miércoles, 12 de diciembre de 2012

"La gente no se da cuenta"


El 7 de diciembre pasado, la talentosa periodista Gabriela Mayer entrevistó al traductor estadounidense Gregory Rabassa (ver en este mismo blog la entrada correspondiente al 25 de agosto de 2009) para la agencia alemana DPA (Deutsche Presse-Agentur), diálogo que se transcribe a continuación.





Gregory Rabassa, el sutil arte
de traducir literatura latinoamericana

Buenos Aires/Nueva York, 7 dic - La traducción literaria "es un arte y no un oficio", afirma Gregory Rabassa, el gran traductor al inglés de los principales autores del boom de la literatura latinoamericana, como el colombiano Gabriel García Márquez, el argentino Julio Cortázar y el peruano Mario Vargas Llosa.   

Rabassa, de 90 años, suele traducir mientras lee por primera vez, según cuenta en entrevista telefónica con dpa desde su casa en Nueva York, ya que piensa en la traducción "como una lectura". 

"Pienso que a veces en la segunda lectura se pueden cometererrores, aunque los estudiosos digan que no. Lo que vale es esa primera impresión que tienes de un libro, cuando no lo analizas, simplemente lo lees, lo que es el libro en su verdadera esencia".   

Gracias a su prolífica labor, numerosos lectores del mundoanglosajón conocieron por ejemplo al coronel Aureliano Buendía y a la Maga. Rabassa se inició en el campo de la traducción con Rayuela (Hopscotch) de su amigo Cortázar. Luego el autor argentino lo recomendó a García Márquez para que tradujera Cien años de soledad (One Hundred Years of Solitude).   

Rabassa –a quien el Premio Nobel colombiano calificó como "el mejor escritor latinoamericano en inglés"– evoca: "Cortázar le pidió a Gabo que me esperara, porque yo estaba con otras cosas. Gabo esperó un tiempo y luego pude hacer la traducción, que fue bien recibida".   

El estadounidense lleva décadas ejerciendo con maestría su arte, pero dice que no tiene un método para traducir. "Lo que hago es tomar el texto en español y leerlo en inglés. Y luego transcribo al papel lo que leo. Esa es la mejor definición de cómo trabajo", señala con entusiasmo el traductor del español y portugués, hijo de padre cubano.   

La larga lista de escritores que Rabassa trasladó al inglés incluye también al cubano José Lezama Lima, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el brasileño Jorge Amado, el portugués António Lobo Antunes y el español Juan Benet.   

Algunas de sus traducciones fructificaron tras recibir colaboración por parte del autor, como fue el caso de Cortázar con Rayuela o Libro de Manuel (A Manual for Manuel). Pero otras lograron enorme reconocimiento aunque Rabassa las emprendiera sin mayores orientaciones.   

Así ocurrió con Cien años de soledad: "No intercambiamos demasiada correspondencia, él (García Márquez) simplemente me dio libertad. Me dijo adelante, tradúcelo. Y cuando estuvo traducido le gustó, dijo que pensaba que era mejor que su propio original. Mi impresión fue que se trató de un elogio para la lengua inglesa", sostiene Rabassa con modestia.   

A la hora de elegir el libro más complicado en su extensa carrera, el catedrático de Lenguas y Literaturas Hispanas en Queens College apunta a Paradiso de Lezama Lima, trabajo que también obtuvo por recomendación de su amigo cronopio.   

"Tenía un estilo muy extraño, críptico, inventaba palabras. Julio fue muy servicial, porque yo me carteaba con Lezama Lima, pero con el embargo y todo eso, era difícil mantenerse en contacto. Por eso le escribía a Julio y él le mandaba la carta a Lezama en Cuba desde París, un triángulo", recuerda durante la conversación en inglés.   

Y entre los que le dieron más placer, vuelve a la saga de la familia Buendía en Macondo. "Me dejé llevar y disfruté de sus pequeños trucos y la manera en que (García Márquez) la compuso". También se deleitó trabajando con las ficciones de Amado. "Traduje recientemente dos de sus novelas. Siempre es divertido debido a sus extraños personajes".   

Rabassa cuenta en su haber con el National Book Award for Translation por Hopscotch y el PEN Translation Prize por The Autumn of the Patriarch (El otoño del Patriarca) de García Márquez, mientras que en 2006 fue distinguido con la National Medal of Arts de Estados Unidos.   

Consultado acerca de si se siente el "traductor del boom",replica: "No me gusta ser catalogado, aunque tampoco me preocupa". Lo que sí subraya es que el traductor "debe ser escritor para poner por escrito lo que está leyendo. Creo que es una combinación de ambos, es ambos".   

El autor del libro de memorias If This Be Treason: Translation and Its Dyscontents, A Memoir continúa trabajando. "Recientemente estuve traduciendo más del portugués, como Jorge Amado, y algunas obras de Portugal, como (José María) Eça de Queiroz, algunos de sus textos que nunca habían sido traducidos. La última novela que traduje fue de (António) Lobo Antunes".    

Rabassa se muestra convencido de que resulta muy diferente traducir del español que del portugués. "Parecen semejantes, pero el hecho de que su sonido sea tan diferente hace como si estuvieras traduciendo al francés y alemán del español. Están engañosamente cerca en apariencia y significado, pero no en el sonido".  

Con su tono pausado y tranquilo opina que la traducción literaria suele ser subestimada. "La gente no se da cuenta de lo que se requiere para traducir, no es un simple intercambio de palabras. Alguna vez dije que le puedes enseñar a Picasso cómo mezclar sus pinturas, pero no puedes enseñarle cómo pintar sus Demoiselles".   

A la pregunta de si sigue a las nuevas generaciones de autores iberoamericanos, afirma con humildad: "No pude estar al tanto como debería, pero tengo muchos libros e intento leer. Aunque últimamente disminuí la velocidad tanto en la traducción como en la lectura". Pero Rabassa mantiene intacta la pasión por su oficio, el exigente arte de traducir.

1 comentario:

  1. Me ha interesado muchísimo cómo percibe Rabassa las diferencias entre la traducción desde el castellano y desde el portugués, más concretamente que éstas se concentren específicamente en las distintas sonoridades de ambos idiomas. El hecho de que el aspecto fónico sea tan avasallador que pase por encima de las innegables similitudes sintácticas, por ejemplo, me deja un tanto perpleja y me hace volver a la idea de que la traducción literaria se realice, quizá, desde algo indefinible, desde una sensación interior, una negociación personal del traductor con el par lingüístico con el que se trabaja, que tiñe incluso los aspectos lingüísticos más "objetivos" (como estructuras gramaticales, semejanzas léxicas...).

    Muy interesante.

    María

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