miércoles, 18 de diciembre de 2013

Giacomo Joyce en nueva versión de Pablo Ingberg, comentado por Luis Chitarroni

El 13 de diciembre pasado, en ADN, el suplemento cultural del diario La Nación, de Buenos Aires, el escritor, crítico y editor Luis Chitarroni publicó el siguiente comentario a propósito de una nueva edición de Giacomo Joyce. En la bajada del artículo se lee: “La pasión por una de sus alumnas le inspiró a James Joyce el misterioso cuaderno de notas que sigue desvelando a sus admiradores. Una nueva versión argentina recuerda hasta qué punto esos apuntes son la prueba suplementaria de un talento babélico".

 

Giacomo Joyce, la irrupción fulgurante del genio


 Tal vez la introducción más efusiva y veloz al genio de Joyce es el Giacomo Joyce, el cuaderno en el que el escritor redactó nuevas epifanías y criptografió –literalmente– su deseo adúltero por una alumna triestina, Amalia Popper. Escribí "al genio" con deliberación. No quiero decir a la obra ni al estilo –los estilos– de Joyce. El genio es algo reacio, no se manifiesta a primera vista (¿Rimbaud, Van Gogh, Mozart?) casi en ningún caso. El genio es una lengua que debe hablar fluida y convincentemente a quienes están habituados a ella y a quienes la oyen la primera vez sin entender del todo. Es un destello, una irrupción fulgurante. Debe dirigirse al lego sin requisitos ni antecedentes –no los reconocería– y al lector experimentado, que los exige más de la cuenta, con simulada falta de intención. Por eso la expresión de genio tiene algo exagerado, como un trazo sumiyé, un círculo de Giotto, un ataque de Paganini o de Gould, un arranque de Joyce: "largos labios lanzados lascivos", traduce Pablo Ingberg en una nueva versión del Giacomo (que acaba de editar Losada): "moluscos sangrioscuros". Y el "sangrios" de la síntesis afortunada precipita nuestra perplejidad carrolliana, ¿son moluscos los congrios?

A pesar de ser una lengua habitada con abundancia por el genio –acaso por eso mismo–, la inglesa actúa como un reactivo violento, que rechaza la competencia idónea y la prosapia de un estilo tradicional ejecutado con maestría, tanto como "el engaño" de una torpe originalidad indicial. A mí no me tocará detectar el genio en D. H. Lawrence ni el de Jack Kerouac; tampoco, el de Tennyson ni el de Whitman. A los últimos los protege la larga y generosa tradición del pentámetro yámbico, que uno se propuso con denuedo respetar y el otro, sin darse cuenta, también; a los primeros, la vocación no menos reincidente de una espontaneidad artificial, que acaso es un desplante instructivo. Romper un pie prosódico o simular con el lector una familiaridad previa (que altera sólo las reglas de hospitalidad retóricas) no son, finalmente, sino propiedades transitorias que sintetizan o simulan las alarmas de cierto estado de lengua. El genio verdadero exige más.

El Giacomo lo demuestra. Como se trata de un cuaderno encontrado, editado y puesto en circulación por el biógrafo y exégeta de Joyce, Richard Ellmann, la sospecha alcanza su ápice: es la supremacía, el predominio genial de Joyce el que nos ofrece, como prueba suplementaria, un botón. Es necesario detenerse también en el año de la primera edición de Giacomo Joyce, 1968, para advertir la oportuna emergencia de esta espina en la conceptuosa y conmemorativa celebración irrestricta del autor de Ulysses y Finnegans Wake. Como otro dato, la iconografía reunida en el volumen traducido por Ingberg alcanza: está Amalia Popper con su belleza rafaelita; está el muy austrohúngaro padre de Amalia Popper ("la mia figlia ha una grandissima ammirazione per il suo maestro inglese"); está, como prueba definitiva, el Joyce de ojos patológicos [bajo las lentes] y en actitud de toga que descubrió Pound (que se cansó de recomendarle oftalmólogos).

