jueves, 8 de febrero de 2018

En Almagro también tienen librería independiente

Publicada el pasado 10 de enero, en el marco de la serie que Daniel Gigena viene realizando sobre librerías para el diario La Nación, llegó el turno de La Coop, una inteligente asociación de editoriales independientes.

La Coop, o donde la unión
(de sellos independientes) hace la fuerza

Ubicada en el barrio de Almagro, La Coop es uno de los efectos deseados del proyecto cooperativo que aglutina catorce editoriales independientes: Alto Pogo, Añosluz, Audisea, Azul, Conejos, China, Espacio Hudson, Mágicas Naranjas, Paisainta, Qué diría Víctor Hugo?, Santos Locos, Clubcinco, Evaristo Editorial y Clase Turista. La cooperativa también cuenta con distribuidora y participa en conjunto en ferias del libro de alcance internacional, nacional, provincial y municipal.

De la cooperativa a la librería. 
"La Coop nació con la idea de unir esfuerzos para generar más visibilidad, difusión y presencia en el mercado editorial -cuentan los editores asociados-. Hemos logrado tener presencia en más cien ferias y festivales a lo largo del país, participamos con un stand permanente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y en 2017 nos sumamos al circuito de las ferias internacionales, con presencia en muchas ferias en toda Latinoamérica". La Coop estuvo presente en 2017 en la ascendente Feria Internacional del Libro de Lima y este año será la tercera vez que participe de la FIL de Buenos Aires.

Con una red de distribución en todo el país, Uruguay y Chile, a la que suman libros de otros sellos colegas, La Coop creó una red de 24 editoriales independientes y autogestivas. Una vez resuelta la presencia en ferias, la distribución y la generación de contenidos, decidieron que era necesaria la creación de un lugar propio para vender los libros y desarrollar actividades culturales. En diciembre de 2016, editores de Alto Pogo, Santos Locos, Conejos, Audisea y otros sellos abrieron la librería en Bulnes 640. Allí atienden de lunes a viernes de 15.30 a 20.30.

Favoritos de los lectores y best sellers. La Coop Librería se especializa en editoriales independientes de la Argentina y de América Latina. "Tenemos libros de editoriales de todo el país y un sector latinoamericano donde pueden encontrarse sellos de casi toda la región, junto a las editoriales comerciales más reconocidas", cuenta la librera encargada del local.

Los títulos más vendidos del año que acaba de irse fueron Hay gente que no sabe lo que hace, relatos de Alejandra Zina publicados por Paisanita, Los enfermos, la inquietante novela de Natalia Rozenblum (Alto Pogo), Nunca corrí siempre cobré, cuentos de Leonardo Oyola (Evaristo Editorial), Las canciones de los boliches, best seller indie del poeta y editor Gustavo Yuste (Santos Locos), y Los Wachos, cuentos del narrador, poeta y periodista cultural Walter Lezcano (Conejos).

En La Coop atiende Laura Forni, especialista en literatura infantil y cabal representante del espíritu amable que recorre la librería. "Se maneja un estilo informal, que trata de acercar el mundo editorial a todo el público -dice Marcos Almada, editor de Alto Pogo y alma máter (o páter) del proyecto cooperativo-. Muchas veces los lectores entran a buscar un libro determinado y terminan llevándose otros de editoriales nuevas, voces emergentes contemporáneas".

Forni agrega que los lectores buscan con frecuencia recomendaciones hechas por otras personas. "Así se genera un fluido intercambio -dice-. Tenemos tres grandes frentes: una colección de poesía muy amplia, una sección de narrativa que incluye sellos de Uruguay, Venezuela, Perú, Chile y Bolivia y un sector infantil a tono con la literatura emergente". De la mano de Forni, ese sector en auge se ha convertido en un espacio fundamental de La Coop Librería. Allí se encuentran títulos de Mágicas Naranjas, el catálogo del sello Calibroscopio, de la editorial rosarina Libros Silvestres y de Taller Azul Arte Infantil, de Salta.

Un lugar de encuentro. 
"Desde un principio sabíamos que la librería tenía que oficiar como un lugar de encuentro -dicen los responsables de La Coop-. Durante el verano pasado tuvimos un ciclo de escritores que actuaban como libreros invitados por un día. En doce noches participaron Selva Almada, Jorge Consiglio y Mariano Quirós, entre otros. Tuvimos tres Encuentros de Editores Latinoamericanos y fuimos sede del Primer Encuentro de Editoras. Participamos también de la Noche de las Librerías con un homenaje a Alberto Laiseca". En la librería se hicieron más de setenta actividades con escritores y editores nacionales y latinoamericanos en 2017, talleres de lectura, charlas, presentaciones de libros, lecturas de poesía y hasta algún que otro acústico.

"Nuestro local tiene la particularidad de ser centro de reunión de varios editores y escritores -agrega Forni-. Eso hace que, en muchas ocasiones, el cliente de la librería se encuentre charlando con autores y editores sobre los libros que piensa comprar. De estos intercambios casuales se han gestado pequeños proyectos editoriales". La Coop, además, es vecina de Espacio Moebius, ubicado en Bulnes 658, donde venden y exponen cómics, novelas gráficas y otras joyas del "noveno arte".

