes son?
–Estoy en contacto con escritores que manejan ambas lenguas y que suelen oficiar como mis consultores.
–¿En qué medida las editoriales argentinas o extranjeras requieren tus servicios?
–Hasta el momento he recibido una decena de propuestas de trabajo con editoriales argentinas. Creo que la presencia de NORLA en las ferias es crucial para dar a conocer tanto la literatura noruega como los programas de apoyo a la traducción existentes. Quizás la demanda es baja todavía porque hace apenas unas décadas se comenzó a traducir directamente del noruego al español. Antes de la creación de este organismo, casi todo lo que llegaba a nuestra lengua eran traducciones indirectas, con todo lo que eso implica. Un ejemplo de esto son las obras de Knut Hamsun, que derivaban del alemán, el inglés o el francés. A partir de los años 90, Kirsti Baggethun, la más prolífica traductora de este par de lenguas, comenzó a traducirlas directamente del noruego.
–¿Cómo se paga la traducción del noruego al castellano respecto de lo que pagan las traducciones de otros idiomas europeos a nuestra lengua?
–Se paga relativamente mejor que el resto de los idiomas europeos pero, como mencioné antes, la demanda es todavía escasa.
–¿Qué te parece que, sin estar traducido hasta ahora, habría que traducir urgentemente?
–Hilde Hagerup, Gunnhild Øyehaug, Ingvild Hedemann Rishøi… También me gustaría continuar traduciendo la obra dramática de Arne Lygre, así como las obras aún inéditas de Jon Fosse. Erlend Loe, Maia Lunde y Helene Uri tienen apenas un par de obras traducidas y son de los autores que creo deberían llegar al público hispano.
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