Dos años después del número especial preparado por el Administrador de este blog y publicado en el mes de septiembre de 2011, la revista Ñ
nuevamente se ocupa de dilucidar de quién es el castellano. Ahora, en vísperas del actual Congreso
de la Lengua ,
publica una vez más una serie de reflexiones sobre la cuestión. El encargado en
la oportunidad es Guido Carelli Lynch, quien firma la nota de tapa del número
correspondiente al sábado 19 de octubre de este año. En la bajada de éste se
lee: “VI Congreso de la
Lengua. En la víspera del encuentro más importante del
español, voces de uno y otro lado del Atlántico discuten cuál es el valor, el
poder y los intereses reales de las academias”.
La conquista del idioma
“Desde el Cantar de Mío Cid,
España es un país de vasallos arrodillados al zángano de turno que tengan de
rey y un país de lameculos de cura y de torturadores de animales. España no
vale la pena. Me alegro de que esté en bancarrota, económica, política, moral...
Ojalá que la deriva continental que descubrió Wegener nos acabe de separar de
ellos. Que el mar se ensanche”, contesta, vomita y dispara vía mail el escritor
colombiano Fernando Vallejo. La pregunta es simple y un poco tramposa, quizás
porque invita a una respuesta: “¿Cree que España todavía ejerce dominación a
través de la normativa del idioma?”.
Con ánimos mucho
menos encendidos que los del autor de La
virgen de los sicarios, no
son pocos quienes creen que la relación con Madrid es asimétrica y que desde la
capital española todavía pretenden regir la norma de la lengua, controlar su
expansión y sus beneficios.
En España se
apuran en negarlo; Víctor García de la Concha –ex director de la Real Academia y
actual mandamás del Instituto Cervantes– a la cabeza. La voluntad
cooperativista de la academia española –aseguran, palabras más, palabras menos–
está a la vista desde el lema: “unidad en la diversidad”. (El anterior “limpia,
fija y da esplendor”, aunque más estricto, parecía el eslogan de una marca de
champú, pero eso ya no importa). “La norma del español es pluricéntrica”,
insisten en cambio. Sin embargo, la mayoría de los errores que se marcan en el Diccionario Panhispánico de Dudas responde a malos usos de americanismos.
Mientras tanto,
el español crece. La oficina del Censo de los Estados Unidos prevé que en 2030
el 7,5 por ciento de la población mundial será hispanohablante. Si la tendencia
se mantiene, en tres o cuatro generaciones, una de cada diez personas sobre la
faz de la Tierra
tendrá como lengua nativa la misma que Borges y Cervantes. Pero no es por
curiosidad ni filantropía que Washington toma nota: en 2050 Estados Unidos será
el país donde más se hable español incluso por encima de México. Hoy más de 450
millones de personas lo hablan en todos los rincones del planeta y más de 50
millones lo estudian. Esa discusión subterránea y algunas más incómodas
difícilmente se cuelen en los pasillos del VI Congreso de la Lengua , que tiene lugar por
estos días en Panamá. “El gran debate debería ser la necesidad de una lengua
común, sin vacas sagradas y sin autoridades centrales. Una lengua cuyos congresos no
sean presididos por el monarca de la antigua potencia colonial y de los que se
supriman anacrónicos rituales dieciochescos. El gran debate, que las academias
nacionales no se están planteando, es una norma en la que se respeten las
variedades nacionales, que no sea discursivamente pluricéntrica y en los
hechos, centralista y autoritaria”, dispara el periodista y lingüista uruguayo,
Ricardo Soca, administrador del popular sitio www.elcastellano.org que ya lleva libradas varias batallas contra
la Real Academia.
