Infatigable, la febril mente de Andrés Ehrenhaus no deja de sorprendernos. Aquí, con la muy buena excusa del tercer Balón de Oro de Lionel Messi (¿y por qué "balón", si nosotros decimos "pelota"?), reflexiona sobre la innecesaria traducción de los dichos del jugador rosarino al dialecto de la Península.
Traducir a Messi
El 9 de enero próximo pasado se arrejuntaron la Fifa , la revista francesa France Football y el esponsoreo del mundo del fóbal para celebrar con boato alzheimeriano (Europa vive su peor crisis económico financiera en décadas) la gala de entrega del Balón de Oro al mejor fumbolista del mundo en 2011, entre otros galardones. El premio tiene su miga porque los votos reflejan los gustos y opiniones de jugadores, entrenadores y periodistas deportivos de todo el orbe; no es, por decirlo así, un premio a la bartola. Mal que le pese a quien le pueda pesar, este año, igual que los dos anteriores, la votación fue unánime a favor de Lionel Messi. Pero este no es un blog de fulbo sino de traducción, así que no vamos a discutir acá si se lo merece o no, si hay, hubo o habrá otro mejor, si todavía tiene que demostrar cosas o si su contribución única a la belleza pura y efímera del juego está más que saldada. Vamos a hablar, en cambio, de lo que dijo Messi en la gala y de cómo se lo tradujo.
Valga decir, para el que se resista a saberlo, que Messi salió de su Rosario natal hace once años para instalarse con sus padres en Barcelona, donde vive desde entonces. Cuando llegó tenía trece años, ahora tiene veinticuatro. Messi habla poco en público, pero su fama lo obliga a significarse (verbo inefable de la prensa española) cada vez más y en ese caso lo hace con la misma prosodia y acento rosarinos que traía cuando llegó a España. Digamos, además, que tampoco articula demasiado ni falta que le hace. Así que cuando le tocó hablar ante la crem de la crem fumbolística y el universo mundo para agradecer la distinción, no varió ni un ápice su chamuyo. Estaba visiblemente emocionado, no es para menos, y eso atentaba aún más contra su locuacidad, pero quizás por eso fue elocuente, claro y conciso, como les pedía Cicerón a los locutores romanos. Le interesaba especialmente agradecer y hacer extensivo el premio a Xavi Hernández, compañero de equipo y de eso que el periodismo llama perezosamente “terna de nominados”, y presente como él en la gala. Y dijo: “Xavi, es un honor jugar con vos, vos también te lo merecés”. En realidad no dijo vos sino vo, como corresponde.
Como es de recibo en estos casos, los asistentes al acto, ni que sea los vips, podían gozar de las delicias de la traducción simultánea, lo cual es comprensible e incluso obligado dada la variedad de nacionalidades y lenguas que suele reunir el furgol. Dudo, no obstante, que los intérpretes simultáneos al castellano se esforzaran en traducir a la lengua del Manco las declaraciones de Messi u otros hispanohablantes. Total, para qué. ¿Acaso no es castellano el rosarino de Messi? Xavi, a quien iban dirigidas las sentidas palabras y en quien las ávidas cámaras se fijaron inmediatamente, sonrió emocionado, señal que cabalgamos. En España, sin embargo, la prensa escrita no pareció ser de la misma opinión, al menos no de manera unánime: varias de las crónicas o sueltos en los que se cubrió y engalanó o comentó la noticia al día siguiente optaron por traducir a Messi, casi, diría, de manera natural, inconsciente o parasimpática, como si fuera lo más normal y necesario del mundo trasladar el rosarino al peninsular estándar en aras de la riqueza informativa y el entendimiento cultural. Días antes ya me había llamado la atención un recuadro en el que el diario deportivo madrileño As reproducía, asimismo traducidas, las declaraciones de dos vecinas de los Messi en Rosario, donde el pibe que ellas recordaban pasaba a ser un chaval y otras lindezas habituales, pero esa noticia, por decirle así, estaba destinada, por su carácter colateral, a pasar más desapercibida, aún a pesar de ser tan significativa como la otra.
Doblemente soprendente resultó advertir, en cambio, que no solo los periódicos y medios ranciamente castellanos se dedicaban a traducir del rosarino al español sino que los dos prinipales referentes mediáticos de Cataluña y, por ende, adscritos sin condiciones al Barça, se abocaban a lo mismo. En la edición correspondiente del Mundo Deportivo, tanto real como virtual, se podía (y todavía se puede, claro) leer en letras de molde esta emotiva frase: "Xavi, es un honor jugar contigo, tú también te lo mereces", atribuída a Lionel Messi el día mismo de la gala. También el Sport, el otro periódico deportivo de referencia en Cataluña, tradujo las palabras de Messi; en cualquier caso, la sorpresa doble se debe a que ambos medios –redactados, eso sí, en castellano– parecen, quizás por exigencias del target, algo más sensibles al ninguneo y la prepotencia jerárquicas de la meseta en cuestiones de lengua y, por tanto, más predispuestos, en principio, a aceptar variedades lingüísticas como, por ejemplo, el rosarino messiano. ¿Qué les costaba reproducir las palabras tal como las había pronunciado el ídolo? ¿Qué los pudo llevar a verterlas en una modalidad de lengua que ni siquiera reconocen del todo como propia? ¿Pensaron acaso que los lectores quedarían perplejos y decepcionados al comprobar que Messi no solo es argentino sino que su habla transcrita también lo es? ¿Qué diferencia real, política, ideológica, existe entre una declaración y otra?
Es posible que todo esto suene a exageración. No obstante, una de las mejores cosas que pudo hacer e hizo Messi en esa gala fue decidir no traducirse, no traicionarse, fundir fondo y forma en un todo propio, que es el secreto esencial de la retórica: alejarse del grado cero del discurso con naturalidad y convicción. Al tratar de versionarlo, la prensa deportiva española, y en especial la catalana, perdió una vez más la ocasión de entender al Otro como un todo, por cercano que parezca. No como Xavi, que lo entendió y lo entiende perfectamente. Por eso le mete tan buenos pases.
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