viernes, 23 de abril de 2021

Una encuesta sobre género y traducción (4)

Cuarto día de la encuesta sobre género y traducción.


Paulo H. Britto
(traductor brasileño residente en Río de Janeiro, Brasil)

1) ¿Existe algún rasgo genérico en la traducción?
2) Si así fuera, ¿podría comentar brevemente en qué consiste?
3) ¿Se topó alguna vez con algún texto que no haya podido traducir por esa circunstancia?

–Indudablemente, todas las traducciones tienen no uno, sino muchos rasgos o características en común: todas son operaciones de reescritura de un idioma a otro; todos implican algún grado de pérdida, en uno o más niveles (semántico, formal, estilístico, etc.). La lista podría continuar casi indefinidamente. Sin embargo, si la pregunta se restringe al campo de la traducción literaria, podemos centrarnos en una única característica: la necesidad de recrear en la lengua de destino las marcas de estilo que están particularmente asociadas con el autor y que se valoran como marcas de literalidad. No es difícil encontrar ejemplos: la sintaxis larga y tortuosa de Proust y James; el uso de neologismos y la presencia de muchas voces diferentes en Joyce; el lenguaje seco y burocrático de Kafka. Pero la recreación de rasgos estilísticos puede convertirse en una dificultad extrema cuando el rasgo en cuestión se basa en un aspecto del idioma de origen que no tiene una contraparte en el idioma de destino. Voy a dar un ejemplo que responde a la pregunta 3: el uso de Emily Dickinson de la oposición entre dos sectores del léxico inglés: por un lado, un núcleo básico de palabras de origen germánico, en su mayoría de una o dos sílabas, el más utilizado el lenguaje, asociado al cuerpo, las pasiones, los conceptos más básicos y los sentimientos más viscerales; por el otro, una periferia de palabras de origen latino o griego, casi siempre polisilábicas, más técnicas, literarias y abstractas. Por un lado, términos como up, big, go, mother, love, think, forgive (“arriba”, “grande”, “adelante”, “madre”, “amar”, “pensar”, “perdonar”); por otro, preeminent, penetrate, encouragement, sympathy, intelligent (“preeminente”, “penetrante”, “aliento”, “simpatía”, “inteligente”). Para decirlo bien, muchos de los poemas de Dickinson comienzan describiendo una escena cotidiana, utilizando solo palabras del primer grupo, por ejemplo, “A bird came down the walk” (“Un pájaro bajó por el camino”), y terminan con un polisílabo abstracto como “infinity” o “eternity” (“infinito” o “eternidad”). El poema parte de experiencias viscerales comunes y termina con una abstracción filosófica; y este camino semántico está marcado por la transición del léxico germánico al léxico latino. Algunos de estos poemas de Emily Dickinson plantean inmensas dificultades cuando intentamos traducirlos a una lengua polisilábica neolatina, como el portugués, el castellano o el italiano.


Roberto Mascaró (traductor uruguayo residente en Malmo, Suecia)

1) ¿Existe algún rasgo genérico en la traducción?
2) Si así fuera, ¿podría comentar brevemente en qué consiste?

–Justamente en estos días he estado pensando mucho en eso. Claro que es un problema y también una aventura para la traducción la cuestión de género. Basta con pensar en el problema que tiene un anglosajón para traducir del castellano, lengua en la que existen los verbos “ser” y “estar” (y no sólo uno, el to be) y los pronombres posesivos y muchas otras formas tienen género (masculino/femenino) y no así en el inglés... Este problema se ahondará cuando se trate de traducir un texto trans, donde aparece un género nuevo, una visión de la vida nueva. Un ejemplo de lo que se me ha presentado y me ha obligado a reflexionar: traducir la palabra människa, que aparece infinitas veces en Strindberg, del sueco. El significado “paternalista” y, por lo tanto, caduco seria “hombre”. Así, människorna fue traducido siempre como “los hombres”, sentido genérico que siempre me sonó exclusivo y machista. Lo resolví dejando de lado la forma masculina y usando el significado “humano”. Asi, he traducido människorna como “los humanos”, para resolver en parte el problema. Esto me sirvió también para “corregir” mis propias expresiones y ya no hablo ni escribo del “hombre”, sino del “humano”. En Suecia se ha trabajado mucho con este tema del género, desde las guarderías y la escuela primaria y secundaria. Cuando el maestro se refiere en tercera persona a un/a alumno/a no lo llama ni han (él) ni hon (ella) sino hen, una palabra inventada recientemente, ya que la identidad de género y la sexual del alumno va a ser decidida por él cuando cumpla los 8 años... No sé si sirven estos ejemplos. Creo que se presentarán más desafíos para el/la traductor/a en el futuro próximo.

