En el blog Salitre. verbo, lenguaje, oxímoron, Jorge Lara Rivera publicó el siguiente posteo el 25 de agosto de 2007.
Jorge Lara Rivera (Mérida, Yucatán, México, 1960) es Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Yucatán; licenciado en Español y candidato al grado de Maestro en Español por la Escuela Normal Superior de Yucatán. Miembro del Centro Yucateco de Escritores, Asociación Civil. Escribe poesía, cuento, ensayo, traducción y crítica de artes y letras. Editor, también ejerce el periodismo cultural y de opinión. Algunos de sus textos han sido publicados en periódicos y revistas nacionales y del extranjero y traducidos al inglés, el francés, el maya y el vasco.
Pespuntes acerca de la transcreación
(traducción literaria)
(traducción literaria)
Una de las vertientes contemporáneas de la discusión entre lingüistas, filólogos y etnólogos es acerca de la supervivencia de un idioma ante la inexorable y celerísima erosión que enfrenta la diversidad lingüística y, por ende, cultural del mundo.
Los idiomas, se sabía en el 2003, suman alrededor de seis mil trescientos dieciséis en toda la Tierra, pero la mayor parte de la gente sólo usa alguno de cinco o seis, considerados lenguas amenazantes porque cuentan con la tecnología y la relevancia económicas necesarias para desplazar el empleo de otro, y por ser prácticos, prestigiados e influyentes como el árabe, el chino, el inglés y el español; y es que casi el 94% de la población habla sólo alguno de esos cinco o seis idiomas “asesinos”, mientras que el 6% restante se expresa en alguno de todos los otros. Incluso, prospecciones muy pesimistas señalaban ese año el hecho de que en países como Perú, donde la mayor parte de la población es bilingüe y más de la mitad de sus habitantes habla la lengua ancestral quechua, resultaba altamente probable que ese idioma estuviese perdido para el 2026 (claro que el ascenso de Evo Morales al poder político en la vecina Bolivia, donde predomina el aymará, puede alargarle la agonía). Otro tanto ocurrirá algo más pronto con los lenguajes de las islas de la Micronesia y de pueblos amazónicos donde el número de hablantes apenas contabiliza docenas; la extinción es ya inminente para alguna lengua de las primeras naciones del norte de México, cuyos hablantes no pasan de cuatro (uno de ellos sin ser su idioma materno, pero que se propuso su aprendizaje como científico) –y en los primeros meses de 2007 la televisión abierta ha reportado misma situación para otra lengua originaria en Oaxaca. Tales circunstancias parecen favorecer la tesis de que nos dirigimos a un conglomerado homogéneo e indiferenciado en lo cultural, pero también pone sobre aviso de la depauperación acelerada que enfrenta la humanidad en su riqueza de conceptualizaciones del mundo, de lecturas y perspectivas acerca de la realidad humana.
"Mariposa" es una voz compuesta que de manera sintética asocia al movimiento y la levedad –y, a la vez, un término poético que permite aunar la noción de grandeza con una acción inconsútil, entendidas como concepciones de una cultura–,butterfly no tiene mucho que ver con ella cuando hace de la generalización el agregado de una cualidad, ni tampoco la antigua voz farfalla en que constan elementos descriptivos; aun papillon torna físico el sentido del término, lo materializa y pareciera restarle importancia (excepto por una impensada asociación de sonido que nos remite al papálotl preamericano náhuatl –semejante, por otro lado, y no menos asombrosa que la conocida del griego theos con téotl); la voz "siempre", por su parte, coincide con el sentido de tiempo que toujours comunica, la cual, sin embargo, reiterando la condición de eterno lleva implícito un aspecto repetitivo; pero, en cambio, esa palabra dista de la noción espacial que da la contracción always, cuyo significado añade las ideas de "manera invariable" y de "ruta". Así también, una simple expresión coloquial como to make a decisioncomparada con la española "tomar una decisión", revela divergencias en la escala moral de la vida en dos culturas; y lo mismo acontece con la que expresa el saber algo "de memoria", pues resulta clara la escisión entre razón y emoción de nuestra cultura si se la confronta con by heart, la inglesa, o la ítala di cuore y la francesa par cœur. En latín, verbatim incorpora cauces metafísicos.
