jueves, 28 de enero de 2010

Quien no traiciona, no traduce



Vieja conocida de este blog y destacada presencia en las reuniones del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, Mirta Rosenberg acerca la siguiente columna, a pedido del administrador.

Plantas de otra maceta

Traduzco profesionalmente desde 1978. La traducción ha sido para mí, en primera instancia, una manera de ganarme la vida que por añadidura conlleva algunas condiciones a mi entender favorables: trabajar en soledad, en la propia casa y en la sede de la lengua. Es decir, aprender de mí y aprender de ella. Encontrar, y hasta forzar a veces, cierta generosidad en las dos, la capacidad de alojar a extraños que terminen siendo familiares, aunque con los familiares una no siempre entable una relación armónica. De hecho, la traducción es casi siempre una batalla en parte perdida. Es afortunada cuando se puede elegir qué perder. Es absoluta cuando eso que se pierde llega impuesto desde el texto, sin mimesis ni equivalencia ni innovación posible, y obliga al fracaso de la nota al pie o a la glosa como salida de emergencia. A las variantes de esa pérdida se las suele llamar la traición del traductor, una expresión injustamente cargada de connotaciones negativas porque se la confunde con ignorancia o con malevolencia, cuando en realidad quien no traiciona, no traduce. El asunto es cómo traicionar, cómo hacer que pase a nuestra tierra una planta de otra maceta sin que se seque, aunque aquí cambie de color y deje de tener hojas lanceoladas. En el caso de la traducción de poesía (que es la traducción a la que más me gusta dedicarme, y de la que más he aprendido) esas modificaciones de una tradición ajena que conlleva cualquier versión han impreso cambios de dirección en la poesía vernácula, ampliando el campo y renovando el verso. Y eso, incluso con “malas” traducciones, y a pesar del castellano “neutro”, y de las exiguas tarifas, temas que prefiero dejar para otra oportunidad.

miércoles, 27 de enero de 2010

¡Cuidado con los viajes de ida!



El miércoles 9 de febrero de 2000, Anthony Pym publicó una de sus columnas históricas en El Trujamán. La misma se reproduce a continuación.


Cuando trasladar significa "traducir"

Se sabe que en el curso del siglo XIV la forma traduc- (traducción, traductor, etc.) aparece en la lengua castellana para sustituir a algunos sentidos de traslad- (trasladación, trasladador, etc.), y que dicho cambio proviene del latín de Leonardo Bruni Aretino (en la ilustración de esta entrada).

Ahora bien, a finales del mismo siglo tenemos los glosarios de Nebrija, uno latín-castellano (1492), otro castellano-latín (c. 1495). ¿Qué términos utiliza Nebrija para la traducción?

Si viajamos del latín al castellano sólo tropezamos con transfer-transfero, por trasladar») e interpret-Interpres: traslador de lenguas»), y nada o poco tienen que ver con traducción los sentidos de traduco (‘trespassar’, ‘acusar’) y verto (‘girar alguna cosa’).

Sin embargo, si vamos del castellano al latín con el otro diccionario, encontramos toda la innovación traductológica de traduc-, en castellano como en latín: «Traduzir: traduco, interpretur», «Traducion: traductio, interpretatio», «Traduzir de vna lengua en otra: uerto», junto a los viejos sentidos de traslad- (e.g. «Trasladador: translator, interpres»).

Parece que la ida del latín al castellano era más controlada, más conservadora, que la vuelta. De todos modos, los glosarios ni se traducen, ni se trasladan.

martes, 26 de enero de 2010

El traductor de Bajo el volcán


Publicada en Este país el 1 de diciembre de 2009, en la siguiente entrevista, que tiene como excusa el centenario de Malcolm Lowry (foto), Olga García-Tabares conversa con el artífice de la más prestigiada traducción de Bajo el volcán al castellano.

Música bajo el volcán.
Conversación con Raúl Ortiz y Ortiz

Al fondo de la biblioteca del maestro Raúl Ortiz y Ortiz están la mesa y la máquina de escribir Olivetti con la que escribió la traducción de la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry (1909-1957), escritor inglés agasajado este año por el centenario de su nacimiento. Los libros dispuestos en los largos y altos anaqueles —elegidos, privilegiados y queridos por él— abren de par en par un cielo de tiempos mejores, como la música, el universo que le ha dado sus mayores placeres al maestro. “El significado de ese arte está contenido en el poema ‘An Die Musik’ de Franz von Schober”:

Du holde Kunst, in wieviel grauen Stunden, Wo mich des Lebens wilder Kreis umstrickt, Hast du mein Herz zu warmer Lieb’ entzünden, Hast mich in eine beßre Welt entrückt!

