martes, 17 de diciembre de 2019

¿Cómo salir del atolladero?


“Trabajar en contra de la concentración, desdolarizar el precio del papel y reactivar las compras de libros son algunas de las propuestas para dinamizar el sector.” Tal la bajada de la nota publicada por Silvina Friera, en Página 12, el pasado 9 de diciembre, en la que dialoga sobre la situación del sector con Damián Ríos, Mariano Blatt, Paula Pérez Alonso, Damián Tabarovsky, Leonora Djament, Carlos Díaz y Ecequiel Leder Kremer

Ideas para reactivar la industria editorial

La industria editorial es tierra arrasada por la política económica del macrismo. A horas de la asunción del nuevo gobierno encabezado por Alberto Fernández, editoras y editores, escritoras, escritores y libreros como Damián Ríos, Mariano Blatt, Paula Pérez Alonso, Damián Tabarovsky, Leonora Djament, Carlos Díaz y Ecequiel Leder Kremer se muestran expectantes ante una política económica que pueda frenar la caída, bajar la inflación y reactivar el consumo. Hay coincidencias en que es necesario trabajar en contra de la concentración de la industria del papel y su cartelización para desdolarizar el precio del papel; que se requiere con urgencia efectivizar la supresión del IVA en los procesos internos del libro; reactivar las compras de libros y la creación del Instituto Nacional del Libro (INLA), proyecto presentado por el diputado Daniel Filmus, entre otras medidas.

“De la crisis se sale con paritarias –afirman Damián Ríos y Mariano Blatt, de la editorial Blatt & Ríos–. Los docentes tuvieron pésimas paritarias estos años, por debajo de la media, y que haya paritarias que le empaten a la inflación puede detener la caída. Si bien no es central para las editoriales, es importante que la Conabip vuelva a comprar libros como en otros gobiernos; es bueno para las bibliotecas, para los lectores y para las editoriales. Queda un sector grande de la población lectora que son los estudiantes; para ellos debería haber descuentos que se pueden financiar en partes iguales por editoriales, librerías y el Estado. Los precios de los libros para muchas personas son inaccesibles”.

Paula Pérez Alonso, apunta al corazón de una de las principales cuestiones. “Confío en que el próximo gobierno logrará parar la caída de la actividad económica y acertará con las medidas para parar la inflación. Uno de los costos más importantes, entre el 40 y 65 por ciento del costo total en lo que significa producir un libro, es el papel. Y no se entiende por qué se lo trata como un commodity, si se produce en la Argentina para el consumo en la Argentina. ¿Por qué el papel está atado al precio del dólar, si no es importado? Porque se hace con energía pesada y esto está atado a las tarifas de electricidad que se dolarizaron en estos años”, explica la escritora y editora.

“Si el gobierno de Alberto Fernández tiene una política cultural importante imagino que podrá volver a comprar libros para bibliotecas, para escuelas y colegios. Si hay una alianza entre el mercado y el Estado, el trabajo que se puede hacer entre las editoriales y las escuelas es enorme, siempre y cuando se sostenga en el tiempo. Uno de los actores más golpeados en la cadena que va del autor al lector son las librerías: podría el gobierno darles créditos con tasas muy bajas a las que cerraron acá en Buenos Aires, que concentra el 60 por ciento, y en el interior; también a las pequeñas editoriales que trabajan arriesgando por nuevos autores y haciendo rescates buenísimos de libros que estaban fuera de circulación. Veremos qué presupuesto le da Alberto Fernández a Cultura”, agrega Pérez Alonso y destaca que el Instituto Nacional del Libro, cuando se apruebe, “deberá generar políticas públicas que le den al libro el lugar que se merece y defiendan la bibliodiversidad, no solamente lo que da mayor rentabilidad”. “No se trata de ser paternalista sino de intervenir con el objetivo de fomentar la lectura, con una forma mixta, alianza entre el Estado y el mercado, como es en Francia, Italia y Alemania –compara–. Y que toda política sea a largo plazo”. Como escritora, Pérez Alonso celebra que desde noviembre la Unión de Escritoras y Escritores tiene personería jurídica. “Es necesario estar agremiados para que se pueda evitar la informalidad de algunos acuerdos, para proponer establecer algunas tarifas básicas para los trabajos contratados. Es importante que la información circule, sea abierta. Los escritores no tenían un ente como tienen los directores de cine con el INCAA o los músicos con SADAIC; siempre fuimos más individualistas, no actuamos colectivamente, pero eso cambió”.

