jueves, 12 de octubre de 2017

"Mercado Libre no es, como Amazon, un depredador”

Publicado el 27 de septiembre pasado en el diario La Nación, el siguiente artículo de Daniel Gigena da cuenta del funcionamiento de la célebre plataforma de ventas argentina. Según la bajada, “En un escenario de caída de las ventas, libreros y editores aumentaron su facturación gracias a la plataforma; las diferencias con Amazon”.

Mercado Libre, un aliado estratégico  para las librerías en tiempos de crisis

Consagrada desde hace años como una herramienta de venta y difusión para el ecosistema del libro en la Argentina, Mercado Libre es hasta ahora un aliado de librerías y editoriales. El mes pasado, en la sede de la Cámara Argentina del Libro (CAL), representantes de esa empresa de comercio electrónico se reunieron con más de ciento veinte editores y libreros para sumar catálogos a la base de datos de Mercado Libre. “Cada vez son más las personas que confían en el comercio electrónico para comprar sus libros –dice Hernán Pérez Stoisa, director de Marketplace de Mercado Libre Argentina–. Los consumidores valoran las herramientas que les ofrece nuestro canal a la hora de buscar, comprar y pagar sus productos en cualquier momento del día y desde cualquier lugar del país.” Destaca además la amplia oferta de la categoría Libros, Revistas y Cómics de Mercado Libre, que aumenta sin parar. “Tanto es así que durante los primeros meses de 2017, el volumen de facturación creció un 60% y la cantidad de publicaciones, un 120% comparado con el mismo período de 2016.” Aun durante un prolongado lapso de caída en ventas en librerías, como ocurrió durante todo 2016 y varios meses de este año y que rozó el 35%, las compras por Mercado Libre se mantuvieron constantes.

“La integración con Mercado Libre permite que altas y bajas de títulos se reflejen en la base de datos”, comenta Ecequiel Leder Kremer, responsable de la librería Hernández. En el último tiempo, Mercado Libre ha incorporado como “tiendas oficiales” a grandes librerías y editoriales referentes de la industria, como Tematika, Cúspide, Distal Libros y Grupo Planeta. A cambio de una comisión del 11% por cada transacción, ofrece a libreros y editores una visibilidad importante de los libros, además de facilidades para que realicen envíos por Correo Argentino. La logística encarece las compras. Si un cliente adquiere un libro de 300 pesos, deberá añadir un gasto de envío no menor a otros 100. “Si el costo de logística no fuera tan elevado, las ventas serían mucho más altas”, indican varios editores.
“La mayoría de libreros y editores dice que aumentó sus ventas gracias a Mercado Libre”, indica Diana Segovia, gerenta de la CAL. Esa plataforma de comercio electrónico es una referencia para los nuevos consumidores, que optan por efectuar transacciones online. En Hernández, las ventas por medio de ese canal representan el 6% del total. Segovia y Leder Kremer coinciden en que Mercado Libre acerca a las librerías un universo de clientes que no suelen frecuentar esos espacios. “Vemos cada vez con mayor frecuencia editoriales que eligen Mercado Libre como un socio estratégico para publicar y vender a través del e–commerce a todo el país –apunta Pérez Stoisa–. Las librerías y editoriales incorporan este nuevo canal que complementa su estrategia de ventas y, al mismo tiempo, brinda a los clientes los beneficios del ecosistema de Mercado Libre.”

Socios contra la piratería
¿Cuál es entonces el riesgo ante un panorama tan grato? “El que señaló Roger Chartier hace varios años: que las librerías se conviertan en depósitos de libros”, responde Leder Kremer. Por ahora, la realidad parece contradecir al intelectual francés, debido a que muchos de los clientes que pasan a retirar los libros por los puntos de venta aprovechan la visita para recorrer las librerías y elegir algún otro título para llevarse a casa.