Oft hat ein Seufzer, deiner Harf’ entflossen, Ein süßer, heiliger Akkord von dir, Den Himmel beßrer Zeiten mir erschlossen, Du holde Kunst, ich danke dir dafür!
**

** ¡Oh Arte lleno de gracia, en cuántas horas grises,/Cuando la temible órbita de la vida me atrapa,/ Has calentado mi corazón hacia el amor,/ Transfigurándome hacia un mundo mejor!// ¡Cuán a menudo un suspiro ha escapado de tu arpa,/ Una dulce y sagrada armonía tuya,/Abriendo de par en par el cielo de tiempos mejores./ Oh Arte lleno de gracia, por esto yo te agradezco! Traducción de Mónica Garibay


“Aquí en mi estudio, en esta casa, en el escritorio y la máquina que están al final de la biblioteca fue donde trabajé. Me sentaba todos los días desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche ante la máquina de escribir, ante los espantos que me ofreció, entre otros, el primer capítulo de Bajo el volcán, que suele ser un escollo deliberadamente puesto por Malcolm Lowry para retirar de su obra al lector superficial”.

La propuesta de traducir la novela llegó en 1961 por parte de Ediciones Era. “Mi amor por las lenguas es el acatamiento de un destino; hubiera querido ser músico. La música es el universo que me ha dado mayores placeres, donde he podido transportarme a mundos y dimensiones que la razón no capta.

“Una de las grandes virtudes de Bajo el volcán es su extraordinaria musicalidad. La armonía campea a lo largo del libro. Traducirlo plantea, en ciertos casos, el problema de conservar toda la belleza con instrumentos que no fueron elaborados para expresarla: en inglés la resonancia de varias sílabas en una frase, oración o capítulo es un deleite, una armonía, pero al traducirla al español hay vocablos que producen cacofonías. Por eso necesitaba que la forma y el fondo aspiraran a ser como la música, sin más distorsión que la necesaria para precisar con exactitud dolor, tristeza, júbilo.”

Otros universos; la vanidad, una virtud
Fueron tiempos frenéticos. Ortiz y Ortiz tenía treinta años y repartía sus días entre su trabajo en la UNAM, en la actuación (participó en varias puestas en escena de obras de Eugene O’Neill, William Shakespeare y T.S. Eliot), y en su casa: en la calle Antonio Sola, de la colonia Condesa, dedicaba todos los días cuatro horas a la traducción de Bajo el volcán. “Tenía una fuerza interna que nunca he vuelto a tener”. Una actividad se sumaba a otra. En marzo de 1964 su primera interpretación simultánea fue escuchada en el país y a distancia; tuvo de fondo los vítores con los que se rendía homenaje al discurso de Charles de Gaulle, que él traducía, en la única visita que hiciera el general a México. Dos meses después, el 6 de mayo, salía de los talleres gráficos de la Librería Madero S.A. el primer tiraje —cuatro mil ejemplares— de la obra traducida por él. “Las situaciones extremas nos hacen ingresar en otros universos. A veces cuando vuelvo a abrir la novela y leo algunas páginas, digo:

‘¡Ay Chihuahua, cómo llegué aquí!’. No sé. Fue la disciplina más rígida que me he impuesto en la vida, debía cumplir con los compromisos que tenía. A veces la vanidad puede ser una gran virtud, no quería quedar mal; aunque a veces es tan grande que llegamos a convencernos de que somos excepcionales, y después te das cuenta de que eres superfluo. Como la hierba… En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y seca. He tenido la fortuna de no ser un hombre exitoso financieramente y todo eso es la reserva que ahora a los setenta y ocho años me permite seguir ganándome la vida como un saltimbanqui que va de pueblo en pueblo, de actividad en actividad, una conferencia aquí, una película allá…”.

Perderse Bajo el volcán, el reto
Fue en la escuela, en primaria, donde Ortiz y Ortiz empezó a estudiar inglés. Luego, su afición por el cine, por las películas, lo llevó a suponer que otros idiomas le permitirían conocer nuevas culturas y civilizaciones. Cautivo de este gusto leyó años después la novela Bajo el volcán en la versión francesa. “Los elementos, los mundos que plantea no los aprecié plenamente cuando traté de leerla por primera vez en una traducción hecha al francés por Clarisse Francillon. Ella captó la magnitud y la diversidad de valores de la obra aunque no conocía muy bien el entorno mexicano —sin embargo, no se trata de una novela sobre México: México adquiere en manos de Lowry la categoría de símbolo del paraíso terrenal del siglo XX. Creo que la fama literaria que ganó Lowry se le debe sobre todo a Francia, que supo reconocer en él a un gran innovador de las formas narrativas.” A los ocho meses de haber empezado su traducción apenas había terminado el primer borrador. El maestro solicitó a la editorial más tiempo; lo remitieron con la viuda del autor, Margerie Bonner Lowry, quien se mostró familiarizada con esta situación: todos los traductores le habían pedido más tiempo. Fue el inicio de la amistad que sostuvieron hasta la muerte de Margerie en 1988. Aquellos ocho primeros meses se alargaron a treinta.