Desdolarizar el papel
Para Damián Tabarovsky, escritor y director editorial de Mardulce, “es imprescindible cambiar la política económica y generar una política específica en relación al campo editorial, en especial a la edición independiente, que son PYMEs de capital nacional, es decir, son el corazón de lo que hay que defender en términos de política económica y cultural”. Tabarovsky advierte que los problemas en el mundo editorial son el resultado de dos factores: “una suba tremenda en los costos, en especial del papel, pero también de todos los demás, y una baja tremenda en las ventas; es la tormenta perfecta”. El editor y escritor plantea que la baja en las ventas “se resuelve o se atenúa con mayor capacidad de consumo en los sectores medios”.

El problema de los costos, opina Tabarovsky, es mucho más profundo. “Por supuesto que hay medidas concretas a llevar a cabo: desdolarizar el precio del papel; trabajar en contra de la concentración de la industria del papel y su cartelización; efectivizar la supresión del IVA en los procesos internos (el libro no paga IVA, pero sí los procesos internos, como la compra de papel); llevar adelante políticas de subvención, compras del Estado”. El editor y escritor aclara que estas medidas no deben ser pensadas en términos de “ayuda”, sino como resultado de “una discusión sobre qué queremos hacer con la edición en argentina” y en espacial con sus PYMEs. “Esta es una discusión que nunca se dio a fondo y que es clave. Ocurrió en España, en los ’70, cuando decidieron que la industria cultural y del entretenimiento iba a ser uno de los principales motores económicos (con liderazgo sobre América Latina), está ocurriendo en los últimos años en Colombia. Esta discusión toca a la economía, a la política cultural y al mercado editorial”.

Tabarovsky da un ejemplo con las traducciones. “Teniendo en cuenta que los conglomerados multinacionales traducen en España –y allí también se decide qué autores se traducen y cuáles no–, y luego venden aquí esos libros traducidos, si no existieran las editoriales independientes nacionales, no existiría tampoco la traducción al castellano con inflexión rioplatense. Esa inmensa tradición cultural que viene del siglo XIX desaparecería. Es un tema que incluye a la lengua, la economía, la política cultural y que está totalmente ausente del debate –precisa el editor y escritor–. Y no se resuelve tampoco con dar un par de subsidios a la traducción y listo; subsidio que por otra parte no existe ni del gobierno de la ciudad ni de los gobiernos nacionales presentes o pasados”. Otro aporte al debate tiene que ver con la capacidad (o no) de exportar y la actividad cultural en el exterior, “como si mandar escritores a sacarse fotos a la Feria de Frankfurt fuese una política”; pero también sobre “qué vamos a hacer con los grandes conglomerados multinacionales, que tienen posiciones cada vez más dominantes en el mercado, igual que cualquiera de los grupos oligopólicos de las otras industrias (alimenticia, mediática) que tanto critica el progresismo, al mismo tiempo que sobre esa situación en el mundo editorial no dicen nada”.

