En su edición del 26.02.2011, el diario Tiempo Argentino
publicó una entrevista de Edgardo Lois con la traductora chilena Antonia García
Castro, quien acababa de llevar al francés las Aguafuertes porteñas de Roberto
Arlt.
Las Aguafuertes porteñas
ahora también pueden leerse en
francés
Antonia García Castro es la traductora al idioma francés de
las Aguafuertes porteñas (Eaux-fortes de Buenos Aires) de Roberto Arlt. La obra
acaba de ser publicada por la editorial Asphalte (París). La traducción fue
hecha con el apoyo del Programa Sur (apoyo a las traducciones) de la Cancillería en el
marco de la Feria
del libro de Frankfurt. García Castro es autora del libro Cuarteto Cedrón.
Tango y quimera (Corregidor, 2010), un ensayo/historia del cuarteto liderado
por Juan Cedrón, y también de una investigación sobre memoria y poder dedicada
a los desaparecidos en su país natal, publicada en Francia en el año 2002 y que
será publicada en Chile durante 2011 por la editorial Cuarto Propio: La muerte
lenta de los desaparecidos en Chile. Trabajó como editora en el libro de
Enérico García Concha Todos los días de la vida. Recuerdos de un militante del
MIR chileno (Cuarto Propio, 2010), y conserva, momentáneamente a resguardo, su
obra de ficción. Se educó en París, es doctora en Sociología, diplomada en
Ciencias Políticas; trabaja como redactora de la revista de sociología Cultures
& Conflits donde dirige la sección de cultura y política. Es traductora
independiente especializada en ciencias sociales y humanísticas, ha traducido
entre otros autores a E. Morin, V. Jankélévitch, P. Leroux, P. Groussac.
Antonia tiene mirada profunda, reveladora del pensamiento; al escucharla hablar
uno suscribe la definición del Tata Cedrón: ella tiene el equilibrio justo
entre lo académico y lo callejero. Y quizá lo callejero haya empezado a ser
parte de su mundo cuando era una nena recién llegada a París. Sin proponérselo,
comenzó a ser la traductora oficial de la familia exiliada, es sabido que los
pibes aprenden más rápido, y es en esta acción donde aparece el germen de su
oficio. No tiene formación profesional como traductora, sólo cuenta con ambas
lenguas, la literatura como soporte, el bagaje del estudio, y sí, claro, la
calle.
–¿Traducir a Roberto Arlt fue más que un trabajo?
–Se tradujo Los siete locos, Los lanzallamas y El criador de
gorilas, pero había un vacío. Los amigos franceses que viajaban a Buenos Aires
preguntaban qué podían leer, recomendaba a los que leían el idioma las Aguafuertes
porteñas, y el Adán Buenosayres de Marechal, que sí estaba en francés. La no
traducción de las Aguafuertes era un vacío porque es un texto referencial para
muchos creadores nacionales y esencial para conocer a los argentinos, es como
Víctor Hugo para los franceses. Fue placentero traducirlo, fue sentir que
aportaba un granito de arena a un intercambio cultural histórico.
–¿Cómo es leer a Arlt?
–Leer las Aguafuertes fue algo muy importante. Ya había
leído las novelas, soy de las que lloran la muerte del Rufián melancólico, no
hago diferencia entre las personas y los personajes. Las había leído hacía
años, de ellas recordaba "Atenti, nena, que el tiempo pasa", un texto
notable de la literatura argentina, y "La silla en la vereda".
Leerlas hoy fue redescubrirlas. Más allá de su valor literario, impresiona cómo
va cambiando tu manera de mirar, es imposible mirar a Buenos Aires de la misma
manera después de leer las Aguafuertes, Arlt te marca, hay un antes y un
después. En el final de "Molinos de viento en Flores" él habla de un
pino, un mirador, un molino, el paisaje que veía desaparece y anota una
reflexión.
–Era un muchacho al que le gustaba andar pensando.