Diagnóstico del sector de librerías y del mercado editorial. 
Según los socios de La Coop, la librería no ha sufrido tanto el impacto inflacionario de la Argentina en 2017. "Eso se debe en parte a que las editoriales independientes hacen un particular esfuerzo por manejar precios muy competitivos -aseguran-. Aun así se nota una merma en las ventas. Para facilitar la situación de nuestros clientes, hicimos en dos oportunidades La Barata, un evento semestral en el que la librería absorbe el margen de los descuentos ofrecidos." Durante enero, se hace un descuento del 10% en la compra de un ejemplar y del 20% con la compra de dos o más libros.

En la Web. 
Por el momento, la librería no hace ventas por Internet, excepto pedidos por su página de Facebook. No obstante, La Coop trabaja en un nuevo proyecto cooperativo: el lanzamiento de una plataforma digital que se llamará Nube de Letras. "De todos modos, apuntamos a que el espíritu del 'librero amigo' siga instalado en nuestros clientes y no dejen nunca de visitarnos", dicen.

Dirección: Bulnes 640, CABA.
Lunes a viernes de 15.30 a 20.30





miércoles, 7 de febrero de 2018

Una librería en el barrio porteño de Colegiales

Siguiendo con su serie “Por las librerías”, el 22 de diciembre del año pasado, Daniel Gigena dedicó un espacio a la librería Céspedes, de Cecilia Fanti, ubicada en el bario porteño de Colegiales.

Céspedes: la literatura como punto de encuentro


Breve historia de la librería
Cuando Cecilia Fanti se hizo cargo de Céspedes, la librería ya se llamaba así. – Céspedes está ubicada en la arbolada calle Céspedes, en el barrio de Colegiales. Fundada en 2016, la dueña anterior había decidido cerrar el local para encarar nuevos proyectos. "La noticia vino de la mano de una editora y con la noticia tuve también una corazonada –cuenta Fanti, que trabajó en Penguin Random House varios años–. Quise ver qué era lo que pasaba y si era posible hacerme cargo. Así que en ese momento conseguí su teléfono, la llamé y en horas era la dueña de la librería."

Fanti, autora de La chica del milagro (Rosa Iceberg), asegura que se está convirtiendo en librera, porque lleva apenas cuatro meses al frente de Céspedes. "Es muy estimulante todo lo que se puede hacer: aprender, conocer a autores, nuevas editoriales, reglas de negocios", dice.

¿Qué libros se encuentran? 
Céspedes es una pequeña librería literaria. "Tenemos una selección de sellos que reflejan ese tipo de lecturas: Ediciones Universidad Diego Portales, Hueders, Literatura Random House, Anagrama, Adriana Hidalgo, dentro del espectro de las grandes –detalla–. Dentro del mundo de la literatura independiente son muy requeridos los libros de Blatt y Ríos, Tenemos las Máquinas, La Bestia Equilátera, Mansalva, Fiordo, Entropía, Caja Negra, Sigilo, Mar Dulce, Odelia, El Cuenco del Plata, Alto Pogo y Godot." Los sellos de poesía favoritos de los lectores que van a Céspedes son Del Dock, Pánico el Pánico y Caleta Olivia.

Los libros más buscados: 
Los clientes requieren títulos por su cuenta o a través de una recomendación. Existe en el local una gran oferta de literatura infantil porque muchos pequeños lectores visitan la librería todas las semanas (algunos todos los días). "Vienen a buscar y leer los libros álbum de Limonero, Niño, Ojoreja, Calibroscopio, Pípala, Pequeño Editor, La Brujita de Papel, Periplo, Fondo de Cultura Económica. Todos funcionan maravillosamente bien, porque tienen autores e ilustradores talentosísimos trabajando en los libros", comenta Fanti.

Héctor el hombre extraordinariamente fuerte (Pípala) es el hit junto a toda la serie de Había una vez un niño (Fondo de Cultura Económica) de Oliver Jeffers. Otro título de muchísimo éxito es la colección Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes(Planeta) y hay clásicos que se mantienen siempre entre los favoritos, como la serie Lola y Federico (Sudamericana). "Los niños son grandes clientes y amigos de la librería –confiesa la joven librera–. Saben lo que les gusta y también se dejan sorprender. Son cariñosos y son mis favoritos."

La autora estrella de Céspedes es Romina Paula, con Acá todavía, Agosto y ¿Vos me querés a mí? (publicados por Entropía). Otros libros muy solicitados son  Dónde está Perón, de Antolin Olgiatti (Galería Editorial), y Desarticulaciones, Vivir entre lenguas y El común olvido, de Sylvia Molloy, publicados por Eterna Cadencia. Los mejores días, de Magalí Etchebarne, editado por Tenemos las Máquinas, es otro best seller, así como también los firmados por Mariana Enríquez y Hebe Uhart. "El estreno del documental de Joan Didion en Netflix desató un pequeño boom, así que El año del pensamiento mágico y Noches azules –ambos de Literatura Random House– están entre los más vendidos de estos meses", apunta Fanti.

En primera persona: 
"Decidí convertirme en librera porque mi relación con los libros es vital. Básicamente, leer y escribir son las cosas que más me gustan, y pocas cosas me gustan más que recomendar lo leído. Ser librero permite recomendar todos los libros que te cambiaron la vida, te hicieron feliz, o llorar o te salvaron. Es un vínculo muy íntimo y muy hermoso el del librero con el lector. Es un trabajo profundamente satisfactorio y de pura experiencia. Estar rodeada de libros e invitar a los lectores a conocer esos mundos, que quizás los cambien para siempre."

