miércoles, 12 de febrero de 2014

Homenaje a José Emilio Pacheco (I)

El poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano José Emilio Pacheco murió el 26 de enero pasado. A modo de breve homenaje, a continuación se publica  en dos días sucesivos un ensayo de la gran crítica argentina Susana Zanetti (1933-2013), aparecido en la revista Orbis Tertius, 2010, XV. Su resumen señala que “La importancia de la traducción y de la versión en la actividad intelectual del escritor mexicano José Emilio Pacheco cobra mayor relevancia en cuanto ambas constituyeron la sección final de sus poemarios, con el título de “Aproximaciones”. Por otra parte, todos sus libros acuden a fuertes relaciones intertextuales, homenajes, citas y textos “a la manera de”, además del uso de heterónomos, conformando una red que respalda su concepción de que “la poesía se hace entre todos”, concepción que le posibilita, por momentos, confiar en la permanencia de la palabra poética ante la convicción del futuro como destrucción y ruina”.

Traducciones, versiones y homenajes
en la poesía de José Emilio Pacheco (I)


En la ignorancia a medias de un idioma,
ya que el dominio es imposible,
las palabras demuestran estar hechas
de la esencia del mundo y la poesía.

José Emilio Pacheco, “Tierra de nadie”


No sería desatinado pensar la traducción de Cuatro cuartetos de T. S. Eliot por José Emilio Pacheco en 1989 como culminación de ese trabajo que se ha empeñado en definir como “Aproximaciones”, en tanto ensaya asir una experiencia poética en otra, una lengua en otra, convencido de que “asumir el paso del tiempo es interrogar fundamentalmente el lenguaje”, (1) ciñéndolo al presente que recrea la palabra al leer o al traducir un poema. Poco antes, en 1984, las había reunido en volumen aparte con el título de Aproximaciones (1958-1978), como denominaba a las traducciones o mejor, versiones, de las secciones finales de sus libros, incluidas a partir de Los elementos de la noche (1963). Ellas los cerraban como si culminara en los versos ajenos su poesía.(2)

Como es habitual en él, Pacheco modifica el texto de los poemas en las sucesivas ediciones de su obra, reunida bajo el título de Tarde o temprano. En la tercera edición del año 2000 suprime las “Aproximaciones”, reproducidas siempre en sección final del libro, si bien es cierto que ya en libros unitarios anteriores —El silencio de la luna (1994) o La arena errante (1999)— no incorporaban nuevas “aproximaciones”, aunque
la intertextualidad que comentaremos sigue presente en sus últimos libros de 2009.

Sabemos la importancia que han tenido las interrelaciones de la producción poética en muy diferentes lenguas, redes alimentadas en buena medida por las traducciones realizadas especialmente por poetas que no solo se empecinaron en alcanzar, como Pacheco, una versión que siguiera muy de cerca el original, sino que sobre todo respondiera a su concepción de la poesía y a su saber de la propia lengua. Su trabajo no se detuvo allí. Singularizan su poesía la intertextualidad y la contaminación profusa con la producción ajena.

Desconfiando de afirmaciones como las de Paul Valéry o de Roman Jakobson (“La poesía es por definición intraducible”3), las generaciones de poetas mexicanos a partir de Contemporáneos, y aun antes, si recordamos a Balbino Dávalos en la Revista Moderna (1898-1903), se destacaron por su interés en la modernización de la literatura nacional, valiéndose, entre otras posibilidades, de la traducción de textos de muy diverso origen. En esta tradición de apertura se incluyen las revistas Estaciones, la Revista Mexicana de Literatura, La Palabra y el Hombre, la bilingüe El Corno Emplumado o Diálogos, con las que Pacheco colaboró asiduamente.

Varias veces se ha referido Pacheco al modo en que deben leerse sus “Aproximaciones”, y los fundamentos de su trabajo de traducción. “No tengo nada contra los traductores académicos pero mi intención es muy distinta: producir textos que puedan ser leídos y juzgados como poemas en castellano, reflejos y aun comentarios en torno de sus intactos, inmejorables originales. […] De alguna manera no son, como podría creerse, ‘traducciones de traducciones’, sino poemas escritos a partir de otros poemas”. Enseguida refiere la lección recibida del poeta Jaime García Terrés (1924-1996) —importante gestor cultural, abocado a ampliar y profundizar la apertura cosmopolita—: “me enseñó a aspirar a la soltura y al respeto por el texto en español”. (4)

Comenzó con este trabajo a los 23 años. Tradujo por entonces a Beckett, “De profundis” de Oscar Wilde, Eisenstein, Tennessee Williams, Pinter, etc., más allá de los incorporados en sus “Aproximaciones”. En éstas se vale de traducciones existentes —apunta siempre la procedencia de las que utiliza—, de lenguas que conoce o, sobre todo, ignora.

