miércoles, 2 de marzo de 2011

Lezama Lima triturado por sus traducciones de Saint-John Perse

En el blog Penúltimos días, con fecha del 9 de abril de 2009, el cubano disidente Ernesto Hernández Busto publicó el siguiente artículo, donde analiza las traducciones que del poeta francés Saint-John Perse (foto; seudónimo de Aléxis Léger (1879-1975, Premio Nobel de Literatura 1960), hizo el cubano José Lezama Lima.

Releyendo a Saint-John Perse
a propósito de una (mala) traducción de Lezama

Leer a Saint-John Perse nos informa de una extraña forma de júbilo o exaltación poética provocada por la sola existencia del mundo. Desde su primer libro, Elogios (1911), hasta su Canto para un equinoccio (1975), Perse despliega una sostenida vocación por la alabanza que lo emparenta, como se ha hecho notar, con la antigua poesía sagrada, los himnos y las teogonías.

Elogios celebra una infancia tropical cuyo paisaje acaba siendo una imagen de plenitud: el mar, la tierra, las plantas… forman un recinto que incuba imágenes poderosas en una estrofa que recuerda a Píndaro, Rimbaud o Claudel. Se trata de una poesía escrita —como reza el título de su célebre elegía— “para celebrar la infancia”. Por esa infancia se le ha llamado “poeta antillano”, y el mote exótico ha corrido con suerte crítica, desde Valery Larbaud (que evoca “la sabiduría y la antigüedad americanas, la vieja sangre noble del Nuevo Mundo”) hasta Carpentier (que dice leer a Perse mientras navega por el Orinoco).

Es cierto que el paisaje antillano es el escenario del primer libro de Perse, pero la sabiduría de estos poemas no proviene, por supuesto, de ninguna “sangre noble” ni de una “presencia, latente o manifiesta, de las Antilias,” sino de un recurso retórico que Perse usa como ningún otro poeta: la saturación de nombres. Junto al elogio del mundo natural, a la infancia de la civilización, a la primera edad del hombre, hay también una profusión “numénica” como ajuste de cuentas, un adiós a la “fábula generosa” de la mirada inocente que se convierte en anuncio de partida definitiva: “todos los caminos del mundo comen en mi mano”. Octavio Paz lo hace notar con singular agudeza: “De Éloges a Anabase sólo había un paso. Perse lo dio sin nostalgia, decidido desde entonces a ser el Extranjero: no hay camino de retorno ni vuelta al país natal.”

Para Roger Caillois, de quien Lezama aprendió tanto, Perse es el “cronista de una civilización ideal que parece surgida de todas las grandes épocas de la historia (…) Sin pertenecer propiamente a ninguna de ellas, dicha civilización reúne sus perfecciones y la estabilidad de sus liturgias, para ofrecer al poeta una vasta extensión de inocencia y bienestar, de profusión y poderío, donde se proyectan indefinidamente sus predilecciones”.

La poesía de Perse —se ha dicho hasta el cansancio— resuelve el dilema entre Naturaleza e Historia recordándonos ese carácter mayúsculo que implica la fundación misma de lo histórico. Cada estación de su recorrido poético es, metafóricamente hablando, una isla que no pertenece a ningún archipiélago; al contrario, está cada vez más aislada, como la estación momentánea de un viaje hacia el exilio definitivo. Por eso la poesía de Perse, vuelvo a citar a Paz, “debe leerse como un ejercicio de intrepidez espiritual. Sus poemas no nos ofrecen un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Nada de raíces: alas. Su tema es plural y simple: los tiempos, el tiempo. Historia sin personajes porque el único personaje real de la historia es un ser sin nombre y sin rostro, mitad carne y mitad sueño: el hombre que somos y no somos todos los hombres. Viaje sin carta de marear ni brújula porque las ciudades, los puertos, las islas, toda esa deslumbrante geografía, se desvanece apenas la tocamos.”

El sentido de la historia no es entonces más que un presente imaginado que se confunde con las luces de un paisaje primigenio. Los fastos de las viejas sagas se entreveran con los fenómenos físicos. La tormenta, el relámpago, el verano y el diluvio son parte de la misma gesta porque para Perse Historia y Naturaleza son dimensiones entrecruzadas de la Poesía. Y ese es, tal vez, el atractivo moral de su errancia: si uno contempla la historia desde el Paisaje, no cederá nunca al tremendismo; “los peores trastornos de la historia —recuerda Caillois— no son sino ritmos de estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y renovaciones, y las Furias que atraviesan la escena, antorcha en alto, sólo iluminan un instante del muy largo tema en curso”.

II
A Perse acude Lezama, no sólo para incorporar todos estos prolegómenos de una doctrina de la Imago, sino también para conjurar el “peligro” de una poesía “caribeña” que acabe varada en la apología del mestizaje identitario, al estilo de Césaire y sus imitadores. La poética del Nuevo Mundo —demuestra Perse— también puede convertirse en saga bíblica, críptica alabanza a los orígenes de la Creación.

