La siguiente columna, firmada por Maximiliano Tomas (foto), se publicó ayer en el diario La Nación ,
de Buenos Aires. La referencia al “día peronista” –aclaración para los lectores
extranjeros– se relaciona con que el 17 de octubre de 1945 los peronistas
conmemoran la irrupción de los sectores populares en el Centro de la ciudad
para manifestarse ante el encarcelamiento de Juan Domingo Perón en la isla Martín
García.
Aldous Huxley, la traducción
y la soberanía idiomática
¿Hoy es un día peronista, no? Y
nosotros hablando una vez más de libros y literatura. ¿Hasta cuándo nos
ocuparemos de estos temas ociosos? Ya llegan las elecciones legislativas, ya se
desparraman las últimas chicanas y nosotros acá, hablando de cuentos y novelas,
en lugar de proponer sesudos análisis de la actualidad. ¿Será porque no
imaginamos un mundo sin libros y sí uno sin partidos políticos? En fin, seguro
que cuando llegue el día del juicio final nos agarrará anarquistas y
distraídos, hablando de ficciones. Así somos.
Aunque
quien piense que la literatura (y la lengua) es un terreno de sosiego, exento
de cualquier tipo de disputas, está equivocado. Más bien, todo lo contrario.
Miren ustedes sino, por ejemplo, las recientes controversias sobre traducción
(las traducciones: esa batalla permanente por el sentido): desde hace un buen
tiempo escritores, editores y lectores vienen quejándose de las versiones
literarias importadas desde España. Si a ese malestar le sumamos la crisis
europea, la ventaja de los precios comparativos y ciertos planes de subsidios,
volver a traducir en la
Argentina no solo se constituyó en una situación deseable
sino, incluso, como un negocio rentable. Que hayan aparecido, en un mismo mes,
libros de Alfred Hayes, Aldous Huxley y Jack Kerouac traducidos al castellano
rioplatense por Martín Schifino, Matías Serra Bradford y Pablo Gianera no puede
ser una casualidad. Y no lo es. Hay muchos más traductores argentinos de primer
nivel que han visto cómo los encargos volvían a llegar: Marcelo Cohen, Carlos
Gardini, Laura Wittner, Jorge Fondebrider, Gonzalo Aguilar y Guillermo Piro son
solo algunos de ellos.
Es por eso que los traductores argentinos creen que
es el momento propicio para reclamar un nuevo marco legal para su oficio. Hasta
ahora, los traductores literarios están regidos por la Ley de Propiedad Intelectual
11.723, sancionada hace unos 80 años. A diferencia de lo que sucede en otros
países, cobran un honorario fijo por única vez, más allá de la suerte comercial
que corra el libro que tradujeron. Ese es uno de los puntos que busca cambiar el nuevo proyecto de ley, que
también propone modificar otra serie de asuntos, y hasta crear un premio a la
traducción (como también existe en otras partes del mundo, donde el oficio tiene
la misma consideración que la del autor de ficciones, cuando no más).
Y
no es la única discusión planteada en los últimos tiempos sobre la lengua. Hace
un mes se difundió una solicitada que
lleva la firma de decenas de escritores e intelectuales, y que en reclamo de
una "soberanía idiomática" propone la creación en la Argentina de foros de
debates específicos y de un Instituto Borges (en oposición al Instituto
Cervantes español). Dice el documento, en algunos pasajes, en referencia a la
lengua como capital económico, político y simbólico: "El 90 por ciento del
idioma español se habla en América, pero ese 90 acata, con más o menos
resistencia, las directivas que se articulan en España, donde lo habla menos
del 10 por ciento restante. Estos números bastan para comprender el interés en
discutir los destinos de la lengua: sus usos, su comercialización, su forma de
ser enseñada en el mundo (...) La idea de un 'castellano neutro', usada en los
medios de comunicación y en algunos tramos de la legislación, termina situando
una variedad -en general la culta de las ciudades- en ese lugar sin comprender
su propia condición relativa y arbitraria. En la oralidad borra las diferencias
regionales y en la escritura funciona como llamado a un aplanamiento de la
capacidad expresiva en nombre de la comunicación instrumental".
El
campo cultural, como se ve, dista de ser un lugar tranquilo. Pero dejemos por
ahora estas batallas, que sirven como muestra, y prometen actualizaciones
permanentes (el español es en la actualidad la segunda lengua del mundo por
número de hablantes, y el segundo idioma de comunicación internacional).
