miércoles, 11 de mayo de 2022

¡La edición convulsionada!

Como recordarán los lectores, la mente del narrador y traductor Andrés Ehrenhaus hierve permanentemente a muy diversas temperaturas. Pero, en ocasiones, los resultados de tales hervores se limitan a un baño María que arroja productos como el que sigue, cuya pertinencia, se comprenderá, es absoluta. 

¡Alarma mundial! ¡La traducción al alza! (Y Saccomando dijo mierda 2) 

¡La edición convulsionada! ¡Se dispara el precio de la traducción! En los últimos tiempos, los indicadores globales vienen señalando un ascenso firme y sostenido de los costos de edición debido al alza experimentada por la traducción, específicamente la así denominada “literaria”, que los expertos relacionarían con la crisis de desabastecimiento y la tendencia inflacionaria a nivel mundial. Acontecimientos como la ulterior pandemia y el actual conflicto bélico habrían incidido de manera conspicua en la escalada de precios de los isumos autorales, de los cuales la palma se la lleva la ya mencionada traducción literaria, que amenaza con subvertir las reglas ya tradicionales de la edición de obras vertidas a una lengua distinta de la original. El sector industrial está evaluando toda clase de opciones alternativas y ya se escuchan voces airadas que manifiestan su preocupación ante un fenómeno de índole aparentemente imparable. Un alto cargo de uno de los principales conglomerados editoriales, que ha preferido permanecer en el anonimato, abundaba en ello de la siguiente manera: “El hecho es irreversible y tenemos que rendirnos ante la evidencia, de lo contrario nos encaminamos a una situación de no salida. Sin traducción no hay edición de obras extranjeras, que representaba hasta ahora alrededor del 75% de nuestra producción, así que vamos a tener que reducir el gasto en otros insumos más contingentes, digamos, como el papel, los costos de imprenta, la promoción, los gastos de representación e incluso, mire lo que le digo, nuestros propios salarios. ¡Imagínese el descalabro que esto supondría!” A la luz de estas confidencias, no sorprende su voluntad de anonimato. 

Otros apuntan a una profunda reformulación de los márgenes proporcionales que inciden en toda la cadena de venta del libro. Se trataría en este caso de renegociar con distribuidoras y librerías y demás intermediarios de la cadena unos porcentajes insostenibles y basados en normas y circunstancias totalmente desactualizadas, toda vez que la incontenible marea de incrementos autorales afecta tanto a las tarifas por encargo como a los porcentajes de los así llamados “royalties”, que en las últimas semanas ya han superado la legendaria barrera de los dos dígitos. Ello ha abierto un nuevo frente interno en el seno de las corporaciones y lobbies de editores, algunos de los cuales estarían reclamando medidas más drásticas e inmediatas, como por ejemplo la implementación de amplios descuentos fiscales en todo lo relativo a la creación o, incluso, la aplicación de una amnistía impositiva aplicada, valga la redundancia, a los insumos autorales. Medios afines a las administraciones estatales no han avanzado ninguna hipótesis al respecto, dados las repercusiones que tales medias (calificadas de “salvavidas pinchados” en los mentideros oficiales) podrían llegar a tener. 

Pero no acaban allí los devaneos y las tribulaciones editoriales. Puesto que la traducción literaria es, a efectos financieros, como el oro, el petróleo u otras materias primas, es decir, un bien cultural cuyo valor simbólico se condice con su valor de mercado, sujeto a fluctuaciones pero nunca contestado en su esencia, no han faltado aquellos que, con un criterio un tanto oportunista y casi se diría trivial, han intentado operar prescindiendo de ella, con las consecuencias ya por todos conocidas. Tal es el caso de una conocida casa editorial que lanzó hace apenas unos meses una colecciónde clásicos universales “traducidos a  la nada”, es decir, idénticos a los originales en todo, coma por coma y errata por errata. Huelga mencionar que esta operación, basada en una banalización de la menardización propuesta como un juego ficcional por una de nuestras luminarias universales, obtuvo una respuesta tan desastrosa por parte del público que la susodicha casa fue a la quiebra y ahora está en convocatoria de acreedores; tal fue su descalabro y desprestigio que no hay megagrupo que quiera fagocitarla. También resuenan aún en la memoria los inanes esfuerzos de otros sellos por adaptarse a las exigencias de sus asesores financieros y sus directores comerciales y “despersonalizar” las traducciones, poniéndolas en manos de máquinas y motores informáticos, lo cual acabaría de un plumazo con el problema de tarifas y derechos. ¿Quién no recuerda el reciente batacazo que se dieron las lujosas ediciones a todo trapo de Alicia a través del vaso mirador, Agarra veintidós (Coge veintidós en la edición española), La ciencia de los gays o Harry Potter y el medio príncipe de sangre, por reflejar apenas algunos ejemplos? El fracaso, claro está, fue sonado. “¿Sabe que pasó?”, confiesa uno de los responsables del traspié, “Cuando quisimos someter las traducciones no humanas al sabio criterio de correctores y editores de mesa con experiencia, descubrimos que los viejos habían muerto de inanición [sic] y los jóvenes directamente no existían: el oficio estaba baldío”. 

Sea como fuere, y dada la potencia tanto cualitativa como cuantitativa del sector de la traducción literaria, las soluciones pasarán indefectiblemente por reducir costos y percentiles superfluos... o asistir al fin de la edición global de libros de otras lenguas y culturas (incluidas la nuestras, claro, ¡que tampoco se traducirán!). 

Suerte en pila.

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