lunes, 17 de febrero de 2014

Una encuesta para libreros (I)

A lo largo de los últimos cuatro años, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires ha realizado tres encuestas a propósito de la traducción literaria: la primera fue con editores, la segunda con escritores, la tercera con traductores. Ahora, comenzando nuestro sexto año de actividades, hemos decidido realizar una encuesta con libreros y conocer, desde esa otra parte de la cadena, qué pasa con los libros que traducimos cuando salen al mercado.

Para nuestros fines, hemos solicitado a libreros de buena parte de Hispanoamérica que respondieran a tres preguntas, que, como se verá más abajo, fueron siempre las mismas. Con todo, a pesar de los muchos esfuerzos realizados, resultó imposible que los libreros consultados en Ecuador, Perú, Uruguay o Venezuela se avinieran a contestar. Por lo tanto, el lector se encontrará únicamente con representantes de  la Argentina, Colombia, Chile, España y México, acaso los países más activos a la hora de traducir y publicar libros en nuestro idioma.

Asimismo, se buscó reflejar la mayor diversidad posible recurriendo a grandes y pequeñas librerías, a librerías de las capitales y de las provincias, a librerías de libros nuevos y, en algún caso, también usados, etc.

Para nuestra sorpresa las grandes cadenas (como Yenny-El Ateneo o Cúspide, en la Argentina) no permitieron que quienes trabajan en sus librerías participaran de la encuesta. Por lo tanto, tuvimos que conformarnos solamente con las buenas, aquéllas muchas veces atendidas por gente que conoce el libro sin necesidad de recurrir permanentemente a las computadoras como en los supermercados. A todos ellos, trátese de dueños o empleados, estamos muy agradecidos y aprovechamos la oportunidad para decírlo públicamente.

Por último, un trabajo como éste requiere la ayuda desinteresada de mucha gente. Por lo tanto, dejamos anotado aquí nuestro agradecimiento a Jonio González, Erika Martínez, Andrés Ehrenhaus y Manuel Borrás (de España), Ana Franco Ortuño, Pedro Serrano y Lucrecia Orensanz (de México), Darío Jaramillo y Ramón Cote (de Colombia), Verónica Zondek y Armando Roa (de Chile), Leonora Djament, Marietta Gargatagli, Jorge Aulicino e Inés Garland (de la Argentina).


Andy Andersen, delante de la puerta de su librería
Néstor  (Andy)  Andersen 

Lilith Libros
Paraguay 4399 - Buenos Aires - Argentina


Tel: 48310756


lilithlibros@gmail.com
https://www.facebook.com/lilithpalermo:

1) ¿Qué porcentaje de libros traducidos vende en relación con el total de las ventas?
No se me ocurre una forma de pedirle al sistema que informe sobre este tema, pero sí, puedo decirte, que, por diversas razones, trabajo más con editoriales argentinas que extranjeras; y, dentro de ese campo, me arriesgo a decirte que mis ventas son casi un 50% de traducciones.

2) ¿Qué procedencia tienen las traducciones y qué dice el público sobre éstas?
3) ¿Privilegia usted la venta de traducciones realizadas en su propio país? ¿Por qué?
Con respecto a las españolas, tengo mis reservas y trato en general, de ofrecer las argentinas, ya que la utilización del lenguaje aquí, no provoca, al menos para nosotros, un salto en la lectura, como sí, sucede con las extranjeras. El público, agradecido, claro.

Entiendo que la traducción es un difícil arte y, se complica mucho cuando el texto original, viene con muchos localismos. No sé como sonarán en otra lengua, Arlt o Fogwill, Fontanarrosa, Cortázar o Juán Marsé, por ejemplo.

Nicolás Letelier con su mujer
Nicolás Letelier Saelzer 


Librería Ulises
Casa Matriz Providencia
Andrés de Fuenzalida 48, Providencia, Santiago de Chile - Chile.

Tel: 2311013 / fono-fax: 3354797 


Horario de Atención:
Lun a Vier 09:30 a 21:00 horas / Sáb a Dom 10:30 a 21:00 horas    


¿Qué porcentaje de libros traducidos vende en relación con el total de las ventas?
Sin poder darte una cifra exacta, la relación debe ser de un 40% de traducciones y 60% libros en español como idioma original. Esto aplicado al campo de la narrativa y la poesía. En lo que respecta a filosofía, historia, ciencias sociales y divulgación científica la relación se invierte; en esta área sigue existiendo una supremacía de traducciones de países tales como Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU., debido por una parte a la cantidad y calidad de los textos, y a cierta desconfianza por la intelectualidad española y latinoamericana.

¿Qué procedencia tienen las traducciones y qué dice el público sobre éstas?
En su gran mayoría provienen de España –principalmente traductores catalanes-, pues es la gran industria editorial en habla hispana. Le siguen Argentina, México -sobre todo gracias al catalogo de Fondo de Cultura Económica- y por ultimo Chile. Con respecto a las traducciones españolas existe el prejuicio -a veces justificado- del uso exagerado de  localismos. Las traducciones argentinas gozan de bastante prestigio sobre todo en el área de las ciencias sociales; la gente percibe que son más neutras que las españolas. Las traducciones mexicanas son antiguas y en algunos casos canónicas. A los mexicanos se les reconocen algunas primeras traducciones de grandes obras al castellano -importante es señalar que gran parte de estos traductores son asilados republicanos de la guerra civil-. El caso mexicano es complejo, gran parte del catalogo de editoriales mexicanas no llega a chile o al menos no con regularidad. En Chile los traductores son escasos pero el público los percibe como de calidad, hay un conocimiento del traductor y un público que les sigue.

¿Privilegia usted la venta de traducciones realizadas en su propio país? ¿Por qué?
En Chile es difícil pues no existe competencia. Una traducción chilena es un hecho aislado que muchas veces se celebra como un hito. Así y todo las recomiendo, sobre todo cuando conozco al traductor y su obra. En Chile la traducción tiene algo de artesanal, no existe una industria como en España. En general los traductores chilenos conocen bastante bien el autor o la obra a traducir. El trabajo se hace por un deseo personal. Es recurrente el hecho de que algunas traducciones españolas de autores importantes y complejos no se les de el cuidado que requieren, quizás, fruto de traducciones hechas a la rápida o de manera industrial. Los lectores más acuciosos lo detectan. Para qué decir en poesía, aquí el problema es aún mayor. Las traducciones por encargo en Chile, si bien existen, representan una parte mínima del mercado editorial chileno. El traductor profesional es un bicho raro.

Gustavo Cueto 

Librería La Gaddiana
Sarmiento 783, Planta Alta, local 13, Rosario, Argentina

Tel: 03423828744

 1) ¿Qué porcentaje de libros traducidos vende en relación con el total de las ventas?
No es sencillo de determinar, quizá un 60,70, traducidos  

2) ¿Qué procedencia tienen las traducciones y qué dice el público sobre éstas?
3) ¿Privilegia usted la venta de traducciones realizadas en su propio país? ¿Por qué?
El público gran cosa no dice, y uno más no puede esperar. En lo que a mi privilegio hace, me remito a traductores ya conocidos, y a editoriales que no te dejarán de a pie en lo referente a traducciones.




viernes, 14 de febrero de 2014

Y ya que estamos con Pacheco...

