martes, 30 de septiembre de 2025

Una muestra sobre Mafalda en Shanghai

El pasado 26 de septiembre, con firma de Judith Savloff, el diario Clarín publicó una nota a propósito de la muestra que sobre Quino y Mafalda se está realizando en el Instituto Cervantes de Shangai.

Quino en Shangai, Mafalda en el espejo

Había una vez una niña que odiaba la sopa y amaba la paz. Y que, con lucidez inapelable, desarmaba el mundo con preguntas. Seis décadas después, Mafalda, esa criatura lúcida y profundamente argentina, sigue despabilando acá y en China. Literalmente.

Clarín Cultura publicó hace unos días una nota sobre la muestra Bienvenidos al mundo de Mafalda, sobre los 60 años (se cumplieron en 2024) de la creación del gran Quino, que se expone en el Instituto Cervantes de Shangai.

Mafalda no es una desconocida en China. Llegó en cuadernillos a mitad de los años 70. Desde el Cervantes de allá cuentan que entró con envión: la tradujo Sanmao, una de las escritoras más leídas hasta las dos décadas siguientes.

El encuentro entre ellas da para un cuento. Sanmao, cronista de viajes -un puente pionero entre España, América latina y China-, descubrió a Mafalda durante una recorrida por el Sahara Occidental bajo dominio español durante la dictadura de Franco.

En realidad, el marido de Sanmao se topó con un ejemplar con una franja que decía “Para adultos” en la única librería del desierto. Ella devoró la obra esa noche.

Franco y Mao
En las traducciones de Mafalda al mandarín apareció la soja en vez de la mayonesa. Y mientras los censores de Franco la consideraban para grandes, los de China, en principio, la aniñaron.

Lucía Carzoglio, licenciada en Letras de la UBA que se doctoró y trabaja en Shangai, cita en el ensayo Sanmao, traductora de Mafalda: entre la autorrepresentación y la adaptación cultural investigaciones que indican que las menciones a Mao, las intervenciones militares soviéticas en países “satélites” o el hambre en África que aparecían en las tiras fueron reemplazadas por expresiones vagas, como “vergüenza”. Hoy, según indicaron, no pasa.

Como sea, contra todo, Mafalda se convirtió en símbolo global de una época de rebeldía, crítica y utopías, cargada incluso de violencia extrema, además de ser para los argentinos el emblema de la clase media en agónico y cada vez más acentuado proceso de extinción.

De la protesta a la espera
Quino publicó Mafalda entre 1964 y 1973, se exilió durante la última dictadura y en 2020 murió en su Mendoza natal. Pero su obra aún vibra con el mismo timbre agudo que usa Mafalda para increpar a sus padres y mirar al mundo como si fuera una casa desordenada a la que nadie se atrevió a acomodar con consideración real por los demás.

Mafalda todavía juega con Susanita y discute con Felipe. Pero ahora vive como escultura en una esquina de San Telmo que es de culto para turistas y en memes y en post en las redes sociales que muchas veces la sacan de contexto y la arrojan a la suerte que dictan algoritmos.

Hoy imagino a Mafalda sola frente a un televisor apagado. No hay texto. Simplemente una expresión: más que de protesta, de espera.

Tal vez ése sea un buen final para esta historia: Mafalda no cambió el mundo y trataron de cambiarla seguido. Pero sí nos cambió a muchos. Y eso, aunque no sea suficiente, es para hacerle homenajes acá y en China.

lunes, 29 de septiembre de 2025

Los gallegos subsidian la traducción, reafirmando su autonomía respecto de España

Para quien no lo sepa, la Xunta de Galicia aparece definida en el Estatuto de Autonomía, aprobado en 1981, como órgano colegiado del Gobierno de Galicia. En la edición del 21 de septiembre del diario Atlántico, publicado en esa región de España, se lee que, a través de una importante inversión, "la Xunta busca apoyar a las editoras para que cuenten con vías para proyectar internacionalmente su producción".

La Xunta invierte 120.000 euros para apoyar a las editoriales y promover la traducción literaria

La Consellería de Cultura, Lingua e Xuventude publicó la resolución de dos convocatorias de ayudas para apoyar el sector editorial gallego con una aportación de 120.000 euros y potenciar así los trabajos de traducción, tanto en formato papel como en digital.

El Diario Oficial de Galicia recoge que la primera de las órdenes incluye una inversión de más de 80.000 euros para favorecer que más de 60 obras publicadas originariamente en otros idiomas se editen en gallego, en formato papel o digital, mientras que la segunda convocatoria destinará más de 34.000 euros para que más de 20 textos en lengua gallega puedan ser leídos en otros idiomas.

La Xunta busca apoyar a las editoras para que cuenten con vías para proyectar internacionalmente su producción, al tiempo que se favorece que los lectores puedan acceder en lengua gallega a títulos significativos producidos en otros idiomas.

Con estas convocatorias, la Xunta colabora en sufragar los costes de traducción de diferentes obras literarias, fijando en ambas órdenes un importe máximo de 6.000 euros por publicación.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Despedida de Antonio Rivero Taravillo



"Fallece a los 62 años, víctima de un cáncer, el escritor, poeta, traductor y ensayista, autor de una obra amplísima, en la que destaca sus estudios sobre Cernuda, Joyce y Yeats; el próximo viernes, iba a pronunciar el pregón inaugural de la Feria del Libro Antiguo". Tal es la bajada del obituario del escritor y traductor sevillano Antonio Rivero Taravillo, publicado el pasado 19 de septiembre por Patricia Godino, en elPeriódico, de España.

