viernes, 25 de abril de 2025
"La Inteligencia Artificial ha avanzado sin pedir permiso"
jueves, 24 de abril de 2025
México convoca premio de traducción literaria
miércoles, 23 de abril de 2025
Clásico japonés traducido en Perú
martes, 22 de abril de 2025
Segundo volumen de las cartas de Joyce en castellano
"Páginas de Espuma completa con el segundo volumen la publicación de las cartas del autor irlandés, con edición a cargo de Diego Garrido y el compendio ‘Joyce en los ojos de sus amigos’". Así dice la bajada de la nota publicada por Pablo Bujalance, el pasado 20 de abril, en el Diario de Sevilla.
lunes, 21 de abril de 2025
Jan de Jager fue a Montevideo y dijo
viernes, 18 de abril de 2025
Los libros en Chile: censurar en los hechos la memoria histórica y social,
jueves, 17 de abril de 2025
"¿Cómo colgar un libro hasta matarlo?"
Un fallo judicial revierte la censura de libros en Estados Unidos
miércoles, 16 de abril de 2025
Último en la meta
Como no podía ser de otra manera, Aforismos, cultura y valor, de Wittgenstein (Espasa Calpe, colección Austral, Madrid, 1995, traducción de Elsa Cecilia Frost, con agregados y prólogo de Javier Sábada) es un libro extraordinario. En un aforismo de 1931, Wittgenstein escribe: “Con frecuencia, los filósofos son como niños pequeños, que empiezan por hacer rayas caprichosas con su lápiz sobre un papel y después preguntan a los adultos: ‘¿Qué es?’. Lo que sucedió fue esto: el adulto le había dibujado muchas veces algo al niño y le había dicho: ‘Esto es un hombre’, ‘esto es una casa’, etc. Y ahora el niño pinta también a rayas y pregunta: ‘¿Qué es esto?’”. Creo que podríamos reemplazar perfectamente “filósofos” por “escritores”, y estaríamos en el mismo horizonte. La literatura, o al menos la literatura que me interesa, se parece a eso: a hacer rayitas y luego preguntar: “¿Qué es?”. Hay algo en esa literatura del orden de la incerteza, del juego, de lo abierto, del sentido que se amplía. Pero no se trata de pensar a la literatura como un infantilismo, como un juego de niños; ni tampoco de fetichizar la infancia, como si la niñez fuera una forma acabada de pensamiento complejo. No, no es eso. Se trata de la literatura cuando no se deja atrapar. Buena parte de la narrativa contemporánea se ha vuelto temática. El texto (pero también el contexto: las declaraciones de las escritoras y escritores, sus intervenciones en redes sociales, el marketing editorial, etc.) funciona al revés: primero, y sobre todo, dice: “Esta novela se ocupa de estos temas”, y luego el resto no tiene la menor importancia. La literatura ya no es el arte de hacer rayitas caprichosas, sino que se vuelve cuadrados perfectamente delimitados.
Wittgenstein se mete luego con la lectura: “El libro debe llevar a cabo automáticamente la separación entre los que lo entienden y los que no lo entienden”. Y en otro aforismo, continúa: “Cuando digo que mi libro está destinado solo a un reducido círculo de personas (…) no quiero decir con ello que, según mi opinión, dicho círculo es la elite de la humanidad. Se trata, más bien, de las personas a las que me dirijo (no porque sean mejores o peores que las otras sino) porque son mi medio cultural, la gente de mi pueblo, por así decirlo, en contraposición a los otros, que me son extraños”. No conozco una definición mejor de lo que se entiende por recepción e incluso circulación de un libro, de la escritura, de la literatura. La idea de salirme de mi pueblo (pueblo como metáfora de tantas cosas) me es absolutamente ajena. Pocas cosas me parecen más tristes que los escritores, que la literatura que se sale de su pueblo. Podría decir que el éxito (entendido como suceso de ventas) me produce una inmensa tristeza. Y todo lo que lo rodea (nuevamente redes, marketing, premios, la figura del escritor o la escritora exitosos) no hace más que profundizar esa tristeza. Mi pueblo, además, está habitado por nadie. Escribo entonces para un pueblo desierto, para un pueblo vacío. O para el pueblo por venir, para el pueblo que todavía no existe. Escribo para inventar un pueblo, o una esquina, un barcito con tres parroquianos apoyados en la barra.
Finalmente, Wittgenstein da en la tecla sobre la filosofía, o sobre la literatura: “En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio. O aquel que alcanza último la meta”.
martes, 15 de abril de 2025
"Símbolo del mazazo a la cultura argentina es el cierre de no menos de una decena de librerías en los últimos tiempos"
lunes, 14 de abril de 2025
El SPET calienta los motores para 2025
En su primera actividad del año, el Seminario Permanente de Estudios de Traducción (SPET) propone una jornada, con la traductora Micaela van Muylem, dedicada a "Literatura multilingüe, traducción y activismo".