Para Pedro Luis
Barcia, presidente de la
Academia Nacional de Educación, trescientos años de vida,
malcrían a cualquiera. “Para los españoles, habituados a ser el eje de la
lengua por tres siglos, se les ha hecho difícil el cambio de postura. Pero lo
van logrando con inteligencia y comprensión. Pero, por las dudas, debemos
dormir como Argos, con 50 ojos abiertos, para evitar los avances, las más de
las veces inqueridos, hijos de una tendencia natural y secular, de España sobre
el resto de los países de la comunidad idiomática”, explica el también ex
presidente de la
Academia Argentina de Letras. La historia de la academia nacional
representa en buena medida algunas de las tensiones latentes. El decreto de su
fundación en 1931 lleva la firma del golpista y nacionalista José Felix
Uriburu, quien atendió un reclamo de larga data que excedía su voluntad de
poder: crear una institución independiente a los designios de la Real Academia
Española (RAE). Su antecesora, la Academia Argentina de la Lengua Castellana ,
era correspondiente por lo que se ganó el mote de “la sucursal”. La discusión
se mantuvo siempre en el seno de la academia, sin embargo la nueva institución
fue –junto a su par uruguaya– la única academia asociada a la RAE. En 1999 aceptó el
pedido de Madrid y se convirtió en correspondiente.
El ejemplo más
brutal entre las asimetrías lo constituye –además de los recursos económicos–
el hecho de que la
Asociación de Academias de la Lengua Española
que agrupa a las veintidós academias que la integran funciona en la mismísima
sede de la RAE y,
para peor, que –por estatuto– su director es el mismo que la tricentenaria
institución. Precisamente, tres siglos de vida, como apuntaba Barcia, y el
respeto que inspira la obra lexicográfica y normativa de la RAE y su reflejo en el
imaginario colectivo, explican cierta actitud de veneración hacia la entidad
española.
Disparen contra
el panhispanismo Mientras promueve una política panhispánica, colaborativa y
pluricéntrica, la RAE
baja línea y advierte que quórum se escribe con “c” y no con “q”. Meses atrás,
por ejemplo, recomendó no insistir con algunos sintagmas que emergieron al
calor de la última década como “argentinos y argentinas” y “todos y todas”. En
el informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, de Ignacio Bosque y
aprobado por la academia, se concluye que con esas expresiones se está forzando
al castellano en pos de no ser sexista. “No deja de resultar inquietante que,
desde dependencias oficiales (...) se sugiera la conveniencia de extender un
conjunto de variantes lingüísticas que anulan distinciones sintácticas y
léxicas conocidas”, explica Bosque.
Ese tipo de
actitudes unilaterales son las que más perturban por lo bajo a los habitantes
que representan a los 21 países americanos donde viven, por cierto, el noventa
por ciento de los hablantes nativos. Pero las críticas también se escuchan
entre los lingüistas españoles. Para Juan Carlos Moreno Cabrera, profesor de
lingüística general en la Universidad Autónoma de Madrid, los nacionalismos
también pesan a la hora de los debates. “A pesar de sus pomposas y altisonantes
declaraciones de panhispanismo, la política de la RAE consiste en asegurar un
lugar privilegiado y rector a la variedad europea del español dentro de las
demás variedades lingüísticas, lo que supone también un papel dirigente
indiscutible para la propia RAE, que representa esa variedad. La actual
ortografía española, basada en la variedad castellana, es un reflejo directo de
este lugar privilegiado. Por eso esa ortografía ha sido y es intocable e
indiscutible”, explica Moreno Cabrera.
La
representatividad de las academias también es objeto de debates, porque la
discusión no se da entre los estados. Y el mentado panhispanismo no tiene la
aprobación de ningún país. “Ese carácter paraestatal es un rasgo interesante
porque define una estrategia de recuperación neocolonial que pudo ser
compartida por gobiernos españoles de diferente signo. Se trata de una idea
predemocrática y antirepublicana porque desplaza a los ciudadanos del orden de
lo legal, de lo público, al universo de la lengua española cuyos destinos rige
un rey y la RAE ”,
le explica a Ñ Ana María Gargatagli, doctora en filología
hispánica.
No todos piensan
igual, Gerardo Piña Rosales –nacido en Andalucía– es el director de la Academia Norteamericana
de la Lengua Española ,
la más joven de las asociaciones americanas, y sostiene que si bien España
solía mirar con ojos displicentes a las demás academias, se dieron cuenta de
que el futuro de la lengua no estaba en España sino en América. Piña Rosales va
más allá, para él, el futuro del idioma reside en Estados Unidos. “Ahora bien,
¿quién duda que nos avala el prestigio de la RAE ? ¿Es como si tuviéramos que avergonzarnos por
pertenecer a una institución que tanto ha hecho por ese bien común que es la
lengua española?” se contesta a pesar de que las academias no “pertenecen” a la RAE.