Pero si un día la empresa decidiera aumentar el costo por cada transacción (que no es bajo) o vender libros en forma directa, como hace Amazon, la convivencia entre partes dejaría quizá de ser idílica. Desde la empresa aportan cifras: “Según el relevamiento de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico, en la primera mitad del año los sitios de comercio electrónico recibieron 1407 millones de visitas, un 14% más que el mismo período de 2016 y un 55% del total del año pasado. Hay una gran oportunidad para las librerías y editoriales de sumarse a esta tendencia que día tras día se hace más evidente”.

“Aunque no me gustan las concentraciones de poder, Mercado Libre no es, como Amazon, un depredador”, dice Leder Kremer. La empresa argentina creada en 1999 no sólo respeta la ley del precio fijo del libro, sino que además, en colaboración con la CAL, da pelea contra la venta ilegal de libros digitales. “Por un convenio con la CAL, en 48 horas Mercado Libre da de baja libros digitalizados de manera ilegal”, destaca Segovia. Casi el 80% de los libros digitales que se ofrecen en esa plataforma son ilegales e infringen derechos de autor. Una vez que las editoriales realizan la denuncia, Mercado Libre los retira de la plataforma y califica negativamente al vendedor.

Como se sabe, la “bibliodiversidad” atiende en especial en ciudades como Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán. En muchas regiones del país, las librerías son casi inexistentes. Allí es donde entra en acción Mercado Libre, que provee a los lectores de un catálogo de catálogos. Darío del Río, de la librería porteña Tres Deseos, que vende libros usados, no titubea. “Mercado Libre no es un enemigo de las librerías, de hecho es un gran amigo”.

“Con el objetivo de democratizar el comercio electrónico y colaborar con los emprendedores argentinos, apoyamos a las librerías que, si bien antes podían abastecer la demanda en la zona donde se encontraba su comercio, ahora pueden llegar a un público mayor en todo el territorio nacional”, dice Pérez Stoisa. Del Río también reconoce que los gastos de envío de libros a las provincias encarecen el precio final de la compra. Ese costo lo pagan los lectores.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Roland Barthes traducido por Matías Battistón

La editorial Godot, de Buenos Aires, acaba de publicar, en traducción de Matías Battistón, Un mensaje sin código, recopilación de los textos completos de Roland Barthes, en la revista Communications.

El volumen incluye cinco artículos hasta ahora inéditos en castellano: J. Marcus Steiff, Les Études de motivation (reseña, 1961); La civilización de la imagen (reseña, 1961); La vedette: ¿encuestas al público? (1963); La civiltà dell’immagine (reseña, 1964) y Presentación (1964)

Como se señala en el sitio de Godot, “Roland Barthes nació el 12 de noviembre de 1915 en Cherburgo, Francia. Un año después, su padre falleció en un combate naval. En Roland Barthes por Roland Barthes define su infancia: “Ni padre que matar, ni familia que odiar, ni medio que rechazar: ¡gran frustración edipiana!”. El pequeño Barthes recibió una pensión por parte del Estado para costear sus estudios. En 1939, se licenció en Letras Clásicas y cuatro años después en Gramática y Filología. A los 19 años sufrió un primer ataque tuberculoso. Obligado a descansar, se recluyó en los Pirineos. La tuberculosis lo acecharía el resto de su vida.A los 45 años fue nombrado Jefe de trabajos de la sexta sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios en Ciencias Económicas y Sociales. Tan solo dos años después asumió como director de estudios de Sociología de los signos, los símbolos y las representaciones. Durante dieciocho años llevó adelante su cargo hasta ser electo por el Collège de France para presidir la cátedra de Semiología Literaria. Murió en la primavera de 1980, a los 64 años, luego de ser atropellado por una camioneta de lavandería en la calle les Écoles, frente al Collège de France, donde dictaba clases”.



martes, 10 de octubre de 2017

La James Joyce Foundation y Looren asociados

Florence Widmer, de la Uebersetzerhaus Looren nos envía la siguiente información que atañe, fundamentalmente, a los traductores de la obra de James Joyce.