Publicado el 8 de febrero pasado, en La Razón, de La Paz, Bolivia, el siguiente artículo de Wálter I. Vargas critica la muy elogiada traducción que José Emilio Pacheco hizo de los Cuatro Cuartetos, de T. S. Eliot. Las críticas se refieren fundamentalmente a la abundancia de notas, lo cual trae otra vez sobre el tapete la polémica respectiva. En la bajada del artículo se lee:En el un tanto misterioso asunto de la lectura literaria, a veces la indocumentación juega un papel benéfico”. 

Cuestiones eliotianas

Sólo ahora me entero que el recientemente fallecido poeta mexicano José Emilio Pacheco había encarado hace mucho (en los años 80) la noble y seguramente dura tarea de traducir los Cuatro cuartetos, de Míster T. S. Eliot. Cuando la leyó su compatriota Octavio Paz, según nos cuenta la revista Letras Libres, la saludó como “la mejor traducción del poema hecha en ningún idioma”, afirmación que exige conceder a Paz el conocimiento de todas las lenguas. También antaño leí un ensayito sobre Eliot del colombiano Jorge Zalamea, quien usaba traducciones de un coterráneo suyo, y también le parecía el mejor traductor del Premio Nobel de Literatura 1948. En nuestro medio, el poeta Álvaro Diez Astete puso en español hace tiempo algunos de sus poemas menores, por lo cual creo que corresponde señalar, en nombre de la patria, que se trata de la mejor traducción hecha de esos versos.

La cuestión, bromas aparte, es que en 2011 la revista mencionada publicó una de las cuatro partes (“The Dry Salvages”) de la versión de Pacheco. Y ahora, en enero de este año, coincidiendo con el fallecimiento del traductor, apareció en la misma publicación otra parte, la llamada “East Coker”. Mi escasísimo inglés, mi flojera, no me permiten confrontar ésta y la que siempre leí, de José María Valverde, con el original, para opinar en tema tan profesional. Lo que he hecho más bien, en mi calidad de simple lector, ha sido volver una vez más a experimentar la lectura de la versión del español, y en verdad en verdad os digo me quedo con ella. Me quedo con esa lenta y larga meditación, en la cual una desesperación serena y una suerte de teología exhausta se abren paso en una narración poética, densa pero no inestable o excesivamente oscura (como ocurre en The Waste Land). Me quedo con esa cadencia reflexiva, ese hechizo verbal que no da respiro, página tras página, y que me ha hecho considerar siempre a Eliot mi candidato a dios en materia de poesía moderna, y a Cuatro cuartetos el poema definitivo del siglo XX, por sentencioso o atrevido que esto parezca. 

En el un tanto misterioso asunto de la lectura literaria, a veces la indocumentación juega un papel benéfico. El lector no es un filólogo. Por eso el propio Eliot, hombre ducho en estas lides, se sintió siempre incómodo con las notas que puso a Tierra baldía. Pero no contento con esta incomodidad, ahora Pacheco le ha agregado a su vez a este otro poemario de Eliot un aparato de notas también profuso y erudito (30 notas, solo para “East Coker”).

Enterarse de que el famoso primer verso de “East Coker” (“En mi comienzo está mi fin”) alude al lema de la reina María Estuardo, puede ser útil, lo acepto. Es más cuestionable que cuando el poeta dice que pasó 20 años, “los años de l’entre deux guerres”, sin hacer nada, sea necesario aclarar en una nota que se trata del lapso entre las dos guerras mundiales (a menos que la publicación sea para colegiales). Y para colmo, señalar que la frase fue escrita originalmente en francés (hubiera sido extraño que de pronto el traductor hubiera escogido este idioma para traducir esta línea).

A ratos Pacheco comienza incluso a interpretar, y eso me parece también un tanto innecesario. Eliot dice “La poesía no importa. No era lo que uno había esperado”, y Pacheco nos aclara que lo hace porque lo trascendental para el poeta es la salvación cristiana, cuando para mí, el poema expresa a la condición humana culturalmente cansada ante la historia que da vueltas como un tiovivo (“No hay fin, sino adición: la arrastrada consecuencia de más días y horas, mientras la emoción toma para sí los años, sin emoción de vivir entre el hundimiento...).

En fin, que la presencia de tanta información interrumpe o molesta la lectura del poema. “Hay muchos lugares que son el fin del mundo, pero el mío es Inglaterra”, dice con otras palabras Eliot en otro lugar de los cuartetos. Trasladada la idea al hecho de la lectura, creo que el lector ducho de poesía sabe mantenerse en equilibrio entre el interés en los detalles del texto y su aplicación a su propia situación de lector.


jueves, 13 de febrero de 2014

Homenaje a José Emilio Pacheco (II)

Segunda parte del artículo de Susana Zanetti sobre José Emilio Pacheco y la importancia de la traducción de poesía en la obra del propio poeta

Traducciones, versiones y homenajes
en la poesía de José Emilio Pacheco (II)

Las versiones de Pacheco hacen del poema original un punto de partida hacia el encuentro con esa voz en la lengua propia: no descifrarlo, sino alcanzar la cifra en la que se confunden, cifra —de resonancias órficas— que es don de la palabra poética, pero concedida a todos los seres, afirmación corroborada a lo largo de su obra. Así sucede en “A sabiendas” de uno de sus últimos libros, Como la lluvia (2009), para sostener la presencia múltiple de la poesía, que fluye sin cesar para asegurar su permanencia: “Toda la noche escribe el cangrejo en la arena húmeda / el poema infinito de los mares. // Lo hace aunque sabe que al amanecer / vendrán las olas a borrar su escritura”. (p. 671)

Cuando en 1982 Pacheco rehúsa el pedido de entrevista de George B. Moore le envía la epístola “Una defensa del anonimato” (14) para aclararle que busca dejar en las  sombras la figura de autor —“a eso tienden mis versos y mis versiones” (p. 304)— y pensar en “una poesía anónima ya que es colectiva”, oblicuamente indicadas ya al atribuir a su heterónimo Julián Hernández un epígrafe que introduce la sección “Aproximaciones” de Irás y no volverás (1969-1972), un epigrama que recuerda la conocida frase de Lautréamont: “La poesía no es de nadie: se hace entre todos”. (15)

A partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo (Poemas, 1964-1968) de 1969, título tomado del poeta japonés Li Kiu Ling, intensifica esta presencia tanto como el virtuosismo de las traducciones y su entramado con la ironía y el sarcasmo, siempre con un decir lacónico, ya visto en varios ejemplos, que impregnan de franco pesimismo la dimensión ética de sus poemas, en los cuales la ruina va volviéndose cotidianidad, en tanto el pasado se materializa en el presente. Culmina en el 2 de octubre de 1868, fecha de la matanza de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas y de la escritura del poema, “Lectura de los ‘Cantares Mexicanos’: Manuscrito de Tlatelolco”, en el que la Matanza del Templo Mayor, y sobre todo la guerra que destruye a México-Tenochtitlan, apoyado en las traducciones de los textos en náhuatl realizadas por el padre Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla, en Visión de los vencidos. A los textos mencionados en el título, procedentes del manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de México, de 1523, y del manuscrito anónimo de Tlatelolco, de 1528, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, se agregan citas del Códice Florentino, hoy en el Vaticano.

Del año anterior es Morirás lejos (1967), su única novela, construida también por la trama de voces y de textos, de versiones como la del título, tomado de Séneca, glosado por Pacheco.

