“Es posible que muchas traducciones anarquistas fueran realizadas por mujeres”
Las publicaciones periódicas anarquistas desempeñaron un papel clave en la difusión de este movimiento social, entre los años 1890 y 1920, cuando el anarquismo vivía su momento más álgido. Al tratarse de un movimiento global, los textos originales no siempre estaban escritos en la lengua de la publicación y era preciso traducirlos. Pasados cien años de esos tiempos convulsos, la investigadora uruguaya Lucía Campanella lleva a cabo una revisión de la traducción literaria publicada en la prensa anarquista de la época.
Con el proyecto “The Anarchist Translation Flows and World Literature Project” (ARGOT), Campanella vuelve al Laboratorio de Estudios Literarios Globales (GlobaLS) –adscrito al Internet Interdisciplinary Institute (IN3) y a los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)–, en el cual había sido investigadora en 2021, gracias a una beca posdoctoral Marie Skłodowska-Curie.
Lucía Campanella se inició como profesora de Literatura en educación secundaria y continuó sus estudios de Letras en la Universidad de la República, Uruguay. Realizó su doctorado en cotutela entre Francia e Italia, en el marco de una beca Erasmus Mundus. Se especializó en Literatura Comparada, particularmente en la relación Francia – Río de la Plata. Forma parte del grupo Historia de la Traducción en Uruguay, que lleva adelante el proyecto I+D CSIC (Udelar) “150 años de traducción literaria en Uruguay”.
–¿Por qué la anarquía?
–Desde hace diez o quince años se está desarrollando un campo que en inglés se conoce como anarchist studies. En línea con este campo, algunos colegas de mi universidad se han interesado por los periódicos anarquistas y las prácticas educativas anarquistas. Paralelamente, llegué hasta este movimiento a través de un autor que estudié para mi tesis de doctorado, Octave Mirbeau, un escritor francés del siglo xix que fue muy cercano a algunas corrientes del anarquismo. Mirbeau escribió una novela que me gusta mucho y que se llama Diario de una camarera, en la que hay una empleada doméstica que parece compartir ideas anarquistas, muy pertinentes para la situación de dominación en la que ella se encuentra. Resulta que Mirbeau era también uno de los autores favoritos de la prensa anarquista de principios de 1900 y vi que en la prensa anarquista del Río de la Plata había una gran cantidad de traducciones de literatura internacional, no solo de Mirbeau, sino de muchos otros autores y autoras, no solamente anarquistas.
–¿Cuál es el objetivo del proyecto ARGOT?
–Ampliar y darle una vuelta al trabajo que yo ya estaba realizando, de forma muy artesanal, con la prensa anarquista de Montevideo y Buenos Aires. Queremos estudiar otras ciudades de características similares, que tengan también puerto y hayan recibido o enviado migraciones importantes en el periodo que me interesa, que es entre 1890 y 1910. Hemos ampliado la investigación a Río de Janeiro, La Habana, Nueva York, Lisboa y Barcelona. Para poder abarcar todo este periodo de tiempo y todas estas ciudades, vamos a trabajar con herramientas computacionales, que permitirán procesar esta enorme cantidad de datos. El resultado final de la investigación serán dos bases de datos: una sobre mediadores y traductores y traductoras, y otra base de datos de textos traducidos.
–¿Qué autores y qué lenguas destacan en el anarquismo?
–Había una corriente principal, escrita mayoritariamente en francés, pero también otra periférica, en lenguas minoritarias y de difícil traducción, como por ejemplo el neerlandés o el noruego. Este último idioma, por ejemplo, es el de Henrik Ibsen, que era una estrella en la prensa anarquista de la época. Seguramente, las traducciones no eran directas de la lengua original a la lengua final, sino que se pasaba por traducciones intermedias en francés u otras lenguas.
–¿Por qué entre 1890 y 1910?
–Es un periodo importantísimo para la historia del anarquismo. A escala mundial, algunos anarquistas llevan a cabo atentados y magnicidios que tienen una enorme repercusión. Con los atentados, el movimiento pasa a la primera línea mediática, policial y judicial. No había nadie en esa época que no supiera qué era un anarquista. Como consecuencia de la represión contra estos actos, muchos activistas encuentran en la escritura la única forma de expresarse, aunque la prensa anarquista queda prácticamente ilegalizada en muchos países. Se producen también movimientos migratorios, de exiliados o expulsados. Además, es un momento de cambio en la literatura, con el nacimiento de las primeras vanguardias y la puesta en cuestión sobre qué es y qué no es literatura.
–¿Y qué se entiende hoy en día por literatura?