Joyce Scholarship and Looren Residency 2018

Dear translators and association members,

The Zurich James Joyce Foundation and Translation House Looren would like to inform you that the application deadline for a Joyce Scholarship and Looren Residency 2018 has been extended to October 30th, 2017. Translators with an ongoing translation of a Joyce text are invited to apply, all target languages are eligible. The Scholarship/Residency includes a one-month stay at Looren to work at the Zurich James Joyce Foundation.

For more information and details, please refer to the call for applications attached to this email, or visit our websites 
www.looren.net and www.joycefoundation.ch.

with best regards,

Florence Widmer
Translation House Looren
CH-8342 Wernetshausen
+41 (0)43 843 12 43

Call for applications:

lunes, 9 de octubre de 2017

Ay, la grandísima cultura

El 29 de septiembre pasado, en su columna del diario Perfil, Rafael Spregelburd se refirió a una pieza teatral que vio en Francia y que, en muchos aspectos, se toca con la traducción. Es, entonces, una buena manera de empezar una nueva semana.

Mirar como loco

Sólo puedo alegar en mi favor que el espectáculo es raro. Pero todo era un poco raro, incluso antes. El jet lag, el idioma, el vuelo, la despedida previa, la búsqueda infame de wi-fi, el tranvía normando que se paga sólo con tarjeta y que por algún motivo no acepta la mía, en fin, estoy a expensas de todo. Así que cuando comienza la obra no me doy cuenta de que la espectadora que se sienta al lado mío está loca de atar.

Los actores nos reparten vino, la obra empieza así. Algunos lo beben. A mí no me gusta el vino y no sé para qué sirve. Primer gran error de la noche. La espectadora insiste, con una persistencia molesta, en que comparta su copa. Yo me niego en francés de alguna manera que juzgo educada pero a lo mejor le dije: “El orto trina aquí por Baco”, ya que el francés está hecho de pedacitos irreconocibles de otras palabras que quieren decir cualquier cosa, siempre diferente de lo que uno dice, y “decente” y “descenso” suenan 95% idénticas y –si bien deben provenir de una misma raíz que las ata para siempre– ahora ya deberían estar desatadas y el francés bien podría desplegar alguna técnica cartesiana para diferenciar las cosas simples. Pero no.

Así que si bien no bebo, ella insiste en que me quede con su copa medio llena. Y cada diez minutos me dice algo en francés o en un inglés selenita que ella cree que yo entenderé mejor. Es evidente que es parte de la obra. Yo me hago el que me concentro; actúo de espectador. Pero me sale pésimo. No entiendo a los actores en francés y a los italianos y portugueses apenas a gatas. Luego me enteraré –ya muy tarde– de que el texto ha sido construido por los pícaros directores de Transquinquennal como un espeso cadáver exquisito intercultural. Como la experiencia de L’Ecole des Maîtres es diferente cada año, el colectivo belga (al que conozco bien y quiero con locura) ha decidido experimentar con el fracaso: hacen todo lo que está destinado a fracasar en el teatro. La pseudoceremonia religiosa para el escándalo del devoto (que va poco al teatro), el desnudo artístico o no (la diferencia ya no existe), la violencia entre actores (para ver si el público los frena), la aceptación del desacuerdo (el público es interpelado). La propuesta es inquietante porque se matiza con noticias “reales” (entre ellas, una fiesta millonaria de Macron en Las Vegas para financiar su campaña entre empresarios) y yo celebro que en vez de presentar “energía joven” los directores hayan preferido presentar “joven intelecto”, pero las cosas se tornarán aún más inquietantes porque mi nueva amiga, la del vino, alza la mano para hablar. Les dice a los actores cosas lindas, por ejemplo, que le gustaría poder llorar, acompañarlos en la melancolía, pero que no puede porque lo que hacen es demasiado abstracto. Lo dice en un francés que es de otra parte y, negra como la noche, es tan extranjera como yo, o muchísimo más; sospecho que bajó de la alta luna nueva hace media hora. Todo lo que les dice es tan cierto que doy por descontado que se trata de una actriz mezclada entre el público. Es otro de los clichés del viejo nuevo teatro. Así que decido no obstaculizar nada y la miro en silencio cuando me habla. Los espectadores nos miran. Ella me pregunta si vine en auto. Muevo la cabeza de un lado al otro; en todos los planetas eso es no. Ah, qué bueno, porque quiere saber qué tranvía la devolverá a su casa. Yo no lo sé y mi tranvía no acepta tarjeta argentina. Ella no entiende cuál de todos los idiomas hablo. Yo tampoco. Me habla sin parar y me pregunta si ya terminó a cada rato. Cuando al fin ocurre, espero que salude junto a sus colegas. Su actuación me pareció obvia, exagerada. Pero no sube al escenario.  Recupera la copa de mi mano y sus dedos, nigérrimos, tocan los míos y la copa. Me dice un nombre que no entiendo, me agradece con un apretón de manos por haberla acompañado en el teatro. No está ni triste ni contenta. Ha ido a ver una obra y ahora toca volver a alguna parte.

