miércoles, 3 de febrero de 2010

El traductor chino de Borges

Mientras el comité encargado de otorgar los subsidios a la traducción para la promoción de autores argentinos con vistas a Frankfurt 2010 invierte en nuevas traducciones de Jorge Luis Borges, presentamos acá una entrevista, publicada en el diario Página 12, del 8 de diciembre de 2002, donde Kaixian Chen es entrevistado por Andrew Graham-Yooll.

"Estudiar la literatura de España y América latina"

–¿Cómo llega usted a especializarse en literatura latinoamericana?
–Estudié en China y en México. Tengo un acento español y a veces tengotonalidades mexicanas. Eso es porque aprendí el español de España en la China. El sistema de enseñanza en China todavía sigue usando la pronunciación de España. Para nosotros es preferible la pronunciación española, de esa manera no se cometen errores ortográficos. Por ejemplo, si yo digo zapato en español es un zapato, en Buenos Aires, puede ser un sapato.

–¿Su especialidad es Jorge Luis Borges. ¿Cómo percibe a ese escritor desde el chino?
–En un homenaje a Borges, la señora María Kodama habló del orientalismo en la literatura de Borges. Pero nos resulta muy difícil detectar su orientalismo. A nuestros ojos, ese orientalismo es distinto al orientalismo que nosotros percibimos. Por ejemplo, para nosotros Las mil y una noches es una obra occidental, porque estamos más al este que el Medio Oriente, que muchos llaman Asia occidental. Borges contiene casi toda la cultura occidental. Desde la mitología griega a la nórdica, además de los pasajes e historias tomados de la Biblia. Todas esas cosas para los chinos son muy poco conocidas. Borges tiene algunos elementos orientales, por ejemplo sobre un filósofo chino (Zhuang Zhou). Y también menciona una enciclopedia china. Pero creo que es un juego borgeano, el mezclar elementos orientales con occidentales. Eso lo puede hacer Borges porque es un escritor universal. Pero es muy confuso. Cita nombres y obras para confundir al lector acerca de si es verídico o falso el dato. Confunde la ficción y la realidad. Borges habla de muchos filósofos, muchos literatos, y a veces no se sabe si los nombres que menciona son verdaderos o ficticios. A veces no se pueden encontrar esos nombres en las enciclopedias, que se agrega a la dificultad.

–¿Cuántos años dedicó a los estudios de la literatura latinoamericana?
–Es una historia bastante larga. Empecé a estudiar el español en el año 1961. Entonces el sistema de educación en la universidad era de cinco años, generalmente. Quería graduarme en julio de 1966. Pero en marzo y abril comenzó la Revolución Cultural. Entonces se interrumpió todo y empecé a trabajar en 1968. Bueno, no a trabajar exactamente. En aquellos años los estudiantes graduados de las universidades iban a trabajar según la necesidad del Estado. Debo decir, más bien, que en esos tiempos me envían a trabajar a una institución elegida por las autoridades, no elegida por mí. Yo fui al Instituto de Lenguas Extranjeras de Xian, que el mundo conoce porque es donde luego se descubrió la tumba del primer emperador y el ejército de estatuas de terracota. En aquellos tiempos los estudiantes graduados que tenían destinos de trabajo decidido tenían que esperar hasta que se les ordenaba trasladarse a sus puestos, aun cuando estaba en plena vigencia la Revolución Cultural. No era como ahora, que los estudiantes graduados tienen que hablar con las instituciones para ver si hay vacantes posibles y si son necesarios, o dónde pueden ser colocados, para trabajar. En aquella época no era así todavía, no había la libertad de escoger el lugar de trabajo y solicitar que lo acepten. Se esperaba la decisión del Estado o del partido. Durante la revolución yo estaba en la universidad como parte de la acción popular. En el Instituto de Lenguas Extranjeras de Xian fui enviado a trabajar para ser reeducado ideológicamente. Eramos educados por los campesinos pobres y campesinos de capas sociales media e inferior. Mao Tsetung creía que los campesinos pobres tenían una ideología más pura. En opinión de Mao, los intelectuales estábamos muy contaminados por las ideas capitalistas y revisionistas que imperaban en las ciudades. Debíamos ser reeducados porque la enseñanza de los años anteriores a la Revolución Cultural era principalmente burguesa, según Mao. Fui al campo para trabajar dos años, cavando la tierra y participando en la siembra, y también en la cosecha. Con ese trabajo en el campo olvidé casi todo el castellano que había aprendido. Finalmente, en 1972, dejé el campo y recomencé los estudios, y la enseñanza del español en la universidad de Xian. La Revolución Cultural terminó en 1976, cuando cayó la "Banda de los Cuatro", una conspiración en que estaban involucrados muy importantes funcionarios. Mao murió en ese año, 1976, a los 83 años.