–No sabría decirte qué es lo que se considera ahora literatura, pero está claro que el concepto ha cambiado. Esta evolución empieza en el siglo xix, con la multiplicación de géneros al ampliar el concepto más allá de los géneros clásicos, como la tragedia, la epopeya o la comedia. En ese periodo irrumpe con mucha fuerza la novela o el poema en formas distintas a la del clásico soneto. Hoy en día sigue sin estar claro qué es literatura y qué no, pero ya no importa tanto si se puede o no poner a una publicación la etiqueta de literario.
–¿Qué es la literatura comparada, una de sus especialidades?
–La literatura comparada pone en cuestión que las literaturas sean necesariamente entendidas y estudiadas en el marco nacional y del Estado. Es decir, cuando yo estudié tenía una asignatura que se llamaba literatura uruguaya, otra que era literatura latinoamericana, y luego estaba la literatura española y la literatura universal. No entendía por qué Uruguay y España sí tenían derecho a tener una asignatura propia, pero los otros países no. Esto tiene que ver con la tradición de entender la literatura en el marco de lo que es la nación. Pero los lectores somos transnacionales. No leemos solo publicaciones de nuestro país. La literatura es siempre un fenómeno que posee una dimensión internacional, pero sobre todo transnacional. La literatura comparada entiende la literatura como un fenómeno global, tiene una mirada más amplia y compara distintos sistemas.
–Su otra especialidad es la historia de la traducción en Uruguay. ¿En qué está trabajando en este campo?
–Participo en el proyecto “150 años de traducción literaria en Uruguay”, que ha sido escogido por la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República (CSIC-Udelar). En Uruguay no existe una cátedra de estudios de traducción literaria. Se puede estudiar traducción jurídica, por ejemplo, pero no traducción literaria. Tampoco hay una tradición sólida y establecida de trabajos en torno a la traducción. De aquí que mis tres compañeras del proyecto y yo misma hayamos tenido que formarnos, en parte, fuera del país. Con este proyecto queremos llevar a cabo un estudio bibliométrico sobre el catálogo de la Biblioteca Nacional, que es donde se depositan todos los libros que se publican en Uruguay, para saber cuántos y cuáles de los libros publicados en los últimos 150 años son traducciones. Esperamos que la generación y la puesta en común de esta información sea un impulso para los estudios de traducción.
–En todos sus estudios tiene en cuenta la perspectiva de género. ¿Qué papel han desempeñado las mujeres en sus campos de estudio?
–Justo estoy organizando con una compañera un congreso para el próximo año en Madrid sobre traductoras y editoras anarquistas. Hay que decir que durante muchos años la traducción fue considerada una tarea menor, subalterna, secundaria, una práctica escritural de menor categoría. Al ser considerada como tal, muy a menudo fue llevada a cabo por mujeres, tanto en el ámbito anarquista como en otros. Queda mucho por explorar. Personalmente, hasta ahora me he encontrado con muy pocos nombres de traductoras. También es cierto que en prensa, que es en el ámbito en que me muevo, pocas veces se menciona el nombre de la persona que traduce y en ocasiones se utilizan pseudónimos.
–¿Hay buenas y malas traducciones?
–No busco traducciones que sean perfectas, ni tampoco me interesa hacer un trabajo de cotejo de la traducción con el original para ver si el traductor era o no bueno. A veces se tiende a encarnizarse con los traductores y nos olvidamos de que las lecturas más importantes de nuestras vidas las hemos leído a través de traducciones que quizás no eran las mejores. Tan solo en contadas ocasiones las traducciones de obras cruciales son unánimemente reconocidas como excelentes: de hecho, el concepto de lo que es una buena traducción cambia con el tiempo. Pero nada de esto ha impedido que nos enamoráramos de Shakespeare o de Ibsen leyéndolos en lenguas que no eran las originales. Muchas de las traducciones que me encuentro en la prensa anarquista están hechas tan bien como era posible y me interesa reivindicar ese trabajo intelectual realizado en condiciones precarias.
–¿Algún nuevo proyecto en el tintero?
–Llevo un tiempo estudiando al autor francouruguayo Álvaro Armando Vasseur. Realizó una gran cantidad de traducciones y fue el primero en traducir una parte importante de Hojas de hierba de Walt Whitman al español y es también el primero en haber traducido al filósofo danés Søren Kierkegaard al español. Nunca se le hizo mucho caso porque no trascendió como autor. Mi idea es hacer algo así como una biografía intelectual, que dé cuenta de ese personaje y de su trabajo, no siempre logrado, como agente cultural.
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