El mundo se destruye. No era teatro. No había plan. Sus textos no habían sido escritos. Y allí estaba yo, presente, para no entender nada.

Nuestra capacidad de mirar está formada y deformada por la grandísima cultura.


viernes, 6 de octubre de 2017

Las editoriales Independientes llegan a Mendoza

Raúl Andrés Cuello un joven y emprendedor poeta mendocino (que es también enólogo/biotecnólogo) ha tenido la buena idea de organizar el encuentro que se detalla a continuación.

Feria de Editoriales Independientes y Autogestivas

En el marco de la Feria del Libro de Mendoza, se llevará a cabo la feria de Editoriales Independientes y Autogestivas. La misma cuenta con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia y tiene como objetivo acercar al público al fenómeno creciente de las editoriales independientes, sellos que están sabiendo leer los signos del presente, con propuestas rupturistas y con libros de gran calidad material y de contenido.

Se ha propuesto para dicho evento un ciclo de charlas-debate con referentes del sector en las jornadas que van del viernes 6 al domingo 8 de Octubre.

La primera jornada, cuyo leitmotiv es “La traducción en el marco de las editoriales independientes”, contará con la participación del escritor y traductor Jorge Fondebrider.

En la jornada del sábado se dialogará acerca de los errores más comunes al momento de abordar un proyecto editorial y contará con la participación de Víctor Malumián, uno de los editores de la editorial Godot.

Por último y para cerrar el círculo, el día domingo Emilio García de El Cuenco de Plata, disertará sobre aspectos asociados a la comercialización y distribución de las editoriales independientes en el panorama de edición actual.

La entrada es libre y gratuita y el horario de cita es a las 20hs para las tres jornadas.

Asimismo y en simultáneo tendremos en el Stand 6 a Julia Enríquez (Danke), Daiana Henderson (Neutrinos), Juan Crasci (Añosluz) y Nicolás Ruíz (Kala), editores de diversos puntos del país que van a estar presentando sus libros.

¡Los esperamos a todos!

jueves, 5 de octubre de 2017

Dylan Thomas en castellano: "Una empresa temeraria. Acosada de peligros"

Ingrid Pelicori es una de las más sólidas e inteligentes actrices argentinas de la actualidad. No sólo elige bien sus proyectos, sino que lo hace sin permitirse concesiones. Por lo tanto, no es de extrañarse que haya participado en la ambiciosa puesta de Under Milk Wood (Bajo el bosque de leche), pieza para voces que el poeta galés Dylan Thomas estrenó personalmente el 14 de mayo de 1953, a pocos meses de su muerte, en 1953. Desde entonces, la pieza tuvo varias resurrecciones radofónicas, hasta llegar a la adaptación cinematográfica de Andrew Sinclair, de 1972, con un lujoso elenco encabezado por Peter O’Toole, Richard Burton y Elizabeth Taylor. En la Argentina, la pieza –juzgada como “intraducible”, como buena parte de la obra de Thomas– fue traducida por Victoria Ocampo y Féliz Della Paolera y publicada por la editorial Sur en 1959 (hay una versión española titulada Bajo el bosque lácteo que la editorial Fontamara, de Barcelona, publicó en 1979 y que difunta DVD, volvió a publicar en 1999, en traducción introducción y notas de Ramón Andrés). Llevada varias veces al teatro, hay ahora una nueva versión, actualmente en artel, debia a Pelicori. Consciente de la dificultad del texto, ella escribió las siguientes líneas para la revsita del Teatro Municipal "General San Martín". Las reproducimos con su autorización. 