A menudo el trabajo que acarrea traducir a Joyce declina ante la tarea –no por prevista menos indigesta– de arrimarse en puntas de pie o de rodillas a su reputación de campeón olímpico, de clásico inalcanzable del siglo veinte. Hay que acumular puntos. Títulos, en este caso. Y una vez que se haya accedido al atrio, qué digo, al altar, mostrarse a la altura de las circunstancias. Joyce somete a los traductores al menos a las dos modalidades que el autor supo transmitir a sus extremos: la transparencia solícita y la oscuridad total. Para sintetizar: al estilo de scrupulous meanness de Dubliners complementa, no se opone, el torneo en Babel del Finnegans. Además, el desafío de traducir a Joyce depende en menor grado del talento del traductor cuando el dublinés estrena farolerías –como le gustaría a Borges– que cuando finge pobreza o cuando –es uno de los peores casos– permanece, como en este cuaderno criptográfico, uno o dos renglones en estado de apnea antes de irrumpir con (como traduce Ingberg): "Un gorrión bajo las ruedas del Monstruo, estremecido estremecedor de la tierra. Por favor Don Dios, gran don Dios, ¡adiós gran mundo!..Aber das ist eine Schweinerei!" Juggernaut podría abusar de una explicación adjetival: monstruo mecánico, pero el sentido de la economía es siempre una virtud paulina. Aparte, con una educadísima fruición, el Giacomo conserva por las bastardillas –itálicas– de los otros idiomas una indiscriminada –pero discriminadora (Adorno)– ecuanimidad, que el Finnegans descalabra. [El alemán, por lo demás, no era el idioma favorito de Jim, pero sí de el de dos de sus parodiados preferidos: Coleridge y Carlyle.]

Traducido al castellano dos veces antes, el Giacomo le proporciona a Pablo Ingberg la compasiva oportunidad de olvidarlo. Para encarar la prosa oceánica de Joyce y llevar a cabo la tarea de verterla al castellano, descartada la ignorancia, es preciso, como para muchas tareas menores, una vanidad no exenta de pedantería (evidencia incuestionable: Salas Subirat, que encaró la primera traducción al castellano del Ulysses con prepotencia de futuro de clase). La pedantería (no lejos del poeta anda el pedante, demostró otro exégeta de Joyce, el novelista y músico Anthony Burgess) debe demostrar al lector su eficacia como actitud y como método. Consiste en ofrecer el andamiaje crítico digno de la investigación que un trabajo de esta laya acarrea y el sistema regulador y para detectar en la intención y la contumacia un sistema alusivo, que hoy parece significar nada, pero que constituía para el primer modernismo –Monsieur Teste, Prufrock [and Other Observations], Hugh Selwyn Mauberley y la consecuente audiencia–, al que sin duda elGiacomo pertenece con rústica y exclusiva felicidad, el punto de mira más alto y el grado menos previsto y accesible de concentración. Admirables misiones que el traductor, en este caso, no rechaza sino que cumple con sobrada, soberbia suficiencia.


martes, 17 de diciembre de 2013

"Tuve que inventar mucho"

Ioram Melcer
Publicada el jueves 5 de diciembre último en El Universal, de Caracas, la siguiente nota sin firma se refiere a la traducción del castellano al hebreo y viceversa. Para que todo resulte más claro, todavía no había terminado la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara, este año con Israel como país invitado.




¿Cómo suena la literatura hispana 
en el milenario y bíblico hebreo?

Guadalajara.- En Israel, país invitado de honor en la mexicana Feria del Libro de Guadalajara, las traducciones de la literatura hispana al milenario y bíblico hebreo son tan apreciadas como bizarras: sin casi vocales, ni subjuntivo y con sus características frases cortas alejadas de las florituras.

Si uno toma la versión hebrea de Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, no sólo la empezará a leer desde atrás hacia adelante y de derecha a izquierda, sino que en seguida se dará cuenta de que todas las expresiones de duda habrán desaparecido y de que la novela eludirá muchos giros lingüísticos combinando apenas dos tiempos verbales con muchos adverbios.

"No hay absolutamente nada semejante entre el español y el hebreo, nada", confiesa a la AFP entre risas el israelí Ioram Melcer, traductor de una cincuentena de títulos hispanos y de autores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Arturo Pérez Reverte o Horacio Castellanos Moya.