No cesará de interrogar los sentidos de esta perduración de la palabra poética, sujeta además a la desvalorización y al olvido, en cuanto la concibe como un diálogo o conversación (“Llamo poesía a ese lugar de encuentro con la experiencia ajena”, dice en la carta a George B. Moore, p. 303). (16)

La afirmación de Tarde o temprano de 1980 (“Ignoro si este libro llega tarde o temprano. Sé que tarde o temprano no quedará de él ni una línea” 17) pareciera desvanecerse en esa red que reinventa la palabra, alimentada por los préstamos de versos de otros, de cruces simultáneos y de poemas a la manera de, etc. Lo vemos en los epigramas a la manera de Juvenal o en la serie de su otro heterónimo Fernando Tejeda, “Los amores (Estudio y profanación de Pierre Ronsard)”, que se funde con las operaciones similares en “Catulo imita a Cardenal”, parodiando los epigramas y las traducciones del poeta latino hechas por Cardenal, cuyos ecos persisten en los poemas amorosos de Pacheco. Así rinde homenaje a poetas clásicos o contemporáneos, orientales, europeos o latinoamericanos, a los angloamericanos, cuyo peso en la poesía del siglo XX puso de manifiesto en su conocido artículo “Notas sobre la otra vanguardia”. (18)  Cofradía ofrecida a los hombres como modelo que, en sus desplazamientos por el tiempo, el espacio y los idiomas, abre las compuertas a una comunicación más plena. Los títulos de sus libros y poemas también dan cuenta de ello.

Si en Como la lluvia son pocas las referencias a otros poetas, habituales en los libros anteriores, vuelve, en el apartado IV, “Celebraciones y homenajes”, a poner en escena el reconocimiento de un poeta a otro (al estilo de “Trébol” de Cantos de vida y esperanza), de Díaz Mirón a Darío, o de Darío a Francisco Toledo. Podríamos decir que son homenajes escritos “a la manera de”, así como se vale de la epístola clásica en tercetos encadenados para la escritura de la que Lope de Vega dedica a Cervantes. Estas invocaciones se ciñen a los clásicos grecolatinos —Safo, Séneca, Propercio— y del Siglo de Oro español —Cervantes, Lope, Calderón, Quevedo— y en nuestro ámbito a Darío. Recurre además a la pluralidad de voces a través de los “once poemas dementes” del heterónimo Alonso Cañedo, como en libros anteriores lo habían sido Julián Hernández y Fernando Tejeda.

“Como la lluvia”, repetido en el título al libro, proviene de la inscripción de un poema en un muro sepultado entre las cenizas de Pompeya. Ahora es reescrito por el sujeto lírico después de dos mil años, negando así al mismo tiempo el ambiguo escepticismo ante sus concepciones del pasado sobre los modos de perdurar de la poesía al concluir su poema (“Dos mil años después de que el Vesubio / sepultó entre cenizas a Pompeya / encontraron un muro en que estaba escrito: // Nada es eterno. Brillan los soles y en el mar se hunden. / Arde la Luna y se desvanece más tarde. / La pasión de amor / se termina también / como la lluvia. // Al tercer día de copiado el grafito / el yeso en que lo inscribieron se vino abajo. // Se acabaron los versos / como la lluvia. (p. 651).

Sabe también Pacheco que es solo parte de una red, solidaria en el tiempo y el espacio: “Y cada vez que inicias un poema / convocas a los muertos // Ellos te miran escribir / te ayudan”. (“D. H. Lawrence y los poetas muertos” de Irás y no volverás). Esos muertos son con frecuencia “adictos” como Pacheco a la traducción y a la cita. Celebra así a Ezra Pound cuando traduce “Lamentación del guardafronteras” en Miro la tierra, porque su libro Cathay (1915) ha “determinado la forma de leer y traducir la poesía de Oriente en los países occidentales” y porque lo ha hecho valiéndose “de una traducción de una traducción […] incitándonos a hacer nuestra la poesía ajena, a hacer nueva la poesía antigua y puede llevar la firma de las iglesias medievales: Adamo me fecit. No importa si Pound sabía o ignoraba el chino y el japonés. No importa quién lo escribió”. (1ª edición, 1986, p. 72)

El haiku será una de las experiencias poéticas japonesas que han estimulado la escritura de Pacheco. En Irás y no volverás expresa esa adhesión en los epígrafes de buen número de poemas y en haikus tan espléndidos como estos: “Alba en Montevideo” — “La noche lentamente se deshace en la luna / que avanza llena de eternidad” (p. 142) o en “Amanecer en Buenos Aires” —“Rompe la luz el azul celeste / amanece en la plaza San Martín / en cada flor hay esquirlas de cielo” (p. 142). También ésta que alude a uno de los poetas traducidos en sus comienzos (“La cabellera”), titulado “Gato”: “Ven / acércate más / eres mi oportunidad / de acariciar al tigre // y de citar a Baudelaire”. (pp. 142 y 146 respectivamente). Algunos breves poemas complejizan la mezcla, como sucede en “Rilke y Yeats”: “Ayúdenme a escribir / abran las puertas / que hasta el orden conducen / y rescaten mi alma / de esa jaula / en que mi voluntad / brama entre rejas.” Entrecruza aquí los momentos más intensos del famoso poema de Rilke, “Der Panther”, en el cual la interioridad enajenada del poeta se funde con la de pantera enjaulada (“er nichs mehr hält” y “durch der Glieder angespannte Stille und hört im Herzen auf zu sein”), escritos en un idioma que lamenta ignorar. (19)

“Escribir la poesía no puede ser sino reescribirla, repetirla insinuando alguna variante que le dé alguna justificación y actualidad […]. El gesto individual del poeta se inscribe en el marco de una tradición y la prolonga, reinterpretándola”, afirma con razón José Miguel Oviedo, en su artículo de la valiosa compilación de Hugo Verani, quien define a su vez la poesía de Pacheco como “palimpsesto de lecturas” (p. 54). Cenizas de huellas tejen una red donde ellas vuelven a significar, en un presente de catástrofe en el que se desvanece la memoria de los espacios de la infancia y de la identidad de la ciudad de México, expresada de lleno en la sección inicial de Miro la tierra (1983-1986), “Las ruinas de México (Elegía del retorno)”, que se respaldan en un fragmento del poemario de este nombre del poeta modernista mexicano Luis G. Urbina compartiendo el mismo sentimiento de extranjería ante los cambios producidos por la especulación urbana, (20) responsable en buena medida del número de muertos causados por el terremoto de 1985, muertos a quienes dedica el libro, cuyo título cita unos versos de Rafael Alberti. “Ley de extranjería”, denomina a la sección inicial de El silencio de la luna, en la que el sujeto lírico reescribe palabras del uruguayo Juan Carlos Onetti en su exilio en Madrid aludido en el título del poema —“Sin excepción nacemos / para el fracaso. / La derrota / es el destino único para todos. Nadie se salva”, p. 400—, (21) exilio que ya anunciaba como ínsito a la existencia del arte en el epígrafe del libro, tomado de Vladimir Holan: “…y Picasso… entendió bien / que la inmortalidad del arte / está en el tiempo, el pecado, el exilio; / que el sol tiene la obligación de rescatar / las lágrimas, las fuentes, los ríos y los mares: todo en vano” (p. 384). En “¿Qué tierra es ésta? Homenaje a Rulfo con sus palabras” reproduce estrictamente las voces tomadas de “Nos han dado la tierra” de El llano en llamas, para dar cuenta del exilio y la derrota compartida por el campesino traicionado por el reparto de tierras por el gobierno revolucionario, singularizado por detalles del llano desértico que por momentos se hacen imprecisos, más generales, trascendiendo la situación singular a la condición humana de innumerables víctimas: “¿Qué tierra es ésta? / ¿En dónde estamos? […] Digan si hay aire y nubes. / Si hay esperanza. / Si contra nuestras penas / hay esperanza…” (pp. 63 y 65).