Traducir a Dylan Thomas

Traducir a Dylan Thomas es una empresa temeraria, y condenada en buena medida al fracaso. Si alguna dosis de éxito es posible, esta deriva de la capacidad de decidir con buen tino qué sacrificar. Y qué no.

Para mí, lo primero que no se podía resignar era la comprensión. Por supuesto que intentando no reducir la complejidad de la obra, ni su carácter poético. Dylan Thomas escribió alguna vez: “me gustan las cosas que son difíciles de escribir y difíciles de comprender, me gusta redimir los contrarios con imágenes secretas”. Pero también, cuando en ocasiones fue tildado de “oscuro e incomprensible”, negó los cargos y afirmó que “cada línea pretende ser comprendida”.

En este trabajo de traducción de Under Milk Wood, tuve siempre presente que se trataba de una versión para la oralidad, para ser dicha en un espectáculo teatral a representarse hoy y acá, frente a un espectador que se sienta en su butaca y escucha el texto una sola vez. Entonces, ningún juego de la lengua, ningún intento de asimilar procedimientos podía hacerse a expensas de lo inteligible. Desde ya es imposible traducirlo literalmente: los juegos de palabras, las torsiones sintácticas, las asociaciones basadas en los sonidos, la formación de palabras, los dobles y triples sentidos, además de las referencias culturales galesas, resultarían incomprensibles. Ser fiel, en el sentido de ser literal, iría contra el mismo sentido.

De modo que el primer objetivo fue que la traducción resultara comprensible. Pero también que el lenguaje no sonara envejecido. Y que pudiera “entrar” en la boca del actor, y resonar en su cuerpo y en su afectividad. Por estas razones no podíamos tomar traducciones anteriores. El traductor no tiene más remedio que traducir con su propio lenguaje y su propio criterio de belleza, que indefectiblemente se transforma con el tiempo. Se ha dicho ya que las traducciones suelen envejecer. (Walter Benjamin escribió: “La mejor traducción está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua y a perecer como consecuencia de esta evolución). Podría ocurrir que la traducción exacta de ciertas palabras o frases hoy nos sonara arcaica.  Y no se haría justicia a un poeta tan innovador - que significó una ruptura en la manera de escribir poesía- con una traducción que tuviera un sabor anticuado.

Dylan Thomas ha dicho “Quería escribir poesía porque me había enamorado de las palabras”. Por cierto un amor correspondido y feliz. Con las palabras él crea mundos, hace música, juega irónicamente, dispara múltiples sentidos, penetra en los corazones. En Under Milk Wood, un trabajo de madurez amasado durante diez años, el lenguaje es riquísimo, muy sonoro, con asociaciones e imágenes sumamente originales, y con una fuerte unión del significado y la sonoridad. Él dijo en su manifiesto poético: “No son las palabras las que expresan lo que quiero expresar: las palabras son las únicas que encuentro que se acercan para expresar solo la mitad”. En su obra, el ritmo y la musicalidad de las palabras, son parte del sentido, del contenido. Hay algo más que se dice en esas sonoridades. Algo queda palpitando allí. Algo misterioso a veces. Algo gracioso en otros casos. Una mirada irónica. O un tono sentimental. Algo que acompaña y termina de construir el sentido. La peculiar mirada de Dylan Thomas también se cuenta en ese impulso, esa música, esa respiración, esos ritmos. En aquello que es más que comunicación.

