jueves, 13 de junio de 2024

El gran traductor Adan Kovacsics habla de Kafka

El pasado 9 de mayo, Leonardo Domínguez publicó en El Universal, de México, una entrevista con el traductor chileno Adan Kovacsics (foto), uno de los traductores de Franz Kafka en España, a propósito del desafío que implica traducir al autor checo al castellano.

“Traducir a Kafka es como tocar Mozart al piano”

El primer encuentro entre La metamorfosis y la lengua de Cervantes aún conserva varios enigmas, un relato digno del espectro de su propio autor: Kafka.

Se sabe que tan sólo diez años después de la publicación original (en alemán), la Revista de Occidente publicó por primera vez la historia de Gregor Samsa al español, en 1925. Durante décadas, la traducción se le atribuyó a Borges, en gran medida porque en 1938 la editorial argentina Losada, en su colección “Pajarita de papel”, editó el primer libro de Franz Kafka en nuestro idioma: la traducción y el prólogo firmados por Jorge Luis Borges.

Pero la historia es distinta. La traducción habría sido de Margarita Nelken, hija de judíos alemanes emigrados a España; aunque es incierto si su versión la realizó directamente del alemán o de alguna otra traducción disponible en esa época.

Traductores como Juan José del Solar, Cesar Aira, Carmen Gauger, entre otros más, han permitido aproximarnos al abismo de la imaginación kafkiana; son ellos, los traductores, la llave a las fórmulas del escritor praguense que abren la puerta a relatos tan universales, donde hacen eco el sueño y la realidad.

Adan Kovacsics es uno de los destacados traductores al español del autor de El proceso, bajo el sello Alianza ha traducido La muralla china, Relatos y aforismos y una selección de narraciones en Relatos cronológicos, próximo a llegar a librerías mexicanas para conmemorar el centenario de la muerte de Kafka.

Kovacsics, de ascendencia húngara, nació en Santiago de Chile. Su trabajo se ha dedicado a descifrar al español la obra de Imre Kertész, con quien entabló amistad, de Karl Kraus, entre otros. En 2010 fue galardonado con el Premio Estatal de Traducción Literaria de Austria y en 2017 recibió el Gran Premio de Traducción Balassi de Hungría.

Milan Kundera, admirador profundo de Kafka, decía que hay momentos en los que “su prosa levanta el vuelo y se convierte en un canto”. Escuchemos esa melodía vertida en la voz de Kovacsics.

Las primeras traducciones de Franz Kafka al español parecen compartir un enigma “kafkiano”: durante mucho tiempo se le atribuyó a Borges la traducción de La metamorfosis. ¿Qué certezas tenemos sobre el primer acercamiento de la obra de Kafka al español?
–Tenemos la certeza de que la primera traducción de La metamorfosis se publicó en 1925 en la Revista de Occidente, cuyo director era José Ortega y Gasset. No se sabe a ciencia cierta quién fue el traductor, aunque se especula que fue una mujer, concretamente Margarita Nelken, quien sería luego diputada del Partido Socialista durante la República y luego, después de la Guerra Civil, se exiliaría en México. Después, en los años 30, la editorial Losada de Buenos Aires publicó esa misma traducción, aunque puso —por comodidad o por el prestigio del autor— que era obra de Borges, quien sí tradujo una serie de relatos que aparecieron en ese mismo volumen.

Se dice que, por desgracia, en las traducciones siempre hay pérdidas. ¿Qué se ha perdido en la obra de Kafka a través de los años? ¿Se ha ganado algo?
–Se ha ganado mucho más, desde luego. Se ha ganado la obra de Kafka en castellano, que no es poca cosa. ¡Cuántos lectores la han conocido en nuestra lengua! ¡Qué mundo se ha desplegado ante ellos a través de las traducciones! Claro que hay pérdidas, matices, referencias culturales que se pierden. Por ejemplo, el Herrenhof (Posada de los Señores) en El castillo remite a un café del mismo nombre en Viena frecuentado por el marido de Milena y también por ella misma. Cada palabra es una mirada a un abismo, y los abismos no son los mismos en todas las lenguas.