En las “Aproximaciones”, junto a la excelente traducción en sonoridad y precisión de las significaciones de poemas de Victor Hugo, se destacaban también las versiones de homenaje a Pound y a Manuel Bandeira, y sobre todo su “Nueva lectura de la Antología griega”, reinvención de textos clásicos que vuelven a decir una historia que se repite, irónicamente tratada en la reflexión de este epigrama de Calímaco: “Epitafio del reverendo Malthus”: “Apiádate, demógrafo, de mi castigo eterno: / más poblado que el mundo está el infierno”. No pierde Pacheco, sin embargo, la imagen refinada, a veces también levemente irónica, que lo caracteriza, como en “Estratón”: “Crueldad: Desnuda te recuestas en el frío mármol / que no puede tocarte.”

Ciudad de la memoria vuelve al tema de Miro la tierra, acudiendo otra vez a indicarlo desde el título, que procede de un poeta muy querido de Pacheco, Enrique Lihn (“Vivimos todos en la ignorancia total, en la ciudad de la Memoria. Borrada.”), epígrafe que intenta contradecir en los diálogos que abren los homenajes (a Vallejo, entre otros) y los encuentros de poetas (“Bécquer y Rilke se encuentran en Sevilla” o César Vallejo y Cernuda en Lima, p. 157), desde el desolado y espléndido primer poema “Caracol (Homenaje a Ramón López Velarde)”, que así comienza: “Tú, como todos, eres lo que ocultas. Adentro / del palacio tornasolado, flor calcárea del mar / o ciudadela que en vano / tratamos de fingir con nuestro arte, / te escondes indefenso y abandonado, / artífice o gusano: caracol / para nosotros tus verdugos.” (p. 353)

Quizás el ejemplo más notable de esta presencia es el ya citado “Lectura de los Cantares Mexicanos: Manuscrito de Tlatelolco”, cuya primera versión en No me preguntes cómo pasa el tiempo, reescribe y amplía en Desde entonces (1980), donde introduce voces de las víctimas y de la represión del ejército a la manifestación en la Plaza de las Tres Culturas en 1968, diez años más tarde, y así lo explicita el título de la nueva parte del poema, “Las voces de Tlatelolco, octubre 2, 1978”. Despliega ahora la unión en el tiempo de textos que vuelven a esa historia de destrucción señalada por la Matanza del Templo Mayor, el sitio de México-Tenochtitlan; voces plurales y anónimas también, que se conjugan con las voces recogidas por Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco (1971), sean de frases de la propaganda de la manifestación o de la órdenes de las fuerzas de la represión, confundidas con la búsqueda de familiares o la acumulación de cadáveres.

Versiones, epígrafes, citas de otros textos en el interior de sus poemas, junto con los homenajes y la convicción de que toda poesía encierra un préstamo, asumiendo en esta afirmación el legado de Nezahualcóyotl, varias veces aludido, haciendo suyas las palabras del poeta texcocano en “Homenaje a Nezahualcóyotl”, según las traducciones de Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla, con las que nuevamente introduce significaciones del instante, y las concepciones del destino del canto, haciendo suyos también los modos de composición, como la repetición de la lengua náhuatl, con los cuales el poeta sellaba su singularidad en una nueva combinatoria de un canon cerrado de figuras, resignificando al mismo tiempo el sentido que esa poesía daba al préstamo. Así comienza el poema: “No tenemos raíces en la tierra. / No estaremos en ella para siempre: / Solo un instante breve. // También se quiebra el jade / y rompe el oro / y hasta el plumaje del quetzal se desgarra // No tendremos la vida para siempre: / solo un instante breve”.

Es esta primera parte versión del final de “El árbol florido (Diálogo de  poetas)”: (22) “¿Es que acaso se vive de verdad en la tierra? / ¡No por siempre en la tierra,/ solo breve tiempo aquí! / Aunque sea jade: también se quiebra; / aunque sea oro, también se hiende, / y aun el plumaje de quetzal se desgarra: / ¡No por siempre en la tierra: / sólo breve tiempo aquí!” (p. 186)

En la versión de Pacheco conjuga este fragmento con otros similares, que divide en dísticos en silva, es decir, en la combinación de endecasílabos y heptasílabos, forma clásica de los Siglos de Oro, pero conservando las reiteraciones particulares de la llamada poesía azteca.

Las últimas tres partes se valen de la concepción de la divinidad, dueña de la vida y de la escritura, expresadas sobre todo en “Como una pintura nos iremos borrando”: “En el libro del mundo Dios escribe / con flores a los hombres / y con cantos / les da luz y tinieblas. // Después los va borrando: / guerreros, príncipes, / con tinta negra los revierte a la sombra. // No somos reyes: / somos figuras en un libro de estampas.” Y concluye: “De lo que ven mis ojos desde el trono / no quedará ni el polvo en esta tierra”. Vuelve aquí a universalizar las tradiciones o la historia y la realidad mexicana tejiendo lazos con la cultura clásica, en la versión de las “Odas I, II” de Horacio. Cito solo los dos últimos versos: “Aprovecha el instante / porque el futuro no nos pertenece”. (23)

En la continua presencia de textos de muy diversa índole y de muy diverso lugar y tiempo, me interesa destacar, en la recurrencia incesante del reconocimiento del legado mexicano y hispanoamericano, el modo en que singulariza la figura de Rubén Darío a partir de “Declaración de Varadero”, escrita para el centenario del nacimiento del poeta, celebrado por la revista Casa de las Américas en La Habana en 1967. Como es habitual en él, Pacheco modifica el texto en las sucesivas ediciones de Tarde o temprano, de 1980 al 2000.

Los cambios buscan la condensación liberada de detalles, como en general hace en todas las correcciones en la compilación de su obra. El texto de 1967, evidentemente una elegía (“En su principio está su fin. Y vuelve a Nicaragua / para encontrar la fuerza de la muerte” son sus versos iniciales), comenta la concepción dariana de la poesía y se distancia de su estética (“Las palabras / son imanes del polvo. / Los ritmos amarillos caen del árbol. /la música deserta / del caracol / y en su interior la tempestad dormida / se vuelve sonsonete o armonía / municipal y espesa, tan gastada / como el vals de latón de los domingos.”), reconociendo al mismo tiempo la permanencia de su obra (“Nosotros somos los efímeros”) pues “solo el árbol tocado por el rayo / guarda el poder del fuego en su madera / y la fricción libera esa energía”. Desde la edición del año 2000 se repiten solamente estos últimos tres versos. Como la lluvia vuelve a la imagen del árbol que reverdece en nuevas lecturas (“Desde el tocón reverdece / cada vez que mueve sus páginas / el viento de otra mirada. // Mañana qué distinto / será leerlas / con otros ojos / hoy impensables todavía”, p. 702).

