jueves, 20 de diciembre de 2012

Nuevo libro de Circe Maia

La gran poeta y traductora uruguaya Circe Maia acaba de publicar La casa de polvo sumeria, un volumen editado por Rebeca Linke Editores, donde, según el anuncio que lo promociona, “Una poeta dialoga con otros poetas, traduce sus palabras, hurga en sus intenciones y sus logros mezclando la reflexión filosófica, el análisis literario y la experiencia de vida y de poesía en una obra diferente a la anterior y, sin embargo, profundamente semejante”. A continuación, y como despertar el apetito, copiamos la Introducción.

Introducción

Hemos reunido en este libro algunos textos que ya habían sido publicados en revistas y semanarios literarios como Diario de Poesía, de Buenos Aires o Brecha y El País Cultural de Montevideo. Otros han sido añadidos pues continúan siendo ejemplos de la misma búsqueda de conexiones en el pensamiento poético de variados autores, en diferentes lenguas y épocas. Otras veces se trata de dos o tres poemas del mismo autor en los que se desarrolla la misma idea poética de un modo diferente.

En especial nos han interesado los textos con directa vinculación a «cosas vistas y oídas», o tal vez imaginadas, pero en forma muy concreta. Los poemas van acompañados de breves comentarios que de ninguna manera pretenden ser ensayos.

Cuando no está indicado el traductor, la versión es propia. En algunos casos hemos acompañado la traducción con el texto original.

Sobre la traducción en poesía recordemos las palabras de George Steiner en su obra Después de Babel. Allí nos dice que cada lengua es una casa de recuerdos y secretos que comunica al extranjero solo sus intuiciones más superficiales, las menos valiosas. Al comenzar a traducir poesía griega contemporánea hemos recordado con desánimo esas palabras… Sin embargo, los traductores experimentamos a veces grandes alegrías. Por ejemplo, lo que se oye como una expresión trivial revela su escondida metáfora en el proceso de traducción. Algunas expresiones lingüísticas que se han vuelto sin interés para los hablantes adquieren nueva vida en el otro idioma. Un ejemplo concreto: los colores «abiertos», en griego, aparecen como una metáfora muy especial en español para señalar colores más claros. A su vez, la idea de una flor hecha de oro está todavía muy viva en nuestra palabra «crisantemo», pero los hablantes de esta lengua hemos perdido esta asociación.

Naturalmente, hay expresiones intraducibles, como cuando Kavafis utiliza ambas formas de la lengua griega —la purista y la popular— en el mismo poema, para lograr un efecto poético particular. Sin embargo, pueden lograrse otros efectos apelando a las posibilidades sonoras y rítmicas del castellano. Creemos que es deseable que la poesía sea traducida como poesía, es decir que no se pasen por alto los elementos formales, especialmente rítmicos que hacen del poema un poema, justamente, y no otra cosa.

En cuanto a los poetas de lengua inglesa, creo que entre ellos es Ezra Pound quien más se ha interesado por la traducción de poesía. Así distingue las imágenes visuales, que pasan sin dificultad de una lengua a otra, de la música propia de cada una, sonoridades que un oído sensible puede captar y, por último, lo más difícil: las asociaciones propias de las palabras de cada idioma que producen una «danza del intelecto» entre ellas. De cualquier manera, el traductor puede aportar una nueva «danza del intelecto» entre nuevas palabras… Con este pensamiento consolador podemos continuar traduciendo.

Por otra parte hemos hablado algunas veces de la existencia de una «traducción primaria» que todos los poetas hacemos al trasladar a palabras experiencias no-lingüístícas, aun las más aparentemente simples experiencias sensoriales. Las imágenes —sean de los sentidos, del recuerdo o de la fantasía— son siempre silenciosas; las palabras, en cambio, siempre resuenan. Aunque estén escritas, se las oye sonar interiormente al leerlas. Este contraste entre sonoridad y silencio obliga al que quiere pasar de unas a otras a una difícil tarea.

Las palabras son a la vez nuestro refugio y nuestro puente hacia las cosas y hacia los demás. En este sentido hemos hablado de la poesía como un «salirse de uno mismo». Sabemos que el texto primario de la vida es un abrirse al exterior, traer de allí su alimento y asimilarlo. También es así el gesto elemental de la mirada: hacia fuera. También lo es la poesía: una mirada que nos lleva hacia el mundo, sin dejar de irradiar de un centro íntimo.

Este libro está dividido en tres partes pero en todas aparece la presencia de imágenes, las que a veces se encadenan unas a otras por hilos narrativos: son historia, son mitos. Esta es la primera fuente de poesía. El pensamiento mítico no es solo prefilosófico, sino que existe permanentemente en todas las épocas. Los más antiguos todavía nos atraen, porque de algún modo nos «traen» también , a nuestra realidad.

A algunos de ellos está dedicada la primera parte del libro. La segunda lleva como título «Paralelismos» porque estos textos elegidos son muy diferentes —no se encontrarán nunca— salvo en la dirección común en la que marchan juntos. La última parte del libro es la más extensa y lleva como título aquella «difícil tarea» de la que hablamos: «Desde las imágenes a las palabras».

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