lunes, 16 de diciembre de 2024

Una traductora que traduce a los amantes

La que sigue es una columna que la pícara traductora española Itziar Hernández Rodilla publicó el pasado 24 de noviembre en El Trujamán, la revista de traducción del Centro Virtual Cervantes.

Misivas de amor

Una vez fui parte de una relación epistolar entre dos (pre)amantes que no compartían el uno con el otro, en lo que a idiomas se refiere, nada más que en un poco de inglés y el universal lenguaje del amor.

Él, austriaco, ella, española, se conocieron en una exposición de pintura y un coup de foudre los unió de inmediato hasta el punto (nunca averigüé cuál) de que comenzaron a escribirse para ver adónde les llevaba aquello.

Empezó él en alemán. Me dieron la carta para traducírsela a ella. Debió de funcionar (qué sudores, yo sin saber si aquello era o no lo que parecía ser…). Ella contestó, y un compañero alemán entró en el juego traduciendo la carta para el austriaco. Yo fui él a partir de entonces. Mi compañero, ella. Y los dos teníamos una relación de traducción rara, no voy a mentir. Pero, bueno, acabamos teniendo claro que aquello era lo que parecía ser.

Los amantes bandidos, cansados de tanto ir y venir de cartas, quedaron para encontrarse, tras planificar cuidadosamente el viaje, en Egipto (miren, un misterio, lo que cada quien considera romántico). Hay dos personas que podemos dar fe de esto. Luego hubo un par de cartas de gracias por los momentos a la luz de la luna, el mundo es cruel, la distancia mata el sentimiento, «no sos vos, es tu marco teórico», y se acabó. El lenguaje del amor, se ve, necesita también traductores e intérpretes.

Los ingleses, en los años treinta del pasado siglo, se habrían despedido con un «see you in ITALY» (nos vemos en Italia), queriendo decir «I Trust And Love You» (te quiero y confío en ti), y habrían quedado la mar de cosmopolitas. Y a esto quería llegar yo: al arte de escribir cartas de amor. «Miquiño mío» es poco para la colección de  doubles entrendres y acrónimos y señales que la gente usaba en tiempos de censura y carteros y vecinos cotillas. Es curioso que no sepa yo nada de los españoles habiéndolos buscado (salvo por la posición de los sellos que, sí, era una cosa; y que Al alba, dicen, burló la censura como carta de amor porque Aute era bueno y María Teresa León se las sabía todas), pero vean la plenitud geopolítica de los británicos en la Segunda Guerra Mundial, más allá de la ya mencionada Italia:

HOLLAND (Holanda)
Hope Our Love Lasts & Never Dies (espero que nuestro amor dure siempre)

MALAYA (Malasia)
My Ardent Lips Await Your Arrival (mis ardientes labios aguardan tu llegada)

BURMA (Birmania, en la época)
Be Undressed/Upstairs Ready My Angel (espera desnuda[o]/arriba lista[o], ángel mío)

VENICE (Venecia)
Very Excited Now I Caress Everywhere (excitadísima[o], me acaricio por todas partes)

CHINA (China)
Come Home I’m Naked Already (ven a casa: ya estoy desnuda[o])

Si usamos las siglas españolas: TQYCET, EQNADS, MALETL, EDAAM o EMAPTP, esto suena, más bien, a colección de agencias de la ONU, no a nada que quiera yo que Pedro Pascal me diga. Seamos serios. No me extraña que los jóvenes hayan desarrollado su propio código. Aunque GNOC, NIFOC, GOAT y CU46 están entre un zoo, nombres de aviones y un catálogo de sofás, ellos son mucho más listos que nosotros o son los años veinte (double entendre), que les favorecen.

Solo pido que no me toque traducirlos.

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