Adiós a Antonio Rivero Taravillo, el poeta que tejió puentes entre Sevilla e Irlanda

El mundo de las letras españolas despide este viernes a Antonio Rivero Taravillo, el polifacético escritor, traductor y ensayista que falleció esta madrugada a los 62 años, víctima de un cáncer que lo consumió los últimos meses. Nacido en Melilla en 1963, pero sevillano de adopción desde la infancia, Rivero Taravillo encarnaba esa rara estirpe de intelectuales que, desde Sevilla, construyeron y construyen una obra vasta y apasionada, siempre al servicio de la belleza y la memoria.

A una semana de que pronunciara el pregón inaugural de la Feria del Libro Antiguo de Sevilla, el próximo viernes 26, su partida deja un vacío enorme en el mundo de las letras. Asesoró con generosidad siempre cualquier proyecto o cita en el calendario donde los letraheridos se dieran encuentro y fue uno de los nombres de referencia en la reseña literaria de Diario de Sevilla. Prolífico hasta el final, Rivero Taravillo acumuló una bibliografía que roza lo prodigioso: dieciséis poemarios -el último, Un invierno en otoño (Bajamar, 2025) fue galardonado con el XXV Premio Paul Beckett-, cuatro novelas como Los fantasmas de Yeats (2017) o El Ausente, biografía novelada de José Antonio Primo de Rivera (2018), siete ensayos, cuatro libros de viajes -desde Las ciudades del hombre (1999) hasta Diario austral (2019)- y colecciones de aforismos que destilan la ironía y el lirismo que gastaba entre la legión de amigos y colegas que atesoró en una vida que ha terminado demasiado pronto.

Su huella más profunda, aquella que le distinguía como un irlandés del Sur cuando se le presentaba en público, fue la traducción: celtista empedernido, vertió al español antologías como Antiguos poemas irlandeses (2002) y Canciones gaélicas, y obras maestras de Yeats, Shakespeare o Flann O'Brien. Su versión de la Poesía reunida de Yeats (2010) es un hito, un puente entre el gaélico místico y el español contemporáneo. Irlanda, que visitó por primera vez en 1988, fue su faro: "Una cultura que frecuenté con devoción", confesó. Su prosa estaba impregnada por esa melancolía verde con que imaginamos los paisajes de aquella isla que tantas veces se compara con el carácter cálido y hospitalario del andaluz.

Sus investigaciones biográficas revelan al erudito incansable que fue. La monumental Luis Cernuda: años españoles (1902-1938) (Tusquets, 2008), primer tomo que completó después con Años de exilio (2011), le valió el XX Premio Comillas. Investigador y buceador de archivos, Rivero Taravillo desentraña aquí al poeta de la Generación del 27 no como icono sino como hombre de contradicciones: el exiliado que anhelaba raíces, el amante que exploró el deseo frente a la estricta moral. "Cernuda sangraba en cada verso", escribió Rivero. Rescató epistolarios olvidados y el compromiso republicano del sevillano en las Misiones Pedagógicas.

Similar rigor brilla en Cirlot. Ser y no ser de un poeta único (2016), Premio Antonio Domínguez Ortiz, donde disecciona al surrealista barcelonés como "poeta de culto", entre mística y vanguardia. A James Joyce también le dedica gran parte de su obra ensayística. En 1922 (Pre-Textos, 2022) reconstruye "el año por antonomasia del siglo XX". Se publicó Ulises, La tierra baldía de Eliot y Trilce de Vallejo.

Y si algo lo hizo una persona querida, cercana y entusiasta ante los nuevos proyectos fue su faceta como gestor cultural. Fue librero en la desaparecida The English Bookshop, director de revistas como Claros del Bosque, responsable de talleres y conferenciante en centenares de coloquios, mesas redondas y simposios. Era imposible ir a un acto literario y no saludar a este hombre de trato exquisito y buen humor. Se va, como recordaba Eva Díaz Pérez a este periódico, sin ver abierta la casa Cernuda, en la calle Acetrés, para la que elaboró el proyecto que está sirviendo al Ayuntamiento de Sevilla para recuperar las estancias e invocar el espíritu del poeta de Ocnos.

El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, ha lamentado su muerte: "Se marcha un extraordinario humanista de la literatura". Y Antonio Muñoz, portavoz del PSOE municipal, también lo ha despedido en X como "el biógrafo que nos devolvió a un Cernuda vivo y cercano y que nos guió en la recuperación de la casa natal del poeta".


martes, 23 de septiembre de 2025

Un recuerdo para Tatiana Gnedich

"Confinada, vigilada y condenada, Tatiana Gnedich transformó el cautiverio en hazaña literaria: traducir el Don Juan, legado que la consagró como traductora." Tal es la bajada de la nota publicada por Christopher Domínguez Michael, el pasado  14 de septiembre, en El Unviersal, de México.

La traductora de Lord Byron, presa

Son innumerables las obras de arte realizadas bajo el totalitarismo del siglo XX, pruebas de resistencia donde el amor a la belleza y el dominio de la víctima sobre su libertad artística e intelectual, acabaron por perdurar, imponiéndose a sus verdugos. Dos ejemplos se me vienen a la cabeza: la composición del inusual cuarteto del francés Olivier Messiaen (1908–1992), quien cayó preso de las tropas alemanas en 1940. Entre los prisioneros en el campo donde fue recluido, había un chelista, un violinista y un clarinetista, y con Messiaen al piano, el cuarteto fue compuesto por él mismo para los instrumentos allí disponibles y estrenado en el mismo campo, el 15 de enero de 1941, en uno de los momentos más emocionantes en la historia de la música occidental. El Quatuort pour la fin du temps, compuesto por un prisionero católico, es una extraña obra maestra, tanto por lo que se escucha, como por el peso de las condiciones en las que fue compuesto, acaso sólo equiparables, en una situación distinta, a las sinfonías de guerra de Dmitri Shostakóvich.