Pocas páginas más adelante de la de textos de la primera edición de No me preguntes cómo pasa el tiempo, en “Nuevamente Darío” Pacheco deja en claro la perspectiva que elige para su celebración de la estética de la poesía dariana, centrada en la imagen simbólica del cisne de Prosas profanas, no en textos que pudieran volverla más cercana a sus coincidencias con la antipoesía, siempre dentro de ciertos límites, o con la crítica social y política que ha asumido, pues la poesía de Darío le daba posibilidades de ello. Reitera ese tramado que conjuga herencias y consonancias diversas que constituye su concepción de universalidad, en un homenaje sin reparos, conservando el texto sin alteraciones; es más subraya con la mayúscula inicial el valor dado al cisne: “Oscuridades del bajorrelieve. / Figura maya,/ y de repente / como-una-flor-que-se-desmaya / (tropo Art Nouveau y adolescente) / el Cisne de ámbar y de nieve”. (p. 75)

Como la lluvia reitera esta confianza en un legado que atempera los riesgos de la poesía derrotada por el tiempo: lo prueban los clásicos grecolatinos y de los Siglos de Oro. Para Hispanoamérica apuesta a momentos de origen; por una parte, los mitos y cosmogonías mesoamericanos y la antigua palabra de los poetas; por otra la fundación de la poesía moderna por el modernismo, simbolizada por los textos darianos, que promueven a la vez el encuentro en la cofradía imaginaria que diseñan los versos de “Un soneto atribuido a Salvador Díaz Mirón para elogiar a Darío y dolerse de no  haberlo visto cuando pasó por Xalapa en 1910”: “En tu viaje a la isla de Citera / vas por  cumbres y abismos irisados, llenos de oro y ceniza enamorados. // Allí en costas de azur  la muerte espera. / No tocará tus versos: son sagrados. / En ellos todo el año es primavera”.  Pero esa cofradía tambalea amenazada por el olvido, hablan de ello un buen  número de poemas de José Emilio Pacheco, y sobre todo el epígrafe inicial que ha escogido para las ediciones de Tarde o temprano, su traducción de “East Coker”, de los Cuatro cuartetos de Eliot:

… pero no hay competencia:
Sólo existe la lucha para recobrar lo perdido
y encontrado y perdido una vez y otra vez
y ahora en condiciones que parecen adversas.
Pero quizá no hay ganancia ni pérdida:
Para nosotros sólo existe el intento.
Lo demás no es asunto nuestro.


Notas
14 Incluida en Los trabajos del mar (1983). En la edición de 2009, por la que cito, cambia la disposición de los versos.

15 El “Apéndice” que cierra No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964-1968) introduce el “Cancionero  apócrifo” de los dos heterónimos en que enmascara Pacheco sus ideas sobre la poesía, “Legítima defensa”  de Julián Hernández (1893-1955), con su breve presentación biobibliográfica, y del mismo modo a  Fernando Tejeda (1932-1959), cuyos poemas recrean poemas de Ronsard.

16 Del año anterior es Morirás lejos (1967), su única novela, construida también por la trama de voces y de textos, de versiones como la del título, tomado de Séneca, glosado por Pacheco.

17 La cita pertenece a la “Nota”, de la edición de 1980, p. 11, suprimida en la edición de 2000 y 2009.

18 En Revista Iberoamericana, nº 106-107, enero-junio de 1979, pp. 327-334.

19 (Goethe Gedichte: “Orbes de música verbal / silenciados / por mi ignorancia del idioma” incluido en No me preguntes cómo pasa el tiempo. La disposición de los versos en la página de la primera edición fue modificada por una más tradicional en las ediciones posteriores.

20 Dice el fragmento: “Volveré a la ciudad que yo más quiero / después de tanta desventura pero / ya seré en mi ciudad un extranjero”. (p. 11)

21 “Juan Carlos Onetti en Santa Elena” es el título de este poema.

22 Utilizo la compilación de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl. Vida y obra, México, Fondo de Cultura
Económica, 1972.

23 Tarde o temprano, 2º ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 300-301 y 305.


 .

miércoles, 12 de febrero de 2014

Homenaje a José Emilio Pacheco (I)

El poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano José Emilio Pacheco murió el 26 de enero pasado. A modo de breve homenaje, a continuación se publica  en dos días sucesivos un ensayo de la gran crítica argentina Susana Zanetti (1933-2013), aparecido en la revista Orbis Tertius, 2010, XV. Su resumen señala que “La importancia de la traducción y de la versión en la actividad intelectual del escritor mexicano José Emilio Pacheco cobra mayor relevancia en cuanto ambas constituyeron la sección final de sus poemarios, con el título de “Aproximaciones”. Por otra parte, todos sus libros acuden a fuertes relaciones intertextuales, homenajes, citas y textos “a la manera de”, además del uso de heterónomos, conformando una red que respalda su concepción de que “la poesía se hace entre todos”, concepción que le posibilita, por momentos, confiar en la permanencia de la palabra poética ante la convicción del futuro como destrucción y ruina”.

Traducciones, versiones y homenajes
en la poesía de José Emilio Pacheco (I)


En la ignorancia a medias de un idioma,
ya que el dominio es imposible,
las palabras demuestran estar hechas
de la esencia del mundo y la poesía.

José Emilio Pacheco, “Tierra de nadie”


No sería desatinado pensar la traducción de Cuatro cuartetos de T. S. Eliot por José Emilio Pacheco en 1989 como culminación de ese trabajo que se ha empeñado en definir como “Aproximaciones”, en tanto ensaya asir una experiencia poética en otra, una lengua en otra, convencido de que “asumir el paso del tiempo es interrogar fundamentalmente el lenguaje”, (1) ciñéndolo al presente que recrea la palabra al leer o al traducir un poema. Poco antes, en 1984, las había reunido en volumen aparte con el título de Aproximaciones (1958-1978), como denominaba a las traducciones o mejor, versiones, de las secciones finales de sus libros, incluidas a partir de Los elementos de la noche (1963). Ellas los cerraban como si culminara en los versos ajenos su poesía.(2)

Como es habitual en él, Pacheco modifica el texto de los poemas en las sucesivas ediciones de su obra, reunida bajo el título de Tarde o temprano. En la tercera edición del año 2000 suprime las “Aproximaciones”, reproducidas siempre en sección final del libro, si bien es cierto que ya en libros unitarios anteriores —El silencio de la luna (1994) o La arena errante (1999)— no incorporaban nuevas “aproximaciones”, aunque
la intertextualidad que comentaremos sigue presente en sus últimos libros de 2009.

Sabemos la importancia que han tenido las interrelaciones de la producción poética en muy diferentes lenguas, redes alimentadas en buena medida por las traducciones realizadas especialmente por poetas que no solo se empecinaron en alcanzar, como Pacheco, una versión que siguiera muy de cerca el original, sino que sobre todo respondiera a su concepción de la poesía y a su saber de la propia lengua. Su trabajo no se detuvo allí. Singularizan su poesía la intertextualidad y la contaminación profusa con la producción ajena.

Desconfiando de afirmaciones como las de Paul Valéry o de Roman Jakobson (“La poesía es por definición intraducible”3), las generaciones de poetas mexicanos a partir de Contemporáneos, y aun antes, si recordamos a Balbino Dávalos en la Revista Moderna (1898-1903), se destacaron por su interés en la modernización de la literatura nacional, valiéndose, entre otras posibilidades, de la traducción de textos de muy diverso origen. En esta tradición de apertura se incluyen las revistas Estaciones, la Revista Mexicana de Literatura, La Palabra y el Hombre, la bilingüe El Corno Emplumado o Diálogos, con las que Pacheco colaboró asiduamente.