La lectura alimenta su tarea y la versión se atiene a su concepto del traslado al español. En “Gustave Flaubert (1821-1888)” celebra la entrega del escritor francés al “término exacto” (le mot juste, dice) pues solo existe “una palabra para cada cosa y debe ceñirse / —como la piel al cuerpo— a lo que nombra”. Aunque banalmente se piense que “nada queda en traducción de frases como las suyas. / Y sin embargo todo escritor debe honrar / el idioma que le fue dado en préstamo, no permitir / su corrupción ni su parálisis” (p. 70). (5) En 1989 expresa con mayor precisión el sentido de sus “aproximaciones”, el modo en que deben entenderse los versos recién citados: “Pongo términos de otro idioma en el vocabulario al que me confina mi país, mi región, mi clase, mi edad, mi instrucción, el habla de mi familia, mi dominio o mi ignorancia de ambas lenguas, mi habilidad o mi ineptitud como versificador y prosista en español. Ni usted ni yo existimos antes ni volveremos a existir”. (6)

Esta condición que decide sus elecciones, nacidas de su modo de estar en el mundo, es fundamento también de su poesía, y así lo expresa muchas veces, entre otras en “A quien pueda interesar” de Irás y no volverás (1969-1972): “A mí sólo me importa el testimonio / del momento inasible, las palabras / que dicta en su fluir el tiempo en vuelo. / La poesía anhelada es como un diario / en donde no hay proyecto ni medida”. (p. 152)

Con algo más de optimismo, pero con la preocupación del sentido de su función, en Los narradores ante el público, (7) y aún un joven de 26 años, expresa ideas que mantendrán su actividad como poeta e intelectual hasta el presente: “Tras la crisis —si hay salida, si hay porque tiene que haber, futuro— algunos piensan que la poesía se habrá hecho modesta, porque tampoco son sus poderes, salvar al mundo sino iluminarlo”. (p. 261)

Su versión de “Les chimères” de Nerval —ya traducida por Xavier Villaurrutia y Octavio Paz— despertó una inesperada actividad traductora en México en 1975, cuando a raíz de la afirmación de Salvador Elizondo en Plural de que la mejor traducción del poema era de Pacheco, impulsó nuevas versiones en los siguientes números de la revista, de Arreola, Segovia, Elizondo, Zaid y José de la Colina, promotor del desafío, entre otros.

Cito los primeros versos del original francés y de la versión de Pacheco, porque muestran claramente cómo sus traducciones tienden a dejar de lado lo contingente (en este caso la novela de Walter Scott), el detalle que cierra el alcance mayor del sentido, y abstraer universalizando las significaciones.

En Nerval leemos: “Je suis le ténébreux, —le veuf, —l’inconsolé, / le prince d’Aquitaine à la tour abolie / ma seule étoile est morte, —et mon luth constellé / porte le soleil noir de la Mélancolie”. Así queda en Pacheco “El desdichado”: “Yo soy el tenebroso, el viudo inconsolado. / A mi abolida torre la desdicha me guía. Cargo una muerta estrella y un laúd constelado. Son esos negros soles mi aciaga astronomía”. (8)