Recuerdo también las conferencias sobre Marcel Proust dadas, desde otro campo de prisioneros, pero en la URSS, por Józef Czapski (1896–1993), uno de los pocos oficiales polacos sobrevivientes de la matanza de Katyn en 1940. Dice el propio Czapski, quien redactaba exactamente mientras Messiaen componía su cuarteto confinado en la Baja Silesia: “Este ensayo sobre Proust fue dictado el invierno de 1940–1941 en un frío refectorio de un convento que nos servía de comedor de prisioneros en Grazowietz, en la URSS. La falta de precisión de estas páginas se explica por el solo hecho de que yo no poseía ningún libro referido a mi tema. […] Yo pensaba entonces emocionado en Proust, que se habría sorprendido mucho al saber que unos prisioneros polacos, tras toda una jornada pasada en la nieve y el frío, escucharan con intenso interés la historia de la duquesa de Guermantes, la muerte de Bergotte y todo aquello de lo que yo podía acordarme de esos mundos de preciosos descubiertos psicológicos y de belleza literaria” (Proust contra la decadencia, 2012).

Un tercer ejemplo. Tatiana Gnedich (1907–1976), también sobrevivió a los rigores totalitarios y a la Segunda Guerra Mundial, muriendo en Tsárskoye Seló –la ciudad de Pushkin– cerca de San Petersburgo, tras la prisión y el Gulag, según cuenta Efim Grigoriévich Etkind (1918–1999) en La traductrice, el relato de la vida y penurias de la traductora del Don Juan, de Lord Byron, al ruso.

Etkind, discípulo y colega de Gnedich, merece unas palabras. Filólogo y teórico de la traducción, traductor él mismo de poesía europea al ruso, fue corresponsal de Andréi Sarajov, defensor público de Solzhenitsyn, dio su testimonio a favor de Joseph Brodsky en 1964 y participó en la edición en samizdat –publicación artesanal clandestina– de las obras del propio Brodsky, Premio Nobel en 1987. Expulsado de la URSS en 1974 se refugió en Francia donde fue uno de los coautores de la monumental Histoire de la littérature russe (1988), donde cada una de las páginas críticas escritas por Etkind son una joya de erudición y empatía.

Gnedich era la bisnieta de Nikolai Gnedich (1784–1833), el primer traductor al ruso –en hexámetros dactílicos– de la Ilíada, considerada una obra maestra de la lengua que pocos se han atrevido a tocar. Apasionada de la literatura inglesa, con un francés fluido, Tatiana nunca salió de su país a pesar de haber sido arrestada en 1945, acusada de estar “en inteligencia con el enemigo”, porque la traductora de Lord Byron se denunció a sí misma. Se arrepintió de solicitar su ingreso al Partido Comunista de la Unión Soviética por considerarse moralmente inconsecuente. Sorprendidos, quienes la estaban afiliando, le preguntaron por qué y ella confesó haber hecho algunas traducciones para la embajada inglesa con el ánimo de obtener una beca para estudiar en Londres. Pronto se dio cuenta que esa sola ilusión calificaba como traición a la patria. Los comisarios encuestadores estuvieron de acuerdo y fue condenada a diez años, pero apareció un Barba Azul –arquetipo de quien secuestra mujeres– quien pudo retrasar dos años su viaje al Gulag.

Resulta que su carcelero en la prisión de Chpalernaia era hombre letrado y conocía bien a Lord Byron y a su Don Juan. Permitió que Gnedich culminara su trabajo. Ella afirmaba saberse de memoria el poema. Incrédulo, el carcelero le dio unas hojas de papel y le pidió que escribiese el canto IX, el dedicado a Catarina II. Al día siguiente, la prisionera se lo leyó y el carcelero empezó a reírse de nervios. Le dijo que se merecía el Premio Stalin –Etkind anota que ese era el parámetro mayor para aquel buen hombre– y le consiguió la mejor de las celdas, con algunos diccionarios y las versiones de Lord Byron que pudo conseguirle.

Terminada la traducción del Don Juan en dos años, Gnedich fue convocada por su guardián y acusada formalmente de haber echado a perder la única máquina de la cárcel, motivo suficiente para que reanudase su viaje al Gulag. Antes, el carcelero le pidió tres copias de su traducción. La primera la guardó en la caja fuerte de la cárcel y la tercera se la dio a Gnedich, para que le sirviese de “salvoconducto”. La segunda, muy probablemente, se la quedó este Barba Azul byroniano, demasiado cultivado como para sobrevivir a la siguiente purga. Ella nunca se separó de su traducción que llegó a apestar tanto como las barracas del Gulag, según Etkind. Gnedich fue rehabilitada en 1956 y murió como una de las grandes traductoras rusas.

Libre, en Occidente desde los años setenta, Etkind decidió contar la historia de Gnedich en un breve relato, La traductrice, en la versión francesa de 2018, traducida del ruso por Sophie Benech. Cuenta el filólogo que cuando por fin se puso en escena, en 1976, el Don Juan traducido por ella, a la hora de los aplausos para el rol protagónico (Voropaïev), el director de la obra, Nikolay Akimov, llamó a subir al escenario a una dama con aspecto monjil, “encorvada, infinitamente cansada que apartaba la mirada del público, al parecer avergonzada mientras los asistentes se ponían de pie, el parterre incluido y redoblaban sus aplausos. Pero la sala enmudeció de pronto al ver vacilar a la mujer de negro y desplomarse en los brazos de Akimov, quien acabó por cargarla”. Gnedich había sufrido un infarto.