Pero todo debe
ser dicho. Y fue un latinoamericano, el director de la academia chilena Alfredo
Matos, el primero que propuso hablar de panhispanismo. Por otra parte, a pesar
de las acusaciones silenciosas de algunas academias americanas, el aporte
económico y profesional de España para favorecer el desarrollo de las entidades
de los países más pobres de la región ha sido determinante.
Castellano
Sociedad Anónima Cada vez son más los millones de hispanohablantes y cada vez
son más también los millones de dólares que mueve la lengua. ¿Quién rige ese
mercado? ¿Quién rige las normas? En una sociedad de mercado, ¿quién tiene el
copyright del castellano? El español representa el 16 por ciento del Producto
Bruto Interno de España, según estudios del Instituto Cervantes y de Fundación
Teléfonica, dos bastiones de la Marca España. La colección de ensayos La economía del español , editado por Fundación Telefónica y Ariel
desentraña las diferentes aristas del negocio (a veces un tanto exagerado) del
idioma. Entre las conclusiones de ese libro –que incluye un capítulo dedicado a
la experiencia argentina y su propio Certificado de Español como Lengua
Extranjera– señala sin eufemismos que España debe decidir si quiere ser un
actor cooperativo (y hasta dónde quiere serlo) o si quiere o puede ser un actor
dominante imponiendo sus estándares.
Los autores
consideran que, en el largo plazo, las actuaciones cooperativas serían más
beneficiosas para el estatus internacional del español, aunque en el corto
plazo España puede aprovechar su ventaja en determinados ámbitos, aunque esto
genere reacciones en el resto de la comunidad hispanohablante. “La enseñanza
del idioma es la más primigenia de las industrias
del español , como lo son las
industrias culturales, y de un modo indiscutible la industria editorial. Pero
todas las ramas del sistema económico dependen de una u otra forma de la
lengua, y cada una de ellas, además, tiene un peso distinto en el PBI de cada
país”, señala el profesor José Luis García Delgado, director de la colección.
Lejos de la
agresividad que mostró alguna vez el Instituto Cervantes, con presencia en 44
países y la voluntad de acordar un examen de español de certificación única, la Argentina pasó de
recibir 10 mil estudiantes de español en 2004 a más de 25 mil en 2007. Los precios más
competitivos ayudan y también la cercanía con Brasil.
“La lengua no es
un negocio, pero a menudo se la trata como tal, y entre algunas corporaciones
españolas, por ejemplo, cunde la metáfora de compararla con el petróleo. Los
negocios vinculados a la lengua –traducciones, editoriales, comunicaciones,
audiovisuales– constituyen alrededor del 15 % del PBI español. El Instituto
Cervantes, como difusor de la cultura hispanohablante y la enseñanza del
idioma, es un dispositivo central de esa configuración mercantil. Y la
atribución de la capacidad normativa a la Real Academia
española convierte a la variedad considerada estándar por la misma como norte
para todas las industrias vinculadas a la lengua. Por ejemplo, cuando cualquier
latinoamericano usa el procesador de textos Word y elige su variedad –español
de Argentina–, el diccionario contra el cual confronta la corrección está
producido por la RAE
y no reconoce los usos habituales de la variedad argentina. Eso implica dos
cuestiones: inseguridad lingüística del escritor local y cuantiosos convenios
económicos entre la RAE
y Microsoft”, ejemplifica María Pía López, directora del Museo de la Lengua y una de las
promotoras del documento “Por una soberanía idiomática”, que firmaron medio
centenar de lingüistas, escritores y académicos argentinos el 17 de septiembre
en Página12. En él, proponen, entre otras medidas, la creación de un Instituto
Borges (¿un Cervantes argentino?) -que sirva para plantear el discurso político
de la lengua- y para más adelante la creación de una Asociación Latinoamericana
de la Lengua.
Nacionalismos,
colonialismo, paranoia e ideologemas anacrónicos: la discusión se actualiza con
cada nueva edición del diccionario, con cada Nuevo Congreso. Si hay polémica,
bienvenida.
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