El estudio de otro idioma permite asomarse a la diversidad cultural del mundo a través de una ventana que se revela espejo y mapa de una cultura: su itinerario, historia, contactos con otras civilizaciones, mitos, autopercepción colectiva y claves de poder, temores, estructura mental y valores de sus hablantes, el imaginario y lo físico de su entorno, toda una forma de vida social ampliamente expresa.
De ahí la importancia de mantener al uso nuestra particular interpretación de las cosas, de tener una lectura propia de ellas o, dado el caso de esclarecer alguna experiencia, traducirla al código lingüístico nuestro.
Aunque a menudo los verbos "traducir" e "interpretar" son usados como sinónimos, existen entrambos diferencias sutiles; respecto a la escritura, es común distinguir como "versión" el texto transferido a otra lengua, del original, previniendo al lector de las posibles mutaciones sufridas en el proceso de transcripción.
Entre escritores (Alfonso Reyes aconseja en La experiencia literaria emprender, apenas sea posible, el aprendizaje de otros idiomas con miras primero a leer), suele ser recurrente la asociación de los términos "traducción" y "traición" (que en italiano tienen idéntica raíz), pues en la historia de la Literatura resultan innegables las infidelidades y traiciones que padecen textos y autores vertidos a otra lengua.
Ello convalida la idea de que no existe traducción exacta ni definitiva y el que cada generación emprenda una búsqueda propia para conocer de primera mano a esos autores en sus textos y rinda a su comunidad el parte de lo obtenido durante su indagación.
La materia lleva a ocuparse de un asunto alterno, el relativo a la otredad, alteridad o capacidad empática que, si bien exige imaginación, requiere igualmente de interés genuino por conocer al diverso, compromiso con el oficio interpretativo e integridad para aceptar las limitaciones.
Es claro que los estudios de género aportan mucho en este campo, especialmente al hacernos caer en la cuenta de algunas suplantaciones, falsificaciones inconscientes y otras deliberadas en que se incurre, por ejemplo, bajo presión apremiante del mercado editorial, cuando se pretende expresar situaciones relativas, precisamente, a la dificultad que reside en el género. Es el caso que afronta algún traductor de un cuento sobre una mujer que narra experiencias específicas de la feminidad como el alumbramiento. El asunto plantea una serie de cuestionamientos de orden práctico, semiológico y aun morales al traductor.
No faltará quien, con ligereza, considere que no es importante el género del autor ni el de los personajes para emprender la ardua tarea de verterlos al cauce del imaginario de su lengua. Aun más, la reflexión puede y debe ser extendida hasta envolver el cómo la comprensión más afín entre el autor, el texto y su traducción, por una parte, y la experiencia del lector y sus propios y personales prejuicios condiciona la visión que se tendrá de ese mundo paralelo. Y esto incluye también la interpretación, por cuanto el traductor (lector también) no es poseedor de una visión holística del complejo texto-persona-personaje-público. Aquí son notables –y cruciales– aspectos como la represión, la ideología en el traductor, cómo influye el idioma propio, la interacción del texto.
Así, el recuento de la literatura universal está lleno de personajes que juegan con la apropiación del léxico, sea masculino o femenino (como ocurre en Primeras sombras con Borges, o en Orlando en el caso de Virginia Woolf), y el empleo del oxímoron y la interlogical secuence.
Términos como narrateur y narratrice, author, traducción de la traducción, point of view, voice, styl, punctuaction, subjet, el proceso por blocks de campo, o la vie en prose, el bavarder, del francés, atribuido a las mujeres (el bruît: ruido, al cual se le compara y es su raíz), los matices de significado en cada idioma (por ejemplo, en inglés: confront que entraña tensión, con el ‘face to face’ que revela reflejos) y la sexualidad de algunas lenguas para distintos términos, sea machista o flexible, y aun transexual (¿ejemplos?, la corbata, el lipstick) cobran entonces sentido. Lenguas, como la polaca, tienen delimitaciones en el uso de las expresiones, que corresponden estrictamente al género: unas a hombres y otras a mujeres, sobre un mismo hecho.