Es indudable que Pacheco se ha apartado de la “tradición de la ruptura” afirmada por Octavio Paz en el prólogo a la antología Poesía en movimiento. México, 1915-1966, dirigida por él y en la cual había Pacheco colaborado, junto con Alí Chumacero yHomero Aridjis. Paz fundaba esa concepción en la idea moderna del instante, siempre nuevo y único, en un tiempo siempre en movimiento, que la poesía refleja. Al recibir el Premio Nobel insiste en esa valoración: “La poesía está enamorada del instante y quiere vivirla en un poema; lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo”. (9) El rupturismo vanguardista cede paso en Paz a “la poesía de la convergencia”, de apertura a la tradición y a otras culturas, auspiciada en Vuelta (en su artículo “El romanticismo y la poesía contemporánea”) en 1987, y ya experimentada en sus “transliteraciones” de Versiones y diversiones (1974). Los legados de la tradición son entonces una suerte de don que irán templando su escritura, atenaceada por la violencia destructora de la materia y de los seres, violencia engendrada por el tiempo y la historia, que amenaza volver estéril la palabra. “Nuestras voces son desmoronamientos de guijarros en las tumbas”, dice Milosz en “Adiós a la noche”, uno de los poetas admirados por Pacheco, en tanto sus poemas apuestan a conjurar el derrumbe haciendo pie en la memoria (en las tramas de citas, traducciones, epígrafes y dedicatorias) de ellos que, devueltos al presente, enriquecerían percepciones y experiencias de hoy. Intensifica esta presencia las búsquedas de concisión y de la versión ajustada en su sonoridad, en sus tonos o en ritmos equivalentes, en el refinamiento de las metáforas de sus traducciones, o en el modo de introducir el cruce de textos múltiples, sea en un solo poema, sea en citas o glosas de López Velarde, Nervo, Joyce, Ortega y Gasset, Goethe o Garcilaso. Seguramente ha prestado atención a las observaciones de Octavio Paz en El arco y la lira sobre las ideas de Etiemble y Eliot acerca del placer estético y su dependencia de lo fisiológico, muscular y respiratorio, que inciden en el ritmo verbal, vinculado siempre a la historia, a una época y a una sociedad, propia.

Sus traducciones se ligan evidentemente a su concepción de la poesía, como concentrada en la intensidad del instante, aunque reconozca cada vez más sus límites de eficacia y perduración, y luche para no aceptarlos. La relación entre el tiempo, el instante y la poesía está en el centro de las significaciones más problematizadas, constantemente resignificadas: se percibe el lazo con las formas breves, la condensación de la percepción, sobre todo de la mirada y el simbolismo de la intensidad de la luz, como en “Sor Juana” de Islas a la deriva (1973-1975):

Es la llama trémula
en la noche de piedra del virreinato. (p. 174)

Y lo reitera, como en estos espléndidos ejemplos, entre muchos otros. De Irás y no
volverás (1969-1972), “Definición”:

La luz: la piel del mundo. (p. 143)

Una de las “Alabanzas” de Miro la tierra (1984-1986):

Tinta, sal y en la página ardiente
toma la forma
en que tu interna oscuridad se ilumina. (p. 340)

La red de reescritura y lectura alienta definirla como “La dulce, eterna, luminosa poesía” en “Crítica de la poesía” de No me preguntes cómo pasa el tiempo (Poemas, 1964-1968), p. 75, (10) o sumir la tarea en la duda y el desaliento, ya En el reposo del fuego (1963-1964), como vemos en el poema 10 de la sección III, primer momento del
desolado pesimismo con que reflexiona en su poesía sobre el pasado y la realidad mexicana. Cito sólo los versos iniciales: “Hay que darse valor para hacer esto: / escribir cuando rondan las paredes / uñas airadas, animales ciegos. / No es posible callar, comer silencio, / y es por completo inútil hacer esto / antes que los gusanos del instante / abran la boca muda de la letra / y devoren su espíritu.” (p. 57)

Un ejemplo importante, entre varios otros, es la serie de traducciones de Islas a la deriva (1973-1975) de Seferis, y especialmente de dieciséis poemas de Cavafis, (11) en los cuales se acentúa la tematización de la muerte, la vejez y el fracaso del hombre y de la historia a partir del mundo griego antiguo, haciéndolo confluir con lo ya expresado en la segunda sección, “Antigüedades mexicanas”, que vuelven a revisar la conquista y el pasado colonial, para culminar, por una parte, en el presente de ruina de “México: vista aérea” (Recordemos el comienzo: “Desde el avión ¿qué observas? Sólo costras, / pesadas cicatrices de un desastre”, p. 177) y en “Crónica”, que pareciera volver al comienzo de la espera del invasor, cuya crueldad había expresado en “Crónica de Indias”, respaldado en el epígrafe por la reticente reflexión de Bernal Díaz del Castillo (12)(“La guerra terminó o tal vez no ha empezado. / El fuego derribó nuestras murallas /y hacemos guardia entre las armas rotas”, p. 177). Por otra, en la “Lectura de la Antología griega”, que acentúa la libertad de Pacheco para introducir su áspera crítica al presente con un epigrama atribuido a Simónides, titulado “Vietnam” (“Los griegos deshicieron el gran poder / de los persas cargados de oro”), reuniendo nuevamente a Cavafis y México.