Los vecinos de Céspedes:
Aunque todavía la librería no cuenta con una vidriera definitiva, Fanti señala que su importancia es fundamental. "Es lindísimo escuchar los comentarios que hace la gente mientras mira los libros. Estar atrás de este mostrador es una ventana indiscreta maravillosa. Las promociones, cuando las hay, son geniales. Cambia bastante en el volumen de la venta."

Se organizan eventos casi todas las semanas. 
A Fanti le gusta que Céspedes sea un espacio de encuentro donde pasan otras cosas. Hay muestras de artes visuales, lecturas, presentaciones de libros. "Siempre encontramos alguna situación que amerite el brindis y el encuentro entre lectores", dice.

Un diagnóstico sobre el sector de librerías y el mercado editorial: 
"En 2017 estuve en ambos sectores –remarca Fanti–. Trabajé hasta la primera mitad del año en una editorial y ahora trabajo en una librería. Fue un año difícil, creo que –y esto sonará un poco obvio– sobre todo porque lo que marca el pulso del consumo es el bolsillo. Y también los libros, como todo en general, se encarecieron muchísimo. También creo que es el tiempo de los libros para lectores, que son los que siempre necesitan el libro y que siempre lo necesitan a mano, incluso antes de terminar el que estaban leyendo. Para ellos, el libro es un objeto preciado y no se reemplaza por otro tipo de consumo de ocio."

¿Hubo cambios en la forma de vender debido a Internet? 
"No lo sé. Céspedes todavía no tiene la estructura para ingresar en el mundo online desde la venta –responde Fanti–. Me parece que se complementan, hay una manera de comprar desde casa sin moverse que es provechosa, yo lo hago todo el tiempo en todo tipo de rubros, desde el supermercado hasta zapatos. Sin embargo, cuando la fantasía de tener una librería empezó a calar hondo, allá por febrero de este año, hubo una entrevista del Huffington Post a Emma Straub (una escritora joven estadounidense que abrió su librería –Books Are Magic– en Brooklyn) que fue determinante para mí. Ahí ella hablaba del sentido de pertenencia que un barrio tiene con su librería como lugar de encuentro y también de cómo, para un lector, el algoritmo nunca va a reemplazar la experiencia de recorrer las bibliotecas y mesas de una librería y descubrir nuevos autores, o nuevos libros de viejos autores."

Dirección: 
Céspedes 3065

Horario: 
de lunes a sábados de 11 a 20. Durante diciembre estará abierta de lunes a sábados de 10:30 a 20:30 y los domingos de 16:30 a 20:00.

En Facebook: 

martes, 6 de febrero de 2018

Una librería dedicada a la filosofía en pleno Centro

En su serie “Por las librerías”, el 13 de diciembre del año que pasó, Daniel Gigena dedicó una entrada a la librería Philopannyx, de  Marco Antonio Rodríguez. En la bajada de la nota se lee: “Desde un pequeño local en una galería de la calle Corrientes, ofrece textos soñados de filosofía e historia de la Antigüedad que atraen a expertos y captan la atención de lectores curiosos”.

Philopannyx: una ventana 

a la filosofía y los textos clásicos


Ya lo dijo William Shakespeare por medio de Hamlet: "Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía". En un local de veinte metros cuadrados, situado en la galería Corrientes Angosta (avenida Corrientes 753), Philopannyx se especializa en libros soñados de filosofía e historia de la Antigüedad, con foco en los textos clásicos de todas las civilizaciones. China, Japón, India, África, América precolombina y, naturalmente, Grecia y Roma tienen su lugar en el catálogo de Philopannyx. Para los lectores mayores de cincuenta años, esta minúscula cabina del pasado letrado se asemeja a la librería de Juan Blatón, que tuvo su sede en otra galería, a la altura de Florida 641.

Breve historia de la librería:
Después de veinticinco años de trabajar en relación de dependencia en grandes empresas de otros rubros, Marco Antonio Rodríguez tomó la decisión de ligarse al ámbito del que se sentía parte, principalmente como lector. "Soy un gran admirador de la literatura antigua, y la posibilidad de estar en una librería especializada en este tema me brinda la posibilidad de enriquecerme con textos a los que quizá no hubiera llegado de no ser de esta manera -dice a LA NACION-. Recibo muchas recomendaciones de lectura de los clientes, por lo cual me considero un librero en formación."

Philopannyx abrió sus puertas en julio de 2015 y tomó su nombre de un himno órfico dedicado a Afrodita cuya traducción aproximada es "Quien ama la noche entera". Este himno, puntualiza Rodríguez, era cantado por los devotos de la diosa cuando querían tener éxito en las relaciones amorosas. No obstante, hay que aclarar que la librería abre de lunes a viernes de 11 a 19.30.

Los más vendidos:
Aunque se ofrece mucho material importado bilingüe, los dos best sellers de la librería son nacionales. Uno es La invención de la filosofía (Biblos), de Néstor Cordero, y el otro es la nueva traducción de Alcibíades (Mayor) (Miluno), de Platón, realizada por Claudia Mársico. Entre los libros importados, se destacan ediciones de una calidad pocas veces vista: El mito de la diosa (Siruela), de las antropólogas Anne Baring y Jules Chasford; la edición del Popol Vuh hecha por el sello Trotta y el fascinante Hieroglyphica (Akal), de Horapolo, el último sacerdote de la religión de Isis y Osiris, que luego de luchar contra los cristianos terminó por convertirse al cristianismo hacia el año 400 de nuestra era. Ese libro fue revalorizado durante el Renacimiento europeo por facilitar claves de lectura de los jeroglíficos.