En otro orden de preocupaciones están las semejanzas estilísticas y detalles de significación en perspectiva histórica, por cuanto determinan, no sólo la noción de época de producción del texto, sino que centran la discusión en los tópicos de la intraducibilidad de ciertos giros del lenguaje, la temática sexista y la transformación de género en el texto literario, y demarcan también los nuevos inexorables acercamientos al perfil psicológico, ideológico y político de los pensadores y creadores literarios. Verbigracia: Oscar Wilde y James Joyce siendo irlandeses, hablantes de gaélico, lengua céltica, escriben sus obras trascendentes en el idioma de la potencia ocupante; Franz Kafka, de origen hebreo, lo hace en alemán aun cuando hacia el fin de sus días se interesara por el checo; Dante Alighieri quien vivió una era latinizante, es un nacionalista congruente que escoge el toscano en lugar del lustre de culto para su ambiciosa Comedia; A. Dumas se transfigura cultural e históricamente desde el universo antillano a través del francés; más recientemente y mucho más cerca de nosotros, Juan Goytisolo prefiere el catalán al castellano para dar cauce a su literatura (y ahora se empeña en la forma dialectal del árabe del Norte de Marruecos buscando preservar la antigua tradición oral del área), y desde hace aproximadamente cincuenta años documentados, al menos, viene desarrollándose un rico movimiento literario chicano en zonas fronterizas de Estados Unidos y México cuya expresión originó el spanglish. He aquí una veta para explorar, donde conceptos como la preeminencia, el prestigio social, el colonialismo o la afirmación identitaria y de resistencia cultural entran en juego.
Cuestiones subjetivas como la preferencia por la vivacidad oral italiana, el ritmo narrativo, la sonoridad del francés y la gracia del español son elementos de cohesión que articulan el discurso y no pueden tomarse a la ligera.
Es antigua la angustia compartida por los intérpretes, ya que, a menudo, es necesario optar entre la literalidad a veces intraducible o la expresión sin sentido y la reelaboración del texto para darle aliento propio en la lengua a que se vierte.
El remanente experiencial ofrece usos y prácticas de criterio para las elecciones necesarias en el trabajo de la traducción, por ejemplo, para afrontar la diferente puntuación que existe entre el español y el francés; atender, asimismo, el ritmo de la puntuación, que en francés es aconcesal, etc. De aquí se desprende el carácter impredecible de la traducción y sus concesiones a la necesidad o los imperativos de forma y sentido.
Aún más: una misma línea puede tener versiones diferentes en distintos traductores, pero el estudio riguroso de la obra de un autor lleva a cotejar las diversas ediciones de esa obra en el idioma original, lo cual permite descubrir que también hay infidelidades al autor (o variaciones del mismo, por ejemplo: el multitraducido Canek –de Ermilo Abreu G.), en las ediciones de su propia lengua.
Si salimos del bilingüismo acostumbrado en los ámbitos latinos, los desfiladeros que tiene que atravesar la traducción se tornan arriesgados. Lo demuestran las lenguas eslavas –el búlgaro y el ruso, por ejemplo– extremadamente complejas a la traducción por la imperiosa regla (del primero) de no repetir vocablos, o por, además del alfabeto cirílico, la falta de tiempos pasado y futuro que se sustituyen con ciertas expresiones convencionales que ofrecen idea del tiempo del acontecer (en el segundo). Pero en búlgaro hay más matices y sutilezas para el pasado, dependiendo de si el hablante estuvo, si participó en el evento o sabe porque le dijeron, pues no es lo mismo si lo vio o si se lo contaron; distinción que cobra forma por el uso de pasado histórico –experiencial– y pasado narrativo en el texto literario.
Consecuentemente, por ejemplo, la traducción del libro Life of P al búlgaro supuso grandes dificultades para no repetir sin razón las palabras, algo común en inglés, su lengua original, así como expresar las plantas y los animales adecuadamente ("papagayos" o parrots; pero, ¿periquillos?; ape o monkey para humano), de suerte que traducir a ese idioma es casi como reescribir el libro.
El ruso, por su parte, casi no tiene auxiliares; se usan frases que sitúan o el tiempo se descubre por el contexto, pues no hay pasado en esa lengua. Insurge entonces la importante cuestión de, si al traducir, se usa o no el tipo de habla de la época en que se crea la obra literaria. Un ejemplo de la distancia entre el sentido original y una traducción lo ofrece el solo título Guerra y Paz de León Tolstoi, que en realidad debiera traducirse por La guerra y el mundo.