Etkind se preguntó si el público que pedía que subiese a la escena “el autor” en aquel año de 1976, sabedor de que Lord Byron había muerto en 1824, no quería aplaudir a la indomable traductora a la que se le fue la vida traduciendo el Don Juan, quien junto a Akimov, todavía lo adaptó para la escena, pues lo requiere ese enorme poema dramático.

Cuando le preguntaban a Tatiana Gnedich como había sobrevivido tantos años a solas con su Don Juan, dijo que sólo recordaba los versos que Pushkin le dedicó a su lejano ancestro: “Largo tiempo a solas con Homero has estado/ Largo tiempo hemos esperado a que regreses/ De misteriosas cimas al fin has descendido/ con tus Tablas de la Ley grabadas en piedra”.

lunes, 22 de septiembre de 2025

"Vender por Mercado Libre no es negocio"


El pasado 17 de septiembre, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, una nota en la que se habla del aumento de ventas de libros vía Mercado Libre. En su bajada se lee: "La tendencia progresiva en alza, el efecto Eternauta y las quejas de los libreros, que protestan por las comisiones que impone la empresa".

Aumentó más de un 40% la venta de libros en Mercado Libre: el impacto puertas adentro de la industria editorial

En una temporada difícil para el sector editorial, la empresa Mercado Libre (Meli) informó un aumento en las ventas de libros de un 41% respecto de 2024, un año que será recordado como uno de los peores de la década para el mercado editorial. “Se destacó en el mes de marzo, con la vuelta al colegio. Y hubo un boom de ventas de El Eternauta, con el lanzamiento de la serie de Netflix”, confirmaron desde la empresa a La Nación. Sin embargo, la comercialización de libros representa aproximadamente el 1% de la facturación total de Meli.

Año a año, librerías y editoriales aumentan sus ventas a través de Meli, pero el margen de ganancia disminuye. “Mercado Libre se transformó en una referencia ineludible a la hora de comprar: se venden más celulares, más sillas, más mesas y también más libros -dice el editor Juan Manuel Pampín, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL)-. Nosotros seguimos defendiendo el canal tradicional de venta, que son las librerías, y logramos que Mercado Libre respete la ley 25.542 de defensa de la actividad librera que establece que todos los libros, en cualquier lugar del país, deben venderse al mismo precio”.

Para los libreros, las condiciones impuestas por la empresa son “leoninas”: además de una comisión que va del 13,5 al 18% sobre el precio de venta al público, la empresa obliga a las librerías a pagar el costo del envío (si el comprador no retira el ejemplar de la librería), un cargo que ronda el 5 %. Sumados ambos, el porcentaje con el que se queda ML es del 23% del precio de venta. Esto disminuye el margen de ganancia de los libreros, que se ubica entre el 35 y el 45%.

En el caso concreto de la venta por Meli de un ejemplar de la novela Los llanos (Anagrama), de Federico Falco, que cuesta $ 33.400, una librería debió abonar una comisión de $ 4509 y gastos de envío (gratis para el comprador) de $ 5736, además de $ 200 de impuestos. De la transacción, el librero obtuvo $ 22.954.

Una causa del aumento de ventas de Mercado Libre es que las librerías pequeñas o de las provincias no tienen todos los libros de todas las editoriales que quisieran, lo que lleva al cliente a buscarlo en la plataforma -dice Axel De Lisa, gerente comercial de la cadena Estación Libro-. Además de las comisiones, los libreros tenemos el problema de los costos de los medios de pago, que mayormente son electrónicos, y el IVA que todavía pagan las librerías. Y si adherimos a un tipo de promoción que implica algún reintegro o cuota con los bancos, el panorama es terrible. Encima ahora ML sacó un abono para el cliente, con descuentos en envíos, que traslada el costo de la logística a las librerías”.

Ecequiel Leder Kremer, de librería Hernández, confirma la mayor participación de Meli en las ventas de libros. “Pero esto no ha expandido el mercado; Mercado Libre ha ido adueñándose de una parte cada vez mayor -señala-. En 2022, era un 36%; en 2023, un 38%; en 2024, un 44% y ahora más del 50%. Pero la venta no creció; solo se recuperó un 14% de la caída de 2024 que fue un año muy malo”.

Aquello que en la pandemia se consideraba un “socio estratégico” del sector editorial hoy se ha vuelto un competidor con poder para fijar las reglas de juego.

Vender por Mercado Libre no es negocio, pero al mismo tiempo no te podés bajar de ahí -concluye-. La empresa hizo un gran aporte a nivel logístico y llega a localidades donde no hay librerías, y le ha dado al comprador cierto poder. Estamos ante una empresa que a veces tiene acciones de carácter depredatorio, muy bien organizada y con mucha tecnología, y en la que algunas editoriales venden con condiciones que las librerías no podemos empatar”.

En este contexto, Christian Rainone, presidente de la Fundación El Libro, contó a La Nación que recientemente mantuvieron una reunión en la que Mercado Libre presentó esta evolución de las ventas en el orden del 40%. “Nos sorprendió porque es bastante mayor de la que hay en librerías, en los canales tradicionales”. En el encuentro se trató el mencionado tema del precio único del libro y la problemática de las copias ilegales, para combatirla. “Sabemos que Meli tiene un acuerdo con CADRA en este sentido”, explica.

