Mansilla traducido al francés
En su casa de París, Lucio Victorio Mansilla decidió hacer una corta confesión a un sacerdote. "Padre, en mi vida, yo maté a algunos hombres y amé a numerosas mujeres. Es todo", dijo el pecador. Era el 8 de octubre de 1913 y pocas horas después, Mansilla murió. Ahora, después de 95 años, con la traducción al francés de Una excursión a los indios ranqueles –su obra fundamental en la literatura argentina– Francia retribuye al escritor, militar y ensayista argentino aquel amor por la cultura francesa. La obra fue traducida al inglés hace medio siglo, pero no se conocía hasta ahora en París. Esta edición francesa era un "deber de familia", así lo tomó Odile Begue, una argentina de la familia de los banqueros Supervielle, que llego a los 19 años a París por las mismas razones culturales que Mansilla. Begue fue la esposa del pintor Leopoldo Torres Agüero, es madre de dos hijos y hoy está casada con Alberto Girondo, traductor y sobreviviente de los horrores de la ESMA. Alberto es pariente directo de Lucio Mansilla y su bisabuelo es Carlos Girondo, hermano de Oliverio, el famoso escritor. Odile Begue decidió traducir este clásico argentino "cueste lo que cueste" y así encontró a Christian Bourgois, famoso editor de literatura extranjera y también emparentado con Mansilla. Pero quien hace posible esta edición es una mecenas franco-argentina, María Rosa Bemberg, otra descendiente directa de Mansilla, que ya en 1989 patrocinó en Emecé una edición de la obra. Desde esta semana, dos mil ejemplares de Une excursion au pays des ranqueles están en las librerías de París. La heroína de esta aventura literaria es la incansable Odile Begue, quien después de transpirar con muchas páginas, descubrió que lo suyo es la traducción literaria.
–¿Cómo surgió la idea de traducir este libro al francés?
–La tuve desde siempre. Trabajé para un librero con traducciones de español antiguo y además traduje un libro importante del psicoanalista Horacio Etchegoyen. Es el momento de intentar traducir Ranqueles, me dije. Me tiré al agua y tuve mucho apoyo de mi prima, la poeta Silvia Baron Supervielle. Mi marido, Alberto Girondo, me ayudó mucho con los términos del campo. Juan Carlos Garavaglia, un especialista en el siglo XIX, hizo el prefacio.
–¿Cómo logró convencer a un francés para editarlo?
–Yo quería que lo hiciera Christian Bourgois, un gran editor francés de literatura extranjera, que era pariente de Mansilla y murió a fines de diciembre de 2007, pero alcanzó a ver el libro casi terminado. Me faltaba la financiación porque es un libro que salió muy caro. La conseguí a través de María Rosa Bemberg –Rosine– que también es descendiente de Mansilla. Al final es como una historia de familia. Al principio, Bourgois era reticente. Pero muchos amigos míos le insistieron. El aporte de Rosine Bemberg fue importante, ese dinero decidió a Bourgois.
–¿Por qué le puede interesar Mansilla al público francés?
–No sé. Bourgois tiene buena distribución con Editions du Seuil. Mansilla adoraba París, aquí murió. Viajó 17 veces en su vida a Europa, también a la India. Su libro se tradujo en Inglaterra y los Estados Unidos en los años 50 pero no en Francia, los franceses no traducen, son reacios. Hacerlo era como un deber familiar.
–¿Hubo resistencias en la familia Bemberg para editar el libro?
–Rosine me decía: "¿Qué demonios les importa a los franceses este libro? Nadie lo va a comprar". Las hijas decían lo mismo, no veían cuál era el interés. La convencí a Rosine de que lo que se invertía en cultura no era dinero tirado por la ventana. Y porque ella era, además, pariente de Mansilla.
–¿Mansilla era conocido como intelectual en París?
–Conocía a Montesquieu, iba al College de France, publicó dos libros aquí, Estudios morales era uno. El estaba vinculado a Francia. Tenía esa relación que su generación y su clase social establecieron con la cultura francesa.
