El pasado 29 de julio, en El Imparcial, de España, Soledad Garaizábal publicó una reseña al libro de Deborah Baker sobre los miembros de la generación beat en la India. La traducción fue realizada por David Paradela López.
La generación beat en la India
Fórcola Ediciones nos propone un destino muy especial para este verano. Nos ofrece muchos viajes dentro de un gran viaje, una auténtica ganga por muy poco dinero, un viaje al cuadrado, un viaje al cubo, un viaje a la enésima potencia. Nos tienta, de la mano de la esmeradísima biógrafa Deborah Baker, a vivir las experiencias que vivieron Allen Ginsberg y sus amigos beats, durante quince meses, recorriendo la India a principios de los 60.
El 23 de marzo de 1961, Allen Ginsberg y Peter Orlovsky zarpaban del puerto de Manhattan rumbo a Oriente. Ya “J. Edgar Hoover había señalado a los beatniks como una de las tres grandes amenazas del país”; Ginsberg había publicado su largo poema-aullido Howl, su gran amigo Jack Kerouac había sacudido el mundo editorial con On the Road. También su compañero de fatigas Bill Burroughs, que les esperaba en Tánger en compañía de Paul Bowles con la idea de unirse al grupo expedicionario, había escrito ya Yonqui y lo había contado todo en Las cartas de la ayahuasca y en El almuerzo desnudo. Parece que las normas socioculturales occidentales se les habían quedado definitivamente estrechas. El discurso transgresor y libertario del movimiento, temas como la libertad sexual y el uso de drogas, chocaban frontalmente con la tradición conservadora norteamericana. Los beats necesitaban aires nuevos y emprendieron ruta. Habían probado todas las drogas a su alcance y seguían sin hallar “la iluminación” definitiva, querían seguir experimentando, buscaban un verdadero gurú que les guiase en una experiencia trascendental. Como Allen confesó al poeta bengalí Buddhadev Bose poco antes del inicio del viaje, “¿Quiere saber qué es lo que busco? ¡Busco inspiración! Quiero que los cielos se abran ante mí. ¡Quiero a Dios!”
Su viaje a la India fue una experiencia transformadora y tuvo además un gran impacto en la contracultura occidental posterior. Lo mejor de todo es que, a través de obras como Indian Journals (1970), un diario poético íntimo que incluye poemas, dibujos, descripciones y reflexiones de los meses pasados en Calcuta, de la existencia de varias biografías sobre su persona, y de la abundantísima y frecuente correspondencia cruzada entre todos los integrantes y algunos simpatizantes de la Generación Beat, poco ha quedado en el tintero y el viaje de quince meses está ampliamente documentado. Además, otros poetas beats publicaron también obras sobre sus experiencias en la India y el trabajo de documentación de Baker es tan meticuloso que cada acontecimiento puede ser narrado desde varias perspectivas.
El índice onomástico al final del libro es abrumador. Las referencias y las notas bibliográficas casi llegan a las quinientas. Con todas estas fragmentarias piezas bien colocadas, Deborah Baker ha hecho el puzle completo de El viaje iniciático de Allen Ginsberg tras la mano azul, (A Blue Hand: The Beats in India, 2008) en una obra fascinante que combina el ensayo cultural, la biografía, el diario personal y la crónica de viaje. Con prólogo de Jordi Doce y traducción de David Paradela, la autora nos hace partícipes de todo lo que Ginsberg sintió en ese viaje y de las experiencias que vivió en esos meses por aquellos lares.
De Europa fueron a Tánger, luego a Tel Aviv, después a Mombasa y de allí a Bombay. Arribaron al continente indio el 15 de febrero de 1962 y al poco tiempo lograron reunirse con sus amigos, la pareja de poetas budistas beats formada por Gary Snyder y Joanne Kyger, que venían de un largo periplo desde Japón. Junto a ellos lograron entrevistarse con el Dalai Lama, al que Ginsberg pudo preguntarle sobre la relación entre los efectos de las drogas y los estados espirituales resultantes de la meditación.
Viajaron los cuatro a Rishikesh, “que era la puerta de entrada al cielo” y desde allí a algunas ciudades sagradas como Benarés (Varanasi) y Calcuta, en las que conocieron a experimentados gurús, shadus, santones, poetas y pensadores. Estaba profundamente interesado por el hinduismo, el budismo tibetano, el canto de mantras, las prácticas de meditación y el yoga, que le parecían daban una respuesta más profunda a sus ansias de conocimiento. Más tarde también se uniría a ellos la americana Hope Savage.
A su arsenal habitual de drogas añadieron otras nuevas, como el bhang, la ganja o las semillas negras de opio, para utilizarlas en prácticas rituales y místicas y no solo con fines recreativos, sino intentando llegar a la iluminación a través de estados alterados de la conciencia. La pobreza extrema, la muerte en cada esquina y la fuerte espiritualidad consiguieron que Allen Ginsberg reflexionase sobre los límites entre lo sagrado y lo profano, la dignidad de las personas y la necesidad de profundizar en su compromiso contra el capitalismo occidental.
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