En la librería se encuentran ediciones anotadas de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), como las obras completas de Pseudo Dionisio Areopagita, San Agustín y otros padres de la Iglesia; y títulos de Gredos, Herder y Akal. Las vedettes y joyas apreciadas por todos los clientes son los señaladores de la librería, que tienen diseños exclusivos de las artistas plásticas Daniela Kantor y Ana Schprejer.

¿Quiénes frecuentan la librería? 
El público asiduo de la casa se encuentra en estudiantes avanzados y profesores de humanidades en universidades metropolitanas, además de profesionales de disciplinas afines como el derecho, la psicología y actores distinguidos dentro del rubro editorial. "Entre ellos, se pueden destacar las visitas de Daniel Ochoa, que conduce el destino de ECEA publicaciones; Mariano Buscaglia, factótum de Ediciones Ignotas; Claudia Suberbordes, profesora de Letras Clásicas e investigadora de la literatura mística judía, y Arturo Eduardo Agüero, autor del libro Emociones que enferman, único catálogo de enfermedades psicosomáticas", cuenta Rodríguez.

Usos de la vidriera:
"La vidriera de esta librería es fundamental. En este tiempo ha captado la atención del público que, sin ser conocedor del tema, sintió curiosidad, asombro y atracción por algunos de los títulos. Para quienes somos amantes difusores de la poesía y la filosofía, es altamente gratificante cuando alguien nuevo se suma." Luego de que los paseantes de la galería observaran en vidriera el volumen Yambógrafos griegos, publicado por Gredos, muchos entraron en la librería a preguntar qué era un yambo. (La respuesta, aquí.)

Ventas y diagnóstico del sector: "Ha servido mantener la promoción del 10% de descuento en efectivo para los estudiantes, para lograr fidelidad al libro impreso. Este punto es central, debido al contexto económico en nuestro país", dice Rodríguez. Si bien las ventas por Internet crearon un nuevo paradigma de relación entre la librería y el cliente lector, no es significativa dentro del volumen mensual. "Sirve para acercar al público del resto del país que, en el caso del material que se ofrece desde esta librería, no podría acceder de otra manera." Philophannyx tiene página en Facebook.

Para este librero, debido a que los rubros ligados al mercado editorial atraviesan un momento delicado, es fundamental favorecer o incentivar al cliente de alguna manera para no seguir retrocediendo posiciones. "Para mejorar hace falta que el Estado apoye y que las empresas del sector se jueguen con las ediciones nacionales para no llenar la plaza de saldos de España."

Dirección: 
Av. Corrientes 753 (galería Corrientes Angosta)

Horario: 
De lunes a viernes de 11 a 19,30.



lunes, 5 de febrero de 2018

Nueva librería en el barrio de Belgrano

El 29 de noviembre del año pasado, Daniel Gigena, que está recorriendo sistemáticamente librerías poco tradicionales, publicó en La Nación, de Buenos Aires, el siguiente informe sobre Colastiné, una librería propiedad de Salvador Biedma y Alejandro Larre (foto), que ofrece una alternativa al porteño barrio de Belgrano.

Colastiné: una apuesta
a los buenos libros con sabor nacional

Breve historia de la librerí
Salvador Biedma y Alejandro Larre son amigos desde hace más de veinte años y desde entonces comparten el amor por la literatura y los libros. Se conocieron en el taller literario de Andrés Allegroni cuando todavía estaban en la escuela secundaria. En 2001, los dos fundaron la revista literaria La Mala Palabra y, en 2005, la célebre Mil MamutsBiedma fue editor de Galerna durante un tiempo y, en 2014, cuando ya había dejado esa editorial, en un encuentro con Larre decidió encarar un nuevo proyecto. Primero se les cruzó la idea de fundar un sello propio pero, en noviembre de 2015, abrieron juntos la librería en un local de la calle Mendoza casi esquina Aménabar.

"Fue Alejandro quien propuso la idea de una librería –cuenta Biedma, narrador y poeta, además de librero–. En cuanto al nombre, a los dos nos gusta mucho Juan José Saer. Y nos gusta, además, que sea el nombre de una tribu aborigen (de la que, por cierto, no se sabe mucho) y de un barrio o localidad en Santa Fe." Con frecuencia, se acercan personas a preguntarles si ellos son de allí o les cuentan que solían pasar por el lugar o que conocieron a Saer. "Incluso han venido especialmente algunas personas que viven en Colastiné o cerca a visitarnos", dicen. En Colastiné (la localidad de Santa Fe fundada junto al río del mismo nombre), Saer ambientó gran parte de su ciclo de novelas.

Características de la librería y de los clientes
"Muchas veces nos dicen que tenemos libros raros o difíciles de conseguir –dice Biedma–. No creo que sea muy cierto. Tratamos de tener algunas cosas que tal vez no se encuentren en todos lados, pero quizás haya algo que dé esa idea en la distribución espacial, en el modo de exhibir, en lo que elegimos mostrar." Colastiné ocupa un local pequeño, donde suelen convivir en las mesas o en la vidriera libros de una empresa multinacional y de un sello que crea una persona sola en los ratos libres que le deja otro trabajo.