Aunque se ha modernizado, esta lengua con más de 3.000 años de historia y en la que fueron escritos los textos del Antiguo Testamento "tiene mucho de la Biblia y esto no significa que demos un sermón constantemente. Es una lengua muy poética que también utilizamos para hablar de fútbol", ironiza Melcer.

Para este apasionado escritor y periodista de 50 años, cada libro en castellano que cae en sus manos para traducir es un verdadero reto, pero recuerda especialmente los sudores que le dio Rayuela, del argentino Julio Cortázar, una traducción que habían abandonado antes dos traductores por su complejidad.

"Rayuela es un texto dificilísimo en español, que tiene muchas capas, muchas alusiones, muchos estilos diferentes y el hebreo es mucho más directo. Usamos frases muy cortas y había que dividir las frases, poner muchos adverbios para compensar que no tenemos subjuntivo. Tuve que inventar mucho", confiesa este judío de origen argentino y director de contenidos de medios electrónicos de la Biblioteca Nacional de Israel. "Me dije, o muero haciéndolo o ya me retiro", bromea.

Pero no sólo las diferencias gramaticales y morfológicas influyen en las traducciones españolas al hebreo, sino también la connotación de las palabras. Por ejemplo, Melcer relata sus dificultades con la traducción de Historia de la destrucción de las Indias del fraile español Bartolomé de las Casas (1484-1566) sobre la conquista española de América Latina y sus atroces métodos contra los indígenas.

"En el libro se habla de masacres de indios, violaciones, decapitaciones... Nosotros utilizamos mucho los términos masacre, desastre, catástrofes, violaciones, quemados cuando hablamos de la shoah (holocausto) así que tengo que evitar los lugares comunes porque sino le estoy poniendo intenciones políticas y este libro escrito en el s. XVI no puede ser como un relato del holocausto", afirma.

Otro aspecto que interviene a la hora de traducir al hebreo es la longitud de los manuscritos. Por la casi ausencia de vocales en su abecedario, un libro de 300 páginas puede quedar reducido a 220, asegura el autor de El hombre que fue enterrado dos veces y Nieve en Albania.

"Esto tiene una influencia negativa en cuanto a los libros que en español ya son cortos porque se vuelven en libros no viables en hebreo", afirma Melcer al explicar que esto ha hecho inviable la traducción de El coronel no tiene quien le escriba de García Márquez, por lo que se propuso hacer una antología con varios libros del autor.

Grandes amantes del llamado boom de los 60 y 70 y del realismo mágico, la literatura latinoamericana es una de las favoritas de los israelíes porque "no viene de Europa, por toda la problemática histórica que todos sabemos, ni de Estados Unidos".

Entretanto, en el sentido inverso, el español es el quinto idioma con más traducciones de obras hebreas, con 66 libros de Amos Oz y 29 de David Grossman, una de las grandes figuras presentes en la Feria de Guadalajara, que cierra el domingo.


"No es imposible traducir incluso los textos más complicados mientras tengas el traductor adecuado", afirma Nilli Cohen, directora del Instituto de Traducción de Literatura Hebrea, fundado en 1962 para la promoción de la literatura hebrea.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuánto ingenio y qué gracejo que tienen los que titulan las películas en castellano, ¿no?


Existe una suerte de consenso por el que el cambio del título de los libros traducidos es prerrogativa de los editores, cuyas razones, a la hora de vender, están por encima de cualquier otra circunstancia. Otro tanto sucede con las películas, aunque aquí la cosa se pone sensiblemente peor. De acuerdo con la nota anónima publicada en el diario Clarín, de Buenos Aires, del día 13 de diciembre pasado, hay un sitio en Internet, dedicado al cine, donde armaron la siguiente lista que, dado el calor que estamos padeciendo en la Argentina, cumple muy bien con ser la entrada del día de hoy.

Los 30 títulos de películas peor traducidos

En el sitio buzzfeed.com armaron un ranking divertido y solo apto para cinéfilos. Del 1° al 30° puesto, estas son las películas que, según ellos, sufrieron un curioso traspaso del inglés al español.