“La concluí dos años y medio después de la primera prórroga; seguí hasta que me la quitaron de las manos: no quería entregar el manuscrito. Nunca sospeché que la traducción llegaría a ser tan famosa, lo digo con toda honradez. Procedí como soberbio, tiene que ser lo mejor… Fue lo mejor, pero —reitera sereno— no te lo debes a ti, Raúl Ortiz, algo pasó ahí; aunque son mías, absolutamente mías cada una de las letras, de los puntos y las comas de la traducción.

La coyuntura de los amigos que la leyeron, que dieron sus opiniones, que aportaron consejos, forma parte del pastel que se coció en 1963 y 1964.”

La tentación de perderse Bajo el volcán, en sus laboriosos, infernales y paradisiacos laberintos, al ritmo de su prosa, era la invitación, el desafío; y el haz de guías con quienes Ortiz y Ortiz consultaría sus dudas y certezas tendría que estar a la altura del reto. “Acepté las sugerencias de amigos a quienes respetaba y admiraba por su inteligencia, rectitud y criterio, las de Rosario Castellanos, Jaime García Terrés y Carlos Valdés… entre otros. Llegado el momento final se sugirió una revisión, me presentaron una terna de la que elegí a José Luis González, escritor puertorriqueño. Una vez que él hizo la revisión trabajamos tres días juntos, pero no hubo ningún aporte sustancial.”

Cómo superar un texto original
Dos fortalezas juntas: la obra inmortal y la traducción canónica de Ortiz y Ortiz; esta vez “la noria, la rueda de la fortuna, de la feria, del tiempo, de la luz, del eterno retorno” —símbolo trabajado en la novela, al que Lowry le dio estas posibles acepciones— socorrió a los lectores en lengua española. Hay quienes consideran que la traducción de Ortiz y Ortiz logró superar el original. ¿Cómo? “Creo que la entrega total a una obra genera un no sé qué, algo que está de manera latente, que surge como recompensa a los esfuerzos; uno se convierte en médium.

“Un traductor debe ser honesto y conocer hasta donde su inteligencia se lo permita el idioma en que está escrito el texto original. Una vez que maneje este recurso debe estar atento a su enemigo, la quinta columna, que es el conocimiento cabal y perfecto del idioma que posee, al que se está traduciendo, para evitar que la estructura de las frases se convierta en una mera traslación. Una traducción no es sólo el transporte de un punto a otro punto. Se nos confía la virginidad del texto y hay que defenderlo como eunuco para que no entren los sarracenos. “El trabajo creativo es muy ingrato, muy denso; requiere una entrega total a la soledad y sobre todo ser fiel al armazón de tu mundo espiritual. No creo que la obra genial sea fruto del intelecto sino fruto de las horas nalga.”

La erupción… del hombre
Escribir Bajo el volcán, una “novela endiabladamente seria” —calificada así por su autor—, demora diez años y tienta desde el comienzo a la sempiterna muerte: se abre el Día de Muertos de 1939. Los doce capítulos, las doce horas en las que transcurre el relato —atendiendo la importancia del número doce en la cábala judía— tienen como tema, en palabras de Lowry, “las fuerzas que moran en el interior del hombre y que le llevan a asustarse de sí mismo; también el de la caída del hombre, el de sus remordimientos, el de su incesante combate hacia la luz bajo el peso del pasado. La novela puede ser leída como una sinfonía, como una ópera o como una película de cowboys”.

Bajo el volcán transcurre en Cuaunáhuac —Cuernavaca. “Cuaunáhuac era el terreno que necesitaba Lowry para que saliera todo su complejo mundo, resultado de un conocimiento cultural y literario. Todas las influencias, los periodos, la evolución de la literatura y de la cultura inglesas están presentes allí. Su exquisita prosa es una combinación de sonidos. No puedo producir una frase de Mozart, pero en lo fundamental hice en la vida lo que consideraba que me daba placer, hice mis tareas lo mejor que pude aunque no sabía lo que hacía”, apostilla el maestro Ortiz. Luego, sale de su biblioteca como flotando entre sus libros, como si en él resollaran sus personajes más amados, con el infalible pañuelo enjaezando su cuello; abriendo con su presencia de par en par un cielo de tiempos mejores…

lunes, 25 de enero de 2010

"El traductor tiene que ser también escritor"


Ana María Durán entrevistó al sonoro traductor francés Claude Couffon para El Espectador, de Colombia, con motivo de un homenaje ofrecido en el Instituto Cervantes de París a Gabriel García Márquez, autor a quien Couffon tradujo. Hombre ya mayor, alguna vez dijo en una encuesta para traductores publicada por el Nouvel Observateur que nunca traduciría a Borges porque no perdía el tiempo con autores de derecha, aunque algún tiempo después se ocupó de dejar varias veces su firma en un número de homenaje publicado por el Magazine Literaire. Asimismo, sus traducciones de Alejandra Pizarnik fueron publicadas por la embajada argentina en Francia durante la última dictadura militar, en una colección de poesía bilingüe que dirigió Abel Posse, agregado cultural de los militares por aquel entonces. No queda registro de que Couffon se haya opuesto.