"Tenemos todo tipo de clientes, personas del barrio o personas de paso y clientes con los que se establece un vínculo más personal, que confían en lo que recomendamos o que saben que, si no tenemos un libro, nos preocupamos por conseguírselo, o que eligen la librería por más que no les quede cómodo llegar", agrega Biedma. Hay personas (en particular escritores y en particular poetas) que ni siquiera viven en Buenos Aires, pero que viajan con cierta frecuencia y en cada viaje incluyen una visita a Colastiné. El trato allí es muy personal. Los clientes que la visitan por primera vez se sorprenden porque enseguida, si los libreros están cebando mate o tomando un café, les ofrecen uno.

"Algo muy lindo que pasa en una librería como la nuestra es que la relación con cada cliente nace y se afianza ciento por ciento sobre la base de la pasión por los libros –dice Larre–. Es una comunicación muy abierta y honesta. El vínculo crece lentamente, de manera casi artesanal, con recomendaciones y comentarios que van de un lado al otro del mostrador."

Relación con las editoriales
En Colastiné hay variedad, tanto en narrativa como en libros para chicos, en poesía y en ciencias sociales. "El gremio del libro es chico y uno tiene muchos amigos o personas cercanas en buena parte de las empresas, sean grandes, medianas o chicas –acota Biedma, que también traduce para editoriales–. Desde nuestra perspectiva, está claro que somos parte de una cadena muy larga en la que lo ideal es tirar todos para el mismo lado, ser socios: las editoriales, las distribuidoras, los autores, los clientes y un montón de personas más que intervienen en ese camino." Con algunas editoriales y con algunas personas, surge mayor afinidad. A veces, cuando llega un proveedor o un corredor, los libreros sienten que cayó un amigo de visita.

Colastiné tiene los catálogos de una amplia gama de sellos de las provincias: Caballo Negro o Alción, de Córdoba; Süd Pol, de Tierra del Fuego; Mulita, de Chaco, y Tres Tercios, de Jujuy.

Libros destacados, los más vendidos y los favoritos
No es una librería especializada en un rubro en particular, pero abundan los títulos de narrativa y poesía. "Seguramente esto tenga que ver con que, como lectores, es lo que más nos interesa", dicen a coro. Y en una librería chica, lo que leen los libreros influye mucho en las ventas. A los clientes les resuena la pasión con la que cada uno habla de los libros que disfrutó. "Eso puede convencerlos más que cualquier otro dato o información", sugieren.

"Las recomendaciones suelen surgir en un ida y vuelta con la otra persona, según lo que ha leído o le puede interesar –puntualiza Biedma–. Algunos libros han resultado ser casi infalibles. Si alguien busca poesía, Tabaco mariposa, de la cordobesa Elena Anníbali, tal vez sea el libro que más he recomendado. A la vez, desde luego, uno se maneja con cuidado e intenta no ser invasivo, sólo recomendar a quien está buscando recomendación o, llegado el caso, a alguien que tiene un interés puntual y quizá no está al tanto de que acaba de salir determinado libro."

Entre los más recomendados por Larre durante 2017, sobresalen Tres luces, de Claire Keegan, Intimidad, de Hanif Kureishi, El idioma materno, de Fabio Morábito, y Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek.

Diagnóstico del sector
Dice Biedma: "El país está viviendo, sin duda, una gravísima crisis que afecta a casi todos los rubros. En este sentido, no hay algo específico para el libro. Para ser muy sintéticos, se sufre una caída importante de las ventas mientras aumentan sideralmente, sin sentido, todas las tarifas." Más allá de que la crisis que se vive (y que se nota en la disminución de la cantidad de novedades, de proyectos frenados y demás), hay editoriales que empezaron hace pocos años y se han instalado con propuestas interesantes. "Todo el tiempo surgen pequeños sellos nuevos, con más o menos estabilidad, más o menos cuidado en la edición, más o menos claridad en las propuestas", concluyen Larre y Biedma.

Actividades en la librería y formas nuevas de llegar a los lectores
Como la librería es chica, Biedma y Larre optan por depositar la energía en que funcione bien como tal y, por ahora, no sumaron otras actividades. "De vez en cuando surge algo más de entrecasa y está buenísimo", cuentan. Colastiné no vende libros por Internet, pero tienen una activa cuenta en Facebook (Colastiné Libros). Por –esa vía, muchos lectores les piden información sobre títulos o reservan ejemplares.

Mendoza 2620 (y Amenábar, a tres cuadras de Cabildo y Juramento)
Teléfono : 4784 1606
De lunes a viernes de 10 a 13.30 y de 14 a 20, sábados de 10 a 14

viernes, 2 de febrero de 2018

"Leídos cierto tiempo después son testimonio de un fracaso (o de varios)"

Con firma de Damián Tabarovsky, el 24 de diciembre de 2017, el diario Perfil publicó la siguiente columna sobre... catálogos editoriales; o sea, listas de libros.

