Publicada en The Independent del 5 de septiembre pasado, la noticia, reproducida por La Jornada de México, en traducción de Jorge Anaya, lleva la firma del periodista John Lichfield. Se lee ahí sobre la nueva traducción inglesa de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y sobre el curioso lugar elegido para promocionar la publicacíón.
Madame Bovary,
conejita de Playboy a los 154 años de edad
Qué horror: la aburrida esposa de un médico se vuelve conejita a la edad de 154 años. La playmate literaria del mes de la revista Playboy es Madame Bovary, esposa de un malvado doctor de una pequeña aldea de Normandía y protagonista de un adulterio que escandalizó –y encantó– a los lectores franceses en 1856. En una de sus ocasionales excursiones al erotismo literario, la versión estadunidense de Playboy presenta en su edición de septiembre un capítulo de la nueva traducción inglesa de la novela clásica de Gustave Flaubert.
Un llamado en la portada de la revista, junto a la foto de una joven inglesa ataviada con bombín, corbata de moño y poco más, afirma que Madame Bovary es “la novela más escandalosa” jamás publicada. Hasta al fundador de Playboy, Hugh Hefner, de 84 años, le ha dado por erigirse en crítico literario: ha publicado un tweet en el que proclama a Madame Bovary “una gran lectura”.
El súbito interés de Playboy por una de las grandes obras de la literatura francesa –y mundial– del siglo XIX ha causado cierto regocijo en Francia. La revista gala escribió: “Emma Bovary se desnuda en Playboy. ¡Poses sexys en Yonville-l’Abbaye! ¡La elección de Miss Bikini, en vivo desde Rouen! ¡Chismes eróticos de la invitada de honor del baile en el Castillo de la Vaubyessard!”
Mais, non. No es para tanto. No se trata de una nueva versión de Madame Bovary para mentes poco profundas del siglo XXI cuyo umbral erótico ha sido elevado a velocidad turbo por la Internet, las películas baratas suecas (francesas) y, umm… Playboy. Es una traducción muy cuidadosa –supuestamente la más precisa que se haya hecho en inglés– de la prosa rigurosamente elaborada de Flaubert.
El extracto de Playboy procede de la nueva versión inglesa que será publicada por Penguin Classics este mes. El más francés de los autores franceses ha sido transmutado a la lengua de Shakespeare por la aclamada novelista estadunidense Lydia Davis, traductora también de Proust.
Hoy día el más importante especialista francés en Flaubert es el profesor Yvan Leclerc, director del Centro Flaubert de la Universidad de Rouen. “En lo personal, me divierte y agrada que Madame Bovary aparezca en Playboy –declaró el académico a The Independent. En lo que a mí concierne, mientras más gente lea a Flaubert, mejor. Sin embargo, me alarmó un poco ver que Playboy, sin duda por razones comerciales, anuncia Madame Bovary como la novela más escandalosa de todos los tiempos. ¿Más que el marqués de Sade? ¿O que mil obras modernas de erotismo extremo? Lo dudo.”
Madame Bovary relata la trágica historia –algunos críticos insisten en que es un cuento de humor negro– de las frustradas ambiciones, escapadas sexuales, devoción por las compras y suicidio final de la esposa de un incompetente médico de provincia en Normandía. Muchos críticos, entre ellos Leclerc, la consideran la “primera novela moderna”, por la obsesión flaubertiana con el estilo y por la supresión casi total de simpatía por sus personajes.
Una encuesta entre escritores contemporáneos, en 2007, declaró a Madame Bovary la segunda novela más importante jamás escrita, detrás de Anna Karenina, de Tolstoi. El libro contiene varias escenas de amor adúltero, descritas con hermosura y cargadas de emoción erótica, pero desprovistas de descripciones sexuales detalladas. De todos modos el Estado francés la atacó cuando fue publicada como folletín, en 1856, por “escandalizar la moral pública y religiosa”. Flaubert ganó la batalla legal.
Esa victoria animó a escritores de Francia y otros países, pero no de Gran Bretaña, a escribir con mayor libertad artística sobre relaciones románticas o sexuales. Se necesitó otro siglo, y la “absolución” a Penguin Books en el juicio a El amante de Lady Chatterley, en 1960, para que en las islas británicas se aceptara esa misma libertad.
“Hoy nadie consideraría escandalosa Madame Bovary –apuntó Leclerc–, pero fue un libro revolucionario y cambió el género novelístico para siempre. Flaubert rompió con las convenciones de la novela del siglo XIX en varias formas, en particular con nuevos recursos estilísticos, pero también al distanciarse a sí mismo y a sus lectores de toda simpatía emocional con sus personajes. Eso, y los efectos liberadores de la derrota del Estado en el juicio, contribuyeron a echar los cimientos de la novela moderna.”
Para justificar su uso de la palabra “escandalosa”, Playboy incluye una ilustración artística de Emma desnuda, surcando el aire en una silla de montar, acompañada de una cita del texto, que se vuelve quizá más sugerente de lo que Flaubert intentaba: “Con la cara levemente inclinada, (Emma) se abandonó a la cadencia del movimiento que la mecía en la silla”.
La revista también ofrece una presentación erotizada de Emma Bovary. El texto introductorio anuncia: “Es una de las pecadoras más celebradas de la literatura. Pero primero fue tentada. En esta nueva traducción, la transformación de Emma de aburrida esposa provinciana en adúltera entusiasta nos recuerda cuán escandaloso puede resultar el ser humano”.
Macy Halford, colaboradora de la revista The New Yorker, se queja de esta forma de presentar la novela. Afirma que Playboy casi la convenció de que Madame Bovary era una novela erótica barata, hasta que comenzó a leer el extracto del libro. “Muy pronto –escribió– quedé impactada hasta el delirio por la fuerza de la escritura de Flaubert y por la perfección de la traducción de Davis.”
Resulta extraño que una persona que disiente dMadae la aclamación casi universal de la crítica por Flaubert es su nueva traductora. “En realidad no Madame Bovary –ha declarado Davis. Me parece muy interesante lo que Flaubert hace con el lenguaje, pero no diría que me haya cautivado como libro. Desprecia a todos los personajes y su forma de vivir. Me gusta una heroína que piense y sienta… bueno, Emma Bovary no me parece admirable ni agradable, y a Flaubert tampoco le agradaba.”
El profesor Leclerc sugiere con caballerosidad que la escritora estadunidense yerra el punto. O más bien dos puntos: primero, fue un gesto heroico de Flaubert, en el contexto de los derechos de las mujeres en Francia en 1850, tomar como personaje central a una mujer que rehúsa aceptar su papel convencional en la sociedad y en la moral. “Como escritora feminista, creo que Davis debió haber notado la importancia de eso.”
En segundo lugar, señaló Leclerc, la distancia emocional (por no decir frialdad) con la que Flaubert ve a sus personajes fue lo que hizo de Madame Bovary un libro tan revolucionario en su día y tan poderoso hoy. O, para citar a Hugh Hefner, el creador del imperio del conejito, “una gran lectura”.
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