1.   The hangover = ¿Qué pasó ayer?
2.   I love you Phillip Morris = Una pareja despareja
3.   28 days later = Exterminio
4.   Pulp Fiction = Tiempos violentos
5.   16 candles = Se busca novio
6.   Home alone = Mi pobre angelito
7.   The game = Al filo de la muerte
8.   A bug’s life = Bichos
9.   Scream = Scream, vigila quien llama
10. The Breakfast Club = El Club de los Cinco
11. The nightmare before Christmas = El extraño mundo de Jack
12. The green mile = Milagros inesperados
13. Saw 2 = El juego del miedo 2
14. The sound of music = La novicia rebelde
15. 50 first dates = Como si fuera la primera vez
16. Superbad = Supercool
17. Posession = Personalidad múltiple
18. The hurt locker = Vivir al limite
19. Kingdom of heaven = Cruzada
20. Pineapple express = Superfumados
21. Along came Polly = Mi novia Polly
22. City of angels = Un ángel enamorado
23. The kids are all right = Mi familia
24. Death becomes her = La muerte le sienta bien
25. Sleepless in Seattle = Sintonía de amor
26. The American = El ocaso de un asesino
27. There will be blood = Petróleo sangriento
28. Lost in Translation = Perdidos en Tokio
29. Walk the line = Johnny & June pasión y locura
30. 101 dalmatians = La noche de las narices frías


viernes, 13 de diciembre de 2013

La larga marcha de Don Quijote en China


“El Quijote es uno de los libros más traducidos de nuestra lengua. Pero las diferentes versiones al chino son una historia en sí misma.” Así dice la bajada de la nota publicada el 11 de noviembre pasado en la edición digital de la revista Ñ, con firma de Guillermo Bravo.






El Quijote y Sancho recorren China

La primera traducción del Quijote fue de 1612, siete años después de que fuera editado en Madrid por Francisco Robles. Desde la primera publicación de la obra en español, el inglés Thomas Shelton, especialista en lenguas romances, se sintió  atraído por la historia del caballero loco y publicó The History of the Valorous and Wittie Knight-Errant, Don Quixote of the Mancha .

Para ese año, el libro era ya un éxito en España, se perfilaba como un clásico popular y comenzaba a iniciar un camino que lo llevaría a conquistar Europa en una década. La traducción de Shelton llamó la atención del francés César Oudin, secretario y traductor oficial –del español, italiano y portugués– de Enrique IV. Oudin viajó a Madrid y se hizo de un ejemplar de la obra cuya primera parte publicaría en francés en 1614.

Pero la marcha del Quijote hacia otros continentes se hizo más larga, especialmente en Asia. Mientras Shelton y Oudin compartían en sus países las travesías del hidalgo caballero, China estaba bajo el mando del emperador Wanli, quien sería seguido por el emperador Tianqi en 1620, y se acercaba al fin de la Dinastía Ming (1368 - 1644), cuando Tianqi diera poder absoluto a Wei Zhongxian, el eunuco más poderoso que ha visto China y quien impondría un régimen de terror, en medio de una crisis económica y grandes hambrunas.

Si bien China fue uno de los primeros países asiáticos en tener una versión del Quijote, debió esperar hasta 1922, cuando apareció la primera versión aproximativa, convirtiéndose además en el primer libro de la literatura española traducida al mandarín.

Durante siglos, China fue un imperio cerrado culturalmente al occidente, más preocupado por mantener su equilibrio interno y beneficiarse del comercio internacional. A partir de fines del siglo XVII, con la continua llegada de misioneros europeos, se iniciaron algunas actividades de traducción en colaboración de letrados nativos.

La primera versión del Quijote en mandarín tradicional llevó el título de Moxiazhuan, literalmente "Biografía del Caballero Loco" . Fue publicada en Shanghai y fue traducida desde el inglés por el escritor Lin Shu y su ayudante Chen Jialin.

Ninguno de los dos sabía español y sólo Chen entendía inglés. Por lo que diseñaron un modelo de trabajo conjunto: Chen leía, y traducía en voz alta, y Lin Shu, anotaba reinterpretando a su manera.