Catálogo de olvidos

Algunos coleccionan libros, yo catálogos. El catálogo de una editorial –cada vez más en crisis en formato papel, en pleno auge de lo digital– cumple varias funciones: sirve de presentación comercial de los libros, de puesta en escena del fondo editorial, de posicionamiento de imagen de una casa editora, a veces incluso de autohomenaje. Son todo eso, pero para mí son también algo más: leídos cierto tiempo después son testimonio de un fracaso (o de varios). La prueba de libros que ya nadie recuerda, de autores olvidados, de textos que quedaron perdidos en la historia. Son como lápidas del mercado editorial. Especies de muertos vivos (vivos en las librerías de viejos, en las bibliotecas privadas, en la memoria de unos pocos), allí se encarna lo más interesante de la literatura: el momento en que un libro se vuelve fantasma. Espectro de una expectativa que nunca se cumplió. Nada en el mundo de los libros me es más cercano que ese vacío, que esa decepción, que es inherente en mí a la literatura, a la lectura, e incluso a la escritura.

Mis estantes están llenos de catálogos. Luis Chitarroni me regaló mi favorito: Catalogo General, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1950. En formato de 11 x 15 cm, de 208 páginas, se vendía al módico precio de $ 1. El prólogo anuncia que se imprimió “después de cumplirse el décimo aniversario de la editorial” (faltaba todavía más de medio siglo para que Sudamericana se vendiera y pasara a ser un sello –de goma– de una multinacional). Entre los autores incluidos aparecen nombres que nos son cercanos como Virginia Woolf, William Faulkner, Julien Green o Evelyn Waugh, pero también otros perdidos en el abandono, como O.E. Rölvaag, P. Marois o Edna Ferber (que tuvo su momento de éxito cuando su novela Gigante fue llevada al cine con James Dean). En un lugar no muy destacado –página 144– se encuentra una Antología Poética Argentina, compilada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, con poemas de Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Fernández Moreno, entre otros (nota a mí mismo: buscar en el Borges de Bioy referencias al libro. ¿Se habrán burlado de su propia Antología?).

Más reciente, otro de mis favoritos es el catálogo de Tusquets, 1969-2009 (cuando todavía no había pasado a ser un sello –de plástico– de una multinacional). Ladrillo de 434 páginas en formato 14 cm x 21 cm, además de una impresionante información bibliográfica, contiene al menos dos hallazgos: un hermoso pliego con una selección de las mejores tapas (como la tapa troquelada de Groucho y yo, de Groucho Marx) y otro con fotos de eventos sociales, presentaciones y actos públicos (como la foto de Julio Ramón Ribeyro, cigarrillo en mano derecha y whisky en la izquierda, en la presentación de Crónica de San Gabriel y Los geniecillos dominicales, en 1989). La editorial francesa Christian Bourgois tiene dos grandes catálogos, uno por sus 20 años (1966-1986) y otros por sus 50. El primero, además de todo lo que corresponde a un catálogo, trae extractos de notas de prensa y sobre todo facsimilares de cartas a Bourgois de varios de sus autores. Abre con una de Copi, obviamente en francés, continúa con una de William Burroughs, y entre decenas de otras, hay cartas de Gombrowicz, Onetti (comienza con “Mi amiga Carmen Balcells me acaba de enviar ejemplares de mis libros…”) y Peter Handke.

jueves, 1 de febrero de 2018

"Yo soy una lectora con el libro en la mano"

Los últimos meses del año 2017 nos depararon Citas de lectura, otro magnífico libro de Sylvia Molloy. A causa de ese breve volumen, Silvina Friera la entrevistó para Página 12, diálogo que se publicó el 23 de diciembre pasado. En la bajada, puede leerse “Los ensayos de la escritora y crítica literaria exploran diversos aspectos de su condición de lectora. ‘Yo leo y escribo y para mí son una misma cosa, están inextricablemente ligados’, sostiene”. Probablemente, ésta sea la mejor manera de empezar el año del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.

“Mi trayectoria de lectura está marcada por el deseo”

El discreto encanto de los encuentros clandestinos nunca desapareció de su imaginación. Robar libros “prohibidos” por su madre –censurados por los pasajes sexuales, referencias a una violación o a la homosexualidad– fue el primer gesto de su identidad en construcción como lectora en tres lenguas: español, inglés y francés. En uno de los ensayos que integran Citas de lectura (Ampersand), Sylvia Molloy revela que fue sensible tempranamente al prestigio de verse y ser vista con un libro en la mano. “Como aquellos cuadros renacentistas donde el sujeto aparece con un objeto que señala su profesión, suerte de metonimia que lo prolonga y lo significa –el médico con su bisturí, el pintor con su pincel, el cazador con su carabina– me imaginaba siempre retratada con un libro y lo sigo haciendo”, confiesa la escritora y crítica literaria que vive en Estados Unidos desde fines de los años 60, donde ha sido catedrática de literatura latinoamericana y comparada en las universidades de Princeton, Yale y en la New York University.

La gota de bromo le quemó el dorso de la mano derecha. Esa cicatriz, muchos años después, es apenas una ínfima rayita que la escritora le muestra a Página 12 como el último trofeo de una guerra que perdió con la carrera de Química, durante su breve paso por la Facultad de Ciencias Exactas. Héctor Pozzi, jefe de trabajos prácticos, la llamó a su oficina: “Se sacó la mejor nota, Molloy, pero usted no está contenta aquí”, le dijo. Y la invitó a irse, le dio ese permiso fundamental, el empujón que necesitaba para estudiar literatura. “Mal que bien, uno vuelve a esos libros que ha leído con cierta frecuencia, y siempre me acuerdo de cosas distintas. Me ha pasado de tener un recuerdo nítido y después volver al texto y encontrarme con otra cosa que no había visto”, plantea la autora de las novelas En breve cárcel y El común olvido. “La palabra cita para mí tenía algo un poco dudoso, cierta ambigüedad, algo clandestino, porque yo le robaba los libros a mi madre, como cuento en uno de los textos, para leerlos. Hasta que me descubrieron”. 