“Tenemos que trabajar juntos en estos temas y desde la Fundación El Libro me gustaría generar un espacio de diálogo donde también podamos incluir capacitación para que se respeten las leyes y las normas de nuestro sector, y así se pueda vender tranquilamente por Mercado Libre y aprovechar el carácter federal que tiene, que nos permite llegar a lugares en donde aún no está presente el canal tradicional, es decir, las librerías -sostiene Rainone-. Ellos tienen algoritmos que están dispuestos a compartir y trabajar juntos para ordenar el mercado. Es una realidad que hoy tiene el sector y que tiene que ser admitida, tenemos que aprovechar lo positivo: el federalismo y que con su plataforma el libro llega a lugares que tal vez sin Mercado Libre no llegaría”.

El caso de Buscalibre
La librería online Buscalibre comunicó un aumento del 30% en la venta de libros, en comparación con 2024; los títulos más vendidos fueron de ficción, infantiles y juveniles, novelas gráficas y cómics y vinculados con salud y desarrollo personal. Las regiones más compradoras fueron la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Río Negro (en ese orden).

Desde la librería online atribuyeron el crecimiento a la apertura de importaciones de libros impulsada por el Gobierno. “Al operar en varios países, tenemos un catálogo de libros del exterior muy grande, y la desregulación hizo que podamos hacer mucha fuerza con esos libros; eso nos trajo un crecimiento en volumen tanto en los libros de afuera y además en los libros nacionales porque ese crecimiento se trasladó a todo tipo de libros”, dice a La Nación Tomás Meabe, country manager de Buscalibre Argentina.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Una nueva versión argentina de la poesía de Dylan Thomas que se suma a las tres ya existentes

"Poeta de lo oral y lo visual, de las sensaciones y atmósferas más diversas pero también de símbolos y metáforas siempre sorprendentes, complejo pero no inaccesible, Dylan Thomas es una de las grande figuras de escritor que rebalsó lo estrictamente literario para entrar en el panteón de las celebridades. En este contexto es bienvenida la propuesta de volver a transitar sus textos. Poesía completa 1934- 1952 reúne noventa poemas en flamante traducción de Patricia Ogan Rivadavia y Esteban Moore para esta edición de El cuenco de plata. Un festival de la lengua y la palabra, más allá del mito, más allá de la leyenda." Tal es la larguísima bajada de Demian Paredes que precede el artículo ad hoc, publicado en Radar Libros, del diario Página 12, el pasado 14 de septiembre.

La Poesía completa de Dylan Thomas en flamante traducción argentina

En su serie de comentarios a “La tarea del traductor” de Walter Benjamin, el filósofo Antoine Berman señaló que, si el destino de una obra literaria es la de ser traducida, el destino de la traducción será el de la “sustitución” o el reemplazo por otra. Y esto por la compleja razón de los cambios y “expansiones” -y también, consideremos, pueden darse contracciones, empobrecimientos, estancamientos- del idioma. Pasan las décadas, y la lengua viva de una sociedad se modifica, abandona y olvida palabras, recupera otras, inventa, “cruza” y combina idiomas, lanza expresiones, las instituciones hacen lo suyo, etc. Por ello, para que una obra literaria perviva -para que se mantenga en circulación, para que continúe siendo leída-, además de “desbordar” el lenguaje en su idioma original y su contexto histórico, debe contar, también, con la noble y ética tarea de la traducción. Es decir, su renovación, una “re-traducción”, cada cierto número de años.

Dylan Thomas, por su parte, es un autor bien conocido por el público de habla castellana. Están las colecciones de cuentos El visitante y otras historias y Retrato del artista cachorro, publicadas por los sellos españoles Bruguera y Seix Barral, como también obras publicadas en Buenos Aires: la novela Con distinta piel, por Jacobo Muchnik Editor, el mitologizante Yo conocí a Dylan Thomas, de John Malcolm Brinnin, por Fabril Editora, y un gran volumen de develadoras Cartas, publicado por De la Flor, con traducción de Pirí Lugones (toda una personalidad editorial, como Muchnik, de importante trayectoria en la historia y la cultura argentinas). Otros trabajos menores e inconclusos, como El doctor y los demonios -un guion cinematográfico- y Bajo el bosque lácteo -una “obra a voces”- se tradujeron y continúan traduciendo. Y también, porque es lo esencial de Dylan Thomas, se tradujo y se traduce su poesía. En tal sentido, El cuenco de plata ha publicado Poesía completa 1934-1952 de Dylan Thomas, con flamante traducción de Patricia Ogan Rivadavia y Esteban Moore. A diferencia de un trabajo anterior, publicado a comienzos de la década de 1970 por la poeta Elizabeth Azcona Cranwell, esta nueva traducción, realizada en tiempo y contexto presente, cuenta además con la ventaja del medio siglo transcurrido, en el cual se conocieron nuevos datos e informaciones sobre Thomas -por ejemplo, en libros y documentales-, al mismo tiempo que combina una labor a cuatro manos, con la sensibilidad y el background de cada integrante de la dupla: Ogan Rivadavia como profesora y traductora, y Moore como poeta, ensayista y traductor.

Se habla aquí, por supuesto, de un artista que rebasó, en el corto e intenso tiempo que vivió (1914-1953), los límites de su oficio, para brindarse en lecturas, por radio y en presentaciones en vivo, influenciando y motivando a toda clase de artistas con el correr de las décadas, como Philip Larkin -quien ajustó su propia poética tras leer a Thomas-, Bob Dylan -quien tomó el nombre del poeta como apellido para componer su “nombre artístico”-, John Lennon -quien leía al poeta para inspirarse y luego lanzarse a escribir canciones para los Beatles, según recordara Paul McCartney-, y los poetas Beat Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Es un artista altamente valorado por poetas como Paul Muldoon, Marianne Moore y Kenneth Rexroth, y vale recordar que Igor Stravinsky -con quien quedó una colaboración trunca, por la muerte de Thomas- compuso la obra musical In Memoriam Dylan Thomas (1954). Y, muchísimo más acá en el tiempo, en 2024, se lanzó el álbum musical Lamentations, del hiperprolífico compositor y saxofonista de vanguardia John Zorn. Con la interpretación de tres grandes guitarras del mundo, Bill Frisell, Gyan Riley y Julian Lage, la obra se compone de cuatro piezas tituladas como poemas de Thomas, quien además aparece dibujado/esbozado en la portada, completa e inmaculadamente blanca: “With Blinding Sight”, “Clown in the Moon”, “Do Not Go Gentle Into That Good Night” y “Close of Day”. Como escribieron Ogan Rivadavia y Moore en su prólogo, “es una influencia que atraviesa lenguas y fronteras”.