"Yo fui uno de los responsables del boom"

En una helada tarde invernal al sur de París, cerca de la estación de Montparnasse, Claude Couffon expresa hoy con ternura y extrema sencillez el encanto que desde siempre despertaron en él aquellas tierras lejanas latinoamericanas, exóticas y desconocidas para la mayoría de los franceses de la época, pero que en su caso personal se convirtieron en material obsesivo y pasional de estudio y de trabajo.

Con inmensas ganas de contar y compartir todo, hoy Couffon, a sus 82 años, recuerda sus experiencias y vivencias con los grandes de la literatura latinoamericana: Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Julio Cortázar y, por supuesto, Gabriel García Márquez, a quien le hizo un gran homenaje ayer en el Instituto Cervantes de París.

–¿Cómo conoció a Gabriel García Márquez?
–A Gabo lo conocí cuando estaba en París en condiciones difíciles. Yo no fui en esa época de los grandes amigos de él, como Plinio Apuleyo Mendoza y otros colombianos, pero teníamos amigos en común. Yo en esa época estaba más bien con escritores como Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier. Lo que recuerdo de esa época con Gabo es que cada vez que él aparecía ocurría algo, algo divertido.

–¿Cuál es la vigencia de Gabo hoy como representante de la literatura latinoamericana?
–Es una pregunta difícil de contestar, pero lo que veo es que Gabo se ha impuesto como el primer escritor latinoamericano, como novelista, en Francia. No sin dificultad porque yo, que he podido ver su trayectoria, en cuanto al éxito público me doy cuenta de que el primer Gabo, genial, interesante e importante, no recibió quizás el reconocimiento que merecía como escritor.

–¿Cuántos libros de Gabo tradujo?–Cuando Gabo propuso que yo fuera su traductor, firmé un contrato para traducir 10 libros de él. Los que había escrito anteriores a Cien años de soledad y su nuevo libro de la época, El otoño del patriarca, y claro, los que iban a venir. Nuestra colaboración duró 10 años, yo traduje 9 libros.

–¿Cuál es su libro favorito de García Márquez?
–Para mí, sin ninguna duda, como traductor, fue Crónica de una muerte anunciada, que es una obra maestra. Es el único libro traducido por mí de toda la literatura latinoamericana en que nunca tuve problema. Su libro es como un reloj de lujo en donde cada mecanismo funciona perfectamente, no falta ninguna rueda, es perfecto todo. Para mí, es el libro perfecto como escritura.

–¿Y el que más le ha costado traducir?
–El que más me costó traducir fue el primer libro, El otoño del patriarca, porque la escritura era un poco diferente a la de los otros. Una escritura casi sin puntuación, parecida a la manera de los escritores de la nueva novela francesa de la época. Aunque estaba entusiasmado con la historia, encontré muchas dificultades para poner en mi lengua el ritmo de cada frase.

–¿Qué le debe Gabo a París?
–Gabo vivió en París los tres años de El coronel no tiene quien le escriba. Creo que su época más importante fue la de los años 55. Recuerdo que él llego al hotel donde hoy hay una placa con su nombre por pura equivocación. Venía de la estación de Lyon a París y Vargas Llosa le había recomendado un hotel bueno y barato, pero él se equivocó y entró a otro hotel. Todo lo que cuenta es verdad, que cada mañana bajaba a ver si le habían llegado cartas de sus amigos, que vendió su boleto de avión porque no podía regresar. Puso el dinero en su habitación, en el cajón, y un día no le quedó nada.

París y el ‘Boom’
–¿Cómo recibe Francia el famoso ‘boom latinoamericano’?
–Yo fui uno de los responsables del boom, porque traduje a casi todos estos escritores en sus primeros momentos, y también como periodista apoyé, naturalmente, este movimiento.
En Francia siempre hubo una curiosidad hacia América latina a partir de ciertos escritores. Antes de la Segunda Guerra Mundial, entre los años 20 y 39, se tradujo muy poco, como Don Segundo Sombra, algunas novelas de la revolución y a Miguel Ángel Asturias con Leyendas de Guatemala. Luego vino la guerra y ellos se quedaron en sus países, y después, nosotros los jóvenes empezamos a descubrir lo que ellos estaban haciendo en sus países o en su destierro. Comenzamos entonces a lanzar esa generación de literatura latinoamericana.
Francia recibió esa literatura con un cierto exotismo, ya que el realismo mágico no se entendió bien en sus primeros momentos. Pero poco a poco se fue imponiendo, porque ellos comenzaron a hablar de los problemas de sus países y los pocos osados escritores latinoamericanos publicados se presentaban como los representantes de sus pueblos. En Guatemala, Miguel Ángel Asturias; en Perú, Mario Vargas Llosa; en Paraguay, Augusto Roa Bastos. Impusieron a América latina en Francia, Italia y Alemania.