–Quizá varias generaciones de lectores se formaron un poco al calor de esta especie de clandestinidad inicial, de leer a escondidas de los padres, ¿no?

–Escapar a la vigilancia paterna o materna es uno de los placeres de la niñez, ¿no? A través de la lectura se aumenta ese placer porque estás escapando a la vigilancia y estás haciendo algo que sabés que no tendrías que estar haciendo, porque por algo están esos libros semi escondidos en un cajón, en donde sea; entonces esa transgresión se vuelve sumamente deseable. Uno se vuelve más uno mismo al poder tomar algo que se supone que no corresponde.

–Lo prohibido tiene ese encanto particular.
–Totalmente. Además, quiero esto, ¿por qué no? Mi trayectoria de lectura está marcada por el deseo

–En “El libro como artículo de viaje” dice: “El miedo de quedarme sin libro que leer me sigue rondando”. ¿Cómo explica ese miedo?
–Es el miedo no solo a sentirme sola, sino literalmente a estar desamparada. El libro me protege, el libro es un refugio, y si no tengo un libro estoy a la intemperie. Eso me perturba enormemente. Me perturba más no tener un libro que no tener un paraguas (risas). Incluso en este último viaje compré un libro en inglés, pero no me acuerdo cuál era porque no lo leí. Muchas veces los libros que compro en los aeropuertos son libros que no leo en el viaje. Pero sé que están ahí. Como el paraguas.

–En “Un posible comienzo” cuenta que le gustaría creer que el primer libro que leyó de chica fue en español, pero que no sabe si fue así.
–Sé que los primeros cuentos que escuché fueron en español, antes de que supiera leer. Muchos de ellos eran traducciones de cuentos de hadas ingleses o franceses. El primer libro que leí no lo recuerdo. Y es algo que me taladra porque pienso que a lo mejor fue en inglés, pero por otro lado me leían los cuentos en español. No sé… son puras conjeturas y ese comienzo está un poco borroso, lo cual me da rabia. Para consolarme pienso que esa indecisión a lo mejor es una buena cosa porque no importa tanto recordar en qué lengua leíste, sino qué leíste. Para mí, que siento que la lectura me ha moldeado en cualquier lengua, leer fue una manera de devenir yo. 

–“No sólo vivía a través de los libros, vivía los libros, los volvía performance personal”, afirma en uno de los textos. ¿Por qué las escenas de lectura son tan    teatrales?
–Esa teatralidad queda cifrada en la idea del lector o la lectora con el libro en la mano. Ese libro en la mano que leés y que te completa; pero a la vez es una manera de significar algo para el otro que te está mirando. La satisfacción es doble: tener un libro por si quiero leerlo y tener un libro que me completa, que es algo que necesito para ser yo y para que el otro entienda quién soy. Yo soy una lectora con el libro en la mano. De muy chica volvía loca a mis padres porque no era un libro, sino no sé cuántos que quería llevar cuando viajaba. Y tenían que ser libros, no revistas. Yo quería que me vieran con libros. Algo de autoexposición o de jactancia hay sin duda en ese gesto, pero lo veo como algo más esencial, como parte de mí. Yo quiero que me conozcan con el libro en la mano.

–¿Es su primera identidad?
–Sí, exacto. Yo creo que había una frase “legal”, que siempre la recuerdo porque me divierte, que es “fulana de tal, que sí lee y escribe”. Yo leo y escribo y para mí son una misma cosa; están inextricablemente ligados.

–¿En qué sentido su primo, que aparece homenajeado en uno de los textos, cambió la dirección de sus lecturas?
–Mi primo, que era bilingüe como yo, me abrió a otro tipo de lecturas en un momento en que lo necesitaba. Hay dos personas que me abrieron hacia otro tipo de lecturas: mi profesora de francés, que me abrió hacia la literatura francesa, y por otro lado mi primo, que me llevó a leer a T. S. Eliot. Yo  venía de un colegio inglés donde leíamos la literatura del siglo XIX, pero no dábamos ni un paso más adelante. 

–¿Cómo no se leía a ningún autor del siglo XX en ese colegio? 
–A lo más que llegábamos era a Thomas Hardy. Vi una libertad de escritura en Eliot en la que no había reparado anteriormente en las lecturas prescriptas en el colegio.