La leyenda del santo bebedor
Otra conexión con el poeta que puede traerse a cuento: lo que escribiera el chileno Roberto Bolaño al comienzo de su “declaración autobiográfica” ante el otorgamiento del premio Rómulo Gallegos, en 1999, por su novela Los detectives salvajes: “Nací en 1953, el año en que murieron Stalin y Dylan Thomas. En 1973 estuve ocho días detenido por los militares golpistas de mi país y en el gimnasio en donde tenían a los presos políticos encontré una revista inglesa con un reportaje fotográfico de la casa de Dylan Thomas en Gales. Yo creía que Dylan Thomas había muerto pobre y la casa me pareció magnífica, casi como una casa encantada en medio del bosque. No había ningún reportaje sobre Stalin. Pero esa noche soñé con Stalin y Dylan Thomas: ambos estaban en un bar de Ciudad de México, sentados a una mesa pequeña y redonda, una mesa para echar un pulso, pero ellos no echaban un pulso sino que competían para ver quién de los dos aguantaba más bebiendo. El poeta galés bebía whisky y el dictador soviético vodka. A medida que el sueño transcurría, sin embargo, el único que parecía cada vez más mareado, cada vez más al borde de la náusea, era yo”.

El siempre hilarante Bolaño se hace eco, como al parecer continúa haciéndose en artículos y libros actualmente, año 2025, de Thomas como “poeta maldito”, dionisíaco, “del exceso”, o más sencillamente un alcohólico. De ahí la leyenda de los 18 whiskys bebidos antes de enfermar y padecer delirium tremens, caer en coma y fallecer a los pocos días, a los 39 años, durante una gira en los Estados Unidos. Entre otras desmentidas, se encuentra el documental Dylan Thomas, de la tumba a la cuna (2003), de la BBC, en donde se buscan -y no se encuentran- pruebas ni testigos de los supuestos continuos excesos, apostando por la hipótesis más plausible, la de una combinación de nefastos azares: el poeta padecía una diabetes mal diagnosticada y tratada, a lo que se sumaron un cansancio atroz esos últimos años recorriendo durante varios meses Estados Unidos, en exigentes giras, con performances agotadoras, más una neumonía, y, posiblemente, una mala praxis con diagnósticos equivocados y sobredosis de morfina; todo ello habría sido lo que terminó con su vida tan tempranamente. Por supuesto, el mismo Thomas utilizó con risa en sus prosas los temas del bar, el alcohol y la borrachera y de las suyas, reales, habla, también, en algunas cartas. Todo esto hace a un perfil de un personaje que puede muy bien combinar con su arte, donde se puede encontrar cierto carácter mayestático en sus largos versos, vital y “oscuro” al mismo tiempo, en cuanto a densas metáforas, lo que hace su poesía atrayente; abre una dimensión de enigma, entre otras tantas que posee.

Poeta de lo oral, de agudos ojos y oídos, Thomas siempre fue, como confesó en un texto que se conoce como “Manifiesto poético”, un “enamorado” de la palabra, y de cada letra habida y existente. De ahí que lo único verdaderamente importante sea leer, releer y valorizar su poesía: piezas con sorprendentes símbolos, imágenes y metáforas, donde el primer verso generalmente funciona como título: entre otros “Un proceso en el clima de mi corazón”, “Si me hiciera cosquillas el roce del amor”, “Me hice colega del sueño”, “La semilla en punto cero”, “El dolor, ladrón del tiempo”, “Acaso porque el ave del placer silba”, “En mi oficio u hosco arte” y “No entres mansamente en esa noche bondadosa”, por mencionar sólo un puñado.

Una poética del símbolo
De vivencias singulares -su padre, al enseñarle a leer, lo hacía con Shakespeare, pese a las dudas y reparos de otros familiares-, Dylan Thomas manifestó desde siempre su deseo por la poesía. En una carta de 1933 a Pamela Hansford Johnson, escribió: “He puesto mi fe en la poesía”. Ese mismo año, en otra carta a la misma corresponsal, le explicó: “Se dice que es loco escribir poesía y cuerdo almorzar a la una; pero es al revés: el Arte es alabanza y es cuerdo alabar, porque al alabar alabamos lo divino que nos da cordura; el reloj es símbolo de la limitación del tiempo y el tiempo es ilimitado; por lo tanto es equivocado obedecer el reloj y correcto comer no cuando las manos del reloj sino los dedos del hambre, nos lo dictan. Resuelvo en primer lugar hacer poesía, en segundo, escribirla”.