Varias veces se ha referido Pacheco al modo en que deben leerse sus “Aproximaciones”, y los fundamentos de su trabajo de traducción. “No tengo nada contra los traductores académicos pero mi intención es muy distinta: producir textos que puedan ser leídos y juzgados como poemas en castellano, reflejos y aun comentarios en torno de sus intactos, inmejorables originales. […] De alguna manera no son, como podría creerse, ‘traducciones de traducciones’, sino poemas escritos a partir de otros poemas”. Enseguida refiere la lección recibida del poeta Jaime García Terrés (1924-1996) —importante gestor cultural, abocado a ampliar y profundizar la apertura cosmopolita—: “me enseñó a aspirar a la soltura y al respeto por el texto en español”. (4)

Comenzó con este trabajo a los 23 años. Tradujo por entonces a Beckett, “De profundis” de Oscar Wilde, Eisenstein, Tennessee Williams, Pinter, etc., más allá de los incorporados en sus “Aproximaciones”. En éstas se vale de traducciones existentes —apunta siempre la procedencia de las que utiliza—, de lenguas que conoce o, sobre todo, ignora.

La lectura alimenta su tarea y la versión se atiene a su concepto del traslado al español. En “Gustave Flaubert (1821-1888)” celebra la entrega del escritor francés al “término exacto” (le mot juste, dice) pues solo existe “una palabra para cada cosa y debe ceñirse / —como la piel al cuerpo— a lo que nombra”. Aunque banalmente se piense que “nada queda en traducción de frases como las suyas. / Y sin embargo todo escritor debe honrar / el idioma que le fue dado en préstamo, no permitir / su corrupción ni su parálisis” (p. 70). (5) En 1989 expresa con mayor precisión el sentido de sus “aproximaciones”, el modo en que deben entenderse los versos recién citados: “Pongo términos de otro idioma en el vocabulario al que me confina mi país, mi región, mi clase, mi edad, mi instrucción, el habla de mi familia, mi dominio o mi ignorancia de ambas lenguas, mi habilidad o mi ineptitud como versificador y prosista en español. Ni usted ni yo existimos antes ni volveremos a existir”. (6)

Esta condición que decide sus elecciones, nacidas de su modo de estar en el mundo, es fundamento también de su poesía, y así lo expresa muchas veces, entre otras en “A quien pueda interesar” de Irás y no volverás (1969-1972): “A mí sólo me importa el testimonio / del momento inasible, las palabras / que dicta en su fluir el tiempo en vuelo. / La poesía anhelada es como un diario / en donde no hay proyecto ni medida”. (p. 152)

Con algo más de optimismo, pero con la preocupación del sentido de su función, en Los narradores ante el público, (7) y aún un joven de 26 años, expresa ideas que mantendrán su actividad como poeta e intelectual hasta el presente: “Tras la crisis —si hay salida, si hay porque tiene que haber, futuro— algunos piensan que la poesía se habrá hecho modesta, porque tampoco son sus poderes, salvar al mundo sino iluminarlo”. (p. 261)

Su versión de “Les chimères” de Nerval —ya traducida por Xavier Villaurrutia y Octavio Paz— despertó una inesperada actividad traductora en México en 1975, cuando a raíz de la afirmación de Salvador Elizondo en Plural de que la mejor traducción del poema era de Pacheco, impulsó nuevas versiones en los siguientes números de la revista, de Arreola, Segovia, Elizondo, Zaid y José de la Colina, promotor del desafío, entre otros.

Cito los primeros versos del original francés y de la versión de Pacheco, porque muestran claramente cómo sus traducciones tienden a dejar de lado lo contingente (en este caso la novela de Walter Scott), el detalle que cierra el alcance mayor del sentido, y abstraer universalizando las significaciones.

En Nerval leemos: “Je suis le ténébreux, —le veuf, —l’inconsolé, / le prince d’Aquitaine à la tour abolie / ma seule étoile est morte, —et mon luth constellé / porte le soleil noir de la Mélancolie”. Así queda en Pacheco “El desdichado”: “Yo soy el tenebroso, el viudo inconsolado. / A mi abolida torre la desdicha me guía. Cargo una muerta estrella y un laúd constelado. Son esos negros soles mi aciaga astronomía”. (8)

Es indudable que Pacheco se ha apartado de la “tradición de la ruptura” afirmada por Octavio Paz en el prólogo a la antología Poesía en movimiento. México, 1915-1966, dirigida por él y en la cual había Pacheco colaborado, junto con Alí Chumacero yHomero Aridjis. Paz fundaba esa concepción en la idea moderna del instante, siempre nuevo y único, en un tiempo siempre en movimiento, que la poesía refleja. Al recibir el Premio Nobel insiste en esa valoración: “La poesía está enamorada del instante y quiere vivirla en un poema; lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo”. (9) El rupturismo vanguardista cede paso en Paz a “la poesía de la convergencia”, de apertura a la tradición y a otras culturas, auspiciada en Vuelta (en su artículo “El romanticismo y la poesía contemporánea”) en 1987, y ya experimentada en sus “transliteraciones” de Versiones y diversiones (1974). Los legados de la tradición son entonces una suerte de don que irán templando su escritura, atenaceada por la violencia destructora de la materia y de los seres, violencia engendrada por el tiempo y la historia, que amenaza volver estéril la palabra. “Nuestras voces son desmoronamientos de guijarros en las tumbas”, dice Milosz en “Adiós a la noche”, uno de los poetas admirados por Pacheco, en tanto sus poemas apuestan a conjurar el derrumbe haciendo pie en la memoria (en las tramas de citas, traducciones, epígrafes y dedicatorias) de ellos que, devueltos al presente, enriquecerían percepciones y experiencias de hoy. Intensifica esta presencia las búsquedas de concisión y de la versión ajustada en su sonoridad, en sus tonos o en ritmos equivalentes, en el refinamiento de las metáforas de sus traducciones, o en el modo de introducir el cruce de textos múltiples, sea en un solo poema, sea en citas o glosas de López Velarde, Nervo, Joyce, Ortega y Gasset, Goethe o Garcilaso. Seguramente ha prestado atención a las observaciones de Octavio Paz en El arco y la lira sobre las ideas de Etiemble y Eliot acerca del placer estético y su dependencia de lo fisiológico, muscular y respiratorio, que inciden en el ritmo verbal, vinculado siempre a la historia, a una época y a una sociedad, propia.

Sus traducciones se ligan evidentemente a su concepción de la poesía, como concentrada en la intensidad del instante, aunque reconozca cada vez más sus límites de eficacia y perduración, y luche para no aceptarlos. La relación entre el tiempo, el instante y la poesía está en el centro de las significaciones más problematizadas, constantemente resignificadas: se percibe el lazo con las formas breves, la condensación de la percepción, sobre todo de la mirada y el simbolismo de la intensidad de la luz, como en “Sor Juana” de Islas a la deriva (1973-1975):

Es la llama trémula
en la noche de piedra del virreinato. (p. 174)

Y lo reitera, como en estos espléndidos ejemplos, entre muchos otros. De Irás y no
volverás (1969-1972), “Definición”:

La luz: la piel del mundo. (p. 143)

Una de las “Alabanzas” de Miro la tierra (1984-1986):

Tinta, sal y en la página ardiente
toma la forma
en que tu interna oscuridad se ilumina. (p. 340)

La red de reescritura y lectura alienta definirla como “La dulce, eterna, luminosa poesía” en “Crítica de la poesía” de No me preguntes cómo pasa el tiempo (Poemas, 1964-1968), p. 75, (10) o sumir la tarea en la duda y el desaliento, ya En el reposo del fuego (1963-1964), como vemos en el poema 10 de la sección III, primer momento del
desolado pesimismo con que reflexiona en su poesía sobre el pasado y la realidad mexicana. Cito sólo los versos iniciales: “Hay que darse valor para hacer esto: / escribir cuando rondan las paredes / uñas airadas, animales ciegos. / No es posible callar, comer silencio, / y es por completo inútil hacer esto / antes que los gusanos del instante / abran la boca muda de la letra / y devoren su espíritu.” (p. 57)