–Los críticos literarios han caracterizado a Mansilla como un vanguardista en su clase social, literariamente menos reaccionario que José Hernández...
–Mansilla es muy moderno. Su aprehensión de la sociedad argentina, su visión de los indios, su sentido de equidad, su necesidad de integrarlos y no exterminarlos -como sucedió- eran sus principales características. No era un marginal porque participaba de todo. Pero era muy original y excéntrico para su época. Eso le impidió llevar una carrera politica. No se callaba la boca.
–¿Como lo veían sus familiares?
–Era muy amigo de su hermana, Eduarda Mansilla, excéntrica como él. Los hijos murieron muy jóvenes y tuvo una vida familiar dramática. Estaba casado con una prima hermana, pero su historia estaba llena de amoríos.
–¿Cómo explica que en la Argentina de posguerra civil, él no tuviera una visión reaccionaria de la sociedad, los indios y gauchos?
–No fue un reaccionario. Tiene una visión muy crítica de la política de Sarmiento, se pelea con él y equipara la sociedad india con la argentina cristiana. Cuando compara el rancho de un gaucho y el toldo de un indio, él dice que se supone que el gaucho es civilizado y el indio es un bárbaro. En el terreno se comportan exactamente como lo contrario. Supongo que su libro debe haber sido un escándalo en su época.
–En el libro, Mansilla trata de explicar la convivencia que había entre los indios, los hombres blancos de la frontera y los malones, que se habían convertido en expediciones económicas.
–Exacto, eso es lo que explica muy bien Garavaglia en el prólogo de esta traducción. Para ellos era una forma de sobrevivir. Es el contraste entre dos modelos económicos: el estilo nómade de los indios, su orfebrería; y el modelo del campo de ganadería y cultivo. Si los cristanos hubiesen enseñado a los indios a trabajar, hubiera sido una forma de insertarlos en la sociedad.
–¿Desdiaboliza a los ranqueles?
–Sí, él relata todo ese mundillo de los cautivos y los refugiados políticos en las tolderías después de las guerras civiles. Relata esa sociedad de frontera, marginal.
–¿Cuánto hay de militar en Mansilla y cuánto de intelectual?
–Eso es lo que hace fascinante al personaje. Es muchas cosas a la vez. Es uno de los primeros que trae a la luz el mundo de los gauchos y de la injusticia que sufren.
*Para los lectores extranjeros que no tengan la fortuna de haberlo leído hasta ahora, Lucio Victorio Mansilla (Buenos Aires, 23 de diciembre de 1831 - París, 8 de octubre de 1913), personaje excéntrico y cosmopolita que se permitía luchar en la guerra de la Triple Alianza vestido de árabe, fue uno de los más importantes escritores argentinos del siglo XIX y acaso el primer gran cronista del país. General de división del Ejército Argentino, fue también periodista, político y diplomático. Su bibliografía comprende De Adén a Suez (1855), Una excursión a los indios ranqueles (1870), Entre nos (causeries de los jueves) 5vol.(1889/90), Retratos y recuerdos (1894), Estudios morales o sea el diario de mi vida (1896), Rosas, ensayo histórico-psicológico (1898), Máximas y pensamientos (1904) y Mis Memorias (1904).
Esto sí que es una gran noticia. Me alegro por mis amigos franceses que podrán descubrir a un grande entre los grandes. Señalo un pequeño error de transcripción: a quien frecuentaba Mansilla era al inefable Robert de Montesquiou.
ResponderEliminarEl error estaba en el original, que fue copiado del diario Clarín y pegado tal cual.
ResponderEliminarGracias por la aclaración, aunque tratándose de este incansable general no sería descabellado pensar que nos hizo la picardía de frecuentar al mismísimo barón de la Brède y de Montesquieu.
ResponderEliminarEstimado Miguel Ángel:
ResponderEliminarNo me extrañaría que Mansilla saliera retratado en alguna ventana del Vaticano con el papa de la época, ni que hubiera aconsejado a Brahms sobre cómo componer un concierto, ni que saliera de algún burlesque londinense de bracete de alguna corista, o todo ese junto y el mismo día. Es parte de lo que nos asombra en él.