Esta versión puede considerarse una traducción de una traducción de una traducción: del español al inglés, del inglés al chino hablado y del mandarín hablado al mandarín antiguo.

El primer error que se le señala a esta versión –además de su traducción aproximativa– es la supresión del prefacio, en donde Cervantes da el tono a la obra y anuncia su plan. No contentos con eso, también se tomaron la libertad de agregar pasajes de su propia autoría cuando lo creyeron necesario.

El dúo de traductores se encargó sólo del primer tomo y en China no supieron, por mucho tiempo, que existía una segunda parte. A esta primera edición, durante los años treinta, le siguieron varias publicaciones piratas, que fueron de aparición fugaz, incluyendo la del escritor He Yubo quien se hizo eco de la historia general y sin leer el libro escribió un Quijote a su manera. De la historia general, esa versión conserva la locura del Caballero y el dúo con Sancho, pero las historias que atraviesan son completamente diferentes.

El libro de He Yubo muestra que el Quijote ya era popular en China y que el libro era ya una imagen bien definida: la de un hombre viejo loco alto y flaco buscando aventuras seguido por un hombre bajo, fiel y bastante bruto.

Esa popularidad hizo que en 1939, aunque el país estuviera sumido en la guerra con Japón, se presentara una nueva versión de la primera parte del traductor Fu Donghua.

Aunque la traducción también fue hecha del inglés, fue una versión más cuidada y completa, en la que se incluía el prefacio y las partes eliminadas por Lin Shu, y se restituyeron a la versión original las adiciones voluntarias de los dos traductores.

Esa versión circuló por muchos años, pero aún faltaba la segunda parte y tener una traducción desde el español. El poeta y traductor Dai Wangshu, fue el primero en emprender esta tarea. El fundador de la Escuela Modernista de China, comenzó la traducción completa del Quijote hacia 1940. Era mucho mejor conocedor del francés que del español, pues había estudiado en Lyon. Pero gracias a sus numerosos viajes por España y su previa experiencia, la tarea estaba a su altura.

Dai Wangshu ya había traducido entre otros a Chateaubriand, Remy de Gourmont, Julien Green, Radiguet, Supervielle, Paul Valéry,  Aragón, Eluard y Sartre desde el francés, y a García Lorca, Ibáñez, Azorín, desde el español, cuando encaró la novela de Cervantes.

Trabajó durante un año y quienes tuvieron acceso al manuscrito aseguraron que se trataba de una excelente versión, en la que se respiraba el estilo conciso y claro del poeta. Sin embargo, el destino le jugaría una mala pasada. Durante la guerra sino-japonesa que duró desde julio de 1937 hasta septiembre de 1945, Dai trabajó como editor en Hong Kong, donde fue encarcelado por los japoneses y el manuscrito con la traducción se perdió, según parece, para siempre.

Otras versiones aseguran que el manuscrito se perdió en realidad en la Guerra Civil Española, en donde el poeta participó como combatiente voluntario para los republicanos. Pero poco pudo saberse del manuscrito, pues Dai murió en Shanghai, poco después de terminada la guerra sino-japonesa, por una “sobredosis accidental de efedrina”.

El Quijote era ya uno de los libros occidentales más populares en China y para 1959, se celebró el 350 aniversario de la publicación del Quijote con una edición de los dos tomos, traducidos igualmente por Fu Donghua, convirtiéndose en la primera traducción íntegra de la novela publicada en mandarín.

Poco después de la muerte de “El Gran Timonel” y a la reorganización y modernización que llevó adelante su sucesor, Deng Xiaoping, se presentó en 1979 una edición de la editorial de Literatura del Pueblo.

Se trataba de la mayor editorial del país y esta edición, surgida al final de la Revolución Cultural tuvo un gran impacto y es, aún hoy, la versión más leída en China. Su traductora, Yang Jiang, tardó once años en aprender español tan sólo para poder acometer la traducción de la obra cervantina. Sin embargo el español que aprendió Yang estaba teñido de su conocimiento del inglés y el francés, lenguas que sí manejaba perfectamente.