Micaela van Muylem es Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y se ha especializado en traducción literaria en Alemania, Bélgica y los Países Bajos. Traduce poesía, teatro, narrativa y literatura infantil y juvenil del neerlandés y del alemán para editoriales y compañías teatrales argentinas y extranjeras. Es profesora titular de las cátedras de Literatura de Habla Alemana y de Traducción Literaria en la Facultad de Lenguas, UNC. Su investigación se centra en poesía y teatro contemporáneos y su traducción, actualmente dirige el proyecto de investigación “Texto, imagen y traducción: literatura de habla alemana y neerlandesa del siglo XXI” (FL UNC).
viernes, 11 de abril de 2025
Miguel Montezanti presenta dos libros de sonetos del Renacimiento inglés en la librería El Jaúl
jueves, 10 de abril de 2025
Una nueva versión de César Vallejo en inglés
miércoles, 9 de abril de 2025
"Lo alejado del centro"
Damián Tabarovsky, el domingo 6 de abril, publicó una muy interesante columna en el diario Perfil, de Buenos Aires, donde, atando cabos, desanda un camino de supuestas "verdades", generalmente no cuestionadas, para dar en el clavo sobre la relación entre los países latinoamericanos y España.
Accidentes geográficos
Leí Aforismos cultura y valor, de Wittgenstein (Espasa Calpe, colección Austral, Madrid, 1995, traducción Elsa Cecilia Frost). Tiene un prólogo muy interesante de Javier Sádaba, de quien, hace muchos años, había leído el aún más interesante Religión, magia o metafísica. El otro Wittgenstein (Madrid, Libertarias, 1984), más algunos artículos sueltos sobre temas afines, siempre en el mismo registro de interés. La edición de Espasa Calpe retoma la traducción de Elsa Cecilia Frost (excelente traductora mexicana, muerta hace unos diez años, a quien le debemos, entre otras, traducciones de Werner Jaeger, y también un buen libro propio: El arte de la traición o los problemas de la traducción) que publicó originalmente Siglo XXI en México. Cuando se refiere a ese punto, Sádaba escribe: “la primera traducción al español, por cierto, se hizo en 1981, lo que quiere decir que la editorial sudamericana se dio prisa por ofrecer al lector de habla castellana las páginas de Wittgenstein”. Pero, ¿Siglo XXI de México es una editorial sudamericana? ¿México queda en Sudamérica? Repitan tras de mí: “Al sur de Panamá comienza Sudamérica. Entre Panamá y hasta México es América Central. Y desde México hacia el norte es América del Norte”. Podría decirse que la desorientación geográfica de Sádaba es un error menor, y de hecho lo es. Pero es un error significativo que nos permite pensar varios temas, en especial uno: el carácter lateral, periférico, anómalo, de América Latina. En España, para generar sensación de unidad de la lengua, se usa la expresión “Hispanoamérica”, término absurdo que jamás se usa de este lado del océano. Ni siquiera “Latinoamérica” nos expresa con exactitud, porque nuestros territorios están hechos de una diversidad, por momentos, insalvable. Me gusta, entonces, pensar a Latinoamérica bajo la figura de la excentricidad. Pero no excentricidad como un rasgo de carácter (como sinónimo de raro), ni como un modo de la personalidad (como semejante de extravagancia), ni mucho menos como un prejuicio moral (como una tara), sino simplemente excentricidad como un punto en la topografía: como lo alejado del centro. Y entonces, ahí sí, como lo alejado del centro, del poder, y de los mandatos hegemónicos la literatura (porque de eso estaba hablando, de literatura) se vuelve rara, excéntrica y extravagante. Es esa la mejor tradición latinoamericana. Tradición que, es evidente, se encuentra amenazada ante el llamado de las luces del centro. Cada vez más la literatura que se escribe en esos lares fue perdiendo rareza para convertirse en literatura temática for export. Las grandes multinacionales nos explican que hay un “gótico andino” (y supongo que también habrá otro rioplatense), “narrativas ecofeministas”, y decenas y decenas de nichos más para ocupar en el mercado global. Recordemos algo: Borges fue traducido profusamente recién en la década del 60, cuando ya tenía 60 años: la mejor literatura latinoamericana es indiferente al mercado. O lo era: hoy vemos a los escritores publicar un primer librito y salir corriendo a buscar a un agente, festejar que les lleven sus libros al cine o al teatro (situación que tiene mucho más de horror que de alegría) y etc., etc. La figura del emprendedor neoliberal se encarna en muchos de los escritores (y escritoras) progresistas de la Latinoamérica de hoy.