El pasado 15 de diciembre, el suplemento de cultura del muy conservador diario La Prensa, de Buenos Aires, publicó una entrevista, previamente aparecida en la agencia española EFE, a propósito de la entrada en la Real Academia del escritor Javier Cércas. En la bajada se lee: "La lengua castellana goza de una salud magnífica, asegura el autor de Soldados de Salamina. Recuerda que no es función de la Academia imponer términos inclusivos".
“El lenguaje no se cambia por decreto”
Hace tiempo que el idioma es uno de los territorios en los que se disputa la remanida “batalla cultural”. De un lado, se alinean los partidarios del “lenguaje inclusivo”, fuerza de choque del progresismo mundialista potenciado en las últimas décadas, pese a algún reciente traspié en las urnas. Del otro, una alianza informe y variopinta que aglutina a quienes se aferran -muchas veces sin saberlo- a nociones que sus rivales querrían ver sepultadas, como el “orden natural” o el “sentido común”.
En la entrevista que se publica en estas páginas, el escritor español Javier Cercas confirma con claridad de qué lado se ubica en la contienda, aunque no sea de los que siempre empuñan el fusil en la primera línea de la resistencia.
Autor de libros consagratorios como Soldados de Salamina o Anatomía de un instante, Cercas ingresó el pasado 24 de noviembre en la Real Academia Española (RAE).
Lo hizo convencido de que el lenguaje no se cambia “por decreto” y formulando una exhortación -dirigida en primer término a políticos y gobernantes- a entender que “el español es nuestra mayor riqueza” en el vasto ámbito llamado Hispanoamérica.
“El lenguaje no se cambia por decreto, son los hablantes los que lo cambian”, declaró en respuesta a un cuestionario escrito presentado por la agencia EFE poco antes del acto de ingreso en la RAE, que el escritor coronó con la lectura del discurso “Malentendidos de la modernidad”.
Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) paso a ocupar la silla R, vacante desde el fallecimiento de Javier Marías el 11 de septiembre de 2022.
Su candidatura, propuesta por Mario Vargas Llosa, uno de sus primeros y más grandes valedores en el mundo literario; Clara Sánchez, y Pedro Álvarez de Miranda, fue aceptada el pasado 13 de junio. Aquí se reproduce la entrevista completa.
—¿Qué significa para usted ser académico y, en concreto, tomar el relevo de Javier Marías?
—Nunca se me pasó por la cabeza ser académico de la RAE pero, quizá por eso mismo, ahora estoy encantado de serlo: obviamente, se trata de un gran honor. En cuanto a Marías -a quien apenas conocí personalmente-, fue uno de los grandes escritores de las últimas décadas, así que ocupar su sillón supone una responsabilidad añadida.
SERVICIO PUBLICO
—¿Impone la perspectiva de un cargo vitalicio?
—Me parece estupendo. Por lo demás, le recuerdo que la Academia es una entidad público-privada, que los académicos trabajamos gratis et amore -sin sueldo, sin despacho, sin secretaria, sin nada de nada- y que, para mí, se trata ante todo de hacer un servicio público, consistente en cuidar de lo más importante que poseemos: nuestra lengua.
—¿Sigue teniendo sentido el lema fundacional de “limpia, fija y da esplendor” o habría que inventar uno nuevo? ¿Alguna idea?
—Gómez de la Serna, que creo que estaba bastante cabreado con la Academia porque no pudo ingresar en ella, decía que el lema famoso parecía el lema de una asociación de limpiabotas. A mí en cambio me parece muy bien.
—¿Cómo ve la salud del español? ¿Cuáles cree que son las principales amenazas para su preservación?
—El español goza de una salud magnífica, que no para de mejorar porque no para de crecer su número de hablantes. Necesitamos prestigiarlo (cosa que deben hacer antes que nada los creadores y los científicos). Y, sobre todo, necesitamos que los políticos entiendan de una vez por todas que el español es, a años luz, nuestra principal riqueza, y que obren en consecuencia.
—¿Le preocupa el creciente uso de anglicismos?
—No. Bueno, me preocupa si son innecesarios o gratuitos o estúpidos, si se usan mal. Las lenguas no son organismos fosilizados: están vivas, en permanente renovación, y a menudo se renuevan con préstamos o adaptaciones de otras lenguas, y las adaptaciones pueden ser buenas, malas o regulares, fecundas o infecundas. Siempre ha sido así.
—Se debate mucho ahora sobre la carga ideológica de algunas palabras, ¿le parece positivo? Casos como “judío”, en su acepción como avaro, denunciada recientemente por un juez argentino o el uso de las terminaciones de género.
—Me parece estupendo que se discuta sobre el lenguaje, sobre las palabras que empleamos y cómo las empleamos, pero naturalmente hay discusiones valiosas e inteligentes y otras tontas e inútiles.
Pero mucho me temo que aquí hay un malentendido: que yo sepa, la Academia no se dedica a decirle a la gente cómo debe hablar; se dedica a decir cómo habla la gente: la Academia describe, no prescribe, aunque puede recomendar o desaconsejar determinados usos (los únicos ámbitos en que tiene capacidad prescriptiva son, me parece, la ortografía y la puntuación, por razones obvias).
¿Se usa todavía la palabra judío en la acepción denigratoria de avaro? Pues entonces la Academia tiene la obligación de no ocultarlo, de constatarlo, igual que tiene la obligación de no ocultar o constatar cualquier uso insultante o denigratorio de una palabra.
LA UNIDAD
—¿Debería la Academia aceptar el uso de la terminación -e para dar cabida al género no binario?
—¿Usted conoce a mucha gente que diga “todes”? Yo, a nadie. El lenguaje no se cambia por decreto: son los hablantes los que lo cambian; no la Academia.
—En tiempos en que se alienta la división desde la política, ¿puede ser el idioma un lugar desde el que fomentar la unidad?
—La lengua es por definición el lugar de la unidad, porque es el instrumento que nos permite entendernos. Pero hay que usarla para decir la verdad, no para contar trolas (mentiras); para revelar lo que nos une, no para inventar lo que nos separa.
—¿Qué puede adelantar de su próximo libro?
—Será una novela sin ficción titulada El loco de Dios en Mongolia, un libro donde, como en otros míos, se mezclan diversos géneros -el ensayo, la crónica, la historia, la biografía, la autobiografía etc.. Un thriller en cuyo centro se hallan el papa Francisco y el mayor misterio del que tengo noticia: la resurrección de la carne y la vida eterna. Se publicará el 1 de abril.
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