La traducción se vio plagada de errores que han sido señalados estos años por algunos hispanistas chinos. Por ejemplo cuando Cervantes dice “sujeto”, la traductora, incapaz de manejar la polisemia de esta palabra, piensa en el “subject” inglés y el “sujet” francés y así lo traslada al chino, usando el significado “tema”, produciendo en muchos casos -cuando el autor se refiere a la persona- errores que hacen casi incomprensible la versión china.

En otras ocasiones “les faux amis” de las lenguas europeas que ella manejaba, la llevaban a producir entuertos de difícil solución. Por ejemplo cuando le tocó traducir la palabra  “parientes”, ella lo interpretó como “parents”, que en francés y en inglés llevan el significado de “padres”, produciendo familias bien extrañas que se habrán considerado entre los lectores asiáticos como extravagancias españolas.

A pesar de estas torpezas, la obra pudo hacerse el lugar que se ha hecho gracias a la pluma ágil de la traductora.

Dong Yansheng es quien tradujo la obra de Cervantes a más de 3 millones de caracteres del chino simplificado y cuya versión es hoy la más aceptada por los hispanistas chinos.

Leyó el Quijote en su juventud, en la versión de Fu Donghua, y se quedó admirado con la historia del Caballero de la Triste Figura, al punto que Cervantes se convirtió en su autor favorito junto con Dostoievski, quien también fue muy traducido en China.

Dong empezó a estudiar español a los 17 años por completa casualidad. El había elegido ruso, pero su mejor amigo se había inscrito en español, por lo que cambió de parecer y decidió compartir los cursos y las nuevas experiencias de la vida académica con ese compañero que conocía desde la infancia.

Apenas recibido y después de haber viajado por España, empezó a trabajar como profesor de español en la Universidad de Beijing, la más distinguida universidad de China. Pero eran malos tiempos, comenzaba la Revolución Cultural de Mao –a quien Dong considera “el demonio”– y estuvo casi diez años sin trabajar.

Después, volvió a la vida universitaria, alternada con traducciones varias desde el español, hasta que un día, a finales de 1993, llegaría la propuesta que modificaría su carrera. “Un editor se presentó en mi casa y me planteó si estaba dispuesto a sacar una nueva versión del Quijote. La propuesta me dejó totalmente pasmado, porque nunca había pensado en eso, suponiendo que se trataba de un cometido arduo que sólo estarían en condiciones de arremeter los grandes genios.

“Luego de reflexionar un poco, me dije, con probar, no perderé nada”, recuerda, contando que sólo empezó a trabajar cuando obtuvo del editor la condición de que le daría el tiempo necesario para el trabajo. “Fue así como se inició mi martirio. La cosa no se me ocurrió, sino que sencillamente me ocurrió”, añade.

Se entregó entonces a la lectura de la versión de Yang Jiang, la más conocida de aquel entonces, confrontándola, además, con el texto original. Esa experiencia lo armó de valor, ya que estaba seguro de que “por lo menos no cometería los muchos errores que pululaban por ahí”, cuenta.

Este traductor quijotesco ha ido siempre contra la corriente. En un país en el que la familia es un valor fundamental, ha decidido no casarse. Además, se permite dudar del Partido y sobre todo maldice contra Mao.

Dong es un experto en las diferentes versiones del Quijote y en encontrar desaguisados de los traductores aquí y allá. “Hay traductores demasiado alegres que justifican su chapucería diciendo que se trata de una recreación. No se puede negar que se encierra cierta dosis de creatividad en la traducción, sobre todo la efectuada entre el chino y cualquiera de las lenguas europeas. Pero se entiende la creatividad en este caso por los ingentes esfuerzos que haya que hacer por vencer los obstáculos aparentemente insuperables y de ninguna manera se tiene que utilizar como excusa de la irresponsabilidad”.