Un ejemplo importante, entre varios otros, es la serie de traducciones de Islas a la deriva (1973-1975) de Seferis, y especialmente de dieciséis poemas de Cavafis, (11) en los cuales se acentúa la tematización de la muerte, la vejez y el fracaso del hombre y de la historia a partir del mundo griego antiguo, haciéndolo confluir con lo ya expresado en la segunda sección, “Antigüedades mexicanas”, que vuelven a revisar la conquista y el pasado colonial, para culminar, por una parte, en el presente de ruina de “México: vista aérea” (Recordemos el comienzo: “Desde el avión ¿qué observas? Sólo costras, / pesadas cicatrices de un desastre”, p. 177) y en “Crónica”, que pareciera volver al comienzo de la espera del invasor, cuya crueldad había expresado en “Crónica de Indias”, respaldado en el epígrafe por la reticente reflexión de Bernal Díaz del Castillo (12)(“La guerra terminó o tal vez no ha empezado. / El fuego derribó nuestras murallas /y hacemos guardia entre las armas rotas”, p. 177). Por otra, en la “Lectura de la Antología griega”, que acentúa la libertad de Pacheco para introducir su áspera crítica al presente con un epigrama atribuido a Simónides, titulado “Vietnam” (“Los griegos deshicieron el gran poder / de los persas cargados de oro”), reuniendo nuevamente a Cavafis y México.

Volverá constantemente al tema. En El silencio de la luna, publicado en 1994, la brevedad de “Limpieza étnica” (“Dijimos nunca más / y ahora, monstruosa,/ se repite la historia”, p. 440) condensa la revisión del pasado, insertando irónicamente en la sucesión de estragos el poema “Fin de la historia”, y haciendo confluir en los epígrafes la mezcla de la alta poesía o de la Biblia con información de la guía de la ciudad de México o el discurso del “empresario del Circo” —acercándose a las parodias de la antipoesía de Nicanor Parra—, en tanto toma de la Eneida el título del libro. (13)

                                                                                                          sigue mañana

Notas
1 Ortega, Julio, Figuración de la persona, Barcelona, Edhasa, 1971, p. 263.

2 Son poemas de John Donne, Baudelaire (“La chevalure”), Rimbaud (“Le bateau ivre”) y dos de  Salvatore Quasimodo. Los repite en igual sección de De algún tiempo a esta parte y de Tarde o temprano (1980).

3 En Ensayos de lingüística general, segunda sección, p. 4.

4 “Nota” a Tarde o temprano. Cito por la segunda edición (México, FCE, 1986). En los años cincuenta Jaime García Terrés dirigió la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y la Revista Universidad de México entre 1953 y 1965; impulsando la difusión de los movimientos artísticos y culturales mundiales, “de cultura abierta”, sin descuidar la tradición lingüística y cultural hispana. A los intelectuales españoles republicanos refugiados en México León Felipe, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Luis Buñuel, entre otros, se sumaban en estos años los hispanoamericanos José Luis González, García Márquez, Álvaro Mutis, Augusto Monterroso, etc.

5 Poema de Los trabajos del mar. Cito por la primera edición de 1983. Tiene como subtítulo “Un artículo en verso para el centenario de su muerte”. En la cuarta edición de Tarde o temprano, altera el título “El centenario de Gustave Flaubert” y como subtítulo “(Un artículo en verso)”.

6 Citado por Carmen Corona del Conde en “Algunas reflexiones sobre la traducción”, aparecido en La Jornada Semanal n. 22, 12 de noviembre de 1989, p. 27. Tomo la referencia del excelente artículo “La palabra en el desierto. José Emilio Pacheco y T. S. Eliot” de Carlos A. Guzmán Moncada, en Arrabal, nº 1, 1998, pp. 243-249.

7 Vol. 1, México, Joaquín Mortiz, 1966.

8 Cito por Tarde o temprano (2º edición, 1986) p. 292.

9 Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, vol. 1, p. 35

10 Cuando no se aclara la edición de la cita de la poesía de Pacheco, debe entenderse que proviene de la última edición de sus poesías completas, siempre corregidas, que reúne con el título de Tarde o temprano (Poemas 1958-2009). Edición de Ana Clavel, 4º ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2009.

11 Versiones dedicadas “A Celia y Jaime García Terrés, quien me descubrió a Cavafis, y el arte de la traducción en 1960”.

12 “Con el objeto de propagar la fe / y arrancarlos de su inhumana vida salvaje, / arrasamos los templos, dimos muerte / a cuanto natural se nos opuso. / Para evitarles tentaciones / confiscamos su oro. / Para hacerlos humildes / los marcamos a fuego y aherrojamos. / Dios bendiga esta empresa hecha en Su Nombre”. El epígrafe de Bernal Díaz del Castillo dice: “…porque como los hombres no somos todos muy buenos…”

13 “…Et jam Argiva phalanx instructis navibus ibat / A Tenedo, tacitae per amica silentia lunae…” envida  II: 254-255” Y agrega la traducción: “…ya la falange de la griegas naves / de Ténedos venía, bajoel velo / del silencio amistoso de la luna…”. “Aurelio Espinosa Pólit: Virgilio en verso castellano”, p. 467.

martes, 11 de febrero de 2014

Una columna para el olvido

Rob Rix es profesor del Instituto Cervantes de Manchester, donde realiza talleres de traducción literaria. La siguiente columna fue publicada por El Trujamán, el 22 de enero pasado.

«Olvido»… cómo se traduce al inglés

En los talleres de traducción literaria que ofrecimos durante 2013 en el Instituto Cervantes de Manchester y Leeds (Reino Unido) hemos comentado la dificultad de traducir la palabra «olvido» al inglés. Muchas veces se traduce por oblivion, pero este término nos ha parecido demasiado absoluto en algunos de los casos examinados, sobre todo porque aparece frecuentemente en frases idiomáticas como consigned to oblivion (‘relegado al olvido’) o snatched from the jaws of oblivion(‘arrebatado a las fauces del olvido’) que sugieren destrucción total, quizás por su parecido con el verbo to obliterate.

En el verso de Neruda «es tan corto el amor y es tan largo el olvido» habría que emplear alguna forma del verbo to forget para conservar el sentido, por ejemplo love does not last as long as forgetting o we are not loved for long, but we are forgotten for much longer (ninguna de las cuales es satisfactoria, sobre todo como poesía). La canción «Memorias del olvido» del grupo uruguayo No Te Va Gustar emplea una paradoja difícil de reproducir en inglés, ya que Forgotten memories significa «memorias olvidadas», que no es lo mismo, y Memories of forgetting tampoco comunica la contradicción tan poética del título original.

Otra canción, «Eres mi religión» del grupo mexicano Maná, contiene el verso «Iba caminando por las calles empapadas de olvido» que tendría que traducirse como streets soaked (or drenched) in forgetting, pero el gerundio inglés no tiene ni la sonoridad ni la concisión del sustantivo español.

Tenemos que reconocer que la lengua inglesa, por alguna razón que desconocemos, carece de equivalente de este concepto elemental, que es como el revés de memoria, es decir, la función mental de recordar o de olvidar y el «lugar» donde se recuerda o se olvida. Existe la palabra forgetfulness que se aplica a la tendencia olvidadiza de algunas personas, pero no resulta muy útil a la hora de expresar la noción de «olvido».