–¿Y se quedó ahí, en el Instituto de Lenguas Extranjeras?
–Sí, pero en 1979 me enviaron a estudiar en el Colegio de México, por dos años. En México, entre 1979 y 1981 tuve profesores argentinos que me enseñaron sobre Borges. En ese tiempo había varios argentinos. Recuerdo que el escritor Noé Jitrik también trabajaba en el Colegio, pero se fue con una huelga de profesores que protestaban por no sé qué cosa. Fue mi padre quien me aconsejó estudiar la literatura de España y América latina, y especialmente a Cervantes y a Jorge Luis Borges. Esa es la especialización mía, pero también siento interés por la literatura en general de esos países porque en China uno no se puede especializar tanto. Hay que tener en cuenta que tenemos miles de años de historia, y hay mucho por aprender. Los escritores contemporáneos que más me interesan son Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. Quisiera tener más información sobre Ricardo Piglia. No parece haber ningún argentino realmente importante en este momento. Consulté a amigos y cada uno al que le pregunto me da nombres de su elección que son diferentes al de otro que consulto. Por lo tanto, la selección para mi estudio es un poco arbitraria. Recientemente hice traducir unos cuentos de Fogwill. Y entre los españoles que más me gustan está Juan Goytisolo, pero eso quizá sea porque traduje una obra suya, Juego de manos, al chino.

–¿Sigue traduciendo a escritores hispanoamericanos?
–Antes traducía mucho, porque se podía hacer sin obtener los derechos de autor. China no había ingresado aún en la organización internacional de propiedad intelectual. Ahora ya no traduzco tanto, porque es necesario que se apruebe una edición o tener el dinero para comprar los derechos de autor. A veces, todavía hay problemas. Hay una editorial en Nanjing bastante grande que quiere los derechos de autor para publicar a García Márquez, especialmente Cien años de soledad. Pero García Márquez no quiere ceder. Se quejaba mucho, guardaba rencor todavía por las ediciones piratas que antes se editaron en China. Pienso que las condiciones son favorables para García Márquez, le están ofreciendo cien mil dólares. Linda cifra ¿eh? De eso se encarga la famosa agente literaria Carmen Balcells, en Barcelona. Todavía administra a los autores importantes. Ella le dijo a un amigo mío que aún no era momento de ceder los derechos a China. No sé por qué, con una cifra tan buena... Por otro lado, Carlos Fuentes tiene muchas ediciones en chino, desde sus obras más famosas hasta las más recientes. También estamos buscando autores argentinos. Estoy tratando de coordinar algo con el cónsul argentino en Shanghai, Miguel Velloso, que me ha ayudado mucho al enviarme libros de escritores argentinos. El cónsul me mandó libros recibidos de los autores, y yo me llevo otros desde aquí para leer. Vamos a ver si puedo hacer algo.

–Usted dijo que su padre le aconsejó estudiar literatura latinoamericana. ¿Cómo eran sus padres?
–Mis padres eran intelectuales. Mi madre fue la primera soprano de China. Estudió en Estados Unidos. Mi padre hizo sus estudios en la Universidad de Wisconsin, recibió su doctorado en la Universidad de Yale, en los años treinta, y era profesor de literatura inglesa en la Universidad de Nanjing, donde ya había comenzado a enseñar en los años treinta, a su regreso de Estados Unidos. Mis padres gozaban de prestigio nacional en China, por eso fue que en la Revolución Cultural fueron tan duramente criticados. Mi padre vivió hasta 1986, mi madre hasta 1990, por lo tanto vieron muchos cambios en China.

