Ser "invitado de honor" en las ferias del libro del mundo entero cuesta mucho dinero. Por caso, tanto Frankfurt como Guadalajara, acaso las más visibles y, supuestamente, redituables para los intereses de difusión de un país, implican el desembolso de varios millones de dólares: hay que pagar por el stand, que debe ser más importante que el de todos los otros participantes; hay que llevar funcionarios y escritores; hay que organizar eventos en paralelo, etc., etc., etc. Por eso, ser invitado es un lujo que no todos pueden permitirse. De hecho, países con una riquísima tradición literaria, como Irlanda (que tiene cuatro premios Nobel de literatura), jamás han participado en esos foros.
El caso de Chile, un país que tiene sólo 100 librerías y donde los libros pagan I.V.A., transformándose las más de las veces en artículos suntuarios, resulta paradigmático y, como no podía ser de otra forma, la política metió la cola. Ya ocurrió hace unos años, cuando la nación trasandina fue invitada de honor en Guadalajara y la curaduría del evento quedó en manos de petimetres incapaces de considerar toda la edición chilena y todos los escritores y no solamente a los amigos. Hoy, por razones opuestas, las cosas son peores. Considérese nada más que el actual gobierno chileno, incluso desde mucho antes de asumir, viene soportando una andanada de munición gruesa por parte de la oposición de derecha, que no ha dudado en mentir, tergiversar y estigmatizar cada simple iniciativa propuesta por la actual administración.
No debe entonces sorprender el siguiente artículo, publicado por el poeta y "editor profesional indendiente" (así se presenta) Sebastián Gómez Matus en El Ágora, de Chile, donde se queja amargamente de que su país no haya aceptado ser invitado de honor en la feria de Frankfurt (a la que, con ligereza califica como "el mayor evento literario del mundo", cuando es apenas un acontecimiento comercial vinculado al mundo del libro) porque Chile se excusa señalando que, antes de hacer tamaño desembolso, prefiere darle prioridad al ecosistema del libro y la lectura.
Chile rechazó ser el invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt
En el mundo del libro todos saben que la feria de Frankfurt es el mayor evento literario del mundo, sobre todo por las consecuencias positivas para los autores en términos de contratos de traducción y, por supuesto, para el país y la imagen que intenta proyectar en el mundo de las letras, que dentro del territorio nacional presenta una grave crisis de calidad y de probidad en términos de política cultural.
Hace años, si acaso no desde sus orígenes, que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en particular el sector del Libro y la Lectura, viene haciendo agua. No solo por la forma de hacer una política cultural de la lectura y el libro, que intenta responder a un vacío cultural inmenso que busca llenarse con medidas de producción, como si los escritores produjeran obras y no las escribieran. La lógica de una política cultural, amparada en el antiguo y archicriticado concepto de industria cultural, es una lógica que ha probado ser fallida hace muchos años, pero sigue siendo rentable para ciertos agentes culturales y la sospechosa raza de los mediadores o gestores.
En particular con este gobierno, en el mundo del libro ha habido varios escándalos que trascendieron a la luz pública. Pero rechazar ser el invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt, es un privilegio que ningún país se había arrogado antes. Seguramente los alemanes no dan crédito y menos los autores que ven la retirada de todo un mundo de lectores, como por ejemplo los coreanos, que están poniendo sus ojos en las letras nacionales. La decisión fue comunicada por la embajadora de Chile en Alemania, Magdalena Atria, al director de la Feria, Jürgen Boos, aduciendo falta de recursos y de personal.
La respuesta del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, fue la siguiente: “Chile asistirá a la Feria del Libro de Frankfurt como participante, no como invitado de honor. La decisión obedece a priorizar los recursos a fortalecer el ecosistema del libro y la lectura en Chile, con el objetivo de retomar la tradición de una Feria Internacional del Libro en nuestro país”.
Al margen del argumento económico, en un comunicado interno del Ministerio de RREE se habló de un argumento político que fue emitido en agosto del año pasado: “Para las misiones interesadas en postular se prestará especial atención a proyectos culturales que tengan como eje la memoria, la solidaridad y la sensibilización a los 50 años del Golpe de Estado”, señala uno de los párrafos de un instructivo enviado por parte de la Cancillería a las embajadas de Chile en el extranjero. Así, la feria alemana habría sido desestimada dentro los prioridades oficiales.
Tras el comunicado de la embajadora al director de la Feria de Frankfurt, el ministro Jaime de Aguirre comentó: “Se consideraron motivos presupuestarios, ya que ser invitado de honor en esa feria significa una gran inversión, que acorde al lineamiento de austeridad, enfocaremos en gasto público para una iniciativa de alcance internacional en Chile que permita volver a posicionar a nuestro país como espacio de reconocimiento mundial en esta área”.
Cabe recordar que tras haber firmado una carta de intenciones en Chile, de que el gobierno haya pedido el año 2025 en específico, de haber obtenido la venia de parte de Presidencia y de Hacienda, los alemanes no entienden cómo un país se da el lujo de rechazar una invitación tal. Es una decisión única en la historia de de esa feria y los principales afectados son escritores y escritoras, que tendrán que seguir alimentando formularios de becas y financiamientos estatales que precarizan el trabajo y el oficio de escritor, al margen de que el sistema produce una literatura de muy baja calidad.
Solo un dato del país vecino, cuya literatura comparada a la nuestra le lleva mucho por delante, dado que acá la literatura no se discute, y si acaso se hace, se discute en términos ideológicos previo a los valores literarios que pudiera o no tener una obra. La tendencia es a la baja. Argentina fue invitada de honor en el 2010. Se tradujeron más de 1.210 obras de alrededor de 400 autores argentinos, a 45 lenguas, en 50 países. Recordemos que en Argentina no hay fondos de cultura y sí hay un campo laboral para que tanto escritores como escritoras le tomen el peso al oficio. Sería interesante ver cómo reaccionan los autores frente a esta decisión.
Gómez Matus debería disimular un poco su simpatía -acaso vinculación- con la Feria de Frankfurt, que no es la Escuela de Frankfurt. Cuando dice "los alemanes no entienden", ¿cómo lo sabe? Y cuando dice "se da el lujo [Chile]", ¿desde qué lado del mar escribe?
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