–Muchas veces Arlt hace un encadenado de reflexiones de las
que casi no te das cuenta, parece que las ideas aparecían sin pedir permiso y
el autor no se preocupaba por el mejor lugar para decir lo que quería decir,
tan distinto a los escritores franceses donde todo debe estar ubicado a la
perfección. En Arlt hay cachetadas sorpresivas, es dar vuelta en la esquina y
encontrarte con alguien inesperado, las Aguafuertes están llenas de esquinas.
Después de leer ese texto me encontré mirando las calles, pensando sobre
aquello que ya no está, que nunca conocí. Hay otro texto sobre los adoquines,
cada vez que veo alguno asomado en la calle, me acuerdo de Arlt.
–¿Algún otro hallazgo en la relectura?
–Las Aguafuertes tienen mucho humor, y ese fue un
descubrimiento, no ocurre lo mismo en las novelas y esa es otra de las razones
para acercarlo al público francés. Hay una sola mirada que puedo asociar a la
de Arlt y es la Discépolo ,
esa mirada ácida, crítica, tristemente lúcida, pero a la vez no exenta de
ternura, y esto es nuevo para mí, él, tan oscuro, con esta capacidad para la
ternura. Duele, emociona lo que cuenta, y a la vez me duele imaginar a Arlt
contemplando aquello que cuenta. Todo el tiempo sentí a un hombre con el
corazón en la mano, por ejemplo en "Sobre la simpatía humana".
–¿Qué pasó con las particularidades de la escritura de Arlt?
–Arlt va de un extremo al otro, es su manera, utiliza
palabras de la academia, el lunfardo, y llega a permitirse, por pura libertad,
utilizar el nombre Chiclana como adjetivo: "Engañando el
aburrimiento: (...) y turbulenta, chiclana y fea como un diablo aparece La Maleva. " Transforma
la calle, el barrio y el tango ("Sos de Chiclana, no hay nada que hacer, /
tu pedigré es del más puro arrabal") en un adjetivo, pinta así a las
chicas del barrio, las costureritas que se fueron para el centro y terminaron
mal. Opté por dejar la palabra en castellano, se las dejé de regalo y con una
nota al pie explico el asunto, pero manteniendo cierto misterio para que el
lector se sienta tentado a investigar, no me gusta servir toda la mesa.
–¿Qué es traducir? ¿Qué tan cerca se está de la creación?
–Es una lectura interpretativa, es tu lectura y eso es lo
que vos restituís. En este trabajo tuve mucha suerte ya que las editoras
Estelle Durand y Claire Duvivier, fundadoras de la editorial, me dieron un
margen amplio. En Francia está establecido que hay que escribir bien, se
respetan todas las normas de lo que significa expresarse bien, entonces surgió
el problema de las repeticiones de palabras. Se repiten en el original aunque
no corresponde. Yo no puedo saber si esas repeticiones se deben a un error o a
una elección del autor, pero ahí están, hice mi apuesta y opté por dejarlas. Arlt
había escrito como quería escribir y por ende yo debía restituir respetándolo.
–Respetar la voz.
–Hay que respetar el impulso del autor. Hay que restituir el
registro. Releía Los miserables de Hugo y me encontré con una repetición,
fonética en este caso, más que notable, ¿entonces?, ¿el autor lo quiso o no lo
quiso? Hice algo muy feo (se ríe), mandé la línea a cinco amigas que trabajan
en el tema, pregunté si era correcta, las cinco la corrigieron sin saber que
era de Hugo: frase poco hábil, repetición innecesaria, después les pedí
disculpas. Una de ellas reflexionó sobre el deber de escribir bien cuando sos
un joven escritor y el derecho a escribir mal cuando sos uno reconocido.
Quedaron las repeticiones. Hubo frases que no estaba bien escribirlas de esa manera
en francés, como tampoco era correcto escribirlas así en castellano, pero que
se entendían, hace años que los lectores las entienden. Se trata de la
discusión de siempre: qué es escribir bien o hacerlo mal.
–¿Qué significa "restituir"?