Ahora Dong espera que se haga una nueva traducción al chino de la obra de Cervantes. “Siempre fui partidario de que se renueven cada cierto tiempo las traducciones de las obras monumentales de la literatura universal. ¿Acaso no van renovándose la mentalidad, el lenguaje y el gusto estético?”.


jueves, 12 de diciembre de 2013

Para curiosear

Silvia Senz Bueno, como siempre infatigable, nos ha enviado un link para acceder al Manual del Traductor, del Servicio de Traducción al Español de la ONU.

Más allá de las fuentes usadas para su confección (que, por supuesto, son mejorables), acaso preste algún servicio y disipe alguna duda. Por eso, juntamente con el Índice, se pega el vínculo a continuación:

Presentación
Preámbulo
Índice:

La Documentación en la Secretaría
Introducción | La Traducción en el Departamento | Distribución de los trabajos dentro del Servicio | Identificación de los documentos

Normas Generales
Mayúsculas: ONU | Mayúsculas: Ortografía de la lengua española | Cursiva (itálica) | Numerales | Abreviaturas | Símbolos | Fechas | Horas | Señas | Latinismos | Novedades ortográficas (RAE)

Normas Particulares
Elementos que no se traducen | Orden alfabético | Nombres geográficos | Nombres propios | Capítulos y demás divisiones | Notas de pie de página | Forma de citar las resoluciones | Reunión, sesión, período de sesiones (session/meeting) | Programa, orden del día o agenda (agenda) | Revisiones, enmiendas y correciones | Mención de páginas | Citas textuales y glosas | Textos presentados en español | Publicaciones de las Naciones Unidas | Títulos | Leyes, partidos políticos, cargos o entidades | Nombres de organizaciones no gubernamentales | Votaciones | Tratamientos | Nota de género

Tipos de Documentos
Introducción | Modelos | Memorias de traducción | Programa de la Asamblea General | Documentos presupuestarios | Diario | Notas para el Presidente | Pink tickets | Resoluciones y decisiones de la Asamblea General | Resoluciones y declaraciones de la Presidencia del Consejo de Seguridad | Otras resoluciones | Actas resumidas | Cartas | Notas verbales | Documentos sin signatura | Respuestas recibidas de gobiernos y organizaciones

Link:
http://conf-dts1.unog.ch/1%20SPA/Tradutek/NY/00-ManualDelTraductor.Oct2012.pdf

miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Sabía usted que en China a los traductores extranjeros se los premia?

Jorge E. Malena
Es casi el fin de año, por lo que las noticias tardías (ésas que se nos pasaron y que ahora descubrimos) están a la orden del día. La siguiente fue publicada por Xinhua (¿?) en el diario La Estrella, de Panamá, el 2 de julio de este año.

Premian a traductores extranjeros 
por promover cultura china

Ezra Vogel, un experto estadounidense sobre China, junto con otros cinco extranjeros recibieron hoy el Premio Especial del Libro de China por promover la cultura china alrededor del mundo. Los otros ganadores del premio incluyen al sinólogo italiano Lionello Lanciotti, al escritor argentino Jorge E. Malena, al escritor egipcio Mohsen Said Fergani y al editor indonesio Yoza Suryawan, dijo la Administración General de Impresión, Edición, Radio, Cine y Televisión de China. 

La traductora sueca Anna Gustafsson Chen, quien ha traducido obras del primer escritor chino ganador del Premio Nobel de Literatura, Mo Yan, también recibió un reconocimiento. El Premio Especial del Libro de China fue establecido en 2005 para reconocer a traductores, escritores y editores extranjeros por su contribución al conocimiento de la cultura china en el mundo. Un total de 33 expertos extranjeros de 14 países han recibido el premio.


martes, 10 de diciembre de 2013

Se quedó de pasta de boniato

En su blog El traductor en la sombra, Isabel García Cutillas (foto) (Traductora autónoma de alemán y catalán a español especializada en textos técnicos y financieros • Traductora-intérprete jurada de alemán nombrada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español • Correctora ortotipográfica • Licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante con Premio Extraordinario de Licenciatura • Socia de Asetrad) subió el 19 de mayo de 2012 la siguiente entrada, donde habla de los correctores. Su experiencia, delicadamente expresada, es la de todos, por lo que no está de más recordarla.