Tan escritor como lector, Thomas era muy consciente del trabajo poético. En una carta de 1934 a Glyn Jones, luego de un párrafo donde da sus pareceres sobre T.S. Eliot, Gertrude Stein, Arthur Rimbaud, Robert Graves y e. e. cummings, dice de su poesía: “Mi propia oscuridad está bastante fuera de moda, por estar basada en un simbolismo preconcebido derivado (me temo que esto suene muy vago y pretencioso) de la significación cósmica de la anatomía humana”. Le escribe a Charles Fisher, en 1935: “Me pediste que te explicara mi teoría sobre la poesía. Realmente, no tengo. Me gustan las cosas que son difíciles de escribir y difíciles de comprender; me gusta ‘redimir los contrarios’ con imágenes secretas; me gusta contradecir mis imágenes diciendo dos cosas a la vez en una palabra, cuatro en dos, y una en seis”. Y en 1938, a Henry Treece: “buen número de mis imágenes vienen del cine, y del fonógrafo y del periódico, ya que uso el slang contemporáneo, los clichés y los juegos de palabras”.

Dylan Thomas en varias otras cartas se separó del surrealismo -al que no leyó, y con el que no comulgaba en nada-, habla casi constantemente de sus apuros financieros -siendo padre y sostén de familia-, y suele tener cierto cálculo o “contabilidad” sobre la relación de escritura de prosas versus la de poemas, tal como le escribió a Bert Trick, en una carta de 1939: “Ahora estoy tratando de terminar para diciembre un libro de cuentos, temporariamente llamado Retrato del artista cachorro, que forman una autobiografía provincial. Eventualmente pueden llegar a ser divertidos, pero escribirlos significa escribir un número menor de poemas”. Las prosas le permiten obtener dinero para vivir, mientras que con la poesía a duras penas consigue lugar, y, con suerte, una magra paga. Thomas tiene, sin embargo, el deseo permanente de sólo utilizar su tiempo vital para escribir poesía.

En su prólogo a Poesía completa, Patricia Ogan Rivadavia y Esteban Moore hacen un retrato o semblanza del poeta, partiendo de aclarar algo básico: “es un poeta galés que escribe en inglés”. Y hacen esta filiación: es “un autor que pertenece a ese reducido grupo de escritores, entre los que se cuentan el irlandés James Joyce, el escocés Hugh MacDiarmid y el norteamericano Hart Crane, que se proponen una renovación de la retórica y la prosodia de la lengua inglesa, en la que Thomas probó ser un ‘verdadero maestro’”, en palabras, estas últimas, tomadas de Al Alvarez.

Thomas “no hablaba galés, no obstante, lo escuchaba a diario” en padres, vecinos y otros familiares, explican Ogan Rivadavia y Moore, lo que fomentó el fino oído con el que luego escribiría. Además de esto, “respecto de la cultura galesa, también conocía el Maginobion, conjunto de leyendas medievales del mundo céltico galés”. Destacando, finalmente, los modos y elementos de su particular combinatoria: “el juego que nos propone Thomas: abstracciones, ironía, humor, imágenes oscuras, metafísicas, que en su contradicción buscan iluminar, y sus complejas y extrañas alusiones bíblicas”. Lo que hay, entonces, es un “universo que trasciende lo real y asocia lo natural a lo sobrenatural”.

Algunos años antes de morir, Dylan Thomas aseguró en una carta: “Quiero construir poemas lo bastante sólidos y grandes como para que la gente pueda caminar y sentarse, comer y beber y hacer el amor en ellos”. Es esta una intensa y ambiciosa invitación, hecha por el propio poeta, para conocer y adentrarse en su espacio literario: alrededor de noventa poemas, reunidos ahora en este nuevo volumen.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Derechos de autor e IA: un antecedente promisorio

"En un fallo histórico, la compañía estadounidense desembolsará un promedio de tres mil dólares por cada uno de los 500.000 libros utilizados sin permiso." Tal es la bajada del artículo publicado por Daniel Gigena, en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 13 de septiembre.

En Estados Unidos, la empresa de IA Anthropic deberá pagar 1500 millones de dólares por infringir derechos de autor

En lo que ya califica como un acuerdo histórico, la empresa de inteligencia artificial (IA) Anthropic deberá pagar 1500 millones de dólares para resolver una demanda colectiva presentada por escritores en Estados Unidos por haber entrenado a su chatbot Claude con libros, sin permiso de los autores.

La compañía desembolsará tres mil dólares por cada uno de los aproximadamente 500.000 libros pirateados, lo que establece un precedente en los litigios entre las empresas de IA y escritores, artistas, traductores, fotógrafos y otros profesionales que las acusan de violar los derechos de autor. Perder el caso le hubiera costado aún más a la empresa fundada en 2021 por los hermanos Dario y Daniela Amodei (exmiembros de OpenAI).

“Este acuerdo envía un mensaje contundente a la industria de la IA: existen graves consecuencias cuando piratean las obras de los autores para entrenar su IA”, sostuvo Mary Rasenberger, directora ejecutiva del Gremio de Autores de Estados Unidos, en un comunicado.

“Hasta donde sabemos, es la mayor recuperación de derechos de autor jamás realizada”, afirmó Justin Nelson, abogado de los autores. “Es la primera de este tipo en la era de la IA”.

La demanda había sido iniciada en 2024 por los periodistas y escritores Andrea Bartz, Charles Graeber y Kirk Wallace Johnson, que acusaron a Anthropic de copiar ilegalmente sus libros para entrenar a Claude, el chatbot de IA de la compañía que compite con ChatGPT. Varios escritores se sumaron a la demanda al descubrir que sus libros habían sido descargados ilegalmente desde Book3 (como en el caso de Bartz) y Library Genesis con el objetivo de “educar” a Claude.