–¿Y las mujeres escritoras latinoamericanas?
–Ese es mi cariño actual, porque en esa época no había casi nada. A la única que conocí bien fue a Alejandra Pizarnik, argentina, una chica tímida que vivía en París y quien era muy amiga de Julio Cortázar. Fue él quien me la presentó y yo la traduje. Había pocas escritoras conocidas, salvo Blanca Varela, peruana, amiga de Octavio Paz, quien también estaba en París en esa época. El erotismo era en América latina terreno prohibido, era un tema para hombres, y a partir del siglo XX, unas diez mujeres en Argentina, Uruguay y Paraguay lloraron las tradiciones poéticas del país y tuvieron destinos difíciles, porque la mujer latinoamericana debía hablar de otros temas, de los hijos, de la familia, de la religión y no de sexo.

–¿Por qué París fue un lugar de inspiración para tantos escritores?
–Para varios latinoamericanos París ha sido una posibilidad de tener la perspectiva necesaria para escribir. Cuando conocí a Carlos Fuentes acababa de publicar La muerte de Artemio Cruz y me dijo: “Para mí es muy útil vivir en París, porque tengo la distancia necesaria con mi país. Estando en México vivía en una cárcel; desde aquí veo lo malo y lo bueno, y eso me permite escribir mis novelas”.
Durante el siglo XIX los latinoamericanos vienen a París porque piensan que es el único lugar donde pueden hacerse famosos. Era una especie de fascinación y casi todos los escritores de América Latina de esa época hicieron el viaje. Era un mito. Después, entre guerras, hubo de parte de Francia un interés por ellos y su literatura.

–¿Julio Cortázar?
–A Julio lo conocí cuando acababa de llegar a París y trabajaba en la Unesco. En sus primeros tiempos, Cortázar vivía muy encerrado con su mujer, Aurora Bernárdez, ella pequeña y él alto, y salían juntos siempre, pero solos. A veces salían con Alejandra Pizarnik. Nos reuníamos en un pequeño grupo, siempre los mismos, y así lo fui conociendo bien. Con Julio tengo muchos recuerdos, hasta me quitó la que luego sería su segunda mujer. Él era todo un personaje. No hablaba en público casi nunca, pero su sola presencia en un acto político en París sentado al fondo de la sala, hacía que la sala entera estuviera con él. No necesitaba hablar. Impactaba con su figura alta, su cara y sus ojos de niño.

–¿Qué queda hoy del ‘boom’?
–Hoy se puede decir que el boom, como el momento en que los grandes maestros ocuparon el lugar literario de América latina en forma total, terminó. Ahora ya no se puede hablar de “literatura latinoamericana” como en esa época. No hay esa homogeneidad que duró tres generaciones, eso ha terminado. El libro no es tampoco lo que era hace 30 años, hoy las editoriales se preocupan más por la venta y prefieren textos que se vendan fácilmente, como los testimonios y las memorias. La ficción, la novela y la poesía no se venden. Yo no sé en otros países, pero en Francia la gente ya no lee. Se leen los pocos libros que les imponen en la escuela, porque ahora lo importante es la imagen y no el texto.

Los límites de la traducción
–¿En qué consisten las diferencias en traducir al castellano de España y al español latinoamericano?
–Yo hablaría de “los castellanos latinoamericanos”. El mismo árbol puede florecer azul en Venezuela, blanco en Ecuador y rojo en Cuba. Yo he tenido la suerte de visitar todos estos países, ser amigo de sus escritores y así descubrir la diferencias y evitar la confusión. Después de la Segunda Guerra mundial, cuando empezaron a traducir estos libros, hubo muchos problemas porque se confundían los términos. Cada país latinoamericano tiene su propio español de fondo, limitado a cada país.

–¿Sinónimo de traductor?
–Para mí el traductor es la persona que hubiera querido escribir la novela o el poema que traduce. Yo dudo un poco de los que llaman “traductores profesionales de literatura” porque para vivir de la traducción ellos no traducen siempre lo que les gusta. En mi caso personal, confirmo que todo lo que traduje era bueno y me interesó y lo traduje porque a mí me hubiera interesado escribirlo. Además pienso que el traductor tiene que ser también escritor. Tiene que ver cómo él reemplaza al autor. Por ejemplo, al traducir Crónica de una muerte anunciada yo tengo que pensar cómo hubiera hecho Gabo para escribir ese libro en francés, y siempre pensar que un poema o una novela son obras de creación únicas en su idioma.