Todo esto —más el ciclón que azotó el occidente cubano en 1946— confluye en su traducción de Pluies, publicada en el segundo número de la revista Orígenes y editada luego (Lluvias, La Habana, enero de 1961; por La Tertulia, una pequeña colección que dirigían José Mario y Fayad Jamis), con un denso prólogo que se incluirá en La cantidad hechizada: “Saint-John Perse, historiador de las lluvias”.

Pluies fue publicado por primera vez en Les Lettres Françaises (Nº 10, octubre de 1943), y es, sin duda uno de los mejores poemas de Perse, que ni siquiera la macarrónica traducción de Lezama consigue destrozar enteramente.

Vale la pena enlistar algunos de los errores encontrados al confrontar la traducción del cubano aparecida en Orígenes con el original. Me limito a varios de los incontestables y dejo a un lado muchos otros deslices o soluciones discutibles, como mantener el banyan del original (Ficus benghalensis, ese árbol de raíces aéreas que también tenemos en Cuba) como “árbol Banyan” en vez de optar por el castizo baniano, ficus o higuera de Bengala.
Donde dice:
Une éclosion d’ovules d’or dans la nuit fauve des vasières
(Una eclosión de óvulos de oro en la noche salvaje de las ciénagas)
Lezama traduce:
“Una eclosión de ondas de oro en la noche salvaje del limo tostado”
Donde dice:
Et mon lit fait, ô fraude! à la lisière d’un tel songe
(Y mi cama ya hecha [o tendida], oh fraude, en el lindero de ese sueño)
Lezama traduce:
“Y mi lecho elaborado, oh fraude, en los confines de ese sueño”
Donde dice:
Là où s’avive et croît et se prend à tourner la rose obscène du poème
(Allí donde se aviva y crece y vuelve a contornearse [desplegarse] la obscena rosa del poema)
Lezama traduce:
“Allí donde se aviva y crece y vuelve a caer la rosa obscena del poema.”
Donde dice:
La terre à fin d’usage, l’heure nouvelle dans ses langes, et mon coeur visité d’une étrange voyelle
(La tierra con fines de uso, la hora nueva en sus mantillas, y mi corazón visitado por una extraña vocal)
Lezama traduce:
“La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus pañales y mi corazón visitado por una extraña vocal”.
Y eso es apenas en la primera parte del poema. En las páginas que siguen veremos a Lezama traducir “la face des vivants” por “la casa de los vivos”, “élégies” por alegrías; eliminar la miel de lavez le sel de l’atticisme et le miel de l’euphuisme, convertir el “pressé” (apremiado, urgido, hostigado) de “l’homme encore des toutes parts pressé des idees nouvelles, qui cède…” en “el hombre aún prisionero de las ideas nuevas” o lidiar con un verso esencialmente paradójico (et mon poème, ô Pluies, qui ne fut pas écrit!; “y mi poema, oh lluvias, que no fue escrito”) colocándolo en un imposible futuro: “y mi poema, oh lluvias, que no será escrito”.

Frases mal traducidas por exceso de literalidad también hay varias: “Qué pesa el agua del cielo” por “qué empuja el agua del cielo al bajo imperio de la espesura” (que pèse l’eau du ciel au bas empire des taillis) o les pages les mieux nées como “las páginas mejor nacidas” en vez de “las páginas mejor concebidas”.
Más allá de todos los detalles puntuales —que hasta donde sé nadie se ha tomado el trabajo de confrontar, mientras, en cambio, comúnmente se celebra esta traducción como “obra maestra”— la evidencia del contraste es que Lezama no sabía suficiente francés e imaginó a Perse al mismo tiempo que lo traducía. En el fervor creado por un diluvio poético, creyó descifrar las imágenes más allá de los significados. Este recurso es particularmente equívoco a la hora de leer a Perse, un poeta de la precisión, con un extensísimo vocabulario, pródigo en sustantivos bien escogidos para bautizar una cosmogonía. Tengo la impresión de que bajo el aguacero poético de Perse, Lezama avanza al buen tuntún, intuyendo una grandeza que su propio oficio no alcanza y resumiéndola para los inexpertos como “configuraciones del azar concurrente”.

2 comentarios:

  1. Ah, qué delicia este blog de ustedes! Ha salido el sol en este día lluvioso en Bogotá! Muchas gracias. Me los llevo ahora a todas partes!
    saludos muy cordiales
    mónica del valle

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  2. Bueno, lo mínimo era pedir permiso para reproducir el texto, pero gracias. En efecto, soy cubano y disidente, entre otras cosas, como traductor y ensayista.
    Para asuntos cubanos: www.penultimosdias.com. Para asuntos no cubanos, incluyendo traducciones: http://www.penultimosdias.com/category/sabados-en-pd/

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