jueves, 26 de mayo de 2022

Una charla entre otras

Esta es una cosa española, que con firma de Albert Gómez, apareció en Coolt, el pasado 27 de marzo. Se trata del resumen de una charla por Zoom que tuvieron el traductor David Ferré y la editora Valerie Miles, organizada por el instituto Cervantes de Lyon y la Universidad de Harvard. Habrá a quien le interese.

 

Traducción literaria: en los límites de la lengua

 

La traducción literaria es una actividad exigente. Quien se dedica a ella tiene que experimentar con los límites de la lengua, explorar múltiples posibilidades. En definitiva, exprimir todo su conocimiento, destreza y creatividad.


Pero ¿qué retos concretos afronta un traductor cuando se pone manos a la obra? A esa pregunta intentaron dar respuesta dos traductores de trayectoria contrastada, David Ferré y Valerie Miles, que el pasado 24 de marzo dialogaron sobre la cuestión en la tercera edición de los Encuentros transatlánticos en torno al español, una serie de sesiones en torno a la lengua española en Europa y en Estados Unidos organizada por las directoras de los institutos Cervantes de Lyon y la Universidad de Harvard, Juana Gil y Marta Mateo. 


David Ferré (Talence, 1971) es traductor teatral del español al francés, así como director de escena y editor del sello Actualité Éditions. Ferré inició su carrera de traductor con dos autores emblemáticos: Juan Mayorga (El traductor de Blumenberg) y José Manuel Mora (Los cuerpos perdidos, por cuya traducción fue galardonado por la Sociedad General de Autores y Editores). Por su parte, Valerie Miles (Nueva York, 1963) es escritora, editora, traductora y cofundadora de la revista Granta en español, además de profesora de traducción literaria y escritura creativa en la Universidad Pompeu Fabra.  Ha colaborado con The New YorkerThe New York TimesEl País y The Paris Review, entre otros medios. Recientemente ha traducido a Rafael Chirbes y Enrique Vila-Matas, y ahora prepara la versión inglesa de Borges de Bioy Casares. Por su traducción al inglés de También esto pasará de Milena Busquets, fue finalista del Dublin Literary Award y recibió un premio PEN.


Fue Valerie Miles quien inició la charla —celebrada vía Zoom y conducida por Gil y Mateo— destacando la transformación que ha sufrido la profesión en las últimas décadas, desde el mero artesano hasta la figura revalorizada del presente como “comisario de encuentros culturales”. Pese a que afirmó alinearse con el conocido hermeneuta y filósofo Hans-Georg Gadamer en que no hay método en la traducción y que el único sistema consiste en encontrar lo que necesita cada libro, la verdad es que sí sistematizó una serie de claves antes de leer un fragmento de su traducción de Crematorio: se necesita técnica, sensibilidad artístico, mucho oído y amor a las letras.

 

Dada su trayectoria, David Ferré inició su intervención abordando directamente las dificultades en la traducción del teatro. ¿Cómo se traduce la acción dramática? Su respuesta se estructura en tres partes: la primera de ellas, que “la ficción no existe a la hora de traducir”, en el sentido que no es su labor centrarse en interpretaciones psicologistas, sino abordar el orden de los caracteres. La segunda aborda el concepto filosófico del dialogismo, es decir, el espacio intertextual que se crea entre el yo original y la adopción del yo literario, que, según Ferré, es esa ipseidad la fuente misma de traducción. En tercer lugar, figura el concepto de la palabra muda, una especie de logos oculto en el texto que, si el traductor consigue atrapar en su espectralidad, garantizará un buen resultado de su trabajo.


Ferré también profundizó en ideas de calado como la importancia de un resultado sinestésico en la lectura o la visión de la traducción como arte de amor, entendido como el encuentro entre diferentes y distantes. A ese respecto, Miles incidió en que, para ella, la traducción es un acto de lenta seducción


Durante la charla moderada por las directoras de los institutos Cervantes de Lyon y Harvard, Ferré cuestionó asimismo el paradigma antiguo de la traducción que defiende que al pasar de una lengua a otra se pierden pequeños fragmentos de sentido. Para este expero, la traducción hace todo lo contrario: añadir capas de sentido.


En diálogo con el público —entre el que abundaban profesionales del sector—, se planteó el problema de traducir la movilidad del inglés al español, que obliga a ciertas omisiones. El exceso de adverbios terminados en mente, el problema de los sujetos ausentes al traducir hacia el francés o la importancia de las aliteraciones frente al sentido al tratar con la poesía también surgieron como temas de debate.


Otra cuestión destacada fue la dificultad de traducir a autores bilingües. El primer problema es que, cuando emplean anglicismos o galicismos, estos calcos pueden no existir en el idioma hacia el que se traduce. Ferré y Miles parecían coincidir en que el modo de resolver ese asunto pasa por dar al calco el valor del cliché, e intentar buscar una traducción que también remita a un prejuicio. Un segundo problema sería cuando el bilingüismo se da hacia el idioma en el que se traduce, perdiéndose entonces la excepcionalidad léxica, ante el que hay que optar por soluciones creativas.


Hubo otras dos cuestiones que iniciaron nuevos debates. La primera fue la importancia del idioma (materno) perdido para los autores exiliados, una relación intertextual que hay que entender como parte de ese logos oculto o palabra muda mencionada anteriormente. Se habló de cómo autores latinos exiliados echan de menos la oralidad con la que crecieron, como quien percibe la ausencia de un amputado miembro fantasmal.


La segunda cuestión fue sobre el futuro de la profesión: “¿Sustituirán las Inteligencias Artificiales a los traductores? ¿Qué sucede con las empresas que directamente piden al traductor que revisen las acciones de un programa informático?”. Los ponentes coincidieron en que las Inteligencias Artificiales funcionan sólo con los idiomas mayoritarios, y que todavía no tienen nada que hacer con los minoritarios. También se recalcó la diferencia entre aplicar la automatización a textos de ámbito más legal u otros más literarios, y finalmente Miles ejemplificó esa cuestión con dos textos totalmente literarios a los que difícilmente podría enfrentarse un programa por falta de conciencia.


Tras agradecerse mutuamente la presencia y todavía con la sensación de que podrían estar mucho más tiempo charlando de traducción, las organizadoras emplazaron esa energía para futuras sesiones. Antes de despedirse, Ferré tuvo unas palabras: “El oficio del traductor es sumamente solitario, pero actos así ayudan a paliar la soledad”..

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