–Qué escena tremenda que cuenta con Victoria Ocampo, linda manera de conocerla..
–Esa fue una escena de pavor que todavía recuerdo nítidamente porque la arrogancia de Victoria    –a quien conocí después muy bien y llegué a querer mucho– fue temeraria. Yo estaba haciendo un trabajo sobre traducciones de escritores argentinos al francés. Entonces quería hacerle a José Bianco algunas preguntas sobre (Ricardo) Güiraldes. Me di cuenta de que Güiraldes no era un escritor que le interesara demasiado, pero muy amablemente me dijo con quién podía hablar. Y fue entonces cuando irrumpió Victoria diciendo: “¿dónde está mi libro? ¿quién me robó un libro de Jean Giono?”. Ahí se creó una complicidad muy linda con Bianco porque puso los ojos en blanco y dijo: “yo no sé dónde está su libro”. Bianco me dijo a mí: “¿a quién se le ocurre leer a Giono?”. Esa falta de respeto fue liberadora para mí, porque yo había intentado leer a Giono y me parecía ilegible. Esas complicidades son muy lindas en las lecturas. Otro momento muy lindo de complicidad que tuve con “Pepe” Bianco fue a propósito de los cuentos de Katherine Mansfield. En una conversación se hablaba de escritores ingleses y yo dije algo sobre Mansfield y me di cuenta de que la gente no había leído a Mansfield, salvo “Pepe”, que se acordaba del mismo cuento que yo, de un detalle que guardo como quien almacena monedas raras porque sabe que en algún momento van a valer algo y las va a usar en la escritura. Se acordaba de ese cuento donde hay una mujer que anda deambulando por la ciudad buscando un zaguán donde pueda llorar porque acaba de recibir una mala noticia. Los dos nos acordábamos de esa escena; fue un momento de hermandad muy lindo.
Hay otra circunstancia en la que cunde el malentendido con Silvina Ocampo por el título de una novela de Molloy. “Silvina me enseñó muchas cosas, pero ese momento fue increíble –reconoce–. Cuando me preguntó cuál era el título de mi novela, le dije que En breve cárcel. Silvina me dijo que no le gustaba. Y yo con ganas de matarla, aunque reconociendo que tiene derecho a que no le guste un título, me quedé callada. Al rato me preguntó: ‘¿cómo era el título?’ Y se lo repetí. ‘Ah, yo había entendido En breve cáncer’…, me dijo. Me dio un ataque de risa, pero me maravilló que pudiera pensar que una novela se pueda llamar En breve cáncer”.

–En otro de los textos de “Citas de lectura” revela que en la plaza Dorrego compró una primera edición de “Las invitadas”, dedicada a otra persona. ¿Es un gesto de amor hacia Silvina comprar ese libro, tener algo dedicado por ella?
–Debo decir que llegué al amor a través de los celos, porque mi primera reacción fue de celos al descubrir que hay un libro de Silvina dedicado a alguien que era amigo mío. Lo cual añade más celos a los celos que sentí. ¿Por qué había un libro dedicado a Eugenio (Guasta) y no a mí? Yo no tenía ningún libro de Silvina dedicado, no sé por qué… Entonces me dio rabia y lo dejé. Después efectivamente volví porque quería tener un libro de Silvina dedicado, aunque fuera a otra persona. 

–¿Qué le debe a Borges?
–Hay dos momentos en mi lectura de Borges. Una es mi primera lectura, que se hace desde un punto de vista más “escolar”, porque en Francia trabajé con la recepción de los escritores latinoamericanos en francés y Borges era figura central en esa recepción, así que lo trabajé desde el punto de vista académico, leyéndolo y viendo además los malentendidos que se planteaban en esa recepción: cómo el país extranjero siempre le pide al texto que ha sido traducido que coincida con la imagen que ellos tienen. Borges rompía todos los moldes y no coincidía con lo que se esperaba de América Latina. Entonces hubo una serie desencuentros muy interesantes. Ese fue mi primer acercamiento a Borges. Pero más allá de esa experiencia académica, yo empezaba a tantear la escritura y me daba cuenta de que era otro el Borges que me interesaba: no el que entra en diálogo con la literatura francesa, sino el Borges que entraba en diálogo conmigo. A partir de ese momento, cuando empiezo yo misma a escribir, me doy cuenta de aspectos básicos de Borges que marcan mi escritura: la idea de traslado de textos, la idea de que la literatura es algo que se repite y que recontamos y que la literatura refiere. Otra cosa muy importante que me enseñó Borges es que la crítica y la ficción no son ejercicios diferentes. Se contaminan provechosamente y eso lo vivo en mi vida diaria: escribo ficción y escribo crítica al mismo tiempo y muy a menudo lo que no voy a usar en una lo uso en la otra. También me enseñó el uso del fragmento; él tiene una frase que me encanta, que trabaja con “pormenores lacónicos de larga proyección”. Para mí ese trabajar con lo pequeño, con lo menor, y poder proyectarlo es algo muy importante. Para decirlo en una palabra, Borge me enseñó la atención literaria. 

–En todos sus libros hay una suerte de reservorio de palabras, algunas quizá cayeron en desuso o están un tanto olvidadas. En “Citas de lectura”, la más significativa es “mamarrachientos”. ¿Qué función tienen estas palabras?
–Me divierte usarlas, aunque sé que estoy cometiendo un anacronismo. Me gusta recuperar ciertas palabras que se usan menos ahora. Tengo un museo personal de palabras que oí en mi infancia, que les oí a mi madre y a mis tías, que por cierto hablaban de una manera muy linda, a mí me encantaba oírlas y apropiarme de ellas. A pesar de que el castellano es mi lengua de escritura, al hablar otros idiomas de manera cotidiana, el inglés por ejemplo, esas palabras adquieren un aura especial y me gusta ponerlas de vez en cuando en lo que escribo.

–¿Qué otras palabras recuerda de ese museo personal?
–Cuando mi madre hablaba de una vecina que era un tanto arrogante,  me decía: “es una estirada”. Me encanta estirada. También está el vocabulario de amigas mayores que yo, que usan mucho “mangangá”, una persona que habla mucho. Son palabras de las que reconozco su rareza y las uso de manera muy dosificada para que no parezca que estoy haciendo color local.