¿Podemos volver a la literatura? Podemos. Y a Aldous Huxley, cuya mención quedó
suelta por allá arriba. Hace algunos años apareció un libro de ensayos del
autor de Contrapunto y Un
mundo feliz, que
llevaba el título Si
mi biblioteca ardiera esta noche y que demostraba, por si hiciera
falta, que Huxley podía pensar de manera interesante sobre casi cualquier cosa:
literatura, artes, música y también drogas. El artículo que le daba nombre al
volumen era un ensayo donde Huxley imaginaba una situación desastrosa (el
supuesto incendio de su biblioteca), y cuáles serían, en ese caso, los primeros
libros que repondría en sus estantes: "El fuego, los amigos y las mudanzas
nunca podrán despojarlo a uno de nada que no pueda, como los hijos, camellos y
mulas de Job, reemplazarse en su completa medida". Cuando el inglés
escribía esto no podía imaginar que diez años después, el 12 de mayo de 1961,
su casa de Los Angeles se incendiaría, reduciendo a cenizas su biblioteca pero
también sus cartas y hasta algunos manuscritos.
Ahora, a cinco décadas de su muerte, Edhasa distribuye parte de la obra menos difundida del inglés, sus narraciones breves. Cuentos selectos es una antología reciente de ocho relatos, muchos de ellos ambientados en Italia y escritos entre los veintiocho y los treinta y dos años. Si bien el estilo narrativo es convencional, y en general se trata de cuentos realistas (no hay aquí distopías ni misticismo), el volumen contiene al menos tres pequeñas joyas del género: "Túneles verdes", "Monjas a la mesa" (un cuento cuya trama se interroga a la vez acerca de cómo escribir un cuento) y "El pequeño mexicano". En 2004, Edhasa había publicado juntos Un mundo feliz y Nueva visita a un mundo feliz, en versiones españolas de Ramón Hernández y Miguel de Hernani. Algunos años después, para los ensayos y los cuentos, dejó la selección, la traducción y el prólogo en manos de Serra Bradford. En la guerra por la lengua (por la imposición de una lengua o de varias, sobre otras) ya hay algunas batallas en las que ganaron los buenos. Los lectores, los primeros agradecidos.
Ahora, a cinco décadas de su muerte, Edhasa distribuye parte de la obra menos difundida del inglés, sus narraciones breves. Cuentos selectos es una antología reciente de ocho relatos, muchos de ellos ambientados en Italia y escritos entre los veintiocho y los treinta y dos años. Si bien el estilo narrativo es convencional, y en general se trata de cuentos realistas (no hay aquí distopías ni misticismo), el volumen contiene al menos tres pequeñas joyas del género: "Túneles verdes", "Monjas a la mesa" (un cuento cuya trama se interroga a la vez acerca de cómo escribir un cuento) y "El pequeño mexicano". En 2004, Edhasa había publicado juntos Un mundo feliz y Nueva visita a un mundo feliz, en versiones españolas de Ramón Hernández y Miguel de Hernani. Algunos años después, para los ensayos y los cuentos, dejó la selección, la traducción y el prólogo en manos de Serra Bradford. En la guerra por la lengua (por la imposición de una lengua o de varias, sobre otras) ya hay algunas batallas en las que ganaron los buenos. Los lectores, los primeros agradecidos.
Muy bueno el comentario¡¡¡ Sólo una observación para investigar sobre: "En 2004, Edhasa había publicado juntos Un mundo feliz y Nueva visita a un mundo feliz, en versiones españolas de Ramón Hernández y Miguel de Hernani"
ResponderEliminarMiguel de Hernani fue un traductor que trabajó exclusivamente en la Argentina sobre todo en Sudamericana. Nunca pude saber quién era pero el libro de Edhasa que se menciona se publicó en Buenos Aires en 1955. La obra de Hernández como traductor la desconozco y como casi no tiene traducciones publicadas quizás se trate de un pseudónimo, un alias, un alien.
Hernani tiene varias traducciones hechas. Sobre todo en la década del 60' con Ed. Losada. "Los vagabundos del Dharma", de Kerouac, es una de ellas. Por cierto, es muy superior a la traducción de Antolín Rato de Ed. Anagrama.
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