Gregory Peck y Harper Lee durante la filmación de la película basada en la novela |
“Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, censurada en los Estados Unidos”, dice la volanta de la nota publicada en el día de ayer en el diario Página 12, de Buenos Aires, por la periodista Silvina Friera. Según la bajada, “Todo un clásico de la literatura norteamericana y uno de sus textos más explícitamente antirracistas, la novela fue retirada del programa de lectura de una escuela de Misisipi por el uso reiterado de la palabra nigger, considerada ofensiva.”
Los problemas de la
corrección política
La corrección política, plantea Paul Berman, “es la niebla
que se levanta cuando el liberalismo estadounidense se encuentra con el iceberg
del cinismo francés”. Los cruzados del neopuritarismo, la tolerancia y el
diálogo, tan preocupados por las formas y no por embarrarse en los debates de
fondo, son tan peligrosos que se terminan pareciendo a los macartistas de los
años 50. O peor aún: se ponen el lúgubre uniforme de policías de la lengua. La
palabra nigger, con una irrebatible
connotación peyorativa y rastros ominosos de la esclavitud, es demasiado
ofensiva para los adolescentes y niños estadounidenses. Como perturba las
buenas conciencias, el supuesto remedio es peor que la enfermedad: censurar y
prohibir. La novela Matar a un ruiseñor,
de Harper Lee (1926-2016), fue retirada de la lista de lecturas de una escuela
de Biloxi, en el estado de Misisipi, al sur de los Estados Unidos, porque en
sus páginas aparece reiteradamente el término nigger. Por idénticos motivos, en diciembre del año pasado fue
excluida de los planes de estudio del condado de Accomac, en el estado de
Virginia.
La mayor paradoja es que la novela de Lee,
publicada en 1960, está considerada una de las ficciones más antirracistas de
la literatura estadounidense, una historia que aboga por la igualdad de las
razas. La narradora de Matar a un
ruiseñor es la niña Scout Finch, que vive junto a su hermano mayor Jem y su
padre Atticus, un abogado viudo, en el pueblo ficticio de Maycomb, en Alabama.
Los pobladores se ensañan con Atticus, a quien con extremo recelo llaman
“amante de los negros”, porque decide defender a un hombre negro llamado Tom
Robinson, acusado de violar a una joven mujer blanca. La memorable versión
cinematográfica de Matar a un ruiseñor se estrenó en 1962, dirigida por Robert
Mulligan y protagonizada por Gregory Peck.
El diario The Sun Herald
informó que la novela de Lee fue retirada porque la Junta Escolar de Biloxi
recibió quejas de los padres, que objetaron que “el lenguaje incomodaba a los
estudiantes de octavo grado (entre 13 y 14 años)”, explicó Kenny Holloway,
vicepresidente de la Junta. Hay algo más que supera por varias cabezas lo
absurdo. En los correos electrónicos enviados por los padres a la Junta Escolar
se reconocía que el problema estaba en la palabra “N”… ni siquiera se animaban
a escribir la palabra completa, como si al hacerlo se convirtieran en la
reencarnación del Ku Klux Klan del siglo XXI. La metodología “policial” fue muy
similar en las escuelas de Virginia. Marie Rothstein-Williams, madre de un
adolescente, pidió expresamente que la novela de Lee junto a Las aventuras de Huckleberry Finn, de
Mark Twain, fueran excluidas porque habían perturbado a su hijo. “No discuto
que sea una literatura excelente”, aseguró Rothstein-Williams, “pero hay tantos
insultos racistas y palabras ofensivas que es imposible ignorarlas y ahora
mismo ya vivimos en una nación dividida”.
La Coalición Nacional Contra la Censura (NCAC,
en sus siglas en inglés) advirtió en diciembre pasado que la prohibición hacía
“un flaco favor a los estudiantes” porque soslaya la discusión sobre el
racismo, un asunto pendiente en la sociedad norteamericana, como lo demuestran
los disturbios de Charlottesville (Virginia) en agosto de este año, donde
grupúsculos supremacistas blancos y neonazis, armados hasta los dientes y
envalentonados más que nunca desde que Donald Trump es presidente de los
Estados Unidos, se enfrentaron con manifestantes antirracistas, entre los que
estaban la agrupación Black Lives Matter
(Las vidas negras importan). ¿Qué novelas o libros de cuentos sortearían esta
inspección policial, si se pusieran a contabilizar cuántas veces aparece la
palabra nigger en cuestión? ¿Sacarían
de las escuelas las obras de Mark Twain, William Faulkner, Erskine Caldwell,
Francis Scott Fitzgerald, John Steinbeck y Carson McCullers, entre tantos otros
narradores estadounidenses imprescindibles? El filósofo esloveno Slavoj Zizek
plantea que la corrección política es “una forma de autodisciplinamiento que no
permite verdaderamente superar el racismo. No es más que racismo oprimido y
controlado”.
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