Por otro lado, en el idioma vasco (éuskero), las medidas del tiempo han sido muy distintas de las nuestras; así, en otra época expresaba una semana de tres días –no como la romana antigua, ni la del vasco actual–, la cual nombraba de un modo práctico: el primer día de la semana, el día de en medio de la semana, y el día después del día de enmedio de la semana.
Y todo lo previo se queda al margen de otra perspectiva de estudio fascinante, la relativa a los sistemas de escritura de los idiomas, bien que sean –o no– éstos alfabéticos, ideográficos, posicionales (como el coreano), etcétera.
Tema curioso, pero importante también, lo constituyen las onomatopeyas de los idiomas, las distintas lenguas en que se "expresan" literariamente los animales, especialmente de la llamada literatura infantil. Una indagación al respecto (que emprendí junto con la poetisa Sandra Alland), entre participantes de un intercambio en Canadá, reveló tal diversidad en el asunto que se colige interesantes aspectos sensoriales y moldes culturales de percepción.
Así, el sapo –o la rana (dependiendo de la especie local), ese personaje común en fábulas, refranes, cuentos y poemas, puede también ser políglota, pues, su croar en inglés suena rebé, rebé (gráficamente: rebbe, rebbe) y en búlgaro Qvak, qvak, qvak qvak, algo lejanos del croac, croac en español y, por supuesto, distantes en aliento frástico y sentido fónico del gló gló gló hispanomexicano, totalmente distinto del maya lek-lek-lek-lek.
¿Quién traduce a quién?, ¿qué, cómo, cuándo y, sobretodo, por qué?, son algunos cuestionamientos inquietantes que reformula durante el proceso cualquiera que acomete el quehacer traductor con amor por la comunicación y la belleza de los idiomas, y al hacerlo se vuelve receptivo al concepto de "transcreación" (en nuestro mundo latino formulado hace mucho por el brasileiro Haroldo de Campos, pero que escuché por primera vez de la Dra. Patricia Godbout, profesora de traducción del Departamento de Letras y Comunicación de la universidad canadiense de Sherbrook), apto contemporáneamente para contener el verdadero signo de la traducción como decodificación e interpretación en que se empeña a cada instante la especie, desde siempre y para todos.
Entonces traducir, transcrear, transferir un texto literario de un idioma a otro es siempre necesario e importante, pues constituye una aventura humanista, un genuino gesto de respeto hacia lo diverso, una búsqueda bienintencionada por interpretar la diferencia, por entenderla, aceptando la sociodiversidad –la variedad cultural del mundo– y reconociéndola como fuente de su riqueza.
Los idiomas, se sabía en el 2003, suman alrededor de seis mil trescientos dieciséis en toda la Tierra, pero la mayor parte de la gente sólo usa alguno de cinco o seis, considerados lenguas amenazantes porque cuentan con la tecnología y la relevancia económicas necesarias para desplazar el empleo de otro, y por ser prácticos, prestigiados e influyentes como el árabe, el chino, el inglés y el español; y es que casi el 94% de la población habla sólo alguno de esos cinco o seis idiomas “asesinos”, mientras que el 6% restante se expresa en alguno de todos los otros. Incluso, prospecciones muy pesimistas señalaban ese año el hecho de que en países como Perú, donde la mayor parte de la población es bilingüe y más de la mitad de sus habitantes habla la lengua ancestral quechua, resultaba altamente probable que ese idioma estuviese perdido para el 2026 (claro que el ascenso de Evo Morales al poder político en la vecina Bolivia, donde predomina el aymará, puede alargarle la agonía). Otro tanto ocurrirá algo más pronto con los lenguajes de las islas de la Micronesia y de pueblos amazónicos donde el número de hablantes apenas contabiliza docenas; la extinción es ya inminente para alguna lengua de las primeras naciones del norte de México, cuyos hablantes no pasan de cuatro (uno de ellos sin ser su idioma materno, pero que se propuso su aprendizaje como científico) –y en los primeros meses de 2007 la televisión abierta ha reportado misma situación para otra lengua originaria en Oaxaca. Tales circunstancias parecen favorecer la tesis de que nos dirigimos a un conglomerado homogéneo e indiferenciado en lo cultural, pero también pone sobre aviso de la depauperación acelerada que enfrenta la humanidad en su riqueza de conceptualizaciones del mundo, de lecturas y perspectivas acerca de la realidad humana.