El rol del Estado
Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, dice que “con el nivel de empobrecimiento generalizado y el consumo de los que todavía pueden comprar en franca caída, no hay modo de reactivar ninguna industria”. “Entonces, solo dentro de este marco de reactivación de la economía general y de la mejora de todos los sectores de la sociedad, se puede pensar en políticas de corto y mediano plazo en el sector editorial. Algunos puntos que habría que trabajar son medidas concretas para reactivar la compra de libros, medidas para que el papel deje de ser un oligopolio y no cotice en dólares para el mercado interno, trabajo sobre las tarifas de correo y transporte que suelen ser muy costosas, créditos blandos y apoyos diversos a las pequeñas y medianas editoriales, fomento y promoción de las librerías independientes, creación del instituto del libro, entre otros puntos”, sugiere la editora. “Para que todo esto sea posible, es fundamental que desde el Estado la cultura y los libros vuelvan a ser pensados no como gasto prescindible o como ocio, sino en su doble dimensión: tanto como industrias creativas que aportan una cantidad de recursos económicos y crean fuentes de trabajo, como también en términos de laboratorio de ideas, creación de herramientas para el pensamiento, experimentación y debate”.

Carlos Díaz, director editorial de Siglo XXI, Argentina, se refiere a la ventaja de ser un país de lectores. “Nuestro mercado es importante. El problema es que está deprimido porque no hay dinero y la gente destina sus pocos pesos a las cosas urgentes. Claramente los libros no lo son y es por eso que el sector editorial ha sido uno de los más golpeados durante los años de Macri. Si el nuevo gobierno logra que la economía empiece a crecer, el sector se verá beneficiado rápidamente. Luego, si el Estado volviera a invertir lo mínimo para nutrir bibliotecas populares, escolares y universitarias, marcaría un cambio notable con la prácticamente nula compra que hubo en estos años, y sería una inyección de oxígeno enorme”, subraya el editor de Siglo XXI. “Por último, las editoriales dependemos de las librerías, que son las que venden nuestros libros. Este año fueron discriminadas injustamente al no permitirles recuperar algunos IVAs que pagan. Representa dos pesos para el fisco, pero para un negocio que está al borde de la rentabilidad marca una diferencia grande. Reparar esto sería un acto de justicia con un actor vital para el ecosistema del libro”.

Ecequiel Leder Kremer, de la Librería Hernández, señala que en estos cuatro años el sector del libro vivió una situación de “tierra arrasada”. El librero despliega una serie de medidas que habría que adoptar: “campañas de promoción del libro y la lectura desarrolladas en forma permanente en medios de comunicación y lugares de concurrencia masiva; desarrollo de un instrumento de compra específico para el sector que otorgue facilidades a los compradores habituales de libros; creación del Instituto Nacional del Libro, el proyecto que presentó Daniel Filmus; sanción del proyecto de ley, presentado también por el diputado Filmus, que permite a las librerías recuperar los IVAs pagados en la gestión comercial manteniendo la exención del IVA para el libro; implementación de un cuadro tarifario especial para librerías que vendan exclusivamente libros, con rebajas en los precios de luz, gas y agua; implementación de compras del Estado para proveer de libros a estudiantes de distintos niveles de enseñanza y cuerpo docente canalizadas a través del canal librero; implementación de la labelización de las librerías que realicen acciones de promoción, tal como se realizó con la ley Gallimard en Francia; creación del gran portal del libro en Argentina, basado en la estructura precedente del ISBN, con información enriquecida y una gran gestión de metadatos sobre obras y autores para dar servicio a los lectores y difundir en todo el mundo el libro de edición argentina”. Leder Kremer añade un par de medidas más a nivel macroeconómico. “Hay que recuperar el poder adquisitivo de los argentinos, recuperar las fuentes de trabajo, porque sin trabajo no hay consumidores; que en Argentina comprar y vender dinero deje de ser el mejor negocio posible, debemos rescatar la industria nacional protegiéndola del dumping externo, terminar con el mito del Buen Samaritano abierto al mundo sin aranceles ni restricciones de ninguna clase; fortificar y jerarquizar la educación pública en todos sus niveles, que es ahí donde se forman los lectores; ejercer la práctica lectora y compartirla; que un libro en la mano del Presidente de la Republica deje de ser una quimera, un anacronismo –enumera el librero–. Necesitamos una clase dirigente que lea, que se comprometa con el mundo de la literatura y el ensayo, de la música y la pintura, del arte todo”.



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