Hemos estudiado los versos de Gustavo Adolfo Bécquer y de Luis Cernuda que hablan de «donde habite el olvido» (y un verso de Joaquín Sabina «donde habita el olvido»), sin hallar una traducción adecuada.

Se ha dicho de Cernuda que «murió en el olvido» que en inglés se puede expresar con died in anonymity, died forgotten, died unknown o incluso died alone. Pero cuando Jorge Luis Borges se refiere a «el olvido que seremos» (tomado como título de un libro de Héctor Abad Faciolince, traducido comoOblivion. A Memoir por Anne McLean y Rosalind Harvey) nos quedamos con un enorme dolor de cabeza. Borges tiene cierta predilección por la palabra, utilizándola en muchas sentencias memorables. Cito tres ejemplos:

Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.

Leí los libros esenciales y otros compuse que el oscuro olvido no ha de borrar.
Eres nube, eres mar, eres olvido. Eres también aquello que has perdido.

En cada caso habría que buscar una solución diferente. La primera cita se refiere al acto de olvidar (forgetting), la segunda a una fuerza destructiva impersonal (oblivion), y la última al destino individual (¿forgotten?).

Y ¿qué hacemos con el verso de Federico García Lorca, del poema «Sueño»?:

Llénala con tus hilos, araña del olvido (Spider, weave your web of forgetting).

Todo esto sin olvidar que «Olvido» también es nombre de mujer en castellano, lo que da lugar al poema de Arely Huber (en Twitter):

Yo soy ese tipo de recuerdo 
que no lograste sacar de ti: 
Llámame olvido… si puedes  (Call me Oblivia... if you dare?).

Todo lo que comentamos sirve no para demostrar las dificultades o la imposibilidad de traducir, sino para recordar que traducir nos permite apreciar plenamente la riqueza de una lengua, y las diferencias entre una lengua (y una forma de pensar) y otra.


lunes, 10 de febrero de 2014

Para considerar a la hora de comprarlos

Marcelo Bellucci publicó la siguiente nota en Clarín, del 29 de enero pasado. La bajada de la misma dice: “Aunque se pueden ‘ojear’ con ambos, cada dispositivo tienen pros y contras. Las tabletas permiten hacer más cosas. Los lectores digitales simulan mejor el papel y la batería dura más”.

Todo lo que hay que saber para leer libros electrónicos

Como consecuencia de la gran demanda de tabletas durante 2013, la gente –por curiosidad o verdadero interés– comenzó a descargar libros para hojear en sus pantallas luminosas. Pero además de las tabletas existen los lectores de libros digitales (e-readers). Cada opción tiene ventajas y dificultades, y a veces hacen falta complementos para alcanzar una experiencia realmente placentera.

Una encuesta del centro de investigación Pew demostró que, junto con la creciente disponibilidad de las tabletas, aumentó también el número de personas que las usan para repasar sus libros. En tanto, en los últimos cuatro meses la venta de e-readers subió 32%.

Los libros digitales se pueden “ojear” tanto desde una tableta como en un lector específico. Y si bien en cuanto a precio y simplicidad de manejo corren parejo, el hábito de lectura cambia drásticamente de un dispositivo a otro.

Los e-readers están un escalón por encima del resto, ya que utilizan la tecnología de tinta electrónica, que es lo más parecido a estar frente a un libro de papel. Al no tener de retroiluminación no cansan la vista y se comportan de manera aceptable bajo la luz del sol. A esto se le suma una duración prolongada de la batería, ya que sólo consume energía al cambiar de página. Para quien tenga el habito de leer una hora por día, podría estar todo un mes sin necesidad de recarga.

La amplitud de los beneficios llega a perderse en la profundidad de su fase negativa. Su mayor carencia es que al ser en blanco y negro, quedan excluidas las revistas y novelas gráficas, además de la navegación por Internet o algún juego casual. Además, al no estar la pantalla iluminada, necesitan una lámpara si uno quiere leer de noche.

Las tabletas, con sus pantallas LCD, son más versátiles. Además de texto permiten ver imágenes y videos y son aptas para leer en espacios mal iluminados, incluso a oscuras. Lo malo es que al ser una pantalla retroiluminada cansa más la vista y la duración de la batería no supera las 2 horas.

Entre las tabletas, las más recomendables son las de 7 pulgadas, porque tiene el mismo tamaño de un libro tradicional, lo que garantiza un agarre más favorable. Y aunque se puede utilizar cualquier tableta, el inconveniente es el peso. Mientras una de 7 está en 270 gramos, las de 10 duplican ese valor. Algo que si bien no se trasluce en los primeros minutos, termina siendo decisivo al cabo de un rato.

Antes de empezar a bajar los eBooks, habrá que conseguir un software que genere el entorno de lectura. Además de modificar el tamaño y el estilo de la tipografía, el color de fondo, la separación entre letras y el interlineado, se puede graduar la intensidad de la luz, simular el tipo de papel y deslizar el dedo por el borde inferior para cambiar de página. El más completo es Moon + Reader que brinda la posibilidad de subrayar, hacer anotaciones y colocar marcadores. Aldiko Book Reader, que viene instalado en muchos equipos, se defiende mejor en el terreno de los cómics y las revistas. Para libros comprados en Amazon se necesita el Kindle.

Muchos de estos software habilitan la compra de material desde sus propias tiendas. Algunas editoriales, como Alfaguara, ofrecen los eBook un 60% más baratos que la edición impresa. La versión papel de Un comunista en calzoncillos, de Claudia Piñero se consigue a $ 120 y la digital aparece a $ 49. Otra opción es el sitio www.bajalibros.com del libro, donde la diferencia ronda el 20 o 30%. También hay muchos sitios que ofrecen textos gratuitos. Algunas editoriales encadenan sus eBook con DRM o gestión digital de derechos. Para acceder al texto hay que instalar el Adobe Digital Editions cada vez que se abra el libro.

Los libros electrónicos se presentan en diferentes formatos, dependiendo de los protocolos y estándares que se sigan en su construcción y del software de lectura con el que se vayan a utilizar. El ePub es el MP3 de los libros electrónicos: lo soportan la mayoría de los lectores electrónicos, y además es gratuito y abierto. Una de las pocas excepciones es el Kindle Fire, que tiene su propio formato llamado Mobi. El PDF es el menos apto, ya que se que se trata de un formato de almacenamiento de documentos “cerrado”, desarrollado por Adobe, más conveniente para la PC.


viernes, 7 de febrero de 2014

Para traductores del chino

A mediados de enero, nos llegó el mail que se reproduce a continuación. Se trata de un recuento de obras de autores chinos traducidos al castellano en el pasado 2013. Sin embargo, no deja de sorprender que ese resumen se refiera exclusivamente a obras traducidas en España. Aprovechamos entonces la ocasión para informar a los traductores y editores latinoamericanos de textos chinos, invitándolos a que envíen la información a los destinatarios pertinentes.

China traducida

Estimad@ compañer@,

Nos permitimos hacerte llegar la primera edición del Anuario China Traducida 2013. En él hemos procurado catalogar todas las nuevas traducciones del chino al castellano publicadas durante el pasado año 2013. 

Puedes verlo y descargarlo desde nuestra web:

Como señalamos en la presentación, el anuario está abierto a ampliaciones y correcciones que tengas a bien hacernos llegar a nuestro email (info@china-traducida.net) o a nuestras páginas en Facebook (China Traducida) y Twitter (@chinatraducida).

Esperamos que sea de tu interés.


Un muy cordial saludo