"Mariposa" es una voz compuesta que de manera sintética asocia al movimiento y la levedad –y, a la vez, un término poético que permite aunar la noción de grandeza con una acción inconsútil, entendidas como concepciones de una cultura–,butterfly no tiene mucho que ver con ella cuando hace de la generalización el agregado de una cualidad, ni tampoco la antigua voz farfalla en que constan elementos descriptivos; aun papillon torna físico el sentido del término, lo materializa y pareciera restarle importancia (excepto por una impensada asociación de sonido que nos remite al papálotl preamericano náhuatl –semejante, por otro lado, y no menos asombrosa que la conocida del griego theos con téotl); la voz "siempre", por su parte, coincide con el sentido de tiempo que toujours comunica, la cual, sin embargo, reiterando la condición de eterno lleva implícito un aspecto repetitivo; pero, en cambio, esa palabra dista de la noción espacial que da la contracción always, cuyo significado añade las ideas de "manera invariable" y de "ruta". Así también, una simple expresión coloquial como to make a decisioncomparada con la española "tomar una decisión", revela divergencias en la escala moral de la vida en dos culturas; y lo mismo acontece con la que expresa el saber algo "de memoria", pues resulta clara la escisión entre razón y emoción de nuestra cultura si se la confronta con by heart, la inglesa, o la ítala di cuore y la francesa par cœur. En latín, verbatim incorpora cauces metafísicos.
El estudio de otro idioma permite asomarse a la diversidad cultural del mundo a través de una ventana que se revela espejo y mapa de una cultura: su itinerario, historia, contactos con otras civilizaciones, mitos, autopercepción colectiva y claves de poder, temores, estructura mental y valores de sus hablantes, el imaginario y lo físico de su entorno, toda una forma de vida social ampliamente expresa.
De ahí la importancia de mantener al uso nuestra particular interpretación de las cosas, de tener una lectura propia de ellas o, dado el caso de esclarecer alguna experiencia, traducirla al código lingüístico nuestro.
Aunque a menudo los verbos "traducir" e "interpretar" son usados como sinónimos, existen entrambos diferencias sutiles; respecto a la escritura, es común distinguir como "versión" el texto transferido a otra lengua, del original, previniendo al lector de las posibles mutaciones sufridas en el proceso de transcripción.
Entre escritores (Alfonso Reyes aconseja en La experiencia literaria emprender, apenas sea posible, el aprendizaje de otros idiomas con miras primero a leer), suele ser recurrente la asociación de los términos "traducción" y "traición" (que en italiano tienen idéntica raíz), pues en la historia de la Literatura resultan innegables las infidelidades y traiciones que padecen textos y autores vertidos a otra lengua.
Ello convalida la idea de que no existe traducción exacta ni definitiva y el que cada generación emprenda una búsqueda propia para conocer de primera mano a esos autores en sus textos y rinda a su comunidad el parte de lo obtenido durante su indagación.
La materia lleva a ocuparse de un asunto alterno, el relativo a la otredad, alteridad o capacidad empática que, si bien exige imaginación, requiere igualmente de interés genuino por conocer al diverso, compromiso con el oficio interpretativo e integridad para aceptar las limitaciones.
Es claro que los estudios de género aportan mucho en este campo, especialmente al hacernos caer en la cuenta de algunas suplantaciones, falsificaciones inconscientes y otras deliberadas en que se incurre, por ejemplo, bajo presión apremiante del mercado editorial, cuando se pretende expresar situaciones relativas, precisamente, a la dificultad que reside en el género. Es el caso que afronta algún traductor de un cuento sobre una mujer que narra experiencias específicas de la feminidad como el alumbramiento. El asunto plantea una serie de cuestionamientos de orden práctico, semiológico y aun morales al traductor.
No faltará quien, con ligereza, considere que no es importante el género del autor ni el de los personajes para emprender la ardua tarea de verterlos al cauce del imaginario de su lengua. Aun más, la reflexión puede y debe ser extendida hasta envolver el cómo la comprensión más afín entre el autor, el texto y su traducción, por una parte, y la experiencia del lector y sus propios y personales prejuicios condiciona la visión que se tendrá de ese mundo paralelo. Y esto incluye también la interpretación, por cuanto el traductor (lector también) no es poseedor de una visión holística del complejo texto-persona-personaje-público. Aquí son notables –y cruciales– aspectos como la represión, la ideología en el traductor, cómo influye el idioma propio, la interacción del texto.