Volverá constantemente al tema. En El silencio de la luna, publicado en 1994, la brevedad de “Limpieza étnica” (“Dijimos nunca más / y ahora, monstruosa,/ se repite la historia”, p. 440) condensa la revisión del pasado, insertando irónicamente en la sucesión de estragos el poema “Fin de la historia”, y haciendo confluir en los epígrafes la mezcla de la alta poesía o de la Biblia con información de la guía de la ciudad de México o el discurso del “empresario del Circo” —acercándose a las parodias de la antipoesía de Nicanor Parra—, en tanto toma de la Eneida el título del libro. (13)

                                                                                                          sigue mañana

Notas
1 Ortega, Julio, Figuración de la persona, Barcelona, Edhasa, 1971, p. 263.

2 Son poemas de John Donne, Baudelaire (“La chevalure”), Rimbaud (“Le bateau ivre”) y dos de  Salvatore Quasimodo. Los repite en igual sección de De algún tiempo a esta parte y de Tarde o temprano (1980).

3 En Ensayos de lingüística general, segunda sección, p. 4.

4 “Nota” a Tarde o temprano. Cito por la segunda edición (México, FCE, 1986). En los años cincuenta Jaime García Terrés dirigió la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y la Revista Universidad de México entre 1953 y 1965; impulsando la difusión de los movimientos artísticos y culturales mundiales, “de cultura abierta”, sin descuidar la tradición lingüística y cultural hispana. A los intelectuales españoles republicanos refugiados en México León Felipe, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Luis Buñuel, entre otros, se sumaban en estos años los hispanoamericanos José Luis González, García Márquez, Álvaro Mutis, Augusto Monterroso, etc.

5 Poema de Los trabajos del mar. Cito por la primera edición de 1983. Tiene como subtítulo “Un artículo en verso para el centenario de su muerte”. En la cuarta edición de Tarde o temprano, altera el título “El centenario de Gustave Flaubert” y como subtítulo “(Un artículo en verso)”.

6 Citado por Carmen Corona del Conde en “Algunas reflexiones sobre la traducción”, aparecido en La Jornada Semanal n. 22, 12 de noviembre de 1989, p. 27. Tomo la referencia del excelente artículo “La palabra en el desierto. José Emilio Pacheco y T. S. Eliot” de Carlos A. Guzmán Moncada, en Arrabal, nº 1, 1998, pp. 243-249.

7 Vol. 1, México, Joaquín Mortiz, 1966.

8 Cito por Tarde o temprano (2º edición, 1986) p. 292.

9 Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, vol. 1, p. 35

10 Cuando no se aclara la edición de la cita de la poesía de Pacheco, debe entenderse que proviene de la última edición de sus poesías completas, siempre corregidas, que reúne con el título de Tarde o temprano (Poemas 1958-2009). Edición de Ana Clavel, 4º ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2009.

11 Versiones dedicadas “A Celia y Jaime García Terrés, quien me descubrió a Cavafis, y el arte de la traducción en 1960”.

12 “Con el objeto de propagar la fe / y arrancarlos de su inhumana vida salvaje, / arrasamos los templos, dimos muerte / a cuanto natural se nos opuso. / Para evitarles tentaciones / confiscamos su oro. / Para hacerlos humildes / los marcamos a fuego y aherrojamos. / Dios bendiga esta empresa hecha en Su Nombre”. El epígrafe de Bernal Díaz del Castillo dice: “…porque como los hombres no somos todos muy buenos…”

13 “…Et jam Argiva phalanx instructis navibus ibat / A Tenedo, tacitae per amica silentia lunae…” envida  II: 254-255” Y agrega la traducción: “…ya la falange de la griegas naves / de Ténedos venía, bajoel velo / del silencio amistoso de la luna…”. “Aurelio Espinosa Pólit: Virgilio en verso castellano”, p. 467.

No hay comentarios:

Publicar un comentario