sábado, 23 de enero de 2010

Poesía china en castellano


Y ya que de blogs hablamos, están todos invitados a visitar el excelente blog del poeta argentino Miguel Ángel Petrecca (Buenos Aires, 1979), joven erudito cuya pasión por las lenguas lo llevó a pasar largas temporadas en China y a traducir de primera mano a los poetas de ese país. Quienes deseen saber más deben dirigirse a Como una mosca de largas zancas (http://comounamoscadelargaszancas.blogspot.com/) y se encontrarán con magníficas versiones de Han Dong, Li He, Li Qinzhao y Yan Jian, entre otros.

viernes, 22 de enero de 2010

Un blog dedicado a Saki

Es probable que muchos de los lectores de este blog ya conozcan a Juan Gabriel López Guix, uno de los mejores traductores españoles de la actualidad, además de docente y frecuente invitado en esta casa. Uno de sus mayores vicios –a esta altura no hay otra forma de describirlo– es la obra de Hector Hugh Munro, verdadero nombre del escritor británico nacido en Birmania al que la fama conoce como Saki (1870-1916). Juan Gabriel tradujo sus cuentos completos en 2005, para la editorial Alpha Decay, encabezando un equipo que incluyó a Libertad Aguilera, Verónica Canales, Gabriel Dols, Roberto Falcó, Laura Manero, David Serrano y Roser Vilagrassa, y desde entonces no para. De hecho, no contento con eso, abrió un blog dedicado al autor de "Sredni Vashtar", por citar al primer cuento de Saki traducido al castellano nada menos que por Adolfo Bioy Casares en 1940. Quien desee leer esta historia in extenso y de paso escuchar el cuento en cuestión contado para la televisión por el gran escritor argentino Alberto Laiseca no tiene más que dirigirse al ameno y erudito Sakipedia (http://sakipedia.blogspot.com/search/label/Bioy%20Casares%20%28Adolfo%29), donde hay sobradas garantías de pasarla bomba.

jueves, 21 de enero de 2010

Una literatura condicionada en el extranjero por la actividad de los traductores


Es una verdad de Perogrullo señalar que los traductores son los verdaderos responsables de la circulación de los autores traducidos. Sin embargo, en el caso de las lenguas minoritarias, se trata de una evidencia absoluta. El siguente artículo de Judit Xantus (actualizado por Éva Cserháti) y reproducido en la página de Internet dedicada a Miklós Szentkuthy, ofrece una evidencia palmaria.

La presencia de las letras húngaras en España

Prehistoria
Zoltán Rónai –escritor, periodista y traductor– que vivió en Madrid, en su estudio La traducción de la literatura húngara (1920–1970) habla sobre los comienzos de la presencia de las letras húngaras en España debido a la labor de Olivér Ferenc Brachfeld (Barcelona) y Andor Révész (Madrid), dos literatos que consiguieron despertar el interés por la literatura húngara.

Andor Révész llegó a España en 1915, y desde los años veinte contribuyó a la publicación de varios libros húngaros, a veces como traductor, otras veces como redactor de antologías. Olivér Brachfeld vivió en Barcelona desde 1929, donde ejerció una actividad espectacular como traductor, editor, escritor y ponente. Fue el traductor de la mayoría de las novelas de Lajos Zilahy que tuvieron mucho éxito y llegaron a ser muy populares en la España de principios del siglo XX. Lajos Zilahy es el único autor húngaro que tuvo la suerte de poder publicar las obras completas en la colección Clásicos del siglo XX de la editorial Plaza y Janés que comenzó esta nueva serie precisamete con los libros del famoso húngaro. [Sobre la actividad de Olivér Brachfeld véase el artículo de Eloi Castelló "Literatura hongaresa en català".]

Otro autor popular fue László Passuth que formaba parte del catálogo de Caralt y Noguer entre los demás escritores húngaros como Gábor Vaszary, Tibor Déry, Ferenc Herczeg, László Németh, Júlia Székely, Sándor Török y la recientemente redescubierta Magda Szabó. La novela de mayor éxito de Passuth sin duda fue El dios de la lluvia llora sobre Méjico, publicada por primera vez en 1946, que hasta 1990 tuvo 20 ediciones. El libro se hizo tan popular que la editorial El Aleph en 2003 encargó la retraducción del texto, esta vez del original húngaro, a Judit Xantus, para eliminar los errores y las huellas de la censura franquista.

A las obras de Sándor Márai les tocó el mismo destino. En la primera parte del siglo pasado se editaron media docena de novelas de él, pero su reconocimiento llegó en los años noventa con traducciones de la lengua original. Aunque había traductores que practicaban el húngaro como Zoltán Rónai, M. A. de Orbók, Loly R. de Feigler, Román Ernesto Ivándy, Andrés Kramer y dos españoles: Javier Carballo y José Sánchez Toscano, muchas obras fueron traducidas de terceras lenguas. Tal vez algunas obras eminentes, como La historia de mi mujer de Milán Füst o Escuela en la frontera de Géza Ottlik, no tuvieron eco por culpa de la traducción indirecta.