Así, el recuento de la literatura universal está lleno de personajes que juegan con la apropiación del léxico, sea masculino o femenino (como ocurre en Primeras sombras con Borges, o en Orlando en el caso de Virginia Woolf), y el empleo del oxímoron y la interlogical secuence.
Términos como narrateur y narratrice, author, traducción de la traducción, point of view, voice, styl, punctuaction, subjet, el proceso por blocks de campo, o la vie en prose, el bavarder, del francés, atribuido a las mujeres (el bruît: ruido, al cual se le compara y es su raíz), los matices de significado en cada idioma (por ejemplo, en inglés: confront que entraña tensión, con el ‘face to face’ que revela reflejos) y la sexualidad de algunas lenguas para distintos términos, sea machista o flexible, y aun transexual (¿ejemplos?, la corbata, el lipstick) cobran entonces sentido. Lenguas, como la polaca, tienen delimitaciones en el uso de las expresiones, que corresponden estrictamente al género: unas a hombres y otras a mujeres, sobre un mismo hecho.
En otro orden de preocupaciones están las semejanzas estilísticas y detalles de significación en perspectiva histórica, por cuanto determinan, no sólo la noción de época de producción del texto, sino que centran la discusión en los tópicos de la intraducibilidad de ciertos giros del lenguaje, la temática sexista y la transformación de género en el texto literario, y demarcan también los nuevos inexorables acercamientos al perfil psicológico, ideológico y político de los pensadores y creadores literarios. Verbigracia: Oscar Wilde y James Joyce siendo irlandeses, hablantes de gaélico, lengua céltica, escriben sus obras trascendentes en el idioma de la potencia ocupante; Franz Kafka, de origen hebreo, lo hace en alemán aun cuando hacia el fin de sus días se interesara por el checo; Dante Alighieri quien vivió una era latinizante, es un nacionalista congruente que escoge el toscano en lugar del lustre de culto para su ambiciosa Comedia; A. Dumas se transfigura cultural e históricamente desde el universo antillano a través del francés; más recientemente y mucho más cerca de nosotros, Juan Goytisolo prefiere el catalán al castellano para dar cauce a su literatura (y ahora se empeña en la forma dialectal del árabe del Norte de Marruecos buscando preservar la antigua tradición oral del área), y desde hace aproximadamente cincuenta años documentados, al menos, viene desarrollándose un rico movimiento literario chicano en zonas fronterizas de Estados Unidos y México cuya expresión originó el spanglish. He aquí una veta para explorar, donde conceptos como la preeminencia, el prestigio social, el colonialismo o la afirmación identitaria y de resistencia cultural entran en juego.
Cuestiones subjetivas como la preferencia por la vivacidad oral italiana, el ritmo narrativo, la sonoridad del francés y la gracia del español son elementos de cohesión que articulan el discurso y no pueden tomarse a la ligera.
Es antigua la angustia compartida por los intérpretes, ya que, a menudo, es necesario optar entre la literalidad a veces intraducible o la expresión sin sentido y la reelaboración del texto para darle aliento propio en la lengua a que se vierte.
El remanente experiencial ofrece usos y prácticas de criterio para las elecciones necesarias en el trabajo de la traducción, por ejemplo, para afrontar la diferente puntuación que existe entre el español y el francés; atender, asimismo, el ritmo de la puntuación, que en francés es aconcesal, etc. De aquí se desprende el carácter impredecible de la traducción y sus concesiones a la necesidad o los imperativos de forma y sentido.
Aún más: una misma línea puede tener versiones diferentes en distintos traductores, pero el estudio riguroso de la obra de un autor lleva a cotejar las diversas ediciones de esa obra en el idioma original, lo cual permite descubrir que también hay infidelidades al autor (o variaciones del mismo, por ejemplo: el multitraducido Canek –de Ermilo Abreu G.), en las ediciones de su propia lengua.