Cuando el revisor, en vez de corregir, destroza


No hay mejor complemento para un traductor que un buen revisor, ese ser que perfecciona y ratifica la buena calidad de una traducción bien hecha o que enmienda las meteduras de pata de las traducciones mal hechas. No hay mejor garantía de calidad que pasar un texto por las manos de dos profesionales cualificados: uno que trasvasa la información de un idioma a otro y otro avezado en la detección de incorrecciones y ducho en el arte de pulir traducciones ajenas.

Trabajar con un buen revisor es un placer y una de las mejores formas de aprender y de mejorar la calidad de nuestras traducciones. De igual manera, que te toque lidiar con un mal revisor o, peor aún, con un revisor cuyos conocimientos son inferiores a los tuyos, es una de las peores torturas de la humanidad. Que destrocen tu traducción y, además, tengas que justificar por qué los cambios del revisor son incorrectos es una situación que puede desesperar hasta al más templado.

A lo largo de mis seis años de carrera profesional, yo misma he ejercido de revisora en muchas ocasiones, unas veces con más acierto que otras. Asimismo, he tropezado con revisores de todo tipo: revisores excelentes que realmente se dedican a corregir errores y mejorar el resultado final; revisores buenos, pero con el molesto defecto de hacer todo tipo de cambios insustanciales que en nada alteran la traducción (por ejemplo, sustituir no obstante por sin embargo), y revisores desquiciantes que, lejos de mejorar la traducción, la empeoran. El peor de los casos se da cuando un revisor demuestra claramente que no está capacitado para realizar ese trabajo, y a este respecto tengo una anécdota que perdura en mi memoria aun después de mucho tiempo.

Hace varios años, pocos meses antes de terminar la carrera, una empresa de comunicación española se puso en contacto conmigo y me propuso hacer una prueba de traducción de castellano a catalán como antesala para futuras colaboraciones. Como soy prácticamente bilingüe en catalán (valenciano) y la empresa era uno de mis primeros clientes potenciales, acepté encantada. Hice la prueba, que consistía en traducir un breve artículo de prensa, y la envié. Al cabo de unas semanas, tras preguntarles por la prueba, me comunicaron los resultados. Cuál fue mi sorpresa cuando leí esto:

En general, bien.

[...]

No obstante, llama muchísimo la atención el uso de la palabra “hui” como traducción de “hoy”. Diccionario en mano, esta palabra significa, efectivamente, ‘hoy’, aunque se trata de un dialectalismo anticuado, sin que haya absolutamente nada que justifique su uso. En mi opinión, este error desvirtúa toda la traducción. … Quizá se trate simplemente de un error y el traductor quería escribir “avui” (que sería lo correcto).

Me quedé de pasta de boniato. ¿Que hui es un dialectalismo anticuado injustificado? ¿Que lo correcto es avui? ¿Que has tenido que mirarlo en un diccionario? Para que os hagáis una idea, eso es como decirle a un argentino que, diccionario en mano, el vos existe, pero que se trata de un uso anticuado sin justificación a día de hoy, y que lo correcto es decir . Cualquiera que realmente sepa catalán/valenciano o viva en la Comunidad Valenciana sabrá que hui es el adverbio que se utiliza por estos lares para decir hoy, si bien en Cataluña se dice avui. No hay más que echarle un vistazo, por ejemplo, a Canal 9, la televisión autonómica valenciana. Curioso arcaísmo aquel que se utiliza hoy en día en los medios de comunicación… Así pues, el revisor se puso doblemente en evidencia: por un lado, por no saber que hui es un adverbio de uso corriente en valenciano; por otro lado, por haber tenido que recurrir al diccionario para buscarlo, cuando cualquiera que realmente sepa catalán conoce o debería conocer esa palabra. Por aquel entonces yo era demasiado pardilla para replicar y lo dejé correr, pero hoy no lo haría.

En definitiva, mi conclusión basada en la experiencia es que hay que tener paciencia y diplomacia con los malos revisores y agradecer infinitamente el trabajo de los buenos revisores, que son uno de los mejores regalos y una de las mejores fuentes de aprendizaje para un traductor.