Franz Kafka pertenecía a una pequeña comunidad germanohablante de Praga, en un contexto muy particular de este país. ¿Qué tipo de lenguaje era el suyo? ¿Cómo influyó esto en su obra?
–Ese alemán de Praga, hablado por un grupo bastante reducido de personas —funcionarios, docentes, comerciantes— en una ciudad donde la mayoría era checa, sí determinó el lenguaje de Kafka. Era un alemán muy pulcro, con algunas peculiaridades. Y el alemán de Kafka es muy claro, muy transparente, muy preciso y directo, libre de adherencias.

En distintas charlas te he escuchado hablar sobre la relación entre la escritura y la música. ¿Cuál es la musicalidad en el lenguaje de Kafka? ¿Cuál es el sonido de su prosa?
–Como es sabido, Kafka no tenía oído para la música. Decía, quizá un poco en broma, que no era capaz de distinguir una opereta de una ópera de Wagner. Al mismo tiempo, sin embargo, la música sí aparece con un papel importante en sus narraciones. Por ejemplo, en La metamorfosis, (yo, por cierto, considero que la traducción correcta es “La transformación”): “¿Era realmente un animal, puesto que la música lo emocionaba tanto? Le pareció que se le abría el camino hacia el anhelado y desconocido alimento”. O en “Investigaciones de un perro” o en “Josefina la cantante…”. Él sí veía música en la lengua. En una carta a Milena Jesenská habla de la musicalidad del checo de Milena. Y hay música en la prosa de Kafka. Cuando comentábamos Juan del Solar y yo los problemas a la hora de traducirlo, él me decía que es “como tocar Mozart al piano”.

En Los testamentos traicionados, Milan Kundera hace una crítica a los traductores franceses de Kafka por su excesiva “necesidad de sinonimizar”. El escritor apunta que “la situación del traductor es extremadamente delicada: debe ser fiel al autor y al mismo tiempo seguir siendo él mismo”. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo lograr ser invisible sin ser invisible?
–Sí, es el gran reto, el gran desafío al que el traductor se enfrenta una y otra vez. Quiere desaparecer cuando desaparecer es imposible. Pero también los lectores tienen que adaptarse a esa realidad, así como tienen que adaptarase a la realidad de Babel. No se puede hacer como si Babel no existiera.

Trabajaste la traducción de gran parte de las cartas de Franz Kafka, incluyendo su correspondencia con Felice Bauer. También te has dedicado a traducir algunas de sus obras de ficción. ¿Hay un Kafka sentimentalmente distinto entre el que escribe cartas y el que escribe ficción?
–El mismo conflicto profundo y el mismo anhelo de libertad alimentan todos sus escritos, sean relatos, aforismos, cartas, apuntes en los diarios. Ese conflicto y ese anhelo están siempre ahí. Esa es su grandeza. Por otra parte, claro, se percibe una diferencia, en aspectos estilísticos o en el vuelo de la imaginación.

Como bien sabemos, la desobediencia de Max Brod permitió que perdure el legado de Kafka. ¿Qué papel han jugado los traductores en la consagración póstuma del escritor?
–Un papel importante son los que han hecho posible la difusión universal de una obra que habría quedado recluida en el ámbito de una lengua, la alemana. Y es una obra de una dimensión universal, tanto en oriente como en occidente, tanto en el sur como en el norte se lee a Kafka, se absorbe su obra.

¿Por qué es relevante la obra de Kafka en nuestro siglo? ¿Qué lectura nos da de nuestro presente?
–Lo relevante es su compromiso absoluto con la literatura. Lo relevante es el carácter ambiguo y enigmático de su obra, en la que no sabemos si habla desde una observación fría y realista de un mundo exterior o desde la visión, a través de fábulas y parábolas, de un mundo interior. ¿“La construcción de la muralla china” es la descripción de un funcionamiento del poder o la descripción de la propia obra de Kafka que no le sirve del todo para protegerse y además no termina nunca? Lo grande de Kafka es que todo presente encontrará algo en sus escritos.

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