Si salimos del bilingüismo acostumbrado en los ámbitos latinos, los desfiladeros que tiene que atravesar la traducción se tornan arriesgados. Lo demuestran las lenguas eslavas –el búlgaro y el ruso, por ejemplo– extremadamente complejas a la traducción por la imperiosa regla (del primero) de no repetir vocablos, o por, además del alfabeto cirílico, la falta de tiempos pasado y futuro que se sustituyen con ciertas expresiones convencionales que ofrecen idea del tiempo del acontecer (en el segundo). Pero en búlgaro hay más matices y sutilezas para el pasado, dependiendo de si el hablante estuvo, si participó en el evento o sabe porque le dijeron, pues no es lo mismo si lo vio o si se lo contaron; distinción que cobra forma por el uso de pasado histórico –experiencial– y pasado narrativo en el texto literario.
Consecuentemente, por ejemplo, la traducción del libro Life of P al búlgaro supuso grandes dificultades para no repetir sin razón las palabras, algo común en inglés, su lengua original, así como expresar las plantas y los animales adecuadamente ("papagayos" o parrots; pero, ¿periquillos?; ape o monkey para humano), de suerte que traducir a ese idioma es casi como reescribir el libro.
El ruso, por su parte, casi no tiene auxiliares; se usan frases que sitúan o el tiempo se descubre por el contexto, pues no hay pasado en esa lengua. Insurge entonces la importante cuestión de, si al traducir, se usa o no el tipo de habla de la época en que se crea la obra literaria. Un ejemplo de la distancia entre el sentido original y una traducción lo ofrece el solo título Guerra y Paz de León Tolstoi, que en realidad debiera traducirse por La guerra y el mundo.
Por otro lado, en el idioma vasco (éuskero), las medidas del tiempo han sido muy distintas de las nuestras; así, en otra época expresaba una semana de tres días –no como la romana antigua, ni la del vasco actual–, la cual nombraba de un modo práctico: el primer día de la semana, el día de en medio de la semana, y el día después del día de enmedio de la semana.
Y todo lo previo se queda al margen de otra perspectiva de estudio fascinante, la relativa a los sistemas de escritura de los idiomas, bien que sean –o no– éstos alfabéticos, ideográficos, posicionales (como el coreano), etcétera.
Tema curioso, pero importante también, lo constituyen las onomatopeyas de los idiomas, las distintas lenguas en que se "expresan" literariamente los animales, especialmente de la llamada literatura infantil. Una indagación al respecto (que emprendí junto con la poetisa Sandra Alland), entre participantes de un intercambio en Canadá, reveló tal diversidad en el asunto que se colige interesantes aspectos sensoriales y moldes culturales de percepción.
Así, el sapo –o la rana (dependiendo de la especie local), ese personaje común en fábulas, refranes, cuentos y poemas, puede también ser políglota, pues, su croar en inglés suena rebé, rebé (gráficamente: rebbe, rebbe) y en búlgaro Qvak, qvak, qvak qvak, algo lejanos del croac, croac en español y, por supuesto, distantes en aliento frástico y sentido fónico del gló gló gló hispanomexicano, totalmente distinto del maya lek-lek-lek-lek.
¿Quién traduce a quién?, ¿qué, cómo, cuándo y, sobretodo, por qué?, son algunos cuestionamientos inquietantes que reformula durante el proceso cualquiera que acomete el quehacer traductor con amor por la comunicación y la belleza de los idiomas, y al hacerlo se vuelve receptivo al concepto de "transcreación" (en nuestro mundo latino formulado hace mucho por el brasileiro Haroldo de Campos, pero que escuché por primera vez de la Dra. Patricia Godbout, profesora de traducción del Departamento de Letras y Comunicación de la universidad canadiense de Sherbrook), apto contemporáneamente para contener el verdadero signo de la traducción como decodificación e interpretación en que se empeña a cada instante la especie, desde siempre y para todos.
Entonces traducir, transcrear, transferir un texto literario de un idioma a otro es siempre necesario e importante, pues constituye una aventura humanista, un genuino gesto de respeto hacia lo diverso, una búsqueda bienintencionada por interpretar la diferencia, por entenderla, aceptando la sociodiversidad –la variedad cultural del mundo– y reconociéndola como fuente de su riqueza.
Me ha parecido muy interesante este post, la idea de cómo traducir las ideas, los sentimientos..de una lengua a otra..
ResponderEliminarCon respecto a las obras de arte y la labor del traductor como "recreador" escribí algo aquí:
http://blog-de-traduccion.trustedtranslations.com/la-traduccion-...acion-del-arte-2010-02-12.html