El desafío de la traducción fue intentar encontrar o crear alguna equivalencia de esos procedimientos en nuestra lengua. A pérdida, desde ya. En primer término por la grandeza incomparable del poeta. Se ha dicho que traducir es decir de otro modo. Y la genialidad de Dylan Thomas consiste en decir a su modo. Por otra parte, el idioma castellano carece de la flexibilidad y la liviandad del inglés. Las palabras en nuestra lengua son largas, pesadas, con muchas vocales, de modo que los efectos rítmicos se vuelven demasiado evidentes, las rimas son más previsibles, más duras, los juegos de palabras resultan más forzados, y los neologismos suenan afectados.

Entonces, lo que me propuse fue imaginar el efecto que se buscaba en el original a partir de estos procedimientos, y procurar generar algo semejante. Oír la intención. (Meschonnic ha dicho: “Más que lo que dice un texto es lo que hace lo que hay que traducir”).

En este sentido me pareció fundamental atender en la versión castellana al tratamiento sonoro, es decir producir cierta musicalidad, a partir de ritmos, de rimas y aliteraciones, pero de un modo sutil, para que no perdiera la liviandad que tienen en inglés esos procedimientos. Aunque sin resignar el tratamiento lúdico de los sonidos. En esta musicalidad se despliega el hálito poético de la obra. Pero también el humor, que tiene un rol muy importante, y que se juega no solo en el contenido, sino también en la composición de los sonidos.

Diría entonces que lo que quise no sacrificar fue el carácter poético, la musicalidad, el procedimiento lúdico y el humor.  Procurando que el lenguaje contribuyera a crear los sucesivos climas y tonos tan cambiantes de la obra, desde el lirismo a la ironía, desde el humor más desenfadado a la más delicada sensibilidad, desde el fondo sexual que atraviesa toda la obra, a la sutil y profunda emoción existencial.

El método de trabajo incluyó por supuesto leer otras traducciones, trabajar con el diccionario, pedir ayuda para las zonas más oscuras y, sobre todo, leer los otros textos de Dylan Thomas para poder captar su particular visión del mundo. Y luego intentar ser fiel a la actitud que impregna su obra.

Sí, traducir a Dylan Thomas es una empresa temeraria. Acosada de peligros. Pero también llena de la felicidad de sumergirse una y otra vez en sus palabras, dejarse atravesar por sus imágenes, sus sonidos, y convivir con esa profundísima belleza. Para después intentar despertar algún eco, retener algo de su ley y, en el mejor de los casos, poder compartir su secreto.


miércoles, 4 de octubre de 2017

En el Teatro Municipal General "San Martín", se acaba de estrenar "Bajo el bosque de leche", de Dylan Thomas, en traducción de Ingrid Pelicori

Con versión escénica de Mariano Stolkiner y Gustavo García Mendy, sobre una nueva esplendida traducción, realizada por Ingrid Pelicori, acaba de estrenarse en el Teatro Municipal "General San Martín", la pieza Bajo el bosque de leche (Under the Milkwood), del poeta galés Dylan Thomas.

El elenco está compuesto por Ingrid Pelicori, Luis Campos, Belén Pasqualini, Iván Espeche, Alejandra Perlusky, Ariel Staltari, Picky Paino y Abril Piterbarg. A ellos se suman los músicos Gustavo García Mendy, Martín Keledjian y Miguel Rausch.

Las funciones se ofrecerán de miércoles a domingos a las 20 hs.

NOTA:
Las funciones del viernes 6 y el sábado 7 de octubre tendrán lugar en el marco del FIBA (consultar horarios en la programación del Festival).

El sábado 7 de octubre se realizará la última función, ya que el teatro será sede del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires). Posteriormente, las funciones se reanudarán el sábado 28 de octubre, hasta el 17 de diciembre.

Platea $140.- Miércoles y jueves (día popular): $70.-