–Restituir lo que vos creíste entender, los traductores
somos como pintores impresionistas. No me importa equivocarme en una palabra,
lo que no me puedo equivocar es en la emoción, en el impulso que tuvo Arlt, es
una cuestión de espíritu. Yo no debía cambiar la melodía original, si Arlt, sin
preámbulo, te daba tres golpes, tres cachetadas, eso debía quedar, Arlt es
áspero y así debía ser en la traducción. Es relativamente fácil traducir como
si el texto hubiera sido escrito en el otro idioma, no digo que esté mal, pero mucho
más difícil es transmitir la extrañeza, por más que lo primero que piense el
lector sea que la traducción está errada. En esto no hay receta, cada texto es
un mundo.
–Es cierto, Arlt es áspero, raspa.
–Pienso en el libro como en un inmigrante. Una persona mayor
que emigra va a hablar el idioma nuevo con acento. Eso tiene que ver con la
identidad y en este caso había que dejarle ese "encantador pequeño
acento", como dicen los franceses. No sé si el acento de Arlt será
encantador, pero ahí está. Sin duda, hablamos de inmigración.
–¿Cómo conviven los mundos de la traducción y de la escritura?
–El mundo es solo uno. Todas las cosas importantes de la
vida deberían estar en un libro. Ante el libro tengo la actitud del primer
hombre mirando la Luna.
Necesito al objeto libro, lo quiero, y lo que une todo es la
emoción que siente un ser humano frente a otro en una circunstancia particular.
Algo te llama la atención, algo hace que te distraigas y mires hacia otro lado,
es el poder de la gente de captar tu atención. No importa que el hecho haya
durado un minuto o cuarenta y cinco años como la obra del Cuarteto Cedrón, es
lo que sucede cuando algo te tocó. Eso es lo que hay detrás de todos estos
trabajos, uno tiene herramientas en la vida y con ellas puede hacer un trabajo
de sociología, contar una historia, escribir una novela o un cuento. La forma
es algo secundario, lo que importa es que hay algo que contar, importa que el
disparador sean personas reales, y ante todo, importa que hablen los demás,
ellos. Una vez, mi cuñado, en un asado en su casa, decidió recitar
"Fundación mitológica de Buenos Aires" para lo cual se subió a un
sillón destartalado, para no caerse buscó apoyo, puso su mano en mi hombro y
recitó, yo no lo veía, lo escuchaba, pienso que un escritor, un traductor, es
eso, el hombro donde apoyarse para decirle cosas a la gente, somos el lugar
desde donde pueden hablar los demás.
–¿Qué otros autores argentinos quisieras llevar al francés?
–Por años anduve detrás de la traducción de Operación
masacre de Rodolfo Walsh, traduje una parte y lo propuse a varias editoriales
por considerarlo necesario para comprender el siglo XX argentino, pero no hubo
suerte. El último intento es de hace dos años, pero según el director de la
editorial en Francia no había público para ese libro. Después me entero de que
otra editorial, con traductor incluido, había arreglado los derechos. Fue una
tristeza no poder hacer el trabajo, pienso colocar en mi CV que soy la que no
tradujo a Walsh (se ríe). Me interesa traducir Megafón o la guerra de Marechal,
pero las traducciones tienen que ver con un contexto que las hace posibles, es
importante el programa Sur de Cancillería, que se va a prolongar para difundir
el libro argentino en el mundo. Y más allá del caso argentino, sería importante
pensar en la región, en las obras fundamentales de los países de Latinoamérica,
buscar la manera de escaparle al mercado y poder presentar lo que uno es y lo
que valoriza de su cultura. Somos Megafón, somos Operación, somos Aguafuertes,
Borges, Macedonio...
–Márquez, Onetti, Arguedas...
–Somos todos ellos, y está bien conocer a los nuevos, pero
también a los del pasado que quedaron sin conocer y que son fundamentales,
tanto como los conocidos. Estudiando ciencias políticas en Francia uno se
entera de la existencia del "resplandor cultural", tiene que ver con
esto, con la exportación de la cultura. Francia es cultura y ha creado sus
propios mitos, se los cree y no me parece mal. En el marco de un programa
cultural inteligente, la traducción debería tener un lugar destacado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario