martes, 31 de octubre de 2017

Una versión española del canon (2)


Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949), último Premio Nacional de Poesía en la Argentina, periodista cultural y, por varios años, director de la revista Ñ, es también traductor. Entre sus últimos trabajos deben mencionarse una nueva versión de la Divina Comedia, de Dante Alighieri (publicada por la editorial Edhasa) y sendas antologías de los poetas italianos Pier Paolo Pasolini y Antonella Annedda. 

"Más que visión, intencionada y soberbia ceguera"

El castellano, como todo el mundo sabe, no se habla sólo en España. Hay más de 500 millones de hablantes de castellano en sus distintas variantes. Estas variantes no parecen encaminarse a dialectos de una lengua imperial, sino a lenguas derivadas, puesto que cada variación del léxico y la morfología, los coloquialismos que se convierten en lenguaje comunicacional y las tendencias en el uso de la sintaxis revelan distintas percepciones del mundo en cada zona del big–bang castellano. En cada una de esas regiones el castellano respira a su manera y crea incluso su propio aire. Lo cual viene siendo otras lenguas.

Pero Madrid, ay, Madrid supone que esas variaciones son nada más que accidentes. De suerte que no trepida en postular que lo que se escribe sobre suelo español, en castellano, es lo que vale como auténtico castellano.

Esa suposición de fondo es flagrante en una lista de la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACETRADUCTORES, ACETT) publicada por El País con motivo de la celebración del Día del Traductor (30 de setiembre), intitulada "Traducciones canónicas". Dicha selección desconoce olímpicamente las traducciones que fueran hechas en los países  de la América castellana.

Como suele suceder aun en publicaciones periódicas o que dependen de páginas periodísticas, esta lista, incluida en la "Librotea" de El País, no tiene fecha, pero debemos pensar que es reciente, porque incluye traducciones de los últimos años. Si no lo fuera, el valor testimonial es el mismo: la selección y el desmesurado elogio brindado a cada una de las traducciones indican una visión centralista que más que visión es intencionada y soberbia ceguera.

Si todavía hablamos en términos generales el mismo castellano, es triste que Madrid no tome nota de la enorme obra de traducción realizada en México, en la Argentina, en Chile, en Venezuela.

Como no hablamos la misma lengua, la lista de la sección  traductora de la Asociación Colegial de Escritores de España hay que tomarla como un indicio más del inevitable corte de relaciones idiomáticas con la ex metrópolis. Lamentablemente, es una despedida alborotada por cortes de manga, muecas de desprecio y un resonante vaffanculo, que más bien suena de nuestro lado que del de ellos. Al menos, es la palabra que se me ocurre para terminar este breve comentario al deplorable episodio.

Quien quiera ver cuáles son esas "traducciones canónicas" de la lengua castellana, haga clic sobre el vínculo que se copia abajo. En otra oportunidad, prometo una lista de traducciones, si no "canónicas", dignas de ser tenidas en cuenta, al menos por los lectores de la Argentina, y que no fueron hechas sobre el territorio de la Corona.

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