Historia reciente
Es importante destacar que la presencia de la literatura húngara en España, y en todo el mundo, está condicionada por la actividad de los traductores. En los últimos años gran parte de las obras húngaras recién publicadas en España son traducidas del idioma original (desgraciadamente hay excepciones a pesar de la disposición de traductores excelentes). Los traductores profesionales más importantes de la última década han sido Judit Xantus, Adan Kovacsics, Eloi Castelló y Mária Szijj. La muerte de Judit Xantus (2003) promotora de la literatura y de la traducción al castellano, y de Eloi Castelló (2007), traductor catalán, son pérdidas muy dolorosas para la cultura húngara. Sin embargo, da esperanzas el resurgimiento de una nueva generación de traductores jóvenes, casi todos alumnos de Judit y de Eloi, como José Miguel González Trevejo y Éva Cserháti que traducen al castellano, Dóra Bakucz al catalán y Fernando Castro de García al gallego.

Adan Kovacsics nació en 1953 en Santiago de Chile. Se licenció en Filología Rumana e Inglesa y en Filosofía, en la Universidad de Viena donde terminó el doctorado en 1979. Desde 1980 vive en Barcelona, traduce del alemán (entre muchas, las obras de Theodor W. Adorno, Christopher Alexander, Walter Benjamin, Thomas Bernhard, Heinrich Böll, Paul Celan, Johann Wolfgang Goethe, Hannah Arendt, Martin Heidegger, Karl Jaspers, Ödön von Horváth, Franz Kafka, Karl Kerényi, Joseph Roth y Stefan Zweig) y del húngaro. Es el traductor del premio Nobel Imre Kertész (excepto la obra Sin destino). Su especialidad es la literatura contemporánea: Imre Kertész, Attila Bartis, Ádám Bodor, László F. Földényi, Gyula Illyés, László Krasznahorkai, György Konrád y Péter Nádas.

Judit Xantus nació en 1952 en Budapest. Hizo la licenciatura de Filología Hispánica y Francesa en la Universidad ELTE de Budapest, y comenzó su carrera como traductora del castellano al húngaro de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, José Donoso y de Jorge Ibargüengoitia. Llegó a España el 1985, y fue traductora de Sándor Márai, Dezső Koszotolányi, Antal Szerb, Gyula Krúdy, László Passuth, Miklós Szentkuthy y Péter Esterházy.

Mária Szijj nació en Budapest pero pasó su infancia y primera juventud en España. Se licenció en Filología Hispánica e Inglesa. Ha trabajado para varias revistas y organizaciones como traductora oficial y literaria. Hizo traducciones de literatura contemporánea y clásica: de Sándor Márai, Péter Esterházy, Dezső Kosztolányi, János Székely, Géza Csáth, Frigyes Karinthy y Ervin Lázár.

Eloi Casetlló nació en Tarrega en 1972, fue licenciado en Filología Catalana por la Universidad de Barcelona en 1996, donde se doctoró. Entre 1998 y 2001 trabajó de lector en la Universidad ELTE de Budapest y en la Universidad de Szeged. Fue el traductor al catalán de Sándor Márai (L’última trobada, L’heréncia d’Eszter, Divorci a Buda, L’amant de Bolzano, La dona justa y La germana) de Imre Kertész (Liquidació, Kaddish pel fill no nascut y Jo, un altre), de Magda Szabó (La porta) y de Dezső Kosztolányi (Anna Édes).

La presencia cada vez más intensiva de la literatura húngara se debe a tres factores. En 1999 Hungría fue el país invitado en la Feria de Libros de Francfort, y por este motivo el Ministerio de Cultura húngaro dio subvenciones para la traducción (ahora es la Fundación Húngara de Libro la que a base de convocatorias, subvenciona la traducción de obras húngaras a lenguas extranjeras).

El segundo factor que dio un empujón a la traducción de la literatura húngara es el redescubrimiento de las obras de Sándor Márai a finales de los años noventa, o lo que ahora llamamos “el fenómeno Márai”. En España la Editorial Salamandra compró los derechos de la obra completa y cada año publica uno o dos tomos del popular autor húngaro. El Premio Nobel de Imre Kertész consolidó la situación de las letras húngaras en Europa. La editorial el Acantilado sigue publicando sus obras en castellano y en catalán.

Las editoriales españolas que publican autores húngaros se sienten motivadas para arriesgarse con una cultura minoritaria por diferentes razones. El caso de El Acantilado es el más ejemplar dado que en su catálogo se encuentran varios autores contemporáneos. El director Jaume Vallcorba consulta a menudo con el traductor Adan Kovacsics, y confiesa ser aficionado de las obras de Ádám Bodor, Imre Kertész, László Krazsnahorkai y Attila Bartis. La edición de las obras de Sándor Márai no se debe a una casualidad. Sus libros fueron reeditados primero en Italia, donde tuvo un éxito inesperado.

