viernes, 26 de diciembre de 2025
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jueves, 25 de diciembre de 2025
miércoles, 24 de diciembre de 2025
"Un traductor es lo peor que hay en la vida"
martes, 23 de diciembre de 2025
Una entrevista con Pablo Braun, en los primeros veinte años de la librería Eterna Cadencia
Pablo Braun, en el 20 cumpleaños de Eterna Cadencia: “Nací en cuna de oro, con la librería salí a otro mundo”
A veces hay buenas cosas que salen de malas cosas, se sabe. Pablo Braun sonríe con toda la boca hoy, parado entre los libros de Eterna Cadencia, la librería que abrió hace 20 años. Pero las cosas no empezaron así, salieron de un momento difícil. Una separación que fue también un momento de desorientación. Eso cuenta y se entiende, pero se impone la sonrisa.
La noticia, claro, es el festejo: Eterna Cadencia cumple 20 años este 20 de diciembre. “La veo como un espacio ya instalado, una referencia en el mundo de los libros”, dice Braun. Pero hace 20 años venía completamente de otro lado. De eso también hablamos.
Cierto es que esa librería montada en una casa vieja de Palermo se fue volviendo un lugar de encuentro, ya sea por su café, ya sea porque alojó presentaciones, charlas o porque desde ahí se gestó la editorial Eterna Cadencia -que dirige Leonora Djament y que publicó, por ejemplo, La virgen cabeza, el primer libro de la hoy consagrada Gabriela Cabezón Cámara- o porque, en colaboración con Filba, Braun, es decir Eterna Cadencia, armaron el festival literario FILBA, que ya es una marca de la ciudad. Sí, la librería está instalada.
Pero vamos al principio. Es 2004, ahí está Pablo Braun, que tiene más o menos 30 años y es parte de una familia importante, dueños de los supermercados La Anónima. Uno de sus primos, Marcos Peña, fue un figura central en el gobierno de Mauricio Macri. Otro, Miguel Braun, su secretario de Comercio. Estudió Administración de Empresas y tiene una silla asignada en la dirección de esos negocios. Ese es el destino que tiene marcado, pero -“me aburrí soberanamente”- no le gusta y por eso se ha ido y, con su mujer, ha creado la Fundación Temas, donde se ocupaban de asuntos sociales, particularmente en la Villa 21.
Y de pronto, se separó. Y se acabó todo. La pareja, la posibilidad de convivir con su hija, el trabajo. “Me quedé en mi casa, cerré la puerta y dije: ‘¿Y ahora qué hago?’ Y agarré un libro de la biblioteca. Empecé a leer como un enfermo de la cabeza. Leía casi ocho horas, nueve horas, diez horas, quince horas todos los días. Me quedé quieto unos meses y leí, leí, leí, leí, y lo único que hacía era ir a la librería, siempre a la misma.
-Ya te debían estar esperando.
-Llegaba y le compraba diez libros. Un día dije: “¿Qué tenés de George Simenon?" “Estos dos”. Yo estaba copado con Simenon y le dije: “Bueno, la semana que viene vengo y conseguime los que puedas, yo me llevo todo”. Me consiguieron treinta y dos libros...
-¿Y de ahí a tener una librería?
-Me di cuenta de que iba a la librería y dejaba de mirar los libros porque estaba mirando las luces, la disposición de las estanterías.. ¿Y si ponés una librería? Se me ocurrió un día, bañándome. No sabía qué hacer con mi vida y el mundo de lo que había estudiado no me gustaba.
Como el mundo que yo había estudiado no me gustaba...
-Lo que se esperaba de vos es que fueras un heredero.
-Ponele.
-Y tu cambio de escala fue brutal, si te hubieras quedado, hubieras manejado negocios enormes.
-La Anónima tiene unos once mil empleados y acá, entre las distintas cosas que hacemos: el blog, la editorial, librerías o distribuidoras en tres países, son trescientos.