–¿Qué tiradas tienen las ediciones de libros en China?
–El mercado decide ahora en China. La editorial quiere vender. Aunque algunas veces el libro es muy bueno, no corresponde al mercado chino. El público chino tiene una mentalidad diferente a la occidental. En China los libros son relativamente baratos, entonces tienen que alcanzar cifras de edición muy altas para ganar dinero. Las ediciones son de diez mil ejemplares, ediciones más chicas, como acá, que muchas veces son de mil o dos mil ejemplares, no sirven. En China ahora hay diferentes niveles de escritores. Hay escritores profesionales que son contratados por el gobierno a través de la Asociación de Escritores de su provincia o de su ciudad. Eso quiere decir que tienen sueldo determinado, además pueden cobrar derechos de autor por su creación literaria. No hay ese tipo de escritores en Occidente. Por eso encuentro que los escritores de Occidente admiran mucho el sistema chino. También hay escritores que se dedican a la creación por su propia cuenta. Pero ellos tienen que trabajar en otra cosa. Pero si tienen mercado, les va bien. El autor de una telenovela, por ejemplo, gana muy bien con sus derechos.

–Usted va a hablar del sistema educativo chino, en Rosario y en el Ministerio de Educación...
–Sí. El sistema es bastante complicado, distinto. En las universidades, el ingreso es muy competitivo, porque la gente tiene el deseo de enviar a sus hijos a estudiar. Pero eso se ve en todo el sistema. En las escuelas
primarias, secundarias y preparatorias (para el ingreso universitario) ya los niños se están preparando y la competencia es muy fuerte, para llegar a buenas carreras en buenas universidades. Ese es un fenómeno muy frecuente en los países orientales. En Japón, en Corea, y en China. Un aspecto interesante es el nivel de la concurrencia a los estudios. El horario de trabajo a la mañana, por lo general, comienza a las ocho. Las clases en los colegios también comienzan a esa hora. Pero a los alumnos escolares se los ve en las calles a las 6.30 y a las 7 de la mañana yendo en bicicleta a sus escuelas. Van a estudios preparatorios. La ciudad está aún tranquila. Sólo se ve a los ancianos en las calles que salen a hacer su gimnasia... y a los estudiantes. La escuela primaria es obligatoria y la secundaria lo es hasta su primer nivel, que son tres años, hasta los quince. Después, en la segunda etapa secundaria, hay un examen nacional muy duro para entrar en la universidad. También hay un examen para pasar del ciclo básico secundario al preparatorio, que son tres años. En la universidad tienen que cursar cuatro años para la licenciatura, tres para la maestría, y tres para el doctorado. El gobierno aporta cada vez más presupuesto a la educación. Se le da mucha importancia. En los últimos años se están ampliando mucho los cursos de maestría y doctorado. No es como acá, que parece ser estable. En China, por ejemplo, si un año una universidad admite diez estudiantes para una maestría, cada año agrega más, va subiendo a doce, catorce, y así.

–¿Cuándo comenzó esta reforma, esta ampliación de los estudios y el número de estudiantes?
–Yo diría que en los últimos diez años. Las carreras preferidas creo que son parte de un fenómeno universal, la tecnología, la informática, el comercio. La ingeniería tradicional también, pero no es una carrera tan necesitada ahora. En este momento, por ejemplo, a nosotros nos faltan profesores de letras españolas. A la gente le interesa estudiar letras, pero al terminar sus estudios no quieren ir como profesores de letras. Quieren ir a las empresas, como traductores, o intérpretes, o como funcionarios en las empresas de importación y exportación. El futuro ahí puede llevarlos a una jefatura de departamento. Entonces no quieren enseñar español, o enseñar a escribir en idiomas extranjero. Estudiarlos sí. La tecnología es lo que atrae ahora.

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