Alianza parecía acoger las obras del autor húngaro más popular en su país, Péter Esterházy. Sin embargo, sus libros no son bien recibidos en España, se vende muy poco. Las novelas de György Konrád, igualmente famoso en Hungría, tampoco parecen tener mucha suerte. (Galaxia Gutenberg editó las últimas traducciones.) Siruela, la editorial madrileña, fiel a sus principios es la editorial de algunas joyas de la literatura húngara. Gracias a la recomendación de Javier Marías han publicado dos libros de Miklós Szentkuthy, y varias novelas de Antal Szerb. Otro novelista clásico de gran renombre, Dezső Kosztolányi ha sido editado por Ediciones B, y en catalán por Proa y RBA.

Existen varias editoriales pequeñas que de vez en cuando publican literatura húngara como Minúscula (Gyula Illyés, Károly Pap), El Nadír (Géza Csáth), y otras grandes que aprovechan para publicar libros que tuvieron éxito en el extranjero como La puerta de Magda Szabó editado por Mondadori y RBA.

La lista es muy larga y cada año se publican entre 6 y 10 libros de autores húngaros. Desde 2003 se nota un interés cada vez más fuerte por parte de las editoriales que se debe en gran parte al legado cultural de Judit Xantus y a los nuevos traductores húngaros.

Los talleres de traducción húngaro–castellano
en la Casa de Traductor de Balatonfüred

Motivada por el interés de las editoriales españolas, Judit Xantus organizó en 2003 el primer taller de traducción en Balatonfüred. Su objetivo era enseñar y ayudar a traductores profesionales del castellano al húngaro, a atreverse a traducir al castellano aunque no fuera su lengua materna. La traducción de la literatura húngara está limitada por el hecho de que hay muy pocos bilingües o hispanohablantes que tengan el nivel necesario de las dos lenguas.

El primer taller tuvo mucho éxito, y aunque Judit Xantus falleció el septiembre siguiente, los traductores siguen organizando los talleres, dirigidos en los últimos años por Adan Kovacsics y patrocinado por la Casa de Traductor.

2003

Dirigido por: Judit Xantus y Ángel Abad

Participantes: Kinga Atzél, Dóra Bakucz, Éva Cserháti, Ágnes Csomós, Anna Győri, Andrea Imrei, Yvonne Mester, Eszter Orbán, Márta Pávai Patak, Miguel Ángel Peláez Navarrete, Ágnes Stieger, Mária Szijj, Tünde Tompa

Invitados: Péter Esterházy (escritor), Mercedes Monmany (crítica literaria), Dóra Károlyi (Fundación Húngara de Libro)

Autores traducidos: Péter Estreházy, István Örkény, Dezső Kosztolányi, Sándor Márai

2004

Dirigido por: Adan Kovacsics

Organizado por: Márta Pávai Patak

Participantes: Kinga Atzél, Dóra Bakucz, Éva Cserháti, José Miguel González Trevejo, Anna Győri, Andrea Imrei, Márta Komlósi, Yvonne Mester, Krisztina Nemes, Eszter Orbán, Márta Pávai Patak, Miguel Ángel Peláez Navarrete, Ágnes Stieger, Mária Szijj, Tünde Tompa

Invitados: Ádám Bodor (escritor), Susana Andrés (Ediciones B), Zsuzsa Takács (poetisa)

Autores traducidos: Miklós Radnóti, János Pilinszky, Dezső Kosztolányi. Imre Kertész

2005

Dirigido por: Adan Kovacsics

Organizado por: Márta Pávai Patak

Participantes: Éva Cserháti, José Miguel González Trevejo, Yvonne Mester, Márta Pávai Patak, Mária Szijj, Eija Horváth, Rita Juhász

Invitados: Mercedes Monmany (crítica literaria)

Autores traducidos: Ernő Szép, János Pilinszky, Attila Bartis

2006

Dirigido por: Adan Kovacsics

Organizado por: Márta Pávai Patak

Participantes: Éva Cserháti, José Miguel González Trevejo, Yvonne Mester, Eszter Orbán, Márta Pávai Patak, Mária Szijj, Veronika Major, Judit Krasznai, Miguel Ángel Peláez Navarrete

Invitados: Juan de Sola (El Acantilado), László Krasznahorkai (escritor)

Autores traducidos: László Krazsnahorkai

2007

Dirigido por: Adan Kovacsics

Organizado por: Márta Pávai Patak

Participantes: José Miguel González Trevejo, Veronika Major, Yvonne Mester, Márta Pávai Patak, Mária Szijj,

Invitados: Jauma Vallcorba (El Acantilado), Attila Bartis (escritor)

Autores traducidos: Attila Bartis