“Es curioso que Amazon, una de las empresas inversoras de Anthropic, les termine pagando a los autores por utilizar sus contenidos -dice el especialista en estrategias digitales Daniel Benchimol a La Nación-. A priori, podemos anticipar una cascada de demandas en otras partes del mundo, de distintas industrias y hacia muchas otras empresas, a pesar de que Donald Trump dijo hace poco que era absurdo que una editorial reclamara algún tipo de pago por derecho de autor. Pero las leyes, evidentemente, son fuertes en este sentido y terminan haciendo pagar a las empresas tecnológicas. La razón por la que tienen que pagar es que accedieron en forma ilegal a los contenidos, como se probó en la causa judicial que enfrenta Meta. Pero el mero entrenamiento de los modelos de lenguaje no violaría la ley”.

En junio, Anthropic había obtenido una victoria parcial cuando el juez federal de San Francisco, William Alsup, dictaminó que el entrenamiento de los modelos de IA de la compañía con libros (comprados o pirateados) había transformado las obras de tal manera que constituía un “uso legítimo”, según su interpretación de la ley de derechos de autor.

Sin embargo, el juez dictaminó que la práctica de Anthropic de descargar ilegalmente al menos siete millones de libros para crear una biblioteca digital infringía la ley. Los demandantes, con la colaboración de Anthropic, entregarán una lista actualizada de las obras copiadas sin permiso y la entregarán al tribunal antes del 10 de octubre.

El acuerdo cubre aproximadamente medio millón de títulos, lo que se traduce en unos tres mil dólares por obra, cuatro veces la indemnización mínima legal por daños y perjuicios según la ley de derechos de autor de Estados Unidos. Por otro lado, Anthropic deberá destruir los archivos pirateados originales y cualquier copia derivada de ellos, si bien conservará los derechos sobre los libros que compró y escaneó legalmente.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

"Oggi io sono un po’ triste"

El pasado 12 de septiembre, en su columna semanal del diario Perfil, Daniel Link reflexionó sobre quiénes ostentan la propiedad del lenguaje. Sus conclusiones, a continuación.


Los dueños del lenguaje

Una pregunta decisiva, que las humanidades (hoy bajo ataque inexplicable) han formulado varias veces con respuestas bien distintas es a quién le pertenecen las lenguas.

En mis horas muertas hago un curso online de italiano, a través de una plataforma célebre para el aprendizaje de idiomas (es, realmente, extraordinaria). Comete errores, sobre todo con el par de verbos ser/estar. Da como traducción correcta de Oggi io sono un po’ triste, “Hoy yo soy un poco triste”. Es cierto que el ser puede pensarse como discontinuidad (hoy ya no soy lo que fui ayer), pero aquí pareciera que se alude a un estado pasajero.

Por supuesto, lo que está bien o lo que está mal depende de a quién consideremos autoridad para decidirlo, a quién consideremos dueño de las normas lingüística y, por lo tanto, del lenguaje.

Cualquiera podría pensar que, respecto de la lengua italiana, esa es una pregunta fácil de contestar: ¡los italianos! Pero ese colectivo reúne a varios conjuntos que no usan la lengua de la misma manera: los sicilianos, los romanos, los napolitanos, los milaneses. Podríamos decir, entonces, que la autoridad sobre una lengua la ejercen quienes la usan.

Es el argumento que se esgrime siempre en contra de la pretendida autoridad de la Real Academia Española, para la cual los legítimos dueños del castellano son quienes lo amasaron durante siglos a partir de los restos del latín. La propiedad del castellano es más compleja que la del italiano precisamente por las repúblicas hispanoparlantes, que reivindicaron su independencia lingüística al mismo tiempo que la política.

Tan así fue que a los académicos reales no les quedó más remedio que aceptar (muy entrado el siglo XX) que el castellano es una lengua pluricéntrica, porque tiene más de una variedad estándar.

La autoridad, pues, pasó a manos de los hablantes nativos (el español es la segunda lengua del mundo por número de hablantes nativos, 477 millones, solo por detrás del chino mandarín).

El problema de esa masividad se complejiza con la industrialización de la lengua, es decir, cuando la lengua pasa a ser materia prima de empresas internacionales de comunicación, que elaboran su propio estándar (por ejemplo: las empresas multimedia que distribuyen contenidos para la televisión). Allí, la propiedad de la lengua no se decide ni por el nacimiento ni por el uso, sino por el rendimiento (los subtítulos se elaboran en dos versiones: español peninsular y español latino, sin que se sepan bien los fundamentos de esas decisiones).

Transformada de medio de comunicación o de expresión (que no son la misma cosa) en mercancía, los dueños de la lengua pasan a ser quienes someten a ella a la mayor explotación, y la más exitosa.

Vuelvo a mi curso de italiano, en la plataforma más importante del mundo (hay más norteamericanos estudiando idiomas a través de ella que en todas las escuelas estadounidenses). Es una máquina, que funciona con algoritmos diseñados alguna vez por lingüistas y pedagogos expertos y que ahora funciona de manera más o menos automática, asistida por inteligencias artificiales. Cada error que cometo me quita una “vida” en el proceso de aprendizaje (ese vaciamiento vital pretende que pague una cuota mensual de dólares para seguir aprendiendo, sin terror a la muerte).

Hay un botón que permite “reportar” errores, pero esa función, lejos de transformarnos en una autoridad, nos transforma en trabajadores gratuitos (esclavos) de y para la máquina. Es lo mismo que sucede cuando Google Maps nos pide que reportemos, confirmemos o desechemos alguna circunstancia en un trayecto que estamos realizando.

Lo que se nos aparece es una nueva forma de apropiación: ya no son ni los hablantes nativos, ni los usuarios, ni las compañías multimediáticas quienes toman decisiones sobre las lenguas (y sus equivalencias) sino directamente el sujeto abstracto y maquínico que habita en los algoritmos.