3) ¿Se topó alguna vez con algún texto que no haya podido traducir por esa circunstancia?
–Claro que he dejado de lado y no he traducido poemas excelentes a causa de dificultades como lsa que describo arriba y otras. Sobre todo cuando los CONTEXTOS (geográficos, culturales, físicos, filosóficos) se me han presentado como seguramente incomprensibles para el lector... No todo es traducible en literatura, evidentemente. Conservar métrica y rima de un poema sueco en una versión castellana es un desafío que cuesta horas y horas de reflexión... y a veces termina en la papelera.


Mariana Windingland (traductora argentina residente en Mendiolza, Córdoba, Argentina)

1) ¿Existe algún rasgo genérico en la traducción?
2) Si así fuera, ¿podría comentar brevemente en qué consiste?
3) ¿Se topó alguna vez con algún texto que no haya podido traducir por esa circunstancia?

–En términos generales creo que no existen rasgos genéricos en la traducción, pero podría haber excepciones. Si pensamos en una novela cuyos personajes son femeninos y la trama aborda cuestiones intrínsecas a la biología de la mujer, como el embarazo o la lactancia, seguramente el tratamiento del texto no será el mismo para una mujer que ha vivido estos procesos que para una persona no gestante. Sin embargo, no me parece imprescindible que la traducción la haga una mujer. ¿Para qué está la literatura sino para imaginar y crear otros mundos posibles?

De pequeña adoraba a Julio Verne y a Mark Twain a pesar de ser una niña que crecía en un sistema absolutamente binario. En casa nos compraban, entre otros, los títulos de la Biblioteca Billiken de los años ochenta que editaba en tapa roja las lecturas “de niñas” y en tapa azul las “de niños”. Me pregunto quién hacía aquellas traducciones y si aplicaban el mismo criterio curatorial dividido en géneros. En aquellas épocas solía meterme a hurtadillas en la biblioteca de casa, tarde en la noche cuando ya todos dormían, tomaba un libro de tapa azul, y lo leía con una linterna debajo de las sábanas, a escondidas. Más tarde supe que el capricho editorial no había alcanzado a mi madre y a mi padre y pude echarme a leer el resto de las aventuras al sol. Como apunta Garland, lo que es esencial para traducir es hallar el texto cautivante, el texto te tiene que gustar, tiene que ser un desafío, y esto trasciende el género de quien lo haya creado. Por mi parte, hasta el momento no me he topado con textos que no haya podido traducir por esta circunstancia.

Para cerrar, me gustaría comentar algo aunque sea un poco tangencial a este tema. Hay algunos sustantivos del noruego que no tienen traducción al español por ser neutrales en su género, por ej. barna (la niña + el niño) podría hoy traducirse como “les niñes”, pero foreldre (madre + padre, mor + far) lamentablemente no tiene aún una traducción posible. Ocasionalmente he oído de jóvenes decir “xadres”, pero no creo que su uso sea muy extendido. Un tercer término que también complica bastante es skjæreste, que literalmente significa “mi más queride” y se usa extensivamente para no categorizar los vínculos sexo-afectivos (no se presenta a “mi marido/mi novio/mi amigo con derechos”, sino que se usa “mi más queride” y de esa manera se pone de manifiesto que no se quiere dar más precisiones sobre el tipo de vínculo en cuestión. Pero bueno, aquí nos metemos en otra discusión posible sobre cuestiones de género en la traducción.

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