Buscó una casa. Buscó un librero. El 20 de diciembre de 2004 empezaron las obras. “Yo me imaginaba algo como diez cuartos con diez libreros. Entrabas al cuarto de Historia y había un librero historiador, entrabas al cuarto de Filosofía, había un librero especializado y así. Después, me fui dando cuenta de que no había un mercado posible para eso. Pero el espíritu era que fuera un lugar tranquilo, no en una avenida, que la gente viniera, que recorriera, que pudiera hablar con los libreros, que se pudiera sentar. Terminó en esto: una librería más o menos normal, con bar”.
-¿Y cómo fue el encuentro con la realidad? Una vez que empieza a andar la librería...
-Me acuerdo el primer día que abrí y dije: “Bueno, carrada de gente que entra, después de un año de obra ya saben... Y abrí y no entró nadie. El primer día creo que entraron dos personas, de las cuales una sola compró: fue un libro de Paul Auster. Yo tenía que aprender a vender libros, tenía que aprender quiénes eran buenos libreros, quiénes eran malos, cómo se cobraba... Había escritores de la talla de Aira que no sabía quiénes eran. Pero era lector y fui aprendiendo. Y empezó a funcionar. Creo que la librería, al ser linda, atrae.
-El barrio ayuda.
-Pero la mayoría de los clientes se toman el trabajo de venir, no es que son del barrio. Pensá que abrí en diciembre: los regalos las gente los compra en las cadenas, así que vendimos poco. Después diciembre y enero, un desastre. Mis amigos sí, por única vez en su vida vinieron y compraron libros...
-¿Cuál es la diferencia entre una librería buena y una librería mala?
-Una librería tiene que tener bestsellers, pero yo siempre apunté a una librería que, que tuviera sobre todo longsellers, esos que se van vendiendo siempre porque son buenos...
-¿Qué es lo que le da el carácter a una librería?
-El carácter, para mí, lo dan sobre todo las mesas, lo que exhibís. Acá es sobre todo narrativa, porque es lo que más me gusta a mí. Las estanterías son todas medio parecidas, los editores te mandan lo mismo. Sobre todo cuando vendés en consignación. Ahora se hacen más compras en firme y ahí podés elegir, te podés distinguir.
-¿Por qué hay menos consignación?
-Porque se achicaron las tiradas. Y, en el fondo, está bien, para que los editores no soporten todo el peso. Lo digo como editor... Pero creo que en la cadena del libro los libreros son, somos, los menos desfavorecidos. Aunque vendemos objetos no deseados, o sea, estamos en un rubro muy complejo. Se vende muy poco y hay mucho romántico, como yo, que abre librerías. Entonces, hay más librerías de las que debería haber en términos, no sé, matemáticos. ¡Por suerte hay más! Pero en términos matemáticos... más editoriales, más librerías de las necesarias. Los editores ponen toda la plata, es muy finito el negocio. El autor, bueno, depende de cuánto venda. La verdad, creo que nadie en el mundo del libro gana plata de verdad.
-¿No?
-Todos sobreviven un poco, alguna librería le va un poco mejor, pero todas son apuestas románticas. Ningún editor después de editar un libro se compra un auto, paga un pasaje a Europa para toda su familia. Ni vendiendo libros, ni escribiéndolos, ni distribuyéndolos, ni siendo una librería. El negocio es demasiado chico.
-¿Entonces mostrás más lo que más te gusta?
-Los libros que se acercan mucho a mi gusto literario, que es más literario y más alejado del best seller. Best seller no vas a ver nunca la mesa, ya están muy bien exhibidos en un montón de lados. La gente que entra no los ve, se siente medio rara con eso y, en cambio, se siente muy cómoda para preguntar sobre lo que ve. Si vos mostrás que no tenés un montón de sagas, la gente que viene a buscar una saga no vuelve más. Y si vos mostrás que tenés ocho ediciones de Madame Bovary... esa gente vuelve.
-¿Vos decís que todavía se compra mucho el libro por lo que se ve?
-Y sí, muchas veces. Hay lectores que saben perfecto lo que quieren. Pero hay otros que vienen a dejarse llevar por lo que les propongan la librería y los libreros. Vengo, entro: “Che, ¿qué hay?, ¿qué leíste?“ Es una cosa linda y que yo siempre quise que pasara acá, que los clientes pudieran dialogar con nosotros, con los libreros. Cuando uno pone un libro en la mesa silenciosamente está diciendo: ”Este libro para mí está bueno y yo lo querría vender". Después está el que te pregunta: “Mi novia está pasando un mal momento y cumple años y tuvo un problema con no sé qué, ¿qué me recomendas?" Y ahí empieza una charla divina.
-O sea, te das el gusto de hablar de libros.
-Sí. A veces te metés en unos aprietos porque no tenés ni la más mínima idea. Pero para eso están los compañeros, para eso a veces secretamente está Google. Es una aventura linda, a mí me encanta. A mí, de todo lo que hago, lo que más me gusta es ser librero, por escándalo.
-¿Cambió el perfil del lector en estos 20 años?
-Sí y no. Vivimos unos 20 años de una aceleración insólita de la tecnología. Antes había pocos celulares. Lo tenías en el bolsillo, si te sonaba era porque alguien te llamaba o algo. No había Instagram ni Twitter, casi no había Facebook. Y no éramos muy adictos. Entonces, me parece que somos completamente diferentes lectores porque tenemos una disposición completamente distinta del tiempo. La ocupación del tiempo está dada por Netflix, por esto, por lo otro. Y hay que hacer fuerza para leer. Antes estabas aburrido, entonces se te ocurría leer. Ahora tenés que venir a hacer fuerza para decir: “Che, dejo de mirar Instagram y me dispongo a leer”. ¿Viste que siempre leer los tres primeros minutos son incómodos? Porque hasta que tomás ritmo... es mucho más cómodo Instagram, o lo que sea, ¿no?
-¿Y cómo va a ser dentro de veinte años?
- Yo me lo pregunto fuerte. Cuando Eterna Cadencia cumpla cuarenta años, si es que lo cumple, si es que llego yo para verlo, ¿se va a leer? Imaginate veinte años más de la tecnología autoeducándose para ser cada día más inteligente. Y nuestro grado de dispersión, ¿cómo va a ser? Para mí va a ser gigantesco.
-En resumen, el problema de 2004 terminó bien.
-Esa angustia de no saber qué iba a ser de mi vida fue resuelta con creces gracias a la decisión de abrir Eterna Cadencia, sin duda. Yo estoy agradecidísimo por haber elegido esto sin querer; lo que a mí me pasó acá fue espectacular. De verdad.
-Me imagino que también te debes haber vinculado con gente muy de otros ámbitos. Venís de grandes colegios...
-Totalmente, para mí fue salir a otro mundo. Nací en una cunita de oro, si se quiere, y en la literatura no hay mucha cuna de oro. Pero, a la vez, somos todos personas, qué sé yo. A mí me nutrió un montón. Yo soy el raro en la literatura y soy el raro con mis amigos.
-A ver...
-Estoy en los dos mundos, soy el progre en el mundo de la derecha y soy el fachito en el mundo de izquierda.
-Estuve en mesas redondas acá en las que se trató con dureza a ciertas posturas y cierta gente...
-Esos son mis amigos del colegio. Y mis amigos del colegio dicen: “Ay, estos tarados, el feminismo... Y ahí están hablando de mis amigos de la literatura. Siempre viví en medio, que es raro. Con sus pros y sus contras, porque estás incómodo bastante tiempo del día.
lunes, 22 de diciembre de 2025
España festeja que se encamina al horror
El 17 de diciembre pasado, con firma de Javier A. Fernández, El País, de Madrid, publicó una nota sobre el avance de la Inteligencia Artificial en España. En la bajada, el diario se vanagloria de esto: "España es uno de los países europeos más proactivo a la hora de adoptar la inteligencia artificial (IA). Cuenta con más de 2.800 empresas nativas de esta tecnología que emplean a más de 100.000 trabajadores y pronto será uno de los tres países europeos en contar con dos centros de supercomputación. El 42% de los ciudadanos ya la ha utilizado". Lo que las estadísticas no cuentan es el número progresivo de desempleados que ya hay. Tampoco se dice que esta revolución beneficia fundamentalmente a los empresarios y patrones.
La IA en España
El 42,1% de la población entre 16 y 74 añosha usado alguna vez la IA
La modalidad más utilizada es la generativa, que permite generar contenido (texto, imágenes, música, vídeo, código, voces) a partir de un archivo documental
Usos personales de la IA
2023
Porcentaje de empresas por tamañoque han adoptado soluciones de IA
Usos personales de la IA
2024
Fuente: Indicadores de uso de inteligencia artificial en España 2024, del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI).
viernes, 19 de diciembre de 2025
En un Chile que votó a la ultraderecha, se edita la traducción de un libro de poemas escrito para denunciar el golpe de 1973
jueves, 18 de diciembre de 2025
"La experiencia cotidiana de una lengua desplazada"
Daniel López Aguilar, en la edición del diario La Jornada, de México, correspondiente al pasado 15 de diciembre, publicó la siguiente nota a propósito de lo que el lingüista Gonzalo Isidro Bruno denominó "genocidio lingüístico".
Urge detener el genocidio lingüístico contra comunidades indígenas
“Algunos genocidios no terminan: se perpetúan”, señaló Isidro Bruno (Ciudad de México, 1966) en entrevista con La Jornada. Con esta afirmación, hace referencia al concepto de genocidio perpetuo, desarrollado por el politólogo Gerald Roche, quien explica cómo ciertas formas de violencia histórica continúan afectando a las comunidades indígenas.
“Esta idea permite comprender la situación actual de las lenguas indígenas, no sólo en México, sino también en otros territorios marcados por procesos coloniales, como Hawai, donde viví durante 12 años y completé parte de mi formación académica”, añadió.
Congreso de tu’un savi y foro en la Mixteca poblana
Del 18 al 21 de diciembre, el también escritor participará en el Congreso del Tu’un Savi, en el auditorio municipal de Santa María Chigmecatitlán, Puebla, y el viernes 19 formará parte del primer Foro Lingüístico de la Mixteca Poblana, en San Jerónimo Xayacatlán.
En ambos encuentros colaborará en mesas de trabajo orientadas a la normalización de la escritura, la educación en lengua materna y el fortalecimiento comunitario. El activista educativo se identifica como un hombre ñuu savi, del pueblo tu’un Savi (mixteco), con raíces familiares en la región.
Estudió la licenciatura en didáctica de letras inglesas en la Universidad Nacional Autónoma de México y, motivado por su interés en los idiomas y la experiencia migrante de su comunidad, se trasladó a Estados Unidos en 1992.
Allí trabajó de docente de inglés y español, cursó una maestría y obtuvo el doctorado en la Universidad de Indiana. Más tarde se desempeñó como director académico y profesor en instituciones educativas internacionales.
Su experiencia en Hawai marcó un hito. “Ahí viví la experiencia cotidiana de una lengua desplazada y estudié uno de los procesos de revitalización lingüística más sólidos del mundo”, explicó.
“Desde los llamados ‘nidos lingüísticos’, impulsados por familias y comunidades, hasta la creación de escuelas y programas universitarios en lengua hawaiana, he visto que la recuperación lingüística es posible cuando existe voluntad política y control comunitario.”
Esta experiencia dialoga directamente con su crítica a las políticas lingüísticas en México. Para Gonzalo Isidro Bruno, la educación bilingüe intercultural ha funcionado, en muchos casos, como un mecanismo de castellanización.
“Se justifica la exclusión de las lenguas maternas en nombre del futuro o del empleo, cuando estudios muestran que una alfabetización sólida en la lengua originaria fortalece el aprendizaje de segundas y terceras lenguas.”
Además de la experiencia académica, subrayó la importancia de acciones legales y comunitarias. Puntualizó que la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos y la legislación mexicana reconocen el derecho a recibir educación en lengua materna, pero su cumplimiento es limitado.
“Exigir su aplicación, incluso por la vía legal, es un desafío colectivo que debe empezar desde las comunidades”, enfatizó.
“Tras más de 30 años en el extranjero estoy retomando mi trabajo con comunidades indígenas. Quiero fortalecer el plurilingüismo desde la educación, las políticas y la participación de los pueblos. En California, por ejemplo, asesoro a comunidades mixtecas migrantes para que sus hijos puedan aprender en su lengua materna y en inglés sin perder su identidad cultural”, concluyó.
miércoles, 17 de diciembre de 2025
“Traducir en el medio, ni literal ni libérrimo”
Con la excusa de comentar la reciente reedición de una antología de poemas de Emily Dickinson (foto) traducidos por la poeta Mirta Rosenberg, el pasado 7 de diciembre, Osvaldo Aguirre publicó en el diario Perfil una nota que revisa el constante interés que la poeta estadounidense despierta en los traductores argentinos y latinoamericanos.
Versiones y reversiones de Emily Dickinson
Mirta Rosenberg no estaba de acuerdo con la definición de Robert Frost según la cual “poesía es lo que se pierde en una traducción”. Pero al mismo tiempo pensaba que “la traducción es casi siempre una batalla en parte perdida”, como escribió en una nota para el blog del Club de Traductores Literarios, y no se contradecía. Sus versiones de Emily Dickinson, reeditadas por el sello Seré Breve, condensan ese estado incierto entre pérdidas y ganancias.
Hacia el corazón del enigma recupera las traducciones de Rosenberg publicadas en 1998 por el Centro Editor de América Latina. Se trata de 98 poemas de Emily Dickinson (1830-1886). En el prólogo añadido para la edición, Alejandro Crotto cita “Traducir poesía”, poema donde Rosenberg enuncia un mandato: “traducir en el medio, ni literal ni libérrimo” y a la vez “no perder el hilo/ del sentido”.
Dickinson vivió sin salir de su casa en Amherst, Massachusetts, y murió inédita. “Publicar no era, para ella, parte esencial del destino de un escritor”, según Borges. Pero a la muerte se multiplicaron las ediciones y en 1924 apareció la primera compilación de los 1.775 poemas que escribió. Desde entonces, destaca el poeta y traductor mexicano Hernán Bravo Varela, “ha sido elevada a personaje central en diversos ensayos, novelas, películas, programas televisivos, obras teatrales y libros de poemas”. El impulso llega a la literatura argentina contemporánea con La hermana (2003), novela de Paola Kaufmann sobre la familia Dickinson, cuya narradora es la hermana de la poeta; Archivo Dickinson (2018), poemas de María Negroni, y Nuestra parte de noche (2019), de Mariana Enriquez, cuyo título retoma un verso de la traducción de Silvina Ocampo.
Bravo Varela hizo traducciones para otra edición reciente: Soy nadie. Veinticinco poemas de Emily Dickinson. Publicado por Espacio Hudson, el libro toma su título del poema 260, en su versión: “¡Soy Nadie! ¿Tú quién eres?/ ¿Eres —Nadie —también?/ ¡Ya somos dos entonces!/ ¡No lo digas! ¡Podrían delatarnos —lo sabes!”.
Rosenberg incluyó traducciones como colofón de sus libros de poesía y en 2018 propuso una segunda versión del poema 449 de Dickinson, muy citado por la asociación que establece entre belleza y verdad. Esta doble propuesta, dice Alejandro Crotto, “hace visible la pluralidad de versiones posibles y la relativa contingencia de cada una”.
El título proviene en este caso del poema 50 de Dickinson: “hacia el corazón del enigma/ alguien hoy se marchará”, traduce Rosenberg. La versión suena más convincente en términos expresivos que la de Silvina Ocampo (“dentro de un acertijo/ alguien se encaminará hoy”) por las opciones que adopta respecto del sustantivo riddle y del verbo walk, del original, y los matices que incorporan las palabras en español.
Borges celebró la literalidad de las versiones de Ocampo diciendo que “casi siempre” ofrecen “las palabras originales en el mismo orden”; esas versiones preservarían “la cadencia, la entonación, la pudorosa complejidad” de Emily Dickinson “en una suerte de venturosa transmigración”, según el prólogo para la primera edición (Tusquets, 1985).
En su libro Silvina Ocampo marginal, María Julia Rossi observó que el prólogo de Borges fue “contraproducente” para las traducciones y reseñó momentos de la recepción crítica. La traductora sueca Martha Dahlgren puntualizó fallos de comprensión y “algunos malentendidos en el plano léxico” por parte de Ocampo, pero al mismo tiempo reconoció que entre las versiones de Dickinson a la lengua española “es la que más sigue de cerca el original”. Dahlgren también cuestionó el uso de términos rioplatenses, “mostrando su propia perspectiva abiertamente eurocéntrica” (Rossi).
Ocampo tradujo a Dickinson entre 1970 y 1978. Rossi afirma que “en su poética, la traducción no tenía tanto que ver con una reproducción fiel del sentido como con un ejercicio literario de libertad creativa”, en contraste con la valoración de Borges. Esa perspectiva es también la que reivindicó Mirta Rosenberg para sus propias versiones: “Para mí no hay una enorme diferencia entre escribir y traducir. Yo veo al buen traductor de poesía como un autor. Lo que he traducido forma parte de mi obra”.
Si bien las comparaciones son inevitables (y odiosas), estas traducciones de Dickinson se complementan, dado que toman diferentes poemas dentro de la obra y en sus divergencias exponen concepciones del oficio. Bravo Varela parece el más atento a la particular sintaxis del original, donde la mayoría de los puntos y comas son reemplazados por guiones largos que inscriben pausas y marcas de sentido; además distingue “sustantivos tótems” (los que Dickinson escribe con mayúscula y que contendrían su universo íntimo) y “tabúes” (referencias comunes del mundo exterior) y se propone seguir “su afán sintético y antiprosaico”.
Las versiones de Rosenberg y las de Ocampo no contrastan tanto en el sentido como en la construcción del verso, si es que pueden aislarse ambos aspectos. En el comienzo del poema 1071 traduce Rosenberg: “La percepción de un objeto cuesta/ precisamente de ese objeto la pérdida”; Ocampo parece más ajustada al trasladar los mismos versos: “Percibir un objeto cuesta / la exacta pérdida del objeto”. Sigue Rosenberg: “la percepción es en sí misma una ventaja/ que por su precio da respuesta”. Y Ocampo, en cambio: “percibirlo en sí mismo es una ganancia/ que responde a su precio”.
Rosenberg modifica el orden de las palabras en función de rimas que dan al poema cierta resonancia del Limerick: “¿Es entonces la belleza una aflicción?/ Debería saberlo la tradición”. Traducir es en su programa “componer un poema en la lengua de destino”; no se toma mayores libertades ni es más discursiva, pero prescinde de los guiones que utiliza Dickinson, cobra mayor fluidez y gana en significado y en sonoridad. “Nunca al irnos sabemos que nos vamos;/ cerramos la puerta y bromeamos”, se impone así, por ejemplo, a la solución de Ocampo: “Nunca sabemos que vamos cuando vamos yendo-/ gesticulamos y cerramos la puerta-” (poema 1.523).
Según Rosenberg en su nota sobre el tema, la traducción “es afortunada cuando se puede elegir qué perder” y “absoluta cuando eso que se pierde llega impuesto desde el texto”. El poema 684 de Dickinson resuelve el problema, en su versión: “Las mejores ganancias deben pasar la